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005


Gilbert Blythe

—Busca agua caliente, el botiquín del baño de arriba y las gasas del baúl de mi padre, rápido. —Le digo a Bash sin siquiera pensar, concentrándome únicamente en ayudar a Aleix. Él se queda parado en medio del cuarto, aún en shock. —Bash, nos necesita.

Eso lo hace entrar en razón y sale apresurado, subiendo las escaleras. Pongo a Aleix sobre su espalda y acomodo su cabeza para escuchar si respira, y gracias a Dios, si lo hace. Comienzo a desabotonar su camisa que está llena de hoyos de todos modos.

Justo cuando puedo ver su pecho, Bash pone a mi lado el botiquín y sigue corriendo por la casa en busca de lo que le pedí. Abro el botiquín y con las tijeras despedazo la camisa para dejar expuestos también sus brazos. Paso a tocar su cabeza y siento una ligera hendidura en la parte de atrás.

Asustado, tomo el pedazo de tela más grande que quedó de la camisa y salgo de la casa, tomo una bola de nieve y la envuelvo, poniéndola en esa parte de su cabeza, el paño inmediatamente se vuelve rojo.

—Bash, quiero que cures todas las heridas superficiales que veas y que esperes por mi, ¿si?— le digo poniéndome rápidamente de pie, tomando mi bufanda y abrigo que me pongo corriendo.

—¿Buscarás un doctor?— niego, y camino hasta la puerta.

—Es muy tarde, no pasan trenes, no llegaré. Iré a buscar ayuda.

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Aleixandre Malfoy

Escucho los asquerosos sonidos de las cintas del doctor Moreau, que hace tanto no veo. Los gritos de Amandine diciéndome que me vaya, gritando que no quiere tener nada que ver con lo que creamos juntos. No veo nada, pero escucho todo.

¿Estoy muerto?

No me atrevo a abrir los ojos porque siento que si me muevo, incluso si solo son mis párpados, moriré del intenso dolor que siento en todo mi cuerpo ahora mismo.

Siento mi ojos llenarse de lagrimas y me armo de valor, abriéndolos lentamente y encontrándome tres pares de ojos que me ven preocupados. Veo sus bocas moverse pero no escucho nada de lo que dicen, ¿por qué no escucho nada de lo que dicen?

Comienzo a sentir pánico acumularse en mi pecho, y a pesar del dolor trato de sentarme. Antes de poder hacerlo suelto un grito que parece reactivar mi sistema, porque esta vez si escucho como me hablan.

—Te harás daño.— dice Gilbert, pero lo ignoro y trato de incorporarme en el sofá. —Aleix, para.

—¿Qué pasó?— pregunto, con mi boca increíblemente seca. Me doy cuenta de que estoy en el sofá de la sala cuando una chica pelirroja de cabello corto se acerca con un vaso de agua que me ofrece.

—¿Ya te sientes mejor?— me pregunta, casi que con voz angelical. En menos de un segundo ya me he tomado toda el agua, y me siento mejor Gracias a eso.

—Gracias, y no, me siento como la mierda.— respondo, y veo a la señora hacer una mueca por mis palabras.

—¿Quién te hizo esto?— pregunta Bash, casi que con odio en sus ojos. Gilbert también me mira a los ojos y no puedo evitar acordarme de lo que pasó la última vez que hablé con él.

—No los vi, o no lo recuerdo.— miento.

—Billy Andrews.— responde la pelirroja, cruzándose de hombros. La miro de forma acusatoria y ella se encoge de hombros. —Vi como te molestaban a la salida.

Bash se pone de pie al escuchar el nombre y se acerca a la puerta como si fuera a ponerse su abrigo. Rápidamente me alarmo y trato de ponerme de pie, pero caigo de inmediato. Gilbert me atrapa y soporta todo mi peso hasta que estoy sentado otra vez, y aparto sus manos murmurando un bajo "Gracias".

—No hagas nada estúpido, Bash. —le dice Gilbert, y estoy de acuerdo con él.

—Pero, ¿es que no ves como lo dejaron? No se puede quedar así.— Le sonrío y extiendo mi mano para que se acerque, lo hace refunfuñando y aún sentado, lo abrazo.

—Te lo agradezco mucho, Bash, pero sabes bien que no te tratarán con respeto. —Le digo, y siento como suspira vencido y me devuelve el abrazo palmeando mi espalda.

—A mi sí.— Interfiere Marilla, haciendo que me vuelva a recostar.

—Gracias, pero no es necesario... —volteo a ver al chico que está a mi lado y bajo la mirada otra vez cuando nuestros ojos se encuentran. —Gilbert me lo advirtió y no lo escuché.

—Nadie tiene derecho a molestarte, por ninguna razón.— responde la amable señora, después de unos segundos en los que Gilbert se queda callado. Está de acuerdo en que es mi culpa.

—Gracias por todo, señorita Cuthbert. —interrumpe Gilbert, aclarando su garganta. Me doy la vuelta en el sofá ignorando el dolor, para darle la espalda y que no me vea llorar.

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Cinco días más tarde, ya puedo moverme por el primer piso de la casa sin morir en el intento. Mi cara y mi cuerpo siguen hinchados y tengo muchos moretones por todas partes, pero nada duele tanto como que Gilbert me dirija la ley del hielo infinita.

Como si lo hubiese invocado en mis pensamientos, su mano aparece en mi campo de visión cuando deja mi plato de avena frente a mi en la mesa. Se sienta al otro lado de mi, dejando al pobre Bash en el medio del incómodo silencio.

—Bueno... y, ¿qué haremos para navidad?— pregunta, tratando de hacer conversación. Gilbert se encoge de hombros y yo decido que es el momento para soltar la bomba.

—Ya no estaré aquí.— digo en un medio susurro, mirando directamente a mi plato. Ambos se quedan en total silencio y suspiro, levantando la mirada para ver sus caras de shock.

—¿Por qué te vas? ¿A dónde?— pregunta Bash, Gilberta vuelve su cara a la normalidad rápidamente y sigue comiendo su avena como si no le importara.

Porque no le importa, Aleix. Deberías volver a Francia ya, ver si terminas de irte, si esta vez no fallan.

—No tengo nada que hacer aquí. No sirvo para ayudarte en el campo, todo el mundo me odia... aquí nunca seré aceptado, Bash.

—¡Nosotros lo hacemos!— dice, y Gilbert mira a todas partes menos a nosotros. Suelto una carcajada agria y me recuesto en la silla.

—¿Ah, si? ¿Me aceptas, Gilbert?— pregunto sarcásticamente, aunque por dentro realmente me duela y quiera saber su respuesta. Él se queda callado y Bash lo mira con confusión.

—No entiendo qué está pasando.— dice.

—Nada. No está pasando nada.— dice Gilbert, aún sin mirarme.

—Dile qué pasa, Berty.— lo provoco, y al fin me dedica una mirada, aunque esta llena de fuego. Se pone de pie y golpea la mesa con ambas manos.

—¡No está pasando nada!

—Si pasa.— también me pongo de pie. —Pasa que Gilbert no sabe lo que quiere, así que no soporta que yo si lo sepa.— parece que fue la gota que rebasó el vaso, porque se acerca a mi a grandes zancadas y me sostiene del cuello con una mano, la otra sosteniéndola en el aire en forma de puño.

—Gilbert.— interviene Bash, y yo levanto la mano para que no se acerque.

—Hazlo. Si tanto quieres hacerlo, hazlo, golpea al marica de Aleix para encubrir que te gustó cuando te besé.— le digo, y ahora si no se contiene y me da un puñetazo directo en el lado izquierdo de la cara. Caigo hacia atrás y pongo la mano en el golpe, que seguramente cayó en un sitio donde ya estaba golpeado.

—Lo siento.— dice, y trata de acercarse a mi pero lo esquivo y camino hacia la puerta.

—Analiza si quieres ser igual que Billy Andrews, Gilbert Blythe, y avísame cuando sepas lo que quieres.— digo, antes de salir.

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Ay quien sera amandine y de que cintas habla y questapasanda 

Ustedes ahora:

Emotional roller coaster!
Volveré a actualizar pronto (creo) porque esta ola de inspiración me da para seguir escribiendo.

Si tiene faltas me disculpo, no lo he revisado (y no lo haré, lol)

Espero que les guste! Quiero leer sus comentarios.

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