Extraordinaria Existencia
La joven coreana de cabello castaño y corto, que vestía su cómoda sudadera negra, jeans rasgados y tenis negros, paseaba en su patineta mientras escuchaba música. Aquella alegre canción le hacia sonreír, aunque también sonreía por habérsele escapado a su padre para refugiarse en el parque más cercano.
Pero su diversión duro poco al ver el auto negro de su padre esperándola a la salida del parque. Bufó al darse cuenta de que su papá junto a sus escoltas la esperaban junto al vehículo y bajó de la patineta caminando rendida hacia ellos.
— Muy astuta — Dijo su papá quitándose los lentes de sol. — Pero no lo suficiente.
Jeong suspiró y entró al auto abrazando su patineta siendo acompañada por el mayor al instante. — No entiendo porque tengo que ir a ese lugar papá, ni siquiera me gustan los negocios. — Hizo un puchero.
— Ya hablamos de esto Jeongyeon, debes conocer la empresa para que vayas familiarizándote con ella, de ese modo cuando la heredes será más sencillo para ti. Eres mi única hija, es normal que quiera que tú la dirijas.
— Eso lo tengo claro, incluso me hiciste estudiar esa aburrida carrera.
— Era nuestro trato cariño, ya verás que no es tan aburrido cuando lo conoces desde adentro.
— Esta bien, pero no me digas nada de mi ropa, ni sueñes que me cambiaré. — Advirtió haciendo reír al mayor.
— De acuerdo, no diré nada — Chang Joon levantó sus palmas rendido ante sus argumentos.
Y no pasó mucho tiempo para que llegaran al enorme edifico que correspondía a la empresa de publicidad Yoo. Con los escoltas y con su padre pisándole los talones Jeongyeon bajó del auto y entró en el lugar.
No dudó en saludar a algunos conocidos en el camino, amigos que había hecho en sus visitas anteriores gracias a sus magníficos dotes sociales, esa era una de sus mejores virtudes según sus padres, que siempre le decían que era capaz de hacer amigos incluso en una isla desierta.
El viaje hasta el ascensor, y en el interior de este fue tranquilo y parecía que sería un día normal, pero al llegar al piso donde se encontraba la oficina de su papá, la castaña vio a alguien que definitivamente no había visto en ninguna de las ocasiones que el mayor la había llevado a ese lugar.
Una chica, muy linda a primera vista, tenía el cabello corto hasta los hombros y negro, llevaba un abrigo beige que cubría su blusa blanca y sus Jeans, y en sus pies unos tacones negros demasiado altos para el gusto de la pelicorto.
Era todo lo opuesto a ella en cada uno de sus aspectos, y estaba totalmente inmersa en su celular, pero a Jeongyeon le intrigó tanto que no notó como casi choca con una planta por estar viéndola mientras caminaba.
El rubor invadió sus mejillas cuando el grito de alguien advirtiéndole sobre su casi accidente llamó la atención de la chica linda y esta le dedicó una mirada curiosa. Por lo que lo mejor que pudo hacer fue correr a la oficina de su papá y encerrarse ahí a pasar su vergüenza.
— ¿Que ha sido eso? — Momo entró carcajeándose a segundos después de ella. La japonesa tenía un año trabajando en la empresa y era una de sus amigas mas cercanas, pues era de su edad y compartía varios gustos con ella.
— ¡Un desastre! — Dramatizó tirando suavemente de su corto cabello. — ¡Esa chica linda me ha visto! — Estaba sentada en la silla de su padre tras el escritorio dando vueltas.
— ¿Quien? ¿La Darks? — La japonesa habló tranquila y se sentó en la silla frente al escritorio. Jeong asintió.
— ¿La conoces? ¿Como se llama? ¿Quien es? ¿Que hace? Dímelo todo.
Momo no pudo evitar reír ante el bombardeo de preguntas — Tranquila, todo el mundo la conoce. Bueno al parecer no todos ¿En serio no sabes quien es?
— Por algo te estoy preguntando ¡Duh!
— No se en que planeta vives Jeongyeon. Mira esto. — Momo le extendió su teléfono con una foto de la chica.
— Myoui Mina — Susurró su nombre con una pequeña sonrisa. — Que linda es. — Se recostó del respaldo de la silla mientras empezaba a leer la información que había en internet de la chica. — Es japonesa. — Dijo. — Interesante. Es tu compatriota Momori. A ver que más, bueno definitivamente no esperaba esto, esta chica es toda una celebridad, modelo, bailarina, actriz, cantante, productora, fotógrafa. — Se detuvo con una expresión totalmente sorprendida en su rostro. — Increíble, ella hace de todo. Y tan sólo es dos años mayor que nosotras. — Momo le quitó el aparato de sus manos antes de responderle.
— Así es, y no puedo creer que nunca hayas escuchado de ella.
— Pues creelo, nunca la había visto. Ya sabes que esas cosas de la televisión y las redes no van conmigo. ¿Pero que hace aquí?
— Será la imagen de una portada, otra vez, y obviamente su CEO eligió la empresa Yoo para patrocinarla, esta aquí para cerrar el acuerdo con tu papá creo.
— Osea que voy a... No puede ser. — Jeong se puso nerviosa de pronto.
— Bueno me encantaría seguir hablando pero debo volver a mi puesto, ya sabes que Jihyo se molesta cuando me salgo del trabajo.
— No sé como eres una de las mejores editoras de Corea. Pero esta bien te veo luego Momori.
— Hasta luego Jeong. — La japonesa cerró la puerta tras ella y camino hasta el ascensor, podía usar las escaleras pues sólo era un piso, pero le daba pereza.
De un momento a otro sintió una mirada sobre ella y se volteó encontrándose con la mirada de Mina sólo por un segundo. Se sintió intimidada por esa fría mirada que parecía calar en su alma y se apresuró a entrar al ascensor suspirando de alivio al liberarse de ella.
Jeong no supo como, ni porque pero cuando su padre entro a la oficina acompañado de Mina, contuvo el aliento por un segundo y quiso desaparecer de allí. La japonesa era la digna representación de la elegancia en persona, y su fría mirada acompañada de su intimidante expresión, la hicieron temblar. Pero tomó aire y sonrió cuando su padre llegó a su lado.
— Jeongyeon ella es la señorita Myoui Mina, trabajara con nosotros este mes. — Presentó el mayor — Señorita Myoui, ella es mi hija, Yoo Jeongyeon. Mi futura sucesora.
La menor sonrió extendiendo su mano, y después de ser recorrida por la mirada de Mina de pies a cabeza al fin sintió la suave mano de la nipona tomar la suya. — Es un gusto señorita Myoui.
— El gusto es mio señorita Yoo. — La suave voz de Mina junto a la pequeña sonrisa que le mostró la hicieron sentirse en el cielo.
Y jamás estuvo más contenta de su altura como en aquel momento pues a pesar de los tacones que llevaba la mayor notó que aún le ganaba un par de centímetros de estatura.
Su padre se disculpó con ambas cuando su celular sonó y salió de la oficina a atender. Jeongyeon tomó lugar nuevamente en la silla donde estaba sentada momentos antes y la japonesa frente al escritorio concentrada en su teléfono otra vez.
La castaña se desesperó ante el silencio que las estaba rodeando y no paraba de jugar con su labio inferior entre sus dientes mirando a la pelinegra de reojo a ver si esta se animaba a hablar pero en vista de que no lo hacía, ella se adelantó.
— Tu apellido no me suena ¿Eres extranjera verdad?
La expresión de Mina unida al hecho de que esa chica frente a ella no la conociera fueron suficiente para que dejara de prestarle atención a la conversación con su amiga Sana para mirarla con la ceja levantada. — ¿Disculpa?
— Si, es que no suena como coreano, y yo bueno no es que sea muy amante de esas cosas. — Señalo su celular. Mina seguía mirándola con la misma expresión — Por eso no tengo idea, o bueno no tenia idea de quien eras. Momori me mostró una información tuya de internet pero ahí no dicen que adoras los pingüinos. — Dijo sonriendo fijándose en la pequeña figura de pingüino en el forro de su celular.
Mina la miró incrédula. — Entonces esa información esta mal. — Parecía una broma que esa chica no supiera de ella, imposible considerando que con frecuencia estaba en las portadas de las revistas más importantes de Asia.
— No me lo parece, era bastante acertado ¿Es cierto que eres signo aries? ¿O que eres americana y tu nombre es Sharon?
— Ciertamente. — La pequeña sonrisa de Mina se dejó ver y Jeongyeon siguió hablando.
— Eso es súper, yo siempre quise tener una amiga americana ¿Sabes? Y tu eres Japonesa y americana. Es increíble. Sabía que las estrellas cumplían deseos.
La expresión confusa de Mina la hizo reír. — ¿La estrellas?
— Si ¿No estas de acuerdo con que pedir un deseo y creer con todo tu corazón es suficiente para que se haga realidad?
La nipona fruncio el ceño antes de responder. — Creo que todo es más que pedir deseos a las estrellas Jeongyeon, este mundo se mueve por el dinero, las relaciones y el poder — Comentó con seriedad. — ¿O crees que si no fueras hija de un importante publicista habrías llegado siquiera a saber de mi existencia? — Pregunto con seriedad y Jeong hizo una mueca — Realmente no se porque hablamos de esto en primer lugar.
Esas palabras tenían mucha verdad y fueron duras para Jeongyeon pero aún así sonrió y respondió moviendo sus hombros. — Bueno ya te fijaste que eso no es del todo cierto, hace una hora yo desconocía totalmente tu existencia, y la verdad, me parece que si tengo razón con lo de los deseos.
Mina negó haciendo una mueca — A mi parecer, son cosas insignificantes. — Movió sus hombros restándole importancia, dispuesta a darle fin a aquella extraña conversación.
— Son las cosas importantes de la vida, los deseos que te apasionan, aquello que anhela tu corazón y te llena de felicidad al lograrlo — El brillo en sus ojos era tan lindo que la japonesa por un segundo casi cree en sus palabras que pero no duró demasiado. — ¿No es así como te sientes con tu vida llena de lujos y fama?
Jeongyeon preguntó inocentemente, pero para Mina fue como una estocada directa a su corazón, pues con tal sólo unas simples palabras la castaña la había hecho recordar que hace mucho tiempo que no sentía nada de eso.
Hace mucho había dejado de sentirse apasionada por su trabajo o cualquier cosa que hiciera. Hace mucho que sentía que su vida carecía de color y sentido pero obviamente nadie lo sabía fuera de su amiga Sana, que era la única que realmente la conocía y quería, la única que no estaba con ella por su fama o por interés.
Y era increíble que aquella chica le hiciera pensar en algo así, aunque fuera una desconocida, y aunque fuera la primera vez que la veía en su vida.
Al verla tan pensativa Jeong se arrepintió de haber preguntado eso. Por suerte, su padre entró a la oficina otra vez.
— Me parece que tendrás que responderlo la próxima vez. — Dijo sonriendo, y después su padre se disculpó por la demora. — Esta bien papá, la señorita Myoui es muy buena compañía, y creo que le agrade. — Se levantó caminado hasta la puerta.
El castaño se alarmó pues temía que volviera a huir. — Espera ¿A donde vas?
— Iré a ver a Momo, no te preocupes, no me escaparé.
— Sólo no interfieras en su trabajo. — Dijo el suspirando.
— No lo haré. — Tomó su patineta y miró a Mina — Hasta luego señorita Myoui. — Y después de regalarle una sonrisa coqueta un guiño la castaña se fue de la oficina. Dejando a una Mina casi sonrojada en el lugar.
Pasó una semana cuando volvió a ver a Mina, esta vez se había asegurado de estar mas presentable cuando su padre le dijo que quería que lo acompañara a la empresa, vestía toda de negro, pantalones, botas cortas, chaqueta de cuero y una sencilla camiseta.
Llegó al edificio y esta vez su padre le dejó un encargo, debía asistir a la sesión de fotos ese día para supervisar al nuevo fotógrafo, ya que también tenía experiencia en esa área. Grande fue su sorpresa cuando llegó al piso de los fotógrafos y la modelo era la japonesa de etérea belleza.
Se quitó sus lentes de sol y saludó a todos con una sonrisa antes de tomar asiento en su lugar. Mina ni siquiera se digno a mirarla cuando llegó pero por alguna razón ella tampoco fue a saludarla o quizá no quiso interrumpirla en su trabajo hasta que notó algo fuera de lugar.
— Espera Félix — Ordenó al joven llamando la atención de todos. — Prueba cambiando la luz y... — Se quedó pensativa antes de señalar a una chica — Necesitaré un gran favor tuyo en este momento Minnie. — La pelinegra asintió — Necesito una rosa roja ¿Puedes ayudarme? También necesitaré tu ayuda Mina. — Le miró y sonrió de lado.
Mina no entendió que tramaba la castaña pero al ver los resultados del cambio de luces, y el cambio de la brillante joya en su cuello por una rosa roja entre sus dedos, nunca se sintió más feliz de formar parte de una escena de fotografía.
— Tenemos una portada señores. — Anunció la coreana al terminar la sesión de fotos.
La japonesa al fin se decidió a hablar con la castaña que si bien había descubierto que no sólo era una gran habladora, también tenía talento para crear escenas maravillosas, había llamado suficiente su atención.
Esa joven coreana tenía algo más allá de su belleza que sentía ella había perdido hace mucho, una felicidad y energía que llegaba a ser atractiva y contagiosa.
— Yoo Jeongyeon, felicidades.
La castaña levantó la mirada de los documentos que firmaba para verla — Hey señorita Mina, eres muy buena en esto, aunque yo hubiera elegido hacerlo al aire libre, creo que tu piel resaltaría entre las flores silvestres.
— Pero aún así ha quedado bien ¿No?
— Digna de una portada. Que digo portada, yo diría que todas las revistas de Corea.
Mina asintió y río bajo. — Gracias.
— ¿Y ahora que sigue en la ocupada agenda de nuestra estrella? Porque quisiera mostrarte yo misma que tengo razón.
— ¿Te refieres ahora mismo? Porque no creo que...
Jeongyeon no la dejó terminar cuando tomó su mano y la jaló hasta la salida para caminar con ella hasta el parque más cercano.
Cuando salieron de la empresa Mina creyó que subirían a algún lujoso auto como estaba acostumbrada pero al ver a la chica cruzar la calle sin ningún tipo de preocupación o apuro por entrar en un coche casi se queda parada en medio de la calle.
— ¿Que hacemos exactamente? — La mayor seguía caminado entre las demás personas que estaban, bastante entretenidas en sus asuntos como para notarla.
— Se llama caminar señorita diva. — La coreana rodeó sus hombros con su brazo y siguió su caminata sin dejar de hablar. — Todas las personas lo hacen cuando necesitan trasladarse a algún lugar y es bueno para la salud aunque si te soy sincera, la mayoría del tiempo estoy sobre mi patineta. — Río y Mina sólo la miró preguntándose si esa chica siempre tenía una respuesta para todo, o si siempre era así de alegre y confiada con todos. — Papá no entiende como es que prefiero salir en patineta que ser llevada por un chofer y escoltas a todos lados. Pero siempre le explico que es porque no quiero perderme de nada de lo que ocurre en el exterior.
— ¿Te sientes atrapada?
Mina preguntaba porque era justo así como se sentía en medio de tanta fama, cansada de ser reconocida en todo lugar que llegaba y agotada de siempre fingir que estaba de maravilla cuando en su interior sentía todo lo contrario.
— No diría eso, porque nadie puede encerrar mi espíritu Minari ¿Te puedo decir así verdad? — Mina asintió sonriendo — Bueno como decía, no importa si me prohíben salir o me encierran, porque nada podrá apagar el deseo de mi alma de conocer cada cosa y saber sobre toda la vida más allá de lo que todos llaman importante. Están muy equivocados.
— ¿En que exactamente?
— Creen que pueden decidir por mí, pero la vida es más que la fama, el poder y el dinero. La vida es más que actuar como otros te ordenan o desean Minari. Tú misma debes decidir tu vida, o de lo contrario nunca disfrutarás de ella.
— A veces no tenemos opción Jeongyeon. — Se detuvieron en una pequeña colina y Jeongyeon la soltó cambiando hacia la no tan alta cima invitándola a acompañarla.
— Dime que es lo que ves Mina. — De pronto sacó una cámara de la nada y le tomó una fotografía de perfil, donde obviamente salió increíble.
— Un parque lleno de personas, familias jugando con sus mascotas...
— No, no, no. Más allá de eso Minari.
— Sólo veo la ciudad Jeongyeon no creo que haya nada más interesante después de eso. Sólo más personas y...
— Error señorita Mina. Tienes ante ti lo fascinante de la existencia, el sentido de la vida, los sueños de cada persona, las alegrías tras cada una de sus sonrisas, las historias tras sus presentes ¿No sientes al menos algo de curiosidad por ello?
Mina quería ir más allá y entender cada una de sus palabras y cuando lo hizo aspiró el aire puro de aquel lugar, sintiendo una gratificante sensación de estar tres pasos más cerca de la vida real y 10 mas lejos del concepto superficial que tenía de ella.
Pero tuvo miedo y antes de que llegara más lejos todo aquello, decidió irse. Dejando a una confundida Jeongyeon sola en aquel parque.
— ¿En serio te atreviste a hacer eso? — Momo reía de la historia de su amiga, se encontraban en el patio de la casa de la coreana y ella le contaba sobre su encuentro con la japonesa — Lo siento no puedo imaginarme a esa mujer tan refinada y elegante caminando como si nada por un parque lleno de simples mortales. — Bromeó.
— Claro que lo hice, quería mostrarle lo bella que se vería en una sesión de fotos al aire libre.
— ¿Solo eso? Mira que te conozco Jeongyeon, se lo profundas que suelen ser tus salidas al aire libre. Das miedo.
— Oye no digas eso, sólo me gusta prestar atención a cada detalle.
— ¿Segura que no la espantaste?
Jeongyeon hizo una mueca — La verdad no lo sé, es que ni siquiera se despidió o dijo que no quería volver a verme.
— Quedó traumada la pobre — Momo río y su amiga de pronto puso una expresión alegre.
— ¿Que día es hoy?
— ¿Miércoles? — Miró su teléfono — Es 22 de marzo y esta por anochecer.
— ¿Sabes lo que significa eso verdad? — La sonrisa de la coreana dejo a Momo desconcertada — Su cumpleaños es en dos días y sera mi forma de disculparme con ella. Aunque no creo que sea eso exactamente, pero sé lo que haré. Y tú me ayudarás.
— ¿Ah si? — La expresión asustada de la japonesa no tardó en aparecer, ella conocía mejor que nadie las ideas que solía tener su amiga y no siempre eran tan exitosas como desastrosas. — Porque no creo que...
No pudo terminar pues Jeong ya la había tomado de la mano y la llevó dentro de la casa para empezar con su sorpresa.
Mina bufó por enésima vez en lo que iba de día, no había parado de recibir regalos, visitas y correos felicitándola por su cumpleaños, muchos le regalaron perfumes, alguna que otra colección importada de ropa, hermosos arreglos de flores, un cenador le obsequió un auto, y otros políticos le obsequiaron costosas joyas y demás.
Pero ni siquiera el regalo de su CEO de poner una foto suya por todos los anunciantes de la ciudad le había hecho sentir un poco de emoción.
Fue una suerte que Sana y su asistente Chaeyoung no la dejaran sola y la ayudaran a responder a todos los mensajes, sus “amigas” habían organizado una fiesta en su honor, una fiesta a la que en realidad no tenía ningún ánimo de asistir.
Pero como si de una señal del cielo se tratara, cuando la coreana de cabello castaño y corto apareció frente a su puerta con una rosa en su mano y esa sonrisa que siempre le mostraba a todos, supo exactamente que era lo que le faltaba para que su día fuera verdaderamente emocionante.
La castaña miró a ambos lados antes de tomar su mano y sacarla con ella fuera del departamento. — Feliz cumpleaños Myoui Mina. — Le dio la rosa y un beso en la mejilla. — Sé que tal vez tienes muchos regalos allí dentro pero, te aseguro que ninguno será como el mío.
— Gracias Yoo Jeongyeon. — Aspiró el olor de la rosa y le sonrió. — Pero no se si puedas superarte.
— ¿Ah no?
— Depende de lo vayas a hacer ¿Me obsequiarás un gran diamante? ¿Harás realidad mi deseo de cumpleaños? Mira que aún no apago las velas de mi pastel.
Jeongyeon río algo sonrojada pero negó rápidamente. — Te daré algo más valioso que eso, algo que aunque no sea brillante iluminará tu vida, y aunque no lo veas podrás sentirlo.
— ¿Que es? — Su curiosidad se convirtió en emoción.
— Una tarde llena de sonrisas y cariño sincero.
— ¿Pero como...?
Jeongyeon la jaló dirigiéndose al ascensor del mismo modo que lo había hecho la última vez que se vieron. Con la diferencia de que esta vez si subieron a un lujoso auto plateado.
— ¿Estas consciente de que esto es secuestro verdad? — Preguntó Mina ya dentro del auto de la castaña.
— Descuida, Momo esta hablando con tu amiga Sana en este momento, sabe todo así que puedes estar tranquila.
— ¿Que? — Sus párpados se ampliaron e intento quitarse el cinturón, pero Jeong ya había puesto el auto en marcha. — ¡No! Jeongyeon detente en este momento. Quiero volver.
— Ya quisieras que eso fuera verdad. — Se burló la pelicorto. — ¡Vamos! No será tan malo y si no te gusta, podremos irnos rápido.
La japonesa entrecerro los ojos y dejó de luchar en vista que la enorme desventaja en la que la había dejado la contraria. — ¿A donde vamos exactamente?
— Aguarda, se que te gustará, aunque no sea algo a lo que de seguro estés acostumbrada. — Jeongyeon sonrió pero no le dijo nada más.
Mina hizo un mohín y fruncio el ceño definitivamente no esperaba terminar su día así, pero en el fondo le gustaba aquella sensación de salir de su rutina y cambiarla por la impredecible compañía de la coreana.
Jeongyeon condujo tan rápido como el límite de velocidad indicaba y después de unos minutos se detuvo en un edifico blanco perfectamente cuidado con un jardín hermoso alrededor, Mina supuso que de allí había crecido la rosa que aún tenía en su mano.
— ¿Que es este lugar? — Habló quitando su cinturón de seguridad mientras la coreana hacia lo mismo para bajar rápidamente.
— Ven conmigo, podrás verlo por ti misma. — Jeongyeon le extendió su mano y no dudó en tomarla caminando con ella hacia el interior del edificio, que se dio cuenta era un hospital infantil. — Tu sorpresa esta justo aquí.
La castaña soltó su mano y abrió unas puertas de madera, que revelaron un salón llenos de niños con pijamas de animales y gorros de cumpleaños, el lugar estaba decorado con globos de colores y muchos regalos que rodeaban la mesa donde había un enorme pastel.
Mina cubrió su boca ante la emoción y las lágrimas de emoción cristalizaron sus ojos cuando todos los niños gritaron dándole la bienvenida y deseándole un feliz cumpleaños.
— ¿Yoo Jeongyeon? ¿Tu hiciste todo esto por mi? — Miró a la coreana a su lado y no dudó en abrazarla escondiendo su cabeza en su cuello cuando esta le asintió sin dejar se sonreír.
— Es demasiado lindo. — Murmuró escondida en su pecho. — Muchas gracias.
— Me alegra mucho que te guste Minari, pero eso no es todo — Jeong la separó de ella despacio secando sus mejillas. — Ahora las princesas te darán una corona — Tomó su mano y terminó de adentrarla a la habitación. Acercándose a las niñas que no tardaron en dirigirse a ellas.
— ¿Jeong Unnie ella es la princesa Mina? — Una linda niña que era de las que llevaban corona y un vestido rosa le preguntó, a lo que ella asintió. — Es tan linda como yo. — La pequeña castaña sonrió mostrando su adorable bunny smile y a Mina le pareció lo más adorable que había visto en su vida.
— Así es bunny, es muy linda. — La castaña la miró a los ojos sin dejar de sonreír.
— Aquí esta su corona princesa — Otra niña apareció detrás de las chicas que voltearon a verla y Jeongyeon no tardó en tomarla entre sus brazos.
Era tan tierna con su vestido morado y su corona sobre su cabello castaño, que parecía una linda muñeca a los ojos de Mina.
— Hola Chewy — Saludó Jeong notando como la pequeña se sonrojaba en sus brazos ante la mirada de Mina.
La castaña sabía que Tzuyu era la más tímida de todas allí por lo que le ayudó a salir de su escondite en su cuello con algunas cosquillas y le permitía a la japonesa escuchar su risa. — ¿No tenías que coronar a la princesa de hoy? — La pequeña asintió sonrojándose otra vez.
— Bueno, mira, te presento a la princesa Mina, ella es la que esta cumpliendo años y vino a conocerlos a todos.
Jeongyeon le hablaba con tanta suavidad y cariño a la niña entre sus brazos que por primera vez en mucho tiempo Mina supo que de seguro así es como debería verse una familia.
Tzuyu, sin que el rubor en sus mejillas desapareciera miró a la japonesa y una con una sonrisa tímida estiró sus bracitos para colocarle la tiara sobre la cabeza.
— La princesa Mina esta lista. Feliz cumpleaños. — Dijo en japonés y Mina cubrió su boca una vez más por la sorpresa.
Sin duda Jeongyeon tuvo razón cuando le dijo que era algo a lo que no estaba acostumbrada, pero sin duda valía más que todos los regalos caros que tenía en su departamento.
— Yoo Jeongyeon tú... ¿Como es que nunca te conocí antes? — Preguntó la japonesa cuando los niños uno a uno le fueron dando una tarjeta de cumpleaños. Tzuyu y Nayeon estaban sentadas a su lado comiendo el pastel hablando de sus coronas y compartiendo la bebida achocolatada de la menor.
Esa encantadora sonrisa característica de Jeongyeon apareció en su rostro y le respondió tomando su mano brindándole una calidez que no quería perder jamás. — Quizá porque desde la cima de tú mundo, los lugares en los que yo me encontraba, eran invisibles. Y porque aún no era el momento.
Y Mina sabía que a partir de ese momento todo en su vida cambiaría, con Jeongyeon y su sonrisa, con lo cariñosa y extrovertida que era la pequeña Nayeon quien no se despegaba de ella, y con lo adorable que Tzuyu se veía en los brazos de Jeongyeon.
Y cuando pasó el tiempo, y tres meses después, luego de varias salidas donde Jeongyeon le mostraba un lugar diferente a Mina y le enseñaba a apreciar un detalle diferente de la vida.
Después de esas salidas, donde a petición de ella misma las pequeñas castañas las acompañaban y le hacían vivir momentos maravillosos.
Después de entender que la verdadera felicidad sólo se encontraba en los momentos que compartía junto a personas buenas y no en los muchos lujos que había conocido toda su vida.
Después de cada palabra llena de cariño, de sinceridad y de humanidad por parte de Jeongyeon, supo en ese corto período de tiempo que esa chica de personalidad alegre que había roto todas sus expectativas de la vida, que había llenado su vida de color y sonrisas y por quien había conocido a esos hermosos ángeles que eran Nayeon y Tzuyu, era con quería pasar el resto de sus días.
Aún cuando toda su vida fuera a cambiar, aún cuando alguien más llegara a interrumpir su soledad, estaba convencida que era lo que quería, porque nada podía compararse a la forma en la se sentía cuando Jeongyeon la miraba, ningún sonido era más hermoso que su cálida voz, y nada la hacía sentir más protegida y plena que sus abrazos.
Por eso huyó de su departamento aquella tarde, salió a toda prisa de la reunión con su CEO para dirigirse a la juguetería más cercana y comprarle en regalo de cumpleaños a Tzuyu.
Recordaba que la pequeña cumpliría 7 años el mismo día que se reuniría con el hombre para renovar su contrato, y renunció a todo aquello de lo que estaba cansada, por lo que si valía la pena, las sonrisas y el cariño de las tres castañas.
Jeongyeon le contó la historia de las pequeñas en una de sus salidas, eran hermanas pero quedaron huérfanas cuando la pequeña Tzuyu tenía 3 años y fueron trasladadas desde un orfanato de Japón donde aprendieron el idioma, hasta ese hospital de Corea hacía dos años, pues aún se recuperaban de la terrible desnutrición en la que se encontraban. Por eso la pequeña le habló en su idioma la primera vez que la vió.
Jeongyeon estaba parada frente a la mesa rodeada de niños en el jardín del hospital, haciendo figuras de globos cuando la vio llegar, pero no fue la única que lo hizo, pues las pequeñas hermanas no tardaron en voltearse hacía ella y aunque estaban felices de verla fue Nayeon quien corrió a sus brazos, pues Tzuyu tenía un puchero en su boca y se quedo sentada en su sitio.
Jeong terminó de hacer aquel cachorro y se acercó a ella. Tomando sus pequeñas manitos entre las suyas. — Chewy ¿Ya viste quien llegó? — La pequeña asintió. — Estoy segura de que Minari renunció a todo por estar aquí, y poder verte ¿Sabes lo que eso significa?
La niña levantó la mirada sin borrar su expresión triste. — ¿Que si me quiere?
Jeong sonrió al ver el brillo en su mirada. — Así es, significa que eres muy importante para ella, y nunca va a irse de tú lado.
— ¿Igual que tu Jeong Unnie?
— Si Chewy, igual que yo. — Tzuyu la abrazó y después de separarse de ella camino hacia Mina que las miraba y le respondió el abrazo que la pequeña morena le dio.
Pero no terminó allí, un rato después de que la pequeña soplara las velas de su pastel y compartiera con los demás niños sus regalos, fueron llevados de vuelta a sus habitaciones, las pequeñas lucharon porque Mina las acompañara hasta que se durmieran y como ninguno podía resistirse a sus ojitos de cachorro, fue así como sucedió.
Jeongyeon estaba en el patio después de haber ayudado a recoger todo observando el cielo nocturno lleno de estrellas cuando la japonesa llegó a su lado.
— Creo que desde que te conozco, nunca te había visto tan callada.
La coreana volteó a mirarla y le sonrió, al menos eso no había cambiado. — Sólo me tomé un minuto para apreciar este hermoso océano de estrellas sobre mí. Y tampoco es como que iba a estar hablando sola Minari, no llego hasta ese nivel de locura.
Mina río — Tienes razón, lo lamento es que... — Suspiró — Supongo que estoy experimentando los nervios antes de las confesiones.
— ¿Estas pensando en declararte a alguien y no me dijiste? Que mala Minari.
— Jeongyeon... — Mina tomó su mano sintiéndose feliz por aquel tacto que tanto amaba. — Es porque, es a ti a quien quiero hacerle saber esto. — Su corazón latía rápidamente contra su pecho y Jeongyeon lo sintió cuando su mano terminó sobre él.
— ¡Wao! Tú corazón va muy rápido en este momento.
— Mi corazón late de ese modo desde el momento que te conocí Jeongie. — La coreana tragó nerviosa, es verdad que había soñado con Mina muchas veces, es verdad que una parte de ella se ponía muy nerviosa a su lado, que siempre quería estar a su lado, ver su sonrisa, escuchar su voz y poder abrazarla siempre, pero nunca espero que la japonesa sintiera lo mismo.
— ¿Sabes porque? — La castaña negó — Porque cuando llegaste a mi vida y empezaste a mostrarme las cosas que había ignorado de ella, que había dejado de valorar por estar al pendiente de cosas superficiales, y que no sabía que eran lo que le daba sentido a la vida. — Acarició su mejilla. — Cuando entendí que una sonrisa de felicidad, una palabra de cariño y un abrazo sincero no tienen precio, y me hiciste creer en el poder de los deseos a las estrellas, no sólo me hiciste darme cuenta de que también soy humana, sino de que cada una de mis sonrisas, mis suspiros, deseos y sueños, te pertenecían a ti.
— ¿Eso significa que...
Mina suspiró. — Que estoy completamente enamorada de ti Yoo Jeongyeon, de ti y tus largas conversaciones, de ti y tu facilidad para romper estándares, de ti y tu extrovertida y divertida personalidad, de ti y tu magnífico don de volver especial cada momento que paso a tu lado.
La coreana sonrió antes de abrazarla como nunca antes. — ¿Entonces ya puedo estar feliz de haber vencido tu enorme ego y superficialidad? — Preguntó al separarse lo suficiente como para mirarla de frente.
— Sólo si estas dispuesta a adorarme mucho. — Susurró la japonesa sonriendo divertida.
— Ni por un segundo dudes eso. — Fue la respuesta de Jeongyeon antes de besarla.
Mina se sentía como una adolescente otra vez cuando los labios de la coreana empezaron a moverse sobre los suyos sin ninguna prisa, con cariño y despertando esas emociones que creía haber olvidado después de tantos años ignorando el amor.
— Entonces señorita Mina, eso quiere decir que a partir de este momento, usted es oficialmente mi novia. Y no tengo intensiones de ocultarle eso al mundo entero. — Juntó su frente con la de la nombrada aún con los ojos cerrados.
Mina río acariciando su mejilla. — Creí que no te gustaban los grandes titulares.
— Esto es algo diferente. — La miró. — Se trata de que soy feliz, y quiero que el mundo lo sepa. — Jeongyeon la besó otra vez con más calma. — ¿Quien diría que mi padre tenía razón? No sólo me iba a gustar conocer su negocio. Sino que gracias a él, encontré el amor de mi vida.
— Pues yo agradezco que haya sido de este modo mi amor, te amo Jeongyeon. — Confesó Mina antes de besarla ella esta vez.
— Yo te amo Minari. — Susurró Jeong volviendo a abrazarla sin ningún tipo de miedo en su ser, con las estrellas como testigo de su amor sincero.
Ninguna esperó todo aquello que les pasó, pero agradecieron haberlo vivido.
Después de un año de noviazgo maravilloso, al fin se casaron y pudieron darle un hogar a las pequeñas castañas que llegaron a su vida a multiplicar su felicidad y llenarlas de momentos que estuvieron en la mente y los corazones de ambas hasta que dejaron este mundo del mismo modo que vivieron todos esos años, atesorando su amor como la más valiosa de sus posesiones.
FIN.
___________
Saludos.
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