8
Seungkwan corrió, importándole poco que el suelo siguiera húmedo después de haber sido trapeado. Resbaló un par de veces, pero ninguna de ellas se atrevió a mirar atrás.
Siguió con trompicones y terminó llegando hasta las cocinas del palacio.
Mingyu alzó una ceja al encontrar a su amigo yendo hacia él como si su vida dependiera de eso.
—¡Mingyu! —llamó el pelirrojo, alargando la última sílaba del nombre. —¡Tienes que ayudarme!
—¿Ayudarte? —cuestionó confundido el moreno, limpiando sus manos en su propio delantal.
Seungkwan estuvo a punto de contestar, pero en ese momento una cabellera azabache se asomó por una de las puertas de la cocina.
El menor no dudó ni un instante en sujetar la mano del moreno y continuar huyendo; esta vez sin rumbo fijo.
Mingyu parecía incluso más torpe que él, pues el chico se tropezaba hasta con sus propios pies.
Llegaron pronto a uno de los salones, y Seungkwan olvidó a Mingyu para correr como un cachorro temeroso detrás de la espalda de Jeonghan.
—¿Por qué están corriendo?
—¡No lo sé, Seungkwan simplemente comenzó a arrastrarme por todo el lugar! —se quejó Mingyu, sujetando la muñeca de Jeonghan y logrando alejarlo del menor.
—¡Me persiguen!
Jeonghan alzó una ceja, confundido. Aprovechó también la distracción de Mingyu y se aseguró de deslizar sus dedos hasta su mano.
—¿Te persiguen? —cuestionó. —¿Quién te persigue?
La cabellera azabache apareció frente a ellos una vez más. Un chico, respirando pesado y recargándose sobre sus rodillas, miró a Seungkwan con las cejas juntas.
—¿Podrías dejar de correr, por favor?
El labio inferior de Seungkwan tembló ante el tono brusco. Jeonghan abrió su boca y comprendió todo.
—Seungkwan, ¿por qué huyes de tu guardia?
Ah, con que eso era. Seungkwan sintió sus mejillas enrojecer por haberle tenido tanto miedo al hombre pero, en su defensa, el chico había aparecido fuera de la habitación que le fue asignada esa mañana, con un arma en su cinturón y una cara de pocos amigos.
—Mi nombre es Im Changkyun. Hubiera deseado presentarme antes, pero corriste tan rápido que no me dejaste explicarme —se lamentó Changkyu, incorporándose por fin. —Soy tu guardia asignado, Seungkwan.
—Lo siento. No me detuve a pensarlo —admitió Seungkwan.
Mingyu suspiró y después soltó una carcajada que hizo a Jeonghan sonreír.
—Hubiera grabado esto. Así Chan se podría burlar de ti junto a mi.
—¿Por qué me burlaría de él? —cuestionó Chan de pronto, entrando al salón con los brazos cruzados.
—¡Channie!, Mingyu me está molestando —puchereó Seungkwan, yendo hasta el rubio que, inconscientemente, había abierto sus brazos para recibir a su amigo.
Mingyu rodó los ojos antes de abandonar el salón, llevándose a Jeonghan con él.
—¿Qué sucedió?
—Ese hombre...
—Changkyun, mucho gusto —interrumpió el señalado por Seungkwan, en cuestión —. Soy su guardia.
Chan inclinó su cabeza para saludarlo.
—Bueno, me sacó un buen susto, y Mingyu se rió de mi.
—Con que era eso —dijo el rubio —. A mi también me asignaron un guardia —aseguró a Seungkwan.
—¿De verdad?
Chan asintió y dio un paso hacia adelante, manteniendo el brazo de Seungkwan aprisionado.
Un chico nuevo, con el cabello igual de negro que Changkyu, saludó a todos con una gran sonrisa.
—Lee Jooheon. Es un gusto conocerte, Seungkwan, soy el guardia asignado a Chan.
Seungkwan por fin se animó a separarse de Chan. Jooheon, ciertamente, le inspiraba más confianza que su propio guardia, quien lo miraba con una mirada algo temible.
—¿Así que ahora tenemos guardias?
—Papá insistió —aseguró Vernon entonces, entrando también al salón. Los guardias de Chan y de Seungkwan se inclinaron rápidamente hacia el príncipe —. Oh, no hace falta. Por favor.
Seungkwan se preguntó por qué de pronto todos parecían estar atraídos con imanes para llegar a ese salón.
—¿También tienes tú? —cuestionó, dejándose volver a ser atrapado por los brazos de Chan.
—Yo siempre he tenido —se quejó acercándose a ambos —. Pero ahora me han sido asignados dos más.
—Somos cinco en total —habló uno de los chicos que entraron detrás de Vernon.
Seungkwan los contó, y tenía razón. Se preguntó cómo es que Vernon había logrado escapar en vísperas de su boda. Incluso con uno solo de ellos Seungkwan ya se sentía medio intimidado.
—¿Y por qué el especial énfasis en la seguridad? —cuestionó Chan en tono burlesco, sabiendo ya la respuesta.
Vernos se cruzó de brazos y formó una media sonrisa.
—Por supuesto que para no escapar de nuevo, amor.
Seungkwan juntó sus labios, tratando de evitar reír.
—No me digas así —advirtió Chan.
—¿Por qué? No seas penoso, los guardias no le irán a decir nuestros tiernos apodos a nadie más.
Chan se golpeó la frente, pero su semblante se relajó al escuchar la suave risa de Seungkwan a su lado.
—Como sea. Seungkwan y yo iremos a recorrer el palacio.
—¿Lo haremos?
—Lo haremos —respondió Chan al mayor —. Espero que no te moleste —dijo esta vez hacia el príncipe.
El castaño sonrió antes de meterse entre el abrazo de ambos chicos y pasar sus brazos por sus cinturas.
—Los acompañaré. Menos mal que soy un excelente guía. Espero que no te moleste. —repitió el castaño.
Chan sólo rodó los ojos.
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