Conoce a Lena
Algunas personas no soportan estar en un karaoke, ya sea porque les incomoda ver a otros cantar, porque les da vergüenza hacerlo frente a alguien más, o, porque el único lugar en el que hacen esta actividad es en el baño.
A Lena le gusta estar en los karaokes. Es el tipo de persona que canta una o dos canciones y prefiere ceder el micrófono a otras personas; se divierte más escuchando a sus amigos que ser el centro de atracción, y no porque sufra de vergüenza, de hecho, tiene muy buena voz, pero no le agrada porque es tan gruesa para una chica, que perfectamente podría dedicarse a la ópera, si así lo decidiera.
También le gusta que le llamen Lena, de hecho, realizó los trámites legales para aparecer en su documento de identificación con ese nuevo seudónimo, sin embargo, ese tipo de trámites son engorrosos y llevan mucho tiempo. Su nombre real es Milena, pero a ella le parece demasiado anticuado y que no combina con su personalidad, razón por la que decidió darle un cambio permanente desde hace un par de meses.
Y ahí está, en un karaoke de la ciudad con sus queridos amigos: León, Rafael, Jessica y su novia Nadia. Esta última lleva el micrófono y canta embelesada «Titanium» mientras recibe un montón de besos por parte de su pareja para hacerla perder la concentración.
El lugar es una pequeña habitación privada provista de un televisor con micrófono, una pequeña mesa y varias sillas puf inflables. A la llegada al lugar proporcionaron una lista de canciones para que, desde algún lugar del bar se proyecten las canciones directamente a donde ellos se encuentran.
A Lena se le antoja como una idea ridícula; aunque, en otras circunstancias, sería ella quien estuviera demostrando su amor con su pareja, pero no la tiene. Es bisexual y su última relación fue con un chico bastante complicado que le hizo cuestionar sus preferencias sexuales llegando a poner en la balanza, ¿quiénes serían mejores parejas, los chicos o las chicas?
Al llegar al coro de la canción, todos cantaron al unísono, envolviendo a Nadia en un abrazo mientras a gritos proferían:
—You shoot me down, but I won't fall, I am titanium.
Y en la parte electrónica, comienzan a brincar y a reír como si no hubiese un mañana. Excepto por ella, que se mantiene sentada en una silla hinchable y no para de sonreír al igual que León, que se encuentra a su lado izquierdo riendo a carcajadas por las tonterías de sus amigos.
Es viernes trece y el plan previsto que planearon consistía en tarde de karaoke y maratón de películas de terror en la noche hasta las tantas de la madrugada. Y, por el momento, se está cumpliendo a cabalidad. Solo falta un par de horas para que el sol se oculte y le dé la bienvenida a la luna.
No puede evitar volver a pensar en su ex y a rebobinar en los buenos recuerdos porque no alcanzó a existir momentos malos, excepto por el inminente adiós. No puede impedir sentirse cursi y un vacío se apodera de su pecho el cual expulsa en un suspiro. Es una persona romántica, aunque por momentos le cuesta exteriorizarlo.
—¿Todo en orden? —pregunta León, quien se acerca a ella y se pone en cuclillas. Seguramente se dio cuenta del cambio de su semblante.
Lena asiente con su cabeza y dibuja una sonrisa en su rostro que es una mezcla de alegría y tristeza.
—Si los recuerdos te atormentan, una buena opción es refugiarte en la gata bajo la lluvia —le dice, con el humor que lo caracteriza.
Lena suelta una carcajada porque recuerda haberle dicho a León que moría por cantar esa canción, pero decide que no es la mejor opción para una noche tan animada; aunque la costumbre señale la fecha como un día de mala suerte y de tragedias. Ella sabe que dentro de sí se encuentra una mujer fuerte que se ha vuelto vulnerable por un breve momento y es que aquel rompimiento es bastante reciente y se convirtió en tema de conversación en cada ocasión en la que coincidían.
—Esta noche no seré la gata bajo la lluvia —contesta Lena—. Me siento más como this girl is on fire o algo así, pero ya lo verás. —Y le muestra los dientes para dejarle claro que no tocarán ese tema.
—Pues proyéctate en esa canción porque ya vamos por la segunda ronda —le anima su amigo y, al ver a los demás, la canción de David Guetta y Sia, llega a su fin.
Lena siempre consideró que es una chica muy emocional y que se deja llevar por las sensaciones del momento; sin embargo, en ese preciso instante no se deja contagiar por el aire ausente que la invade y prefiere concentrarse en el presente y disfrutar la ocasión.
—Es el turno de Rafa —pronuncia Nadia, al darse cuenta que se comienza a proyectar una canción que parece ser el opening de un anime—. ¿Desde cuándo sabes japonés?
—Desde nunca —responde el aludido—¸ pero lo tarareo muy bien para dar la ilusión de que lo sé y me sienta bien hacerlo.
Los demás sueltan la risa ante su sinceridad y, de eso se trata el momento, de disfrutar la compañía de amigos y reír por todas las tonterías que surgen de forma natural.
Antes de recibir el micrófono, un chico de rizos y ojos color avellana llega con una bandeja, sobre esta se puede ver un plato con nachos y varias bebidas.
—Esto es para acá, ¿cierto? —cuestiona el recién llegado.
Lena parece deslumbrada ante la belleza del chico, se le antoja muy parecido a Nate de la película El diablo viste a la moda, pero mucho más joven y atlético, seguramente debe surcar la veintena, casi podría afirmar que deben tener la misma edad.
—Sí —pronuncia Lena con una sonrisa—. Gracias.
Ambos intercambian una mirada y ella siente un clic dentro de su pecho, como una especie de calor y nerviosismo que se extiende por todo su cuerpo. Ese rostro tan fascinante es diferente al del chico que los atendió al momento de llegar al lugar, pero no le molesta ver una cara nueva, sobre todo porque se trata de alguien que cumple con sus gustos y que, simple vista, le gusta. Esa sensación la sintió como «amor a primera vista», y es que no puede evitar ser demasiado enamoradiza.
El camarero se va y ella no deja de sonreír.
—Tierra llamando a Lena —se bufa León y le hace cosquillas en la cadera.
Ella sale de su ensimismamiento y se concentra en su amigo, quien le riñe con una mirada felina. Los demás parecieron no haber reparado en aquella breve situación: Rafael está concentrado en su canción y la pareja de chicas están dándose mimos, solo León repara en el flechazo que sintió su amiga.
—¿Qué? —pregunta Lena, actuando indiferente.
—A veces tienes que dejar de ser tan obvia.
—Es guapo, o, ¿lo vas a negar? —contraataca.
—Lo es, pero tiene cierto parecido a Nate y me hace enfadar.
—Yo también pensé lo mismo —afirma ella—, nunca he visto un chico tan lindo como él, además, ¿viste que nos quedamos viendo fijamente un microsegundo?
—Lo noté y te lo estoy haciendo saber. —León, opta por un aire más enseriado—. Pero no sé si estás lista para aventurarte en una nueva relación.
—Tendré que averiguarlo, dicen que...
—Es tu turno, Lena —dice Rafael, interrumpiéndola—, y nadie me puso cuidado.
—Nadie entiende tus ñoñerías, pequeño —dice Jessica y le aprieta los cachetes—, pero tienes una linda voz.
Rafael sonríe y regresa a su silla.
Los primeros acordes de «a quien le importa» comienzan a sonar. Es el turno de Lena de brillar con su voz, recibe el micrófono de su amigo y se concentra en la pantalla.
—¿Qué dicen? —pregunta León, quien no podía quedarse con la duda de lo que quería decir.
—Hay que arriesgar para ganar —contesta Lena.
Luego llega la primera estrofa de la canción de Thalía, la cual está dispuesta a cantar a viva voz, olvidarse de aquellos recuerdos que a veces la atormentan y vivir el presente, asegurándose de no cometer los mismos errores.
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