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—¿Puedes bajar el volumen de tu música? No puedo escuchar lo que dicen las noticias —se quejó Chan hacia el chico pelirrojo que escuchaba After School sin audífonos.
Seungkwan rodó los ojos y después dirigió su vista hacia la diminuta sala del apartamento. Medio-acomodó la silla en la que se encontraba sentado y apagó el estéreo, después se dejó caer en la plaza vacía del único sillón, junto al chico rubio que lo miraba molesto.
—¿Y desde cuándo te interesan las noticias? —indagó Seungkwan, acomodando su cabeza sobre el hombro de su amigo.
—Desde que comenzaron a hablar de Hansol Chwe.
Seungkwan junto las cejas y se incorporó. —Eres un chismoso —aseguró —. Solamente las ves porque últimamente no dejan de hablar mal de él.
Chan se alzó de hombros ligeramente, restándole importancia al asunto.
—Me reconforta saber que su cuentito de príncipe perfecto está desmoronándose —se burló el rubio.
—Mejor admite que le tienes envidia.
—Jamás. Solamente envidiaría un rostro perfecto, y nunca se ha mostrado públicamente, ¿sabes por qué? —Seungkwan negó levemente. —Porque debe ser horrible.
—... y diversas fuentes informaron que desapareció esta misma mañana, horas antes de su matrimonio. —Ambos giraron sus rostros hasta el televisor, prestándole atención repentinamente a la nota. La reportera estaba fuera de una ornamentada iglesia. El ambiente ahí parecía tenso y las personas alrededor de la chica con el micrófono no dejaban de murmurar cosas al aire.
—Woah, ¿en verdad desapareció? —cuestionó Seungkwan, atónito.
—Apuesto lo que quieras a que escapó. Te dije que nadie podía ser tan perfecto, seguramente sus padres lo desheredarán. ¿Y sabes que haré cuando haya una vacante para el trono? —Chan no dejó a su amigo ni abrir la boca cuando volvió a continuar su discurso. —Exacto, me convertiré en el rey y tendré todo un imperio bajo mi poder —se jactó el rubio.
Seungkwan soltó una risa aguda que terminó contagiando a Chan también. El trono debía mantener la sangre real, así que su absurdo plan era simplemente imposible.
Justo cuando apagaron el televisor, el timbre del lugar sonó.
Seungkwan alzó una ceja, pero corrió hasta la puerta, seguido de Chan, quien estaba curioso.
Podían ser de nuevo los vecinos, Seokmin y Soonyoung, tratando de convencerlos una vez más de que se unan a un karaoke por la noche. O quizá era una vez más Minghao, buscando alojamiento momentáneo después de haber tenido una infantil pelea con su novio, Wonwoo.
Definitivamente no esperaban encontrar un rostro desconocido del otro lado.
Se trataba de un chico lindo, sus ojos avellana los veían expectantes; tenía la cara roja, el cabello castaño hecho una maraña desordenada y estaba sudando demasiado, como si acabara de terminar un maratón. Vestía también un traje negro precioso, probablemente de diseñador. Pero lo que llamó la atención de los chicos fue el trozo de papel que cargaba en la mano.
—Hey. Yo... encontré esto en la calle —se atrevió a decir el desconocido mientras mostraba una vez más la hoja que sostenía, acercándola a los rostros contrarios.
Seungkwan leyó la hoja aunque se la supiera de memoria. Él y Chan llevaban buscando a un compañero de piso nuevo para compartir los gastos del departamento desde que el anterior chico con el que vivían, Jun, había abandonado todo para seguir sus sueños de ser un actor. Una historia encantadora, pero que dejó a ambos menores en un lío. El dinero que ganaban ambos era apenas suficiente para pagar la renta del lugar.
Y ahí estaba ahora frente a ellos la solución a sus problemas.
—¡Debes estar esperando a echar un vistazo al lugar! —comenzó el pelirrojo. Cruzó el margen de la puerta e hizo una seña para que Chan no estorbara. Arrancó la hoja de las manos del chico castaño y la arrugó dentro de su bolsillo; seguidamente, empujó al desconocido dentro del departamento. —Tenemos una cocina... —aseguró mientras señalaba el reducido espacio que resguardaba al refrigerador, el fregadero y a un microondas —más o menos. Esta es la sala-comedor. Esa puerta de allá es el baño. Y las tres puertas sobrantes son las habitaciones. ¿Qué dices?
—Me encanta —manifestó de inmediato, a pesar de que Chan había notado como lo que menos hacía el chico era prestarle atención a Seungkwan.
—¿No preguntarás por la renta? —cuestionó entonces Chan, desconfiado de las ansias que tenía el chico por quedarse con dos personas que no conocía de nada.
—Ah, claro. La renta —el castaño vaciló y tragó seco. Seungkwan alzó una de sus cejas cuando el chico aflojó su corbata, como si de pronto se estuviera asfixiando —. Hay un pequeño detalle con eso.
—¿Qué detalle? —preguntó Chan cruzándose de brazos.
—Es gracioso, en realidad.
Seungkwan imitó la postura de su amigo, tratando de verse tan intimidante como él. Pero a Chan definitivamente le quedaba más el rol del chico rudo que a él.
—¿Qué es gracioso? —Seungkwan trató de bajar el tono de su voz para sonar temible, pero eso solo logró que se le cortara la voz en medio de la oración. Con las mejillas rojas y la dignidad en el suelo, se escondió detrás de la espalda de Chan.
—Verán... estoy en una situación algo complicada. En este momento no tengo dinero, ¡pero trabajaré y conseguiré cuanto antes! —explicó el castaño después de rascar su nuca nerviosamente. —Prometo que les daré el primer pago apenas me sea posible.
Chan miró a Seungkwan, debatiéndose sobre lo que sería mejor. Arrastró al chico pelirrojo hasta una de las esquinas del lugar, detrás de una lámpara de piso.
—¿Qué crees que deberíamos hacer? —preguntó.
Seungkwan se veía indeciso. Mordió su dedo mientras pensaba lo que debía contestar. —No lo sé. ¿Crees que sea un vagabundo o algo así? ¿Cómo nos podemos fiar de él?
—Dudo que sea un vagabundo; mira lo que trae puesto.
Ambos dirigieron su atención al chico castaño, que alzaba una ceja, intrigado.
—Saben que puedo escuchar todo lo que dicen, ¿verdad?
—Ahora está fingiendo que nos escucha —murmuró Seungkwan entrecerrando los ojos —. ¿Y si es un ladrón? Peor aún, ¿y si pertenece a una pandilla o algo así?
—¡No soy un pandillero, tampoco un ladrón! —chilló el chico.
Chan y Seungkwan se acercaron de nuevo y lo examinaron por completo. Al menos no parecía alguien indecente. ¿Habría escapado de casa o algo así?
—¿Cómo te llamas?
El chico castaño flaqueó en su postura firme. Pareció pensarlo profundamente antes de contestar. —Vernon.
—Nunca había escuchado un nombre así —aseguró Seungkwan.
—Es un nombre extranjero —explicó inseguro.
—Ah, eso lo explica —susurró una vez más Seungkwan en el oído de Chan.
—Está bien, supongamos que te dejamos vivir aquí. ¿Deberíamos confiar solamente en tu palabra de que nos pagarás apenas puedas? —preguntó el rubio cuando su amigo se alejó un paso.
—Siempre cumplo mi palabra —dijo seguro, y Chan le creyó por un momento —. Más o menos.
—No, ¿cómo que "más o menos"? —dudó de nuevo Chan, ignorando la manera en la que Seungkwan trataba de aguantarse la risa.
—Escuchen, de verdad es una larga historia. Pero si me dejan vivir aquí, no dudaré en contárselas eventualmente.
Seungkwan y Chan no solían tomar buenas decisiones. ¿Pero cómo podrían negarse a aquellos ojos claros que los observaban con tanta súplica? Tampoco eran tan malas personas como para echarlo a la calle.
—Puedes quedarte, pero si no pagas la primera renta antes de que termine el próximo mes, ten por seguro que no te dejaremos poner un pie aquí de nuevo —advirtió el rubio.
El pelirrojo, en cambio, no dudó en dar un paso hacia el frente y sonreír para Vernon. —Soy Seungkwan. Él es Chan. ¡Llevémonos bien como compañeros de piso a partir de ahora!
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