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Condiciones y Recompensas

Jeongyeon entraba a la sala de la casa con un par de cajas idénticas a las que estaban esparcidas en la habitación.

Una pequeña sonrisa se dibujo en su rostro al ver a su esposa parada frente al ventanal del lugar, sabía que la hermosa vista del lugar era una de las razones por la que la japonesa había elegido aquella propiedad, aunque también sabía que esta jamás lo admitiría en voz alta.

Dejó las cajas junto al resto y caminó en silencio hasta llegar a ella, abrazándola por la espalda dejando un beso en su mejilla para luego recostarse en su hombro. — Puedo acostumbrarme a esta vista.

Es perfecta. Apoyó Mina acariciando sus manos sobre su cintura.

Tú eres perfecta, nuestra familia es perfecta. — Susurró de vuelta dejando otro beso en la mejilla de la ahora castaña japonesa que sonrió volteando a mirarla.

Gracias por eso Yoo, pero aún quedan cajas que desempacar. — Bromeó escondiendo su sonrisa. — Y no se cargarán solas.

La ahora rubia se quejó haciendo un adorable puchero donde la mayor dejó un pequeño beso al voltearse. — Pero Minari...

Lo siento mi amor. Dijo acariciando su mejilla sonriéndole con cariño. — Te diré que... Si terminamos de desempacar antes de la cena, te daré un premio después que las niñas se vayan a dormir. — Propuso sonriendo coqueta sacándole una amplia sonrisa a la coreana.

Es una oferta tentadora. — Respondió la rubia mirándola con los ojos entrecerrados.

Solamente lo mejor para mi hermosa esposa. — Alardeó la japonesa acariciando suavemente su cabello. — ¿Eso es un si?

Sólo con una condición. — La sonrisa de Jeong le dio un indicio de lo que pediría por lo que rió suavemente.

Una de las cosas que más le gustaba de su relación con la coreana era que esta no había dejado su actitud juguetona y atrevida de lado, aún cuando ya llevaran más de seis años de matrimonio, y le encantaba que sin importar la situación o los problemas, siempre pudieran compartir momentos como aquellos, que le recordaban los inicios de su relación y reforzaban su inmenso amor.

Una prueba de ello. — Dijo al fin la rubia después de varios segundos de estarlo pensando.

Mina amplió su sonrisa y no tardó en besarla despacio, pero tan intensamente como la primera vez que sus labios se juntaron, encajando a la perfección y haciéndolas sentirse plenas.

Para Jeongyeon besar a su esposa era la mejor de las cosas, al menos hasta que estaban solas en su habitación y todo mejoraba. Y para Mina, poder disfrutar de los besos de la hermosa coreana era llegar al cielo, pues estaba segura que su esposa era un ángel, que en muchas ocasiones la tentaba a pecar, pero que estaba junto a ella para amarla y hacerla feliz cada día de su vida.

Mina suspiró en cuando la lengua de su esposa acarició su labio, sin embargo su beso se vio interrumpió por las voces de sus hijas desde la entrada de la casa, en medio de otra de sus discusiones de hermanas.

¡Mamá! Dicelo a Chewy, no puede aprovecharse de su estatura. — Se quejaba una Nayeon de casi 15 años quien a igual que su hermana llevaba en sus manos una caja con sus objetos mas preciados.

Las mayores se miraron entre sí antes de dirigir su vista al lugar por donde entraban las pequeñas Yoo-Myoui. — No tiene caso Unnie, lo siento, ya hemos hecho un trato y tu has perdido. — Replicó Tzuyu con calma dejando la caja cerca de donde se había detenido su hermana quien no tardó en cruzar sus brazos haciendo un puchero y mirando a sus madres.

Pero no es justo, tú eres más alta, era obvio que alcanzarías. — Dijo la joven pelinegra. — Mamá dicelo a Chewy. — Dijo mirando en dirección a la rubia que se puso nerviosa y buscó ayuda en su esposa mientras que esta se alejaba de su abrazo.

Las dos conocían la debilidad que la coreana tenía por los pucheros de su hija mayor, aunque intentara mostrarse fuerte siempre terminaba sucumbiendo a su ternura.

Sabes que no hice trampa, fuiste tú quien lo propuso en primer lugar. — Se defendió Tzuyu cruzándose de brazos manteniendo su expresión tranquila aunque Mina notó como luchaba por esconder su sonrisa. — Mami, tú sabes que jamás digo mentiras. — Le dijo a la japonesa mayor que le sonrió en respuesta asintiendo despacio.

Aún así no es justo Chewy, soy tu hermana mayor, y debes quererme y consentirme. — Dijo haciéndole un poco de Aegyo.

Ew no, alejate. — Se quejó la morena menor haciendo una mueca.

— A ver calmense ambas. — Intervino Jeongyeon. — Expliquen lo que sucedió. — Pidió mirándolas.

Tzuyu suspiró antes de empezar a hablar. — Unnie quiere la habitación del frente, aunque la suya es un metro más amplia, por eso es que...

Es porque esa es más iluminada, y mi piel necesita la vitamina E para mantenerse así de hermosa y suave.

Las mayores aguantaron la risa que les provocó aquella información, pero por la forma tan diva que tenía su hija mayor de expresarse, y puede que a ello se debiera la debilidad de la rubia hacía ella, pues su personalidad le recordaba bastante a la de la japonesa cuando se conocieron, tan segura de sí misma, y no era que Mina haya dejado de serlo, sólo había aprendido a darle valor a las pequeñas cosas de la vida, amándose a sí misma y a ellas tres con todo su corazón.

Creí que eso ya había quedado claro cariño. — Le habló Mina a Nayeon acercándose a ella. — Tú te quedarías con la habitación más grande, aunque solo sea un metro. — Rió arreglando el flequillo de la chica, cuyo cabello negro estaba sujeto en dos trensas y Tzuyu rodó los ojos al ver como su hermana sólo ponía ojitos de cachorro tratando de convencer a su mamá.

Pero mami, tú me entiendes, sabes que nuestra piel necesita la luz solar de la mañana para mantenerse saludable, y desde mi habitación no podrá recibirlos. — Dijo Nayeon suplicante.

Pero bunny cariño, tú fuiste quien la eligió. — Hablo Jeong intentando hacer cambiar de opinión a la pelinegra.

Es porque creí que no tendría suficiente espacio en la otra, sin embargo ya la revisé y es perfecta para mí, pero ahora Chewy no quiere cumplir con su trato.

La menor de todas habló rápidamente. — Pero si estoy cumpliendo, y tu perdiste. — Aclaró. — Sólo que no puedes aceptarlo.

Las mayores suspiraron al no tener idea de que hacer, nunca habían tenido favoritismos por ninguna, y al tener tan buenos argumentos las chicas se lo estaban dejando complicado, aunque por la pequeña sonrisa que la castaña estaba ocultando, Mina supo exactamente que hacer.

Se acercó a ella y rodeó sus hombros con su brazo mirándola con una ceja levantada. — Se que hay algo que no me estás diciendo señorita. — Le susurró en el oído en su idioma natal y la menor sonrió ampliamente sin mostrar sus dientes.

Puede que por accidente haya hecho algo de trampa. — Confesó haciendo una inocente mueca que hizo reír suavemente a la japonesa mayor. — Es que sabía que Unnie haría todo para ganarme. — Agregó haciendo un puchero al final.

Ambas tenían timbres de voz suficientemente bajos para que una conversación entre las dos pareciera un intercambio de susurros, que las contrarias miraban sospechosamente, y al verlas tan juntas, puede que la pelinegra haya sentido algo de celos en su interior y por ello se dirigió hacia su madre rodeando su torso con sus brazos recostándose en su pecho.

¿Tú si me crees verdad mami? — Preguntó sintiendo como la rubia acariciaba su cabello besando su cabeza.

Claro que si bebé, les creo a ambas. — Le dijo Jeong bajando sus caricias a su espalda mirándola con ternura pues aunque las chicas fueran todas unas señoritas ya, para ella seguían siendo sus bebés.

Mina acarició el cabello de su hija nuevamente y dejó un beso en su cabeza. — En ese caso sólo hay una cosa por hacer para terminar con este problema ¿No te parece? — La miró y la menor rodó los ojos.

De acuerdo. — Dijo Tzuyu rendida mirando a su hermana. — Tienes razón Unnie, tú ganaste. — Confesó apenada.

Jeongyeon suspiró aliviada y miró a su esposa agradeciéndole en silencio que una vez más haya resuelto las cosas entre las menores, nunca entendería como lo hacía pero siempre lo lograba sin esfuerzo alguno.

Nayeon como fue de esperarse saltó de los brazos de su madre corriendo hasta su hermanita para abrazarla y llenarla de besos por todo su rostro mientras agradecía y le decía cuanto la amaba, sacándole algunas risas a la menor que aunque intentaba resistirse disfrutaba de ello, aunque al igual que su mami jamás lo admitiera en voz alta.

Gracias Mami. — Le dijo esta vez a Mina abrazándola antes de salir corriendo en dirección a su nueva habitación, seguida de la menor que caminaba con calma negando por lo escandalosa que podía ser su Unnie a veces.

¿Como lo supiste? — Le preguntó Jeong a la castaña abrazándola de nuevo, observando en dirección a donde las adolescentes se dirigían.

No lo sé, instinto supongo. — Dijo Mina jugando con el cuello de la camiseta de su esposa. — Son cosas de chicas divas y tranquilas, y yo soy ambas. — Alardeó sonriendo ampliamente.

Jeongyeon rió sonoramente. — ¿Así que mi chica diva volvió?

Cariño, siempre he estado aquí. — Respondió la japonesa picándole su mejilla con el dedo y alejándose de su abrazo para seguir abriendo cajas.

Pero ¿Y mi beso? — Se quejó la coreana viéndola caminar a otra habitación, y aunque disfrutó de verla caminar tan elegante y tranquila frente a ella, prefería seguir disfrutando de sus besos.

Sin embargo la japonesa le sonrió coqueta. — Ya sabes cual es el trato Yoo, si no hay cajas vacías no hay recompensa. — Le dijo guiñándole un ojo y lanzándole un beso en el aire que sólo hicieron resoplar rendida a la rubia.

Pero una idea pasó por su cabeza y aunque fuera trampa debía aprovechar la ayuda de sus hijas al máximo.

Se dirigió a la habitación donde se encontraban las menores y después de varios minutos explicándoles su plan la menor de ellas le respondió. — Tú tendrás los besos de mami pero ¿Que tendremos nosotras? — Preguntó mirándola con una ceja levantada.

Nayeon la escucho y asintió de acuerdo con su argumento. — Es verdad mamá, estoy de acuerdo con Chewy. — Dijo, sabiendo perfectamente lo que su hermana quería a cambio, y por supuesto que ella también lo quería.

La rubia lo pensó por varios minutos, había considerado concederles el permiso para su viaje escolar, pero no quería problemas con la Japonesa mayor, que ya había dicho que no estaba de acuerdo. — Bueno puede que les de un regalo extra de navidad este año. — Dijo rascando su cabeza, esperando que fuera suficiente para convencerlas.

Pero no contaba con la habilidad de su hija menor. — Mami siempre lo hace, así que yo paso. — Movió sus hombros y se giro dejando perpleja a la rubia que tartamudeo intentando detenerla.

Nayeon noto su nerviosismo y fue quien siguió negociando. — Puedes mejorar tu oferta mamá se que sí. — Dijo sonriendo maliciosamente.

Jeong bufó pasándose la mano por el cabello para después sentarse en la cama. — Pero eso es trampa, se supone que soy su madre no puedo dejarme chantajear de ese modo por ustedes. — Se quejó mirándolas.

La pelinegra rodó los ojos y se cruzo de brazos. — Vamos no es como que lo hagamos siempre, sólo esta vez. — Habló sonriendo divertida. — Además es por una buena causa ¿No? — Sus cejas se movieron de manera insinuante y la rubia se sonrojo de pronto, aclarando su garganta para mantener la postura.

No creí que fueras tan tacaña, además todas ganaremos, nosotras tenemos nuestro viaje y tú y mami tendrán más privacidad. — Agregó Tzuyu desde la puerta del baño de la habitación, y Jeong sabia que tenia razón.

Pero si Mina se entera que firme ese permiso sin consultarle, no sólo me ganaré un regaño sino que perderé cualquier oportunidad de besarla por no sé, un año entero y vamos niñas no soy tan fuerte. — Se levanto de forma desesperada de la cama caminando de un lado a otro de la habitación pensando que hacer, ni siquiera el día de su boda había estado tan desesperada.

Sabemos lo débil que eres por mami. — Se burló Nayeon.

Pero quieres que te ayudemos esa es nuestra condición. — Apoyó la castaña llegando al lado de su hermana de nuevo.

Jeongyeon las miró incrédula y una sonrisa maliciosa se dibujo en su rostro, una que no le gusto para nada a las dos chica. — O puede que decida dejarlas sin tecnología y salidas por un mes entero, sino terminamos con todas esas cajas hoy mismo. — Dijo con firmeza.

¡Eso es chantaje! — Se quejo la pelinegra poniéndose la mano en el pecho sintiéndose burlada.

Jeongyeon negó y sin dejar de sonreír hablo tranquila. — Es negocio mi amor, recuerda que tu abuelo es un muy buen maestro. — Contó sonriendo orgullosa de su plan.

Tzuyu fruncio el ceño y paso por su lado para salir de la habitación. — Eres de lo peor. — Le dijo haciéndola reír suavemente.

— También te amo Chewy. — Fue su respuesta entre risas. — Ahora en marcha bunny. — Se dirigió a la pelinegra que la miraba haciendo un puchero y cruzada de brazos, pero una mirada interrogante basto para que después de resoplar esta saliera tras su hermana a terminar con las cajas.

Mina se pregunto como es que había hecho su esposa para obtener la colaboración total de las menores, y le intrigo la actitud recelosa que mantenían mientras ella parecía disfrutarlo, pero se concentro en prepararles la comida mientras trabajaban.

Y caída la noche, las tres menores no sólo terminaron de desempacar la mayoría de las cajas de su mudanza, sino que Jeongyeon obtuvo su recompensa por parte de su esposa, y como regalo las menores obtuvieron el permiso de ir al viaje escolar que tanto querían, mismo en el que verían florecer los cerezos en su país natal.

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Sorpresa...

Espero les haya gustado este regalo.

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