Capítulo 14
En cuanto nos bajamos del auto en donde será la convención nos encontramos rodeados por 15 hombres con gafas oscuras, trajes negros, auriculares en la oreja y expresión seria.
—Buenos días Sr.
—Buenos días, ¿ya todos tienen la información? —todos asienten—. Pues pongámonos en camino. —dijo mientras comenzábamos a caminar hacia la entrada del centro de convenciones.
El lugar donde será la convención de Tecnología es inmenso y en la puerta se quedaron dos de los guardias que nos acompañaban. A medida que vamos caminando por todo el lugar, los guardias se van quedando en diferentes posiciones que imagino todos han estudiado. Recorremos toda la estancia mientras Daniel a mi lado se asegura que todo esté perfecto, y las diferentes entradas a la convención perfectamente vigiladas, tanto por guardias como por cámaras de seguridad. En ningún momento me solté de su brazo. Pero no es como si tuviese opción, ya que Daniel no soltaba mi mano y me aferraba fuertemente a él.
Al medio día, imaginé que habíamos terminado con los preparativos pues sentí a Daniel más relajado en su agarre.
Un gruñido de mi estomago me anunció que era la hora de almorzar.
— ¿Podemos almorzar? —le pedí con una sonrisa y una súplica. Tanto caminar me ha despertado el apetito.
—Sí, solo nos queda un último detalle y podemos marcharnos. —dijo mientras me condujo por un pasillo.
Al final del hay dos guardias apostados en la entrada de una puerta. Lucen como fieros guardianes custodiando algo preciado y valioso.
— ¿Qué hay detrás de esa puerta? —le pregunté a Daniel mientras nos acercamos a los guardias.
—Ya lo verás.
En cuanto llegamos uno de los guardias tecleo un enorme código en el panel que hay justo al lado de la puerta y después puso su mano. La pantalla se iluminó en azul y después en verde.
—"Acceso garantizado."
La puerta se abrió y Daniel tiró de mi mano hacia adentro. Justo en medio de la habitación, en una enorme vidriera custodiada por cámaras de seguridad y alarmas de última generación está la razón por la que mi mundo se haa vuelto patas para arriba últimamente. El motivo por el cual mi vida peligra en estos momentos y por lo cual Daniel ha contratado seguridad extra. El motivo por el cual lo conocí a él.
El PIANANO.
Me acerqué a la vidriera. Nunca lo he visto. He escuchado hablar, he visto fotos. Pero jamás me imaginé que iba a estar parada frente a él.
—Pensé que era más grande. —confesé mientras admiraba el dispositivo.
No es más grande que un microprocesador de una computadora.
—Eso es lo mismo que piensa todo el mundo. Como ves tenemos lo más sofisticado en tecnología para protegerlo. Sensores de peso en el suelo, láseres, cámaras de alta seguridad y una puerta de acero reforzada.
Es lo más lógico que si tenemos una empresa de tecnología de seguridad, lo mejor de lo mejor lo tuviésemos nosotros.
— ¿Piensas que podrán robarlo aquí?
—No lo sé, pero es difícil que lo hagan aquí, si lo intentan, esperaran a la exposición para hacerlo. Vamos.
Salimos de allí y Daniel me llevó a almorzar a un local cerca de allí y después nos dirigimos hacia la Empresa, aún tenemos cosas pendientes que realizar.
Daniel me pasó las direcciones y envié los documentos que había escaneado y habían quedado pendientes del día anterior. Pero todo lo hice mecánicamente, no puedo pensar en nada que no sea lo que me ha dicho en la cámara de seguridad donde se encuentra custodiado el PIANANO.
—..."es difícil que lo hagan aquí, si lo intentan esperaran a la exposición para hacerlo"
El está seguro que intentarán algo, todo lo que está haciendo es para intentar que no se lo lleven. Porque está muy seguro de que el PIANANO será robado.
Hoy a diferencia de ayer salimos temprano de la oficina, según Daniel aún quedan algunos preparativos de los que tiene que hacerse cargo cuando llegue al apartamento.
—Has estado muy callada toda la tarde. ¿Te sucede algo? —me preguntó cuando las puertas del ascensor del apartamento se cerraron.
— ¿Estás muy seguro de que se robaran el prototipo?
—Sí, es por eso que he tomado todas las precauciones. Y aún me quedan algunas cosas que ajustar—me dijo mientras las puertas del ascensor se abrían—. Vamos, quiero mostrarte algo.
Tomó mi mano entre la suya y me condujo escaleras abajo. Cuando llegamos a la chimenea Daniel me quitó el sobretodo y después se paró a un costado de la chimenea mirándome fijamente.
—No has visto nada, ¿de acuerdo? Pero debes conocerlo por tu seguridad.
—De acuerdo. —respondí con el ceño fruncido.
—Ven aquí. —Daniel tiró de mi mano y me paró delante de él.
Cogió una de mis manos entre la suya e introdujo la mano detrás del muro de la chimenea.
—Aquí hay un botón, ¿lo sientes?
—Sí. —le confirmé mientras sentí el botón con mis dedos.
—Presiónalo.
Presioné el botón. Entonces sentí el sonido de un mecanismo. Desde atrás de la chimenea, la pared se desplazó hacia un costado dejando un espacio para que entrara una persona.
—Entra.
Hice lo que me pidió y entré en la habitación que se iluminó en cuanto di un paso dentro. Daniel se detuvo detrás de mí mientras yo asimilaba todo aquello.
Es una pequeña habitación que no mide más de 2x4mts. Todas sus paredes están vestidas con vidrieras en las cuales cuelgan diferentes modelos de pistolas y fusiles de asalto. Me he quedado de piedra mientras miro todo aquello impresionada. Hay armas de todo tipo y tamaños, y hay estantes y gavetas que ni quiero imaginar lo que tienen dentro. Daniel caminó dentro de la habitación hacia unos estantes. Presionó una de las gavetas y esta se abrió. Sacó algo de adentro y me lo tendió.
—Pruébatelo—me dijo mientras me entregaba una camiseta negra que me sonaba muy familiar—. Es un chaleco antibalas.
— ¿Recuérdame por qué me tengo que probar un chaleco antibalas? —le pedí examinando el chaleco.
—Porque si estarás a mi lado todo el tiempo, necesitas protección extra.
¿A esto era a lo que se refería con protección extra?
— ¿Ahora? —inquirí con curiosidad apartando mi mirada del chaleco y mirándolo a él.
—Sí, déjate solo el sostén, quiero ver si se nota mucho cuando te pones algo sobre él.
Me quité la blusa que llevaba puesta y me puse el chaleco, que para mi sorpresa se amoldaba a la forma de mi cuerpo. Daniel me ajustó el chaleco y se me quedó mirando.
—Bien, ahora ponte la blusa—hice lo que me pidió—. Date la vuelta. —me di la vuelta y terminé parándome nuevamente frente a Daniel.
—No se nota, bien. Además, necesitarás otros accesorios.
— ¿Accesorios? ¿Me darás un arma? —le pregunté mientras miraba con curiosidad las vidrieras con los diferentes modelos de pistolas.
— ¿Sabes disparar un arma?
—Nunca he tenido esa necesidad.
—Entonces no, no te daré un arma—respondió mientras presionaba otra gaveta y sacaba una cajita que me puso en las manos—. Necesitarás esto mañana. —me dijo mientras abría la cajita.
Dentro hay dos audífonos diminutos y transparentes y dos botones negros del tamaño de la punta de un lápiz.
—Esto es un audífono. —dijo mientras sacaba un diminuto taponcito transparente.
Me apartó el cabello hacia un lado y me lo colocó en el oído.
—Perfecto—dijo mientras me sonreía—. Y también necesitarás esto—me dijo mientras me mostraba un diminuto punto negro—. Esto es un micrófono, te lo colocas cerca del cuello de la blusa y estará bien.
— ¿Porque necesito todo esto?
—Porque por más que me lo desee, no voy a poder estar todo el tiempo a tu lado mañana.
— ¿Por el discurso inaugural?
—No solo por el discurso, debo supervisar toda la seguridad y puede que haya alguna sesión privada en el evento a la que no puedas entrar. Así que quiero asegurarme de que estés bien protegida y poder comunicarme contigo en todo momento. Ves esto—me dice mostrándome el otro juego de audífono y micrófono, asiento —. Funcionan igual que los walkie-talkie, solo yo podré escucharte. Entendido.
—Sí. —Daniel me quitó el audífono de la oreja y lo colocó nuevamente en la cajita.
¿A qué viene tanta preocupación? Continué caminando por la diminuta habitación y me encontré con otra cajita en una esquina apartada.
— ¿Esto qué es? —le pregunté con curiosidad mientras sostuve la pequeña cajita con una especie de bolígrafo dentro—. Y no me digas que es un bolígrafo porque imagino que es cualquier cosa menos eso.
Daniel se echó a reír.
—Esto—me dijo mientras la abrió—...es un inyector de epinefrina, entre otras cosas, pero no necesitas conocerlo ya que no lo necesitarás. —me dijo cerrando la cajita. Seguí con mi vista donde la guardó en una gaveta.
— ¿No es mejor si me quedo aquí con un guardaespaldas?
—Estaré menos preocupado si te tengo a mi lado. Si te quedas aquí, no podré concentrarme en mi misión preocupándome por ti.
¿Preocupándose por mí? ¿Por qué se preocuparía por mí? ¿No es que solamente me desea? Aquí hay algo más. Tanta protección no es porque solamente se preocupe por la hijastra de Stella. ¿Acaso el siente algo por mi y no me lo ha dicho para protegerme? Pues si es así, en estos momentos voy a averiguarlo.
— ¿Preocupándote por mi? —Daniel se me quedó mirando fijamente.
—Sí, me preocupa mucho que te suceda algo mañana.
— ¿Pensé que solamente me deseabas?
—Te deseo y también me preocupo por ti. —mi instinto nunca me ha engañado y me dice que aquí hay algo más.
Me le quedé mirando entrecerrando los ojos. Esta vez no ha dicho nada sobre que soy un activo importante. La forma en que me mira mientras me lo dice, es diferente a las otras veces. Ahora me mira con verdadera preocupación grabada en su rostro, como si de verdad tuviese miedo de que me suceda algo. Como si tuviese miedo de perderme. Pero eso no puede ser, porque si es así, solamente significa una cosa. Y hasta el momento el no me ha confesado sus sentimientos.
—¿Tienes miedo de perderme? —le pregunté mientras Daniel intentaba en vano cambiar la expresión de su rostro—. No intentes engañarme Daniel, conozco esa expresión de tu mirada mejor que tú mismo. La he visto millones de veces en el rostro de Stella cuando contemplaba alguna una foto tuya.
—No entiendes—hace una pausa—...es que no puedo...—pero lo interrumpí acercándome a él y poniendo un dedo en sus labios.
—Shhh.
Sé lo que él está arriesgando y no puedo permitir que confiese lo que ya yo sé, lo que me demuestra cada vez que tenemos sexo. De esa forma solamente se arriesga a que alguien lo sepa y mi vida corra más peligro. Sé lo que le ha costado llegar hasta este punto. Es muy difícil cuando pierdes un gran amor volver a enamorarte. Y si se está repitiendo la misma historia, aunque de forma diferente, eso hace que cualquiera oculte sus sentimientos solamente por proteger a las personas que ama.
Ahora lo entiendo todo. Entiendo porque se alejó de Stella, porque no quiere decirle que es su hijo. Porque se aguanta las ganas de correr a sus brazos y confesarle quien es en realidad. Lo hace para protegerla.
Y en estos momentos, yo soy la que está en esa posición. Por eso él no me confesa nada. Siempre manteniendo sus sentimientos fuera, nunca confesando nada en sí. Solamente pasión, deseo y lujuria en todas nuestras relaciones. Nunca jamás ni una pequeña confesión de amor. Solamente algunos pequeños detalles. La foto que me tomó en New York, los besos robados. Las largas conversaciones que hemos tenido sobre nuestra infancia.
— ¿Puedo ver tu teléfono? —le pedí.
Se lo sacó del bolsillo y me lo tendió. Lo encendí y lo desbloqué. Y justo como yo me imaginé, allí estaba. La foto que me tomó en New York sentada en el balcón. Pero eso no fue lo que más llamó mi atención. De repente la foto cambió, y apareció otra foto mía en el Observatorio, mirando hacia el horizonte, no me percaté de que él me tomara esta foto. Y así continuaron apareciendo más fotos. En las islas Maldivas, yo agachada mientras el mar de estrellas bañaba mis pies. Yo durmiendo, semidesnuda en la cama, otra duchándome. Y hubo una que llamó más mi atención que todas, en esa estábamos los dos, yo dormida recostada sobre su pecho mientras él me daba un beso en la frente. Eso fue suficiente para mí. Si eso no es una declaración de amor es que Daniel era un psicópata acosador. Y sé que un psicópata acosador, no es. Le devolví el teléfono con una enorme sonrisa en mi rostro.
— ¿Ya viste suficiente como para satisfacer tu curiosidad?
—Sí—le contesté sonriendo—. Curiosidad satisfecha. ¿Podemos ir a preparar algo para cenar? —le pregunté mientras me quitaba la camisa y el chaleco, devolviéndoselo.
—Vamos a preparar algo. —me dijo mientras guardaba las cosas y yo salía de la habitación rumbo a la cocina.
— ¿No te piensas vestir? —me preguntó cuando me vio sin camisa solamente en ajustador y jeans en la cocina buscando en la nevera.
— ¿Esperamos visitas? —pregunté mientras cerré la nevera y me giré hacia él.
—No. —confirmó.
—Entonces cual es el problema, no es como si tuviésemos vecinos que nos puedan espiar. —le contesté mientras me zafaba los jeans sacándolos por mis piernas.
—¿Sabes lo peligroso que es cocinar desnuda? —solamente lo miré por encima del hombro y le sonreí.
—Bien—murmuró sacándose la americana—. Cenemos algo entonces. —la dejó caer al suelo y riendo se acercó hasta mi.
Llegó el día.
Estoy nerviosa.
Tantas precauciones que Daniel ha tomado no deben ser en vano. Hoy he renunciado a mis gafas sustituyéndolas por mis lentes de contacto. Me coloqué el chaleco antibalas y sobre este una blusa azul y negra de manga larga que me quedaba holgada, la combiné con unos jeans negros ajustados y unos botines negros que no tenían tacón. Me dejé el cabello suelto, y después de maquillarme un poco salí de la habitación en busca de Daniel. Me lo encontré sentado en una banqueta de la barra con un vaso con whisky, supongo, en la mano.
Caminé en su dirección mientras él se tomaba el trago de un solo golpe y después se giraba hacia mí. Se me quedó mirando de arriba abajo cuando me acerqué sonriendo hacia donde él estaba. Luce perfecto. Con un traje negro a medida, camisa blanca y corbata. Cuando llegué donde él estaba me colgué de su cuello mientras le sonreía y el enredó sus manos en mi cintura.
—Le queda muy bien ese traje Sr. Price. —murmuré contra sus labios.
—Gracias, pero no mejor de lo que le quedan a usted esos jeans Srta. McClean. —me dijo mientras bajaba las manos y me apretaba las nalgas.
—No me tiente Sr. Price, porque puede que lleguemos tarde al evento si continúa haciendo lo que hace.
—Yo no he hecho nada. —respondió inocentemente mientras subía las manos nuevamente hacia mi cintura.
—Mucho mejor. —conteste mientras le guiñaba un ojo.
— ¿Tienes todo en su sitio? —me preguntó mirándome fijamente.
—Puedes comprobarlo por ti mismo si quieres. —le dije. Daniel subió las manos por debajo de la blusa y tocó el chaleco.
—Bien, solo nos falta esto—dijo sacando la cajita. Sacó un audífono, me movió el cabello hacia atrás y me colocó el audífono en el oído. Después me colocó el micrófono y rápidamente se colocó los suyos—. Bien, creo que ya podemos irnos. —me dijo tendiéndome su brazo.
Y así salimos del apartamento rumbo a su auto y hacia donde será la convención.
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Espero les guste este capítulo. ¿Aún tienen dudas de lo que va a suceder?
Déjenme sus comentarios y no olviden dejar su voto.
Xoxo
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