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~Capítulo 16~

Los rostros sin expresión de los señores Nuttley se iluminaban por el fuego que desprendía la vela que estaba encima de la mesa. Bach se encontraba en medio de ambos mientras dejaba de apuntarlos con su varita. Corroboró que estuvieran efectivamente muertos y salió de la sala. Nuevamente el Prewett se encontraba atado a la silla mientras el alemán lo observaba fijo. Había visto esa escena una y otra vez, con la de sus padres de nuevo, y la de sus hermanos. No sabía cuánto tiempo había estado observando esas escenas, pudieron ser horas, días o semanas, pero la rutina era la misma. Bach llegaba a la misma hora, cuando los pocos rayos de sol que entraban a la sala formaban una sombra al lado de la silla al chocar con un mueble que se encontraba enfrentado.

-¿Recuerdas que viene ahora verdad?

Elias ya lo sabía de memoria. Ahora Bach le mostraría como otros dos hombres asesinaban a Samu y a Cassio. El músico volvió a mirarlo fijamente y luego de un fuerte dolor de cabeza, Elias se encontraba en Egipto.

-¡Soy Cassiopea Ymir Prewett, y no dejaré que un idiota como tú me mate!

Cassiopea lanzó su hechizo pero el hombre, a quien se lo veía malherido, lo esquivó con suficiencia y se acercó rápidamente a la pelirrosada, clavándole su puñal de plata en el cuello. El Prewett ya había visto esta escena muchas veces, y seguía sin entender como Cassio había muerto de una manera tan sencilla. "¡Es Cassio, la demoledora!" pensaba cada vez. Rápidamente la escena volvía a esfumarse y esta vez se encontraba en un bosque, al cual Elías repasando las escenas logró identificar como el bosque prohibido. Otro hombre rubio se enfrentaba a su hermano, a quien había tumbado y golpeaba en el suelo. El rostro desfigurado de Samuel lo había hecho llorar en su primera vista, en las ultimas ni siquiera se animaba a verlo. Finalmente el alemán quemó vivo el cuerpo de su mellizo.

Luego de una sacudida Elias volvió a la habitación.

-Duro ¿Verdad?

El de lentes ni siquiera observaba a su interlocutor

-Dime, Prewett. ¿Qué se siente saber que tú causaste todo esto?

El muchacho seguía sin observarlo. Bach puso su rostro en frente a su cara para gritarle

-Te estoy hablando idiota. ¿Qué se siente? ¡CONTESTAME!

Elías solo escupió a su cara.

-Mereces morir. Eres tan culpable como yo de la muerte de tu familia. ¿Qué hubiese pasado si no hubieses ido con aquel viejo ministro? Todos estarían vivos. Tus tíos, tus hermanos, aquel muchacho, todos. Pero no – Bach comenzó a caminar por toda la habitación- tenías que venir hasta aquí y hacerte el héroe. –Acercó nuevamente su rostro – No existen los héroes. Y tu mí querido amigo, solo eres un niñato tonto. –

El muchacho no emitía sonido alguno. Solo miraba hacia abajo. Todo lo que había pasado, todas las muertes...era culpa suya. Bach tenía razón, si hubiese hecho caso, si no hubiese deseado venganza...

-A la misma hora mañana.- Dijo el hombre rubio al salir de la habitación.

El castaño quedo en solitario en la habitación, lo único que hacia ruido era una pequeña gota de agua que caía de una cañería. Había perdido toda voluntad. Todo por lo que había peleado, ya no estaba. Y lo había causado él.

"Tal vez si me muevo la silla se caiga y me pueda romper la cabeza contra el suelo" Aunque al pensar esto comenzó a temblar y a sollozar lentamente. -¡¿Qué hice!?

-¿Funciono?- Giselle se acercaba lentamente a Bach

-Está totalmente quebrado. Esas visiones falsas realmente lo han golpeado. Unas sesiones más y su mente quedara en blanco.

-Tu método es muy lento. Prefiero el cruciatus

-Soy un legeremante, no hago tales cosas. Además este muchacho tiene agallas y un cruciatus no le hubiese afectado tanto. Su mente, en cambio, es más manejable. Un par de cosas para que se vea como una horrible persona y pum – hizo un pequeño aplauso con sus manos – Es todo mío.

Elías de alguna forma había podido dormir esa noche hasta el momento que Bach abrió completamente la puerta. Con los ojos entrecerrados observaba como aquel hombre se preparaba para otra sesión de recuerdos mentales. El Prewett no quería ver más aquellos recuerdos. Ya sin que el alemán tuviera que intervenir estos sobrevolaban por su cabeza una y otra vez reproduciéndose. Ya no había más que eso en su mente y quería que de una vez parara.

-¡Legeremens!- Otra vez el recuerdo de la selva alemana se iba a proyectar en su cabeza. Pero esta vez no se encontraba en la selva alemana. En cambio todo estaba blanco salvo por una pequeña mancha negra que se lograba divisar a lo lejos. Elías se acercó lentamente hasta esa mancha que se hacía cada vez más grande y nítida hasta formar la figura de un hombre sentado. La de un hombre con lentes que se asemejaba mucho a si mismo.

-Elías, muchacho. Acércate

-Pero...

-¿No quieres tener una charla con tu padre?

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