
Capítulo 13
El viaje me pareció más rápido de lo que debería e imagino que se ha debido a la vertiginosa velocidad a la que conduce Daniel por las calles de Londres. Aparca el auto en su plaza correspondiente con una destreza típica de corredores profesionales.
— ¿De casualidad también te entrenaste en carreras de autos?
—No—bueno eso es una suerte—. Pero recuerda que me gustan los deportes extremos, así que más bien es un hobby personal.
—Lo imaginaba.
Presionó el botón del ascensor y después el botón de PH. Se sacó la tarjeta del bolsillo, la introdujo en el panel y la retiró. El ascensor cerró las puertas y comenzó el ascenso.
— ¿Qué estás haciendo? —le pregunté mientras el se aceró peligrosamente a mí como una fiera.
—Lo que he deseado hacer desde New York.
Vagamente recuerdo que había prometido desnudarme en el próximo ascensor que no tuviese cámaras.
—No creo que este sea un buen lugar para esto. —le dije retrocediendo hasta una de las paredes del ascensor.
—Es el mejor de todos. —dijo deteniéndose frente a mí.
—Hay cámaras. —le dije señalando hacia la parte superior del ascensor donde hay cuatro cámaras, una en cada esquina.
—Mmm. —dijo mientras acercaba sus labios hacia mi cuello y comenzaba a besarme.
—Daniel, que alguien nos podrá ver.
Se separó de mí en ese mismo instante.
—Primero; el ascensor es privado, así que nadie nos va interrumpir— me dijo mientras se zafaba la americana y la tiraba al suelo—. Segundo—se sacó la pistola poniéndola en el suelo cuidadosamente—; las cámaras de seguridad son mías, así que solamente tú y yo podremos ver ese video más tarde. —me dijo señalando una de las cámaras.
Lo observo detenidamente mientras se saca los gemelos seguidos de la camisa tirándolo todo al suelo. Daniel me mira fijamente, con una sonrisa traviesa en los labios mientras yo me quedo mirándolo hipnotizada. Se encuentra desnudo para arriba, solamente le quedan los pantalones y los zapatos.
— ¿No hay tercero? —le pregunté tragando el nudo que se formó en mi garganta mientras lo miré, ahora zafarse los pantalones. Todo mi cuerpo se estremeció de la cintura para abajo.
—Y tercero—dijo mientras se sacaba los pantalones y pegó su cuerpo al mío dejándome sentir su enorme erección—; me tienes así desde esta mañana y no aguanto ni un jodido segundo más sin estar dentro de ti. —me dijo mientras mi cuerpo se deshizo completamente entre sus brazos.
—Pues, soy toda tuya. —le respondí separándome de él un poco y dejando caer el sobretodo al suelo.
— ¿Te gusta mucho ese vestido? —preguntó mirándome con fiereza.
—Me gustan más los jeans. —respondí no sabiendo a que vino su pregunta.
Y entonces tras poner sus manos rápidamente sobre mis hombros, tomó el vestido y lo rasgó desde arriba hasta abajo completamente, deslizándolo hacia el suelo hecho añicos.
— ¡Por dios! ¿Tampoco traías sujetador?
Miré hacia abajo a mi cuerpo completamente desnudo frente a él.
— ¡Ups! Olvidé mencionarlo. —ni yo misma me acordaba que con este vestido no lo había necesitado.
—Creo que llegó el momento de mi venganza—dijo mientras se bajaba los bóxers liberando su erección—. Olvida mi nombre verdadero y recuerda quien soy para ti ante todo el mundo. ¿De acuerdo? — me susurró en el oído haciéndome estremecer.
Asentí. No puedo contestarle, no encuentro las palabras en este momento.
—Espero que estés lista para mi nena. —dijo dándome la vuelta.
Apoyé las manos en la pared del ascensor y me incliné hacia él. Pegó su cuerpo al mío. Su erección se siente pulsante y caliente pegada a mi cuerpo. Deslizó dos dedos desde mi vientre hasta mi sexo mientras dejaba un rastro de besos por mi columna vertebral haciéndome estremecer.
¡Lista! Estaba más que lista. Estaba deseosa que me poseyera como solo él sabía hacerlo.
Introdujo un dedo en mi interior y mi cuerpo se arqueo involuntariamente hacia él. Abrí más mis piernas. Daniel sacó su dedo y sentí su miembro posicionarse en mi entrada, rotando, tentándome, jugueteando conmigo. Y como sé que él lo hace como tortura y castigo, me incliné más hacia atrás, apoyando ahora mis manos casi en el suelo. Y entonces lo sentí entrar lentamente en mí.
— ¿Imagino que esto también es una primera vez Srta. McClean? —dios porque él me tiene que hablar con ese tono de voz justo ahora.
El tono de voz que tanto me gusta, el de peligro, el que suena sexy por teléfono. El tono de voz del que me he enamorado desde que lo escuché hablar por primera vez.
Se retiró lentamente y volvió a envestir. Pero no se volvió a mover. Intenté moverme yo, pero él no me dejó mientras con sus manos y sus piernas inmovilizaba mi cuerpo.
—Necesito que me contestes nena, o no continuaré. —me susurró al oído.
¿De veras quiere que le conteste? ¿En estas condiciones? En estos momentos no sé si voy a poder encontrar las palabras que decirle. Intenté concentrarme lo mejor que pude mientras su miembro caliente palpitaba en mi interior y le seguí el juego.
—Sí, Sr. Price. —sentí a Daniel reírse detrás de mí.
—Bien, pues hagamos de su primera ves algo inolvidable. —dijo mientras dándome una ligera nalgada comenzó a moverse en mi interior.
Pero no comenzó con movimientos lentos, no. comenzó a moverse desesperadamente como si no pudiese aguantar más. Bajé las manos hasta apoyarlas en el suelo del ascensor. Tengo los ojos cerrados y me muerdo los labios conteniendo los gemidos.
— No lo hagas— me dijo entre embestidas—. Vamos nena, sabes lo que me gusta, déjame oírte gemir. — y no los contuve más.
Se me escapó un gemido, y otro, y otro más. Y ya no hubo forma de volverlos a contener mientras Daniel envestía cada vez más rápido. Mis paredes se apretaban alrededor de su miembro, cada vez más duro. Estoy cerca, y el también. No puedo más. Y cuando lo sentí explotando dentro de mí, llenándome, comencé a mover mis caderas contra él hasta que exploté con un glorioso y delicioso orgasmo.
Mis piernas y manos comenzaron a temblar y no puede evitar que se doblaran. Ambos caímos al suelo del ascensor. Nos miramos fijamente y comenzamos a reírnos como tontos.
—Esta ha sido una memorable primera vez, Srta. McClean. —me dijo con la respiración acelerada mientras me estrechaba entre sus brazos.
— ¿Tuya también? —pregunté asombrada.
—Sí. ¿Porque te asombra?
—Supuse que al no acostarte con la misma mujer dos veces a esta altura te habías acostado con cientos y miles de mujeres. Y que tener sexo en un ascensor, no sería nada nuevo para ti. —murmuré rápidamente mientras sentía mis mejillas arder.
—Aunque no lo creas, no me he acostado con medio Londres, ni nada parecido. Y aún quedan unos cuantos lugares en los que no he practicado sexo. —me dijo pensativamente apartándome un mechón de cabello del rostro.
Me encanta estar así, apretada contra su pecho, sin pensar en nada más que no sea en nosotros. Pero estamos en el suelo del ascensor, desnudos.
—Creo que deberíamos levantarnos en algún momento. —le dije mientras enredaba mis dedos en su cabello.
—En algún momento. —fue lo único que contestó.
Al parecer no tiene mucho apuro en levantarse del suelo del ascensor. Así que, yo tampoco.
No sé decir que tiempo estuvimos abrazados allí en el suelo, sin hacer nada más, solamente escuchando el latir acompasado del corazón de Daniel, mientras deslizo mis dedos por su cabello, suave y sedoso. No hablamos, no hacía falta en ese momento. Daniel desliza su mano por mi brazo desnudo y ese gesto hace que me relaje completamente.
— ¿Estas cansada? —me preguntó de repente.
—Un poco. —le confesé al sentir mis parpados pesados.
Pero sé que la pesadez de mis ojos tiene más que ver con el vino y el licor de la cena que con cansancio.
—Qué tal si nos levantamos y recogemos toda esta ropa entonces.
Daniel se levantó del suelo del ascensor y me tendió la mano. La tomé y me puse de pie, para después recoger los restos de mi vestido.
—Me debes un vestido nuevo. —le reclamé mientras me ponía de pie.
—Te puedo comprar otro—me dijo mientras él recogía sus cosas—. Solo si me dejas hacértelo trizas nuevamente.
Y no pude evitar reírme ante su comentario. A él, lo dejaría romperme y dejar hecha jirones toda la ropa que quisiera. Porque la mejor parte, siempre llega después. El sexo desenfrenado. Y junto a Daniel, es excepcional.
Entré al apartamento desnuda y con la ropa en la mano mientras Daniel me seguía.
—Si quieres darte un baño puedes hacerlo, necesito ir a entrenar un rato. —me dijo mientras dejaba la ropa sobre la cama.
— ¿Desnudo? —le pregunté sentándome junto a su ropa.
Eso sí sería algo digno de ver. Daniel entrenando desnudo.
—No sé en qué estás pensando que sonríes de esa forma, pero no, no voy a entrenar desnudo. —me contestó mientras daba la vuelta a la cama.
Se dirigió al armario y salió unos segundos después con un short deportivo que le colgaba muy sexy de sus caderas. No llevaba nada más. Mostraba su pecho desnudo y sus musculosas piernas. Se acercó a donde yo estaba.
—Este cuerpo no se mantiene en esta forma solamente con sexo desenfrenado—me dijo sonriendo. Acercó su rostro al mío y me robó un rápido beso—. Estaré en el piso de abajo. —me dijo saliendo de la habitación.
Y allí me quedé yo, como una idiota viendo como el salía por la puerta. Sé que él no tiene sentimientos de amor por mí, que solamente es puro deseo. Pero son estos detalles los que hacen que a veces dude de su palabra. Detalles como el beso que me acababa de robar, son los que hacen que cada día me enamore más de él. Si es que esto es posible.
El sonido inconfundible de mi teléfono interrumpió mis cavilaciones internas. Abrí mi bolso y comencé a buscarlo, pero mientras lo hice, encontré la memoria con la información que Daniel me pidió. Han sucedido tantas cosas en los últimos dos días que he olvidado por completo que la tengo. Debo recordar dársela. La puse a un lado en la cama mientras continúe buscando el celular. Al mirar el identificador vi que es Jessy, y sonreí mientras contesté.
— ¿Estabas durmiendo? —me preguntó y me la pude imaginar levantando una ceja.
—No, aún no, es temprano.
— ¿Temprano?, eso será para mí que son casi las 3:00 pm, pero para ti son casi las 10:00 pm.
— ¿Son las 10:00 pm? —inquiero mientras miro la hora en la pantalla.
— ¿Pero en qué mundo estas que ni siquiera sabes qué hora es?
«Estoy en el mundo post-orgásmico de Daniel»
—Hola Jessy como estás, disculpa por no llamarte, he estado...ocupada.
—Sí, me imagino con quien. —me dijo riendo—. ¿Qué tal Londres?
—Bueno ya sabes, lluvioso, nublado, nada diferente. —respondí mientras ella volvió a reír. — ¿Cómo va todo por allá?
—Bien, ya sabes, nueva dirección y de vuelta a la rutina.
— ¿Estás almorzando sola?
—No, con Alexander.
—Me alegro por ti Jessy.
—¿Sabes que es lo que más voy a extrañar? —niego con mi cabeza a pesar de que ella no puede verme—. Nuestras salidas los fines de semana.
—Yo también. —le dije recordando todas las salidas que tuvimos y cuanto nos divertimos.
— ¿Aún no sabes cuánto tiempo estarás allá?
—No, pero imagino que debe ser hasta que se termine la convención, Leonard quiere asegurarse que todo salga bien.
—Entonces voy a ir planeando una súper salida. —exclamó entusiasmada.
—Sí, ve pensando. —le contesté riendo.
—Llámame o mándame un correo, no te olvides de mí.
—No lo haré, tú no me dejarás. —respondí poniendo los ojos en blanco.
—Sabes que no. Te tengo que dejar.
—Nos hablamos en estos días.
—De acuerdo, chao.
—Chao. —y colgué.
Necesito un baño. Me levanté de la cama y fui hacia la ducha. La abrí y dejé que el agua cayera sobre mi cuerpo.
Salí del baño y después de secarme el cabello y vestirme cogí la memoria, mi teléfono y salí de la habitación en busca de Daniel. Estoy bajando las escaleras cuando lo escuché hablar. Terminé de bajar y entré por la puerta que hay a la izquierda de las escaleras. Y allí está él en medio del gimnasio, sudado completamente mientras habla por teléfono. No me ha visto aún.
—Sí, eso es correcto, voy a necesitar al menos quince agentes a partir de mañana y hasta el sábado...sí, mañana mismo lo haré...no quiero dejar la seguridad en manos de nadie más—en ese momento Daniel se giró y me vio—...si estoy consciente de ello—comenzó a caminar en mi dirección—...sí, yo mismo me aseguraré de su protección—dijo mientras llegaba a mi lado y me sonreía —...si tengo aquí todo lo necesario, no señor, de acuerdo. —y colgó.
Me le quedé mirando mientras él me sonreía. Dudé si preguntarle o no quien lo había llamado pues no sé si me responderá. Pero al final desistí, imagino que es con sus superiores.
—Tenía la esperanza de verte ejercitándote, pero creo que llegué tarde.
—En realidad, no he terminado, la llamada interrumpió mi entrenamiento.
— ¡Ah!
— ¿Te quedas?
—Sí. —no me perderé esto por nada del mundo.
—Te puedes sentar allí. —me dijo señalándome un enorme equipo de hacer ejercicios.
Caminé hacia allí y me senté en el banco mientras Daniel continuaba con su entrenamiento. Esta vez con un saco de Boxeo al que le daba patadas y puñetazos. Todo su cuerpo está cubierto de sudor, su cuerpo ahora luce más musculoso que antes. Esto es mucho mejor que ver una película de acción. Sin darme cuenta Daniel terminó con el saco y se acercó a donde yo estoy con una botella de agua en la mano.
— ¿Y bien? —preguntó mirándome fijamente.
—Mmm. —contesté hipnotizada por su cuerpo musculoso y sudoroso frente a mí.
— ¿Qué te pareció?
—Muy entretenido. —respondí sin apartar la vista de sus abdominales bien esculpidos frente a mí.
—Porque me da la impresión que lo que menos haces es verme entrenar.
—Te estoy viendo.
—Sí, no lo dudo—me dijo mientras se agachaba a mi lado quedando ahora sus ojos a la misma altura que los míos—. ¿Tienes idea de que estaba haciendo? —inquirió levantando una ceja y sonriéndome.
— ¿Entrenando? —pregunté mientras Daniel comenzó a reír. Y entonces me acordé—. Esto es para ti. —le dije tendiéndole la memoria.
Daniel miró la memoria y después me miró intrigado.
— ¿Qué es esto? —dijo tomando la memoria de mi mano
—La información que me pediste—le contesté mientras él me sonreía traviesamente—. Espero sepas como desencriptar un archivo. —le dije mientras me mordía el labio inferior reprimiendo una sonrisa.
— ¿Y si no sé? —me dijo acercando su cuerpo al mío.
—Bueno, creo que tendría que hacer un trabajo extra y subir mis honorarios.
— ¿Y si no puedo pagarte lo que me pides? —comenzó a deslizar una mano por mi mejilla.
—Bueno, entonces tendré que buscar otra forma de pago, una que me satisfaga. —le dije cerrando los ojos y dejando escapar un gemido.
Daniel pegó su frente a la mía, y abrí los ojos. Su mirada azul traspasaba la mía. Y por un momento me pregunté cómo sería el verdadero color de sus ojos.
— ¿Algún día podré ver el verdadero color de tus ojos? —le pregunté de repente y al instante me arrepentí en cuanto las palabras salieron de mis labios. La expresión de Daniel cambió. Pude ver como pasó de una sonriente a una más seria. Sus ojos aún fijos en los míos, preguntándose a que se debe mi pregunta repentina—. Olvida lo que te pregunté. —le dije mientras me levanté del banco. Me separé de él y salí de allí corriendo, poniendo la mayor distancia posible entre los dos.
Y no sé porque sentí que me metí donde no debí. Sé que eso nunca va a suceder. Nunca lo voy a conocer como es en realidad.
Me dirigí hacia la terraza.
¡Mierda!
¡Lo he arruinado todo, lo sé!
Solo con ver la expresión de su rostro fue suficiente. Pero tengo que intentarlo. Conozco mucho de Daniel, pero sigue luciendo exactamente como cuando lo conocí, como Leonard Price. Mi jefe.
Sé que todo esto es muy difícil para él, no puede confiar en nadie, ni puede cambiar drásticamente su apariencia, o mucho menos que a alguien se le escape su verdadero nombre en público. Solamente con que confíe en que yo no voy a delatarlo es suficiente.
Miré hacia el cielo gris de Londres. Y no sé por cuánto tiempo estuve allí sentada, solamente mirando el cielo y algún que otro avión o helicóptero que pasaba, hasta que mi teléfono me hizo apartar la mirada. Es Daniel. Lo dejé sonar varias veces.
— ¡Sí! —contesté aún dudando.
— ¿Kate? ¿Dónde estás?
—En la terraza. Olvida lo que te dije, por favor. —le dije en tono de súplica.
—No lo puedo olvidar, porque te prometí que conocerías al verdadero Daniel y hasta el momento solamente has conocido su historia y los detalles íntimos, aún no has conocido como luce físicamente.
— ¿Qué quieres decir? —inquiero ahora intrigada.
—Quiero que me conozcas como soy en realidad. Estaré justo bajando la escalera. —y colgó.
¿Yo entendí bien lo que él dijo?
Mi corazón se aceleró y ahora golpetea fuertemente en mi pecho. Me levanté nerviosa del banco y entré al apartamento. Me dirigí hacia la escalera y tras respirar profundamente comencé a descender. No tengo idea de lo que me voy a encontrar cuando llegue abajo.
A medida que me acerco a los escalones finales, puedo verlo, parado al final de las escaleras, sé que es él porque me ha dicho donde está. Pero no porque lo hubiese reconocido.
Trae unos jeans desgastados y una camisa de color gris, junto a unos converse. Su cabello, lo tiene exactamente como me gusta; desordenado, con unos mechones cayéndole en el rostro. Pero no es el mismo color al que me he acostumbrado. No es negro, ahora es castaño claro con unas ligeras iluminaciones naturales
Terminé de bajar las escaleras y me detuve frente a él. Su rostro luce una ligera barba. Pero eso no es lo que más me llamó la atención. Sus ojos lucen diferentes. Ya no son azules. Ahora son grises. Pero no cualquier gris. Un gris con destellos blancos y un poco de color avellana alrededor de su iris, aunque casi imperceptible. Jamás en mi vida he visto un color de ojos tan hermoso. Cuando los tenía azules, esos detalles se perdían completamente. Deslicé mis manos por sus mejillas y atraje su rostro hacia el mío para besarlo.
— ¿No es que tenías un especialista para hacerlo? —le dije mientras deslizaba mis manos por su cabello.
—Si, pero no siempre puedo depender de él, se cambiar mi apariencia de ser necesario sin tener que salir del apartamento.
—Ya veo, ahora si te pareces más a la foto que tiene Stella en la casa.
—Esa es la intensión—me contestó sonriéndome—. No hay mucho más que mostrarte, quien soy en realidad lo conoces desde que te confesé la verdad, solamente faltaba la apariencia física.
—Sabes, me estoy percatando de algo en estos momentos. —le dije mientras él me miraba entrecerrando los ojos.
— ¿Algo importante?
—Sí. Esta apariencia solo será hoy, ¿verdad?
—Sí, mañana debo volver a ser el Sr. Price. —me dijo mientras yo contenía la risa.
—Bien, entonces no nos demoremos. —le dije mientras tiraba de su mano escaleras arriba.
— ¿Qué estás tramando?
—Sexo loco y desenfrenado teniéndote completamente como eres en realidad. —respondí mientras el reía a carcajadas.
—Sabes que el sexo será igual, tenga el aspecto que tenga. —me contestó mientras entrábamos en la habitación.
—Sí, pero quiero grabarme bien en mi mente la imagen del verdadero color de tus ojos y tu cabello cuando me haces el amor. —le dije mientras le daba un ligero empujón haciéndolo caer en la cama.
—Bien, pero para eso no podrás cerrar los ojos.
—No lo haré. No esta noche. —le dije mientras me sentaba ahorcajadas sobre él y Daniel reía.
—Bien, si crees poder hacerlo—me dijo mientras dejaba caer sus manos en la cama—. Soy todo tuyo.
Sonreí mientras dirigí mis manos hacia su camisa para desabrocharla. Daniel se dejó hacer todo lo que quise, sin poner oposición. Y ni un segundo aparté mis manos ni mis ojos de su cuerpo. Ni siquiera cuando él tomó el control de la situación y me vi acostada en el colchó debajo del imponente cuerpo de Daniel, rindiéndome, como era usual, a sus besos, sus caricias y a sus deseos.
Odio las gafas.
Y este nuevo odio apareció recientemente.
Después de ver y conocer oficialmente a Daniel.
Odio depender de ellas para poder verlo. Y quiero verlo a todas horas. Pero es muy difícil bañarse e incluso dormir con ellas puestas. Así que mientras me cepillo los dientes frente al espejo me planteo la opción de someterme a cirugía y así terminar de una vez por todas con esta dependencia. Ya he pensado en otras ocasiones en cirugía. Pero nunca he estado tan segura de querer hacer algo como lo estoy hoy. Ya he tomado mi decisión. En cuanto regrese a Chicago me operaré.
Terminé en el baño y después de vestirme bajé a desayunar. Daniel se encuentra terminando de preparar el desayuno. Aún no trae puesto ni el arma ni la americana, solamente la camisa blanca con los gemelos de fénix. Y hoy se ha afeitado. En cuanto terminé de bajar las escaleras se me quedó mirando entrecerrando los ojos.
— ¿Hoy no hay vestido? —me preguntó mientras yo me miré los jeans ajustados.
—No. —ni vestido ni bragas quitadas, pero eso me lo guardo para mí.
—Bien, desayunemos entonces, tendremos un ligero cambio en la agenda del día sobre el que te quiero poner al tanto.
— ¿Un cambio? —le pregunté mientras me sentaba en una banqueta.
Daniel comenzó a poner el desayuno en el mostrador y después se sentó a mi lado.
—Sí, se que escuchaste parte de la conversación de ayer en la noche. Era con mis superiores. —al final decidió contármelo.
— ¿Que querían? —le pregunté mientras comencé a desayunar.
—Yo fui quien los llamó. Voy a hacerme cargo personalmente de la seguridad de la convención.
— ¿A qué te refieres con eso?
—Nos vamos directamente desde aquí hacia la convención, hoy tiene que quedar todo listo para mañana.
— ¿No confías en nuestra seguridad?
—Confío. Pero no quiero arriesgar la seguridad del personal. Por eso pedí agentes entrenados para la seguridad—Daniel se me quedó mirando fijamente—. Y tú también necesitarás protección extra.
— ¿Vas a ponerme más guardaespaldas? —le pregunté mientras me terminé de comer las tostadas y tomé un sorbo de jugo.
—No, creo que yo solo puedo hacer el trabajo—me dijo mientras terminaba de desayunar—. ¿Terminaste?
—Sí. —le respondí mientras aparté mi plato y me terminé el jugo.
—Nos vamos entonces, cuando regresemos debo darte unas instrucciones necesarias. —me dijo mientras se puso de pie.
Me levanté y lo seguí. Daniel cogió la funda de su pistola y se la puso sobre la camisa, para después ponerse la americana y abrochársela. Me coloqué el sobretodo y me tomé del brazo de Daniel mientras subimos las escaleras.
— ¿A qué te refieres con instrucciones necesarias? —le pregunté mientras terminábamos de subir las escaleras y Daniel me sonreía.
—Lo sabrás cuando regresemos. —me dijo mientras las puertas del ascensor se cerraban.
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Espero les guste este capítulo. ¿Que creen que tiene pensado hacer Daniel?
Déjenme sus comentarios y no olviden dejar su voto.
Xoxo
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