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Capítulo 5

Me quedé parada justo a la entrada. El interior está decorado en blanco y gris. A mano izquierda un enorme sofá en forma de L invertida con una mesita al frente y otro sofá al frente de este sobre el que hay una enorme Tv de pantalla plana. Todos los muebles son de color blanco con cojines grises. Continué caminando hasta detenerme en medio de la estancia. Después del sofá en L está la cocina y frente a esta, otro sofá en L con una mesa plegable delante. El yate tiene enormes cristales panorámicos que te dan una vista absolutamente asombrosa por donde quiera que mires. Todas las ventanas tienen persianas eléctricas que puedes cerrar o abrir a tu gusto. Todo es simplemente perfecto.

— ¡Esto es fabuloso! —me dijo Jessy mientras se tiraba de forma dramática en el sofá.

Me reí ante su reacción. Parece una niña pequeña.

— De quién es este yate, ¿de Alexander? —le pregunté mientras admiraba todo a mi alrededor.

—No lo creo, el no mencionó nada. ¿Será de Leonard?

—No lo sé. —respondí sin tener absolutamente ninguna idea.

Conozco tan pocas cosas de Daniel.

—Este viaje debe haberles costado una fortuna. —me dijo Jessy mientras yo continuaba mi exploración.

Caminé hasta donde había una barandilla; justo a la izquierda, un pequeño pasillo detrás del sofá desde donde hay una escalera para bajar al piso inferior donde imagino que están los camarotes. Más allá de la barandilla hay dos asientos con la cabina de mandos. Entonces una puerta justo a la derecha de la cabina se abrió de repente y entró Daniel. La puerta por la que habíamos entrado nosotras se abrió y Alexander entró unos segundos más tarde.

Daniel se sentó en uno de los asientos y después de apretar algunos botones y revisar los paneles se giró hacia mí.

¿Acaso él sabe cómo navegar?

— ¿Lista para irnos? —preguntó mirándome fijamente con esa sonrisa que tanto me encantaba.

—Tanto como puedo estarlo. —le contesté devolviéndole la sonrisa.

Daniel se giró hacia el panel de controles y tras mover la palanca de velocidad hacia atrás el yate comenzó a moverse lentamente separándose de los muelles y dejando el aeropuerto atrás. Creo que eso responde mi pregunta.

¿Cuántas cosas más sabrá hacer que yo desconozco?

Me senté en un sofá, mientras Daniel dirigía el yate hacia el horizonte, hacia la hermosa puesta de sol que se extendía frente a nosotros. Saqué mi teléfono y asomándome por una de las ventanas tomé una foto. Miré hacia Daniel que iba muy concentrado en su labor y le saqué una foto también.

Una hora y veinte minutos más tarde nos aproximamos al muelle de una pequeña isla apartada de todo y de todos. Vengo tan entretenida viendo todo a mí alrededor que el viaje se me ha pasado volando. Observé con curiosidad como Daniel aparcaba con maestría el yate en el muelle y Alexander saltaba hacia este para amarrar los cabos. Daniel apagó el yate, dio la vuelta y vino por mí. Tomó mi mano entre la suya y me condujo fuera.

Del hermoso atardecer ya no queda rastro alguno, solamente algunos leves restos de naranjas en el cielo, apenas imperceptibles. El muelle está completamente iluminado por pequeñas lámparas colocadas estratégicamente cada dos metros de distancia a ambos lados del muelle.

Caminamos tomados de la mano el extenso muelle que nos acerca a cada instante más a nuestra residencia. La casa a lo lejos, completamente iluminada, se va haciendo cada vez más grande. Y aunque no puedo apreciarla bien por la iluminación se puede ver que es completamente abierta, de cristal y madera. Ya mañana en la mañana la apreciaré mejor. El interior de la casa está decorado con colores claros y los muebles combinados en blanco y color arena.

Alexander y Jessy toman una dirección, mientras Daniel me conduce por la casa hasta la que será nuestra habitación. Es completamente abierta con una espaciosa terraza en la que se encuentra un enorme banco acolchado sobre el que hay varias toallas dobladas. Ya me imagino allí acurrucada, viendo las estrellas.

Justo en frente de la terraza hay una piscina infinita completamente iluminada que te invita a tomar un chapuzón nocturno.

— ¿Qué te parece? —me preguntó Daniel captando mi atención mientras deja la mochila a un costado de la cama.

—Me dan ganas de bañarme desnuda. —respondí mientras caminaba hacia el borde.

— ¿Y porque no lo haces?

— ¡Estás loco! No estamos solo.

—En teoría, si lo estamos. Alexander y Jessy están en el otro extremo de la isla donde tienen su piscina y playa privada. —me dice mientras comienza a sacarse la chaqueta de cuero negra.

Y entonces me percaté de algo.

— ¿No traes tu arma?

—Está en la mochila. —respondió mientras continuaba ahora sacándose la camisa.

— ¿Qué estás haciendo? —pregunté atónita mientras Daniel se sacó toda la ropa y quedó desnudo frente a mí.

—Yo no he sido el de la idea—respondió mientras se lanzó de cabeza a la piscina—. Vamos, el agua está excelente. —me dijo mientras comenzó a nadar de un extremo al otro. Y por un momento me quedé observando cómo nadaba desnudo y mi respiración se comenzó a acelerar. Daniel regresaba nadando y se detuvo frente a mí—. ¿Te ayudo? —preguntó mientras yo lo miro sin apartar la vista de su cuerpo desnudo.

Y aún no entiendo porque no me he desnudado y saltado al agua con él.

— ¡Al carajo! —exclamé mientras me saqué la ropa rápidamente.

Pero por muchas ganas que tengo de saltar al agua, no puedo hacerlo por las gafas. Y si me deshago de ellas, no veo absolutamente nada.

¡Dios!

Me estoy comenzando a hartar de llevar gafas. Caminé hasta la orilla y bajé los escalones de la piscina. A diferencia de lo que yo imaginaba. el agua está cálida. Daniel se acercó rápidamente a donde yo estoy y me acorraló entre sus brazos y la pared de la piscina.

— ¿Nunca habías nadado desnuda? —me preguntó mientras apartó un mechón de cabello de mi rostro.

—Creo que eres una mala influencia para mí. —le contesté sonriendo.

—Entonces—se quedó mirándome fijamente—, ¿sexo en la piscina? —me dijo pegando su cuerpo tentadoramente al mío—. ¿O no quieres experimentar más primeras veces? —me susurró ahora en el oído.

— ¿Estás intentando volverme loca? —pregunto seductoramente mientras enredo mis manos en su cuello y acaricio su nuca.

—Eso es lo que planeo mientras estemos aquí.

— ¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —le pregunté con la respiración entrecortada.

—Una semana—me contestó mientras sus labios se deslizaban por mi cuello—. Una semana para que te olvides de todo. —me dijo en un susurro mientras yo me derretí, literalmente, entre sus brazos.

— ¿De quién es esta casa? —pregunté con curiosidad mientras sus labios calientes me devoraban.

—Mía. —susurró contra mi piel.

— ¿Tuya? —pregunté jadeando.

—Sí. Eres completamente mía. —contestó deslizando la lengua por mis hombros desnudos.

Sí, eso lo sé, pero el aún no me ha respondido.

— ¿Esta casa es tuya? —le pregunté una vez más con la respiración entrecortada.

Pero no me contestó. Sus labios calientes ascendieron por mi cuello y tomaron lo míos. Me aferré más a su cuello mientras me rendí completamente a su beso, olvidándome de todo a mí alrededor. Olvidando que estábamos desnudos en una piscina de una isla privada.

—Leo, voy preparando la cena vienen a...—separé mis labios de los suyos al sentir la voz de Alexander demasiado cerca.

—Sí, en un rato vamos. —respondió mientras Daniel me apretaba más contra el muro de la piscina y yo me aferraba a sus hombros fuertemente escondiéndome entre el muro y él.

—Ustedes sí que no pierden tiempo, nos vemos en la cena. —respondió alejándose de nosotros.

— ¿Ya se marchó? —pregunté aun aferrada a él.

—Sí—me contestó riéndose—. No te preocupes, no llegó a verte. —me dijo mientras contenía la risa.

—No sé que le encuentras de chistoso. —lo empujé por el pecho.

—Nunca te había visto tan ruborizada. —me dijo mientras continuaba riendo y yo me tocaba las mejillas.

Siento mi rostro arder.

— ¿Te imaginas que hubiese llegado unos minutos más tarde? —me preguntó mirándome fijamente a los ojos.

— ¡Dios! No quiero ni imaginarme eso. —contesté escondiendo el rostro entre mis manos.

—Eso lo dices porque no lo has experimentado. —saqué el rostro de entre mis manos y lo miré fijamente. ¿Acaso el sí?

— ¿Estás hablando en serio?

—Muy en serio.

— ¿Has practicado sexo en público?

—No hay nada más excitante. Pero no es como te imaginas. No he sido sorprendido ni nada por el estilo. He asistido en alguna que otra ocasión a un club donde los que asisten se dedica a este tipo de práctica.

—Ah. ¿Y te gustó? —pregunté ahora con curiosidad por este nuevo giro en la conversación. Cada día descubro más cosas de Daniel.

—No me desagradó. Pero prefiero más la intimidad entre dos personas, ya sea en una habitación, o en una piscina. —me dijo sonriéndome pícaramente y pegándose más a mí.

—Ah no, ahora sí que no—le dije mientras me escapaba de entre sus brazos—. No quiero arriesgarme a que me vean desnuda en la piscina, y mucho menos teniendo sexo.

Salí de la piscina rápidamente cogiendo una toalla y envolviéndome en ella, recogí mi ropa y me encaminé hacia la habitación. Sentí a Daniel saliendo de la piscina y me giré hacia él. Caminó en mi dirección mientras se secaba con la toalla, pero a diferencia de mi, el no se envolvió en ella y se detuvo frente a mí.

— ¿Piensas quedarte ahí parado desnudo? —le pregunté mientras lo miraba de arriba a abajo muy seguro de su desnudes.

— ¿Algún problema?

—No ninguno, ya veo que no te molesta que te vean desnudo.

—Nadie va a verme desnudo, excepto tu, te aseguro que Alexander no regresará por aquí, y dudo que deje a Jessy venir a buscarte. A estas alturas ya debe haberle contado en lo que andábamos tú y yo en la piscina.

—Nunca imaginé que Alexander fuera tan indiscreto.

—No lo es, pero imagino que tuvo que contarle algo a Jessy para convencerla de que no viniera por ti.

Él tiene razón. Conociendo a Jessy, debe haberle hecho un interrogatorio. Tomé la mochila del suelo y la puse sobre la cama. Necesito darme un baño. Abrí la mochila en busca de una ropa que ponerme. Comencé a sacar ropa de allí, pero no reconocí ninguna de esa ropa como mía.

Abrí completamente la mochila y la vacié sobre la cama. Comencé a separar la ropa que es de Daniel y cuando terminé, me encontré con tres short, extremadamente cortos de mezclilla lavada, algunos desgastados y otros desflecados, tres juegos de bikini todos de diferentes colores y cinco bragas de encaje de diferentes colores.

No me imagino a Daniel comprando ropa interior para mí. Lo miré entrecerrando los ojos mientras él me sonreía.

— ¿Qué es todo esto?

—Nuestra ropa del viaje. —contestó como si fuese lo más obvio.

—Sí, es lo que me imagino, pero, ¿esta ropa no es mía?

—Ahora lo es.

— ¿En qué momento la compraste?

—En el que estabas en el SPA con Jessy.

Me quedé mirando la ropa asombrada.

—No te la vas a probar. —me preguntó mientras caminaba en mi dirección.

Miré la ropa sobre la cama y entonces me percaté de algo que antes se me pasó por alto.

— ¿Esto es lo único que me trajiste de ropa? —le pregunté mientras el llegaba a mi lado.

—Sí.

— ¿Y no se te ocurrió traerme ninguna blusa?

—No, no pasó por mi mente.

— ¿Qué acaso pretendes que ande en bikini por toda la casa? —le pregunté enfadada mientras me cruzé de brazos.

—En realidad la idea era que anduvieses desnuda todo el tiempo, pero eso fue antes de invitar a Jessy y Alex.

— ¿Como piensas que voy a ir a cenar? —Daniel se quedó serio por un momento y después se echó a reír.

—De acuerdo, fue una broma pesada, abre el compartimento escondido de la mochila.

— ¡Eh! —exclamé mientras Daniel cogía la mochila y abría un zipper que no había visto, del cual sacó varias blusas para mí.

—Y bien, ¿crees que con esas te sea suficiente? —me dijo mientras yo le sonreía de vuelta.

—Pienso que sí. —le contesté mientras cogía una muda de ropa y me dirigía hacia el baño.

A medio camino solté la toalla al suelo. Cuando estaba en la puerta del baño me giré hacia atrás. Daniel aún se encontraba parado en medio de la habitación, completamente desnudo, y sin perderme de vista.

— ¿Te vienes? —le pregunté mientras me mordía el labio inferior.

— ¿Solo? No, me gusta más en compañía. —me contestó mientras caminaba en mi dirección.

—No te entien...—le estaba diciendo, pero entonces caí en cuenta de lo que le había preguntado y lo que él había entendido. —Me refiero al baño.

—Sí, a eso también. —me dijo mientras llegaba a mi lado.

Daniel se me quedó mirando fijamente a los ojos. Me atrajo contra el por la cintura mientras con la otra mano me acariciaba la mejilla lentamente. Acercó sus labios a los míos, rozándolos ligeramente, haciendo que mi respiración se acelerara en anticipación. Introdujo la lengua en mi boca haciéndome jadear y le devolví el beso mientras el tiraba de mi labio inferior y a mí se me escapaba un gemido. Pegó su cuerpo al mío dejándome sentir lo excitado que estaba y me empujó dentro del baño.

Veinte minutos más tarde salimos de la habitación rumbo al comedor. Allí estaba Alexander preparando la cena mientras Jessy lo miraba cocinar sentada en una banqueta de la barra.

—Esta es la mejor parte de traer un chef con nosotros, no tenemos que preocuparnos por quien cocine—Daniel me susurró al oído mientras yo reía—. Voy por algo de beber. —me dijo mientras desaparecía de mi vista.

Me senté al lado de Jessy, que apenas y se percató de mi presencia, y cuando lo hizo se me quedó mirando entrecerrando los ojos.

— ¿Qué tal la piscina? —me preguntó mientras yo sentí mis mejillas arder.

¿Acaso Alexander le había contado?

Alexander se encuentra en un extremo apartado de la cocina, lejos de nosotras.

—Cálida. —respondí mientras ella me sonreía y se quedaba mirándome fijamente.

— ¿Sucedió algo en la piscina?

—No, nada. —le contesté honestamente mientras ella continuaba observándome.

— ¿Entonces porque te has ruborizado?

—Nada en particular. —en ese instante Daniel regresó con una botella de vino y se sentó a mi lado. Uf, salvada por la campana.

Jessy no preguntó nada más, pero sé que se ha quedado intrigada con el tema de la piscina, y que más tarde tendré que responderle.

Después de terminar de cenar y ayudar a recoger la cocina busqué mi teléfono y marqué el número de mi madre. Necesito hablar con ella. Al segundo tono respondió.

— ¿Qué tal el viaje? —me preguntó mientras yo sonreía y me dejaba caer en una butaca.

—Agotador, pero ha merecido la pena, esto es precioso.

—Sí, lo sé.

—Sí, es un lugar donde me gustaría vivir...—pero entonces me percaté de lo que ella me ha dicho. — ¿Lo sabes?

—Sí, la isla es de mi propiedad, así que también lo es de mi heredera. Iba a ser un regalo de bodas para ti, pero creo que necesitabas desconectar un poco.

—¡Wao! —fue lo único que salió de mis labios.

Entonces en teoría la isla si es de Daniel, no mía.

—Gracias mamá.

—Disfruta tu estadía.

—Lo haré. —fue lo último que le dije antes de colgar.

Me levanté del sofá dispuesta a sentarme un rato en la terraza cuando a Jessy se le ocurrió una genial idea.

—Vamos a dar una vuelta por la playa. —dijo mientras se levantaba del lado de Alexander.

—Estupenda idea. —dijo Daniel.

Pero antes de que Daniel tuviese tiempo de tomar mi mano, Jessy ya había tirado de mi rumbo a la playa dejándolos a ellos detrás de nosotras.

— ¿Y bien? ¿Qué sucedió? ¿Sexo húmedo y salvaje? —preguntó mientras me golpeaba el hombro.

—No sucedió nada. —casi le grité.

—Pero te ruborizaste, algo tuvo que suceder. —no sé cómo contarle lo siguiente.

Bueno, allá voy.

—No sucedió nada porque Alexander nos interrumpió. —respondí muy bajito.

— ¿Los interrumpió? ¡No me digas que te vio desnuda! —exclamó impactada.

— ¡No por dios! Gracias a Leonard eso no sucedió.

Y me he quedado con deseos de experimentarlo. Continuamos caminando por la orilla de la playa, Jessy no preguntó nada más, solo caminábamos admirando todo a nuestro alrededor.

La luna cuarto creciente apenas iluminaba el cielo y se pueden apreciar cientos y miles de estrellas hasta donde la vista puede alcanzar. A lo lejos se ve el muelle con el yate a su lado.

Entonces siento sus dedos entrelazarse con los míos y la característica corriente eléctrica comenzar a recorrer todo mi cuerpo.

—Vamos—me susurró en el oído mientras tiró de mi mano—. No nos esperen. —les gritó a Jessy y Alexander mientras nos separábamos de ellos a paso veloz.

— ¿Dónde me llevas? —le pregunté mientras me conduce rumbo al muelle.

—Creo recordar que te debo una cita.

— ¿Una cita?

—Sí, creo recordar que te debo una cita desde el baile de máscaras y no quiero tener cuentas pendientes, así que eso es lo que vas a tener.

—Bien, estoy lista entonces, pero creo que no estoy vestida para mi cita.

—Estás perfectamente así.

— ¿Dónde vamos?

— ¿Lista para un paseo nocturno? —me dijo mientras llegábamos al yate.

Daniel saltó dentro y me tendió la mano.

—¿Vienes? —me preguntó sonriéndome malévolamente.

—Sí. —respondí tomando su mano.

No tengo ni idea de hacia dónde vamos, pero sé que junto a Daniel estaré segura y a salvo.

El yate

Interior del yate

La isla en las Maldivas

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Espero les guste este capítulo. ¿Que les pareció la isla?
Déjenme sus comentarios y no olviden dejar su voto.

Xoxo
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