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Capítulo 2

—Bien, si tú lo dices. —y en un rápido movimiento me cargó en sus brazos y me llevó hasta mi habitación donde me lanzó sobre la cama haciendo que se me escapara un grito.

— ¿Con que quieres que comience? —preguntó mientras me zafaba los jeans y los sacó por mis piernas junto a mi ropa interior.

— ¿Qué cosa? —pregunto haciéndome la desentendida.

—La tortura, por supuesto. —me dice mientras se saca la camisa.

—Pensé que ya habías comenzado con tus dedos. —respondo ansiosamente.

Daniel se tumba a mi lado en la cama. Me sube ambas manos sobre la cabeza y las inmoviliza con una de las suyas.

—Ah, tú dices con esto.

Deslizó un dedo lentamente por mi húmedo clítoris y después lo introdujo en mi interior haciendo que se me escapara un gemido. Intenté mover las manos, pero me era imposible.

—Pero no recuerdo si fue éste—dijo haciendo círculos en mi interior— ¿Fue éste? —me preguntó mirándome fijo a los ojos. Acaso el quiere que le conteste mientras continúa moviendo el dedo de esa forma—. ¿Y bien? — vuelve a preguntar.

—No...lo...se—respondí con la respiración entrecortada—. Creo que fue el otro. —le dije en un arrebato cuando su dedo pulgar presionó contra mi clítoris.

—Tú dices este. —sacó ese dedo e introdujo otro.

¡Dios!

Aferré mis manos a la sábana mientras él le daba vueltas, lo metía y lo sacaba Y yo poco a poco voy perdiendo la capacidad de pensar algo coherente con claridad.

—O quizás...fueron ambos. —dijo mientras introducía el segundo dedo y yo me arqueaba de placer casi a punto del orgasmo.

Soltó mis manos. Me subió la camisa dejando mi vientre al descubierto y comenzó a dar besos y lengüetazos por todo mi vientre, mientras sus dedos giraban y giraban en mi interior. Con la mano libre hizo que abriera una de mis piernas y entonces comenzó a bajar desde mi vientre. Cuando sentí su lengua deslizándose sobre mi clítoris, solté la sábana con un profundo gemido y me agarré de su cabello.

Sacó los dedos de mi interior y mantuvo abiertas mis piernas con ambas manos mientras su lengua no me daba tregua. Una y otra vez, mientras mis gemidos se volvían cada vez más incontrolables.

Y cuando sentí su aliento soplando sobre mi sexo, supe lo que iba a hacer a continuación. Hundió la lengua en mí y no aguanté más. Mis paredes se contrajeron, se apretaron, y el clímax me devastó mientras el continuaba con la tortura.

Su lengua no dejó ni un momento de atormentarme mientras siento como mi orgasmo crece una vez más en mi interior. Y cuando deslizó un dedo sobre mi clítoris, sentí que iba a convulsionar una vez más. Me olvidé de todo a mí alrededor mientras su lengua, y su dedo me conducían poco a poco al abismo.

— ¡Daniel!—grité su nombre mientras me rendía a otro orgasmo arrasador.

Pero quiero más, necesito sentirlo dentro de mí, poseyéndome, como solo él sabe hacerlo. No puedo negarle más a mi cuerpo que lo he extrañado.

Sacó su rostro de entre mis piernas y me sonrió. Llevó sus manos hacia mi camisa y en un tirón la rasgó haciendo que los botones salieran disparados en todas direcciones. Me giró rápidamente haciendo que quedara acostada boca abajo en la cama. Me zafó el ajustador y entonces lo sentí mordiendo mis nalgas. Primero una, luego la otra, mientras introducía y movía un dedo dentro de mí. Y después deslizó la lengua desde las nalgas por toda mi columna vertebral hasta llegar al cuello.

No puedo más, necesito sentirlo en mi interior, ya.

—Hay preservativos en la segunda gaveta. —grité en un arrebato de pasión.

—Como ves, mis métodos de tortura funcionan a la perfección. —me susurró en el oído.

Se inclinó hacia la mesita de noche. El dedo moviéndose aún dentro de mí, abrió la segunda gaveta. Pero mi cerebro se demoró en reaccionar. Intenté evitar que no la abriera, pero ya era demasiado tarde.

— ¡Que tenemos aquí! — cerré los ojos.

¡Oh dios! Encontró el gemelo que le robé.

—Nunca imaginé que tuvieras uno.

¡Mierda!

Sacó el dedo de mi interior, me giró boca arriba haciendo que mis gafas se cayeran y se sentó sobre mis piernas.

— ¿Lo has utilizado pensando en mi? —me preguntó con curiosidad y un brillo peligroso en su mirada mientras me lo mostraba.

Veo borroso, pero sé perfectamente que lo que me muestra no es el gemelo de su camisa que yo había robado.

Es mi consolador.

—Lo he utilizado porque no podía dejar de pensar en ti. —le contesté sinceramente.

Lo puso a un lado en la cama mientras me colocaba las gafas y volvió su atención a la gaveta.

—Mmm, creí que se me había perdido, pero mira por donde estaba—dijo sacando el gemelo y mostrándomelo—. ¿Algo que quieras confesar?

—Me lo llevé de recuerdo. —contesté sonriendo.

Volvió a meter la mano en la gaveta y sacó una caja de preservativos.

—Bien, creo que voy a torturarte un poco más.

— ¿No crees que ha sido suficiente?

—Apenas estoy comenzando, tu lo has hecho durante tres días, al menos deja que yo lo haga una noche.

Dejó la cajita en la cama y se levantó. Se sacó rápidamente el resto de su ropa y se acostó a mi lado sonriendo perversamente.

¿Qué estará planeando?

Me senté en la cama. Saqué un preservativo y lo abrí. Bajé mi vista hacia su miembro.

— ¿Puedo?

—Soy todo tuyo.

Deslicé mi mano por su miembro. Daniel cerró los ojos estremeciéndose ante mi contacto. Esta es mi oportunidad de vengarme. Me incliné hacia su miembro y lo introduje en mi boca.

Caliente.

Duro.

Delicioso.

Sus manos se enredaron en mi cintura y tiró de mí haciendo que me sentara sobre su pecho. Deslicé la lengua desde la base hasta la punta. Chupé fuerte.

Daniel gimió.

Yo sonreí.

Nunca había hecho esto, y me sentía poderosa. Todo el control de su cuerpo en mi mano y mi boca.

Volví a succionar fuertemente mientras sus manos acariciaban mis nalgas e introducía un dedo en mí, haciendo que perdiera algo la concentración. A cada momento su miembro se endurecía más en mi boca.

Y yo me estaba volviendo loca con su dedo moviéndose en círculos, haciendo que fuera imposible concentrarme en mi labor.

Retiró el dedo.

Mucho mejor.

Continué con lo que estaba haciendo, succionar, deslizar la lengua, apretar, morder. Sus manos apretando mis nalgas me decían que estaba perdiendo el control. Pero entonces sentí algo invadiendo mi vagina. Cada vez más profundo.

¡Dios!

«No lo enciendas. No lo enciendas.» Recé silenciosamente para que me escuchara. Pero él no lo hizo.

Y lo encendió.

Y entonces la sentí nuevamente. Esa deliciosa sensación que comenzaba a crecer en mi interior y me llevaba al abismo. Se me escapó un gemido mientras continuaba succionando su miembro fervientemente, introduciéndolo profundamente en mi boca.

Apreté mis labios sobre su miembro, cada vez más duro, mientras aumentaba la succión y movía mis caderas sobre el consolador. Jamás ni en la mejor de mis fantasías me hubiese imaginado haciendo esto.

Me faltaba poco.

Mis paredes se contrajeron.

Casi...

Entonces lo retiró, tiró de mí por la cintura y me acostó en la cama. Me quitó el preservativo de la mano, se lo colocó rápidamente, me giró de lado y levantó una de mis piernas sobre las suyas.

—No te creas ni por un segundo que tenías el control de la situación. —susurró en mi oído.

Y sin esperar nada más, se introdujo en mí de una sola vez.

Gemí. Lo había extrañado. Mucho.

Y con dos movimientos de sus caderas alcancé el orgasmo más arrasador de mi vida. Daniel continuó y con unas cuantas embestidas más se dejó caer a mi lado abrazándome por detrás. Su aliento en mi cuello era el único indicio de que aún estaba ahí.

—Buena técnica. —susurró en mi oído enviando escalofríos por toda mi piel.

—Mmm. —murmuré aún metida en mi nebulosa de placer.

—Casi me haces perder el control—me dijo besándome el cuello—. Nunca nadie me ha hecho perder el control.

— ¿De verdad? —dije girándome entre sus brazos haciendo que saliera de mi interior.

Daniel me colocó bien las gafas, no me había percatado que estaban desacomodadas.

—Sí. — se sacó el preservativo haciéndole un nudo y poniéndolo en la mesita.

—Quería que perdieras el control. ¿Porque me detuviste?

—No quería terminar en tu boca—se me quedó mirando fijamente—. ¿Tú querías que me corriera en tu boca?

—No lo sé, nunca antes lo había hecho, solo me dejé llevar por el momento, no quería que esa sensación de placer acabara. —respondí mientras él me miraba incrédulo.

— ¿Nunca habías practicado sexo oral?

—No.

— ¿Soy el primero?

—Una vez más, lo eres.

— ¿Por qué nunca te interesó el sexo? —inquiera con curiosidad.

—Más bien nunca había encontrado a la persona correcta. —le contesté deslizando mi mano por las plumas del fénix en su pecho.

— ¿Y después de tu primera vez no tuviste pareja?

—No, decidí centrarme en el trabajo y nada más.

— ¿Estás segura? —me dijo sonriendo perversamente—. ¿Acaso esto no cuenta? —dijo mostrándome el consolador.

—Bueno, solo una pareja. —contesté mientras ambos reíamos a carcajadas.

— Ahora tengo curiosidad ¿Cómo se sintió lo que acabamos de hacer?

—Extraño—me sonrió—. Pero excitante. —se inclinó sobre mi haciendo que quedara debajo de él.

— ¿Quieres repetir? —sus labios se dirigieron hacia mi cuello y bajaron hacia mi pecho.

Mi respiración se disparó.

Se metió un pezón en la boca y chupó fuertemente arrancándome un gemido. Mis manos automáticamente se aferraron fuertemente a sus hombros. Su erección, dura una vez más, presionando contra mi cadera.

— ¿No puedes hablar? —dijo tirando del pezón.

— ¡Daniel! —exclamé mientras enterraba las uñas en su espalda.

—Me encanta como suena mi nombre en tus labios— se colocó rápidamente otro preservativo—. Muy bien—me miró fijamente a los ojos—. Ahora quiero oírte gritar. —dijo enterrándose en mí una vez más.

— ¡Ah! —fui a quitarme las gafas y él me detuvo.

—Déjatelas.

Y no hablamos más. Los gemidos no se hicieron esperar. Altos y claros. Justo como a él le gustaban.

Dos horas más tarde, aún estábamos desnudos sobre la cama. Estoy sudorosa y satisfecha. No creo que pueda levantarme de aquí. No tengo energías para nada. Estoy recostada sobre su pecho mientras escucho el acompasado latir de su corazón.

—Hace mucho tiempo que nadie me llama por mi nombre. Creo que la última persona que lo hizo fue mi madre. ¿Crees que ella me perdone? —me le quedé mirando fijamente.

—Las madres le perdonan todo a sus hijos. —respondí perdida en mis pensamientos.

— ¿Extrañas a tus padres? —me preguntó de repente.

— ¿Cómo puedes extrañar algo que no recuerdas? — nunca nadie me había preguntado si extrañaba a mis padres.

— ¿Nada?

—Solo los conozco por fotos que Stella me ha mostrado. Pero en mi mente, es como si hubiera nacido el día que conocí a Stella en el hospital. Todos mis recuerdos son a partir de ese día. Tengo diez años de mi vida totalmente desaparecidos.

Daniel se quedó en silencio por un instante, pensativo. Imagino que está pensando si contarme algo o no.

—Recuerdo algunas ocasiones en que Stella me llevó a tu casa de visita.

— ¡En serio! ¿Y cómo era yo?

—Molesta. Insistente. No parabas de preguntar cosas. —me le quedé mirando con curiosidad—. Y curiosamente no salías de encima de mí.

—No me digas. Creo que eso no ha cambiado. —respondí mientras deslizaba mis dedos por su pecho.

—Se volvía algo molesto sabes—detuve el movimiento de mi mano sobre su pecho mientras lo miraba fijamente—. En aquel tiempo, ahora no deseo que salgas de encima de mí. —me dijo mientras ambos reíamos.

—Hay algo que no entiendo—Daniel me miró fijamente—. ¿Por qué no sabías que Stella me había adoptado?

—No podía investigarla. Y mis superiores no me pasaron esa información. Al parecer no era necesaria para mi misión.

—Y si lo hubieses sabido. ¿Te habrías acostado conmigo?

Daniel se me quedó mirando pensativo, y ahora me miraba serio.

—No.

Genial.

Con una sola palabra acababa de destrozar mis ilusiones. Aunque, por otra parte, de esta forma nos hemos acostado cuatro veces, si contamos hace dos años. Sí, he estado contando las veces que hemos tenido sexo.

—Me alegra entonces que no lo supieras. —le contesté con mi mejor sonrisa.

Daniel me devolvió la sonrisa.

Y no entendía porque a pesar de que mi vida corría peligro, en ese momento, recostada contra su pecho. Me siento feliz.

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Espero les guste este capítulo. ¿Creen que algún día lo haga perder el control?
Déjenme sus comentarios y no olviden dejar su voto.

Xoxo
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