Para Esmé, con amor y sordidez.
Resumen: En la víspera de su duelo final contra Arthur, Ash se permite buscar una exhibición simple y directa de afecto, algo que le recuerde que vale la pena vivir, a pesar de las dificultades y el dolor. Que esta venga de mano de Eiko, era sólo el orden natural de las cosas.
Pareja: Ash/Eiko (fem!Eiji)
Advertencias: ¿Genderbender? Sé que hay mucha gente a la que no le gusta, pero desde hace un tiempo quería intentar escribir a Eiji en su versión femenina, que lo haya hecho yo y en general escenas subidas de tono, porque por algún motivo terminó volviéndose algo R-18 haha. Es la primera vez que escribo algo ambientado a mediados del animé, qué curioso.
La habitación era iluminada únicamente por la tenue luz de un par de lámparas. Los tonos rojos y naranjos que estas proyectaban, combinando sin quererlo realmente, con la festividad que acontecía esa noche. Ash odiaba la noche de brujas, lo había hecho desde que fuera un niño pequeño y un parabrisas mal ubicado le hubiera causado un trauma ridículo del cual había jurado nunca hablar; pero incluso él, tenía que admitir, que Eiko se había lucido con la decoración.
Aún si él no había dejado sobrevivir la calabaza gigante que Bones se había atrevido a utilizar en la cabeza.
—Sigo sin creer que de verdad te hicieras amiga de las amas de casa—Musitó, mientras giraba su lata de cerveza en una mano y estiraba ligeramente el cuello hacia atrás, dejando que este descansara sobre el respaldo del sofá—No son... ¿demasiado viejas como para que congenies tan naturalmente?
Eiko, frente a él, rio suavemente. Sus manos tomando su propia lata de cerveza, que después de tantos meses juntos, ya no parecía tan renuente a aceptar. Un leve sonrojo cubriendo su rostro, y el precario disfraz de bruja que hubiera logrado juntar en las pocas horas de ausencia de Ash abandonado a un lado del sofá.
—Son amables conmigo—aseguró ella, mientras daba un pequeño sorbo—La señora Owen dice que le recuerdo a su hija—Puntuó, mientras su cuerpo se estiraba levemente, y una sonrisa dulce se pintaba en sus labios—Y la señora Coleman dice que le recuerdo a ella misma, cuando tenía mi edad.
Ash elevó una ceja con duda.
—¿Cómo?
Cuestionó, la imagen de una mujer que ya había llegado a sus cuatro décadas y tenía los ojos de alguien que sabía perfectamente cómo moverse en la, increíblemente, intrincada esfera de los ricos neoyorquinos no parecía encajar para nada con la de una extranjera que, aún ahora, parecía mirar con asombro cualquier pequeña diferencia que le viniera a regalar la cultura americana.
Eiko contuvo una risa, haciendo que sus hombros temblaran ligeramente.
—Dice que le recuerdo sus primeros años de casada.
Ash no pudo evitar colocar una expresión patidifusa.
—... ¿Acaso ellas creen que...?
Eiko se limitó a elevarse de hombros levemente, mientras miraba a otro lado y acercaba nuevamente la lata a sus labios.
Ash no pudo evitar ahogar una risa, bufando al mismo tiempo.
—Nos llamaron juventud alocada—el tono de Eiko era igual de juguetón que hacía un momento, el alcohol- probablemente- quitando un poco las usuales inhibiciones de la japonesa, que hacían que su voz siempre pareciera tener un par de tonos menos que las del resto de la habitación—Conviviendo sin casarnos.
Ash suspiró, observándola con una expresión sardónica.
—No te voy a conseguir un anillo.
Eiko tuvo el descaro de parecer ofendida.
—No te estoy pidiendo uno tampoco.
Ash sintió su sonrisa ampliarse, al tiempo que la expresión de su acompañante se tornaba en un apenas notorio puchero. La suavidad de sus expresiones que casi rozaban en lo infantil, suficientemente genuinas como para hacerlo dudar de la edad de Eiko, no por primera vez.
Max se había tomado el trabajo de crearle una falsa identidad, comprar el departamento bajo su nombre y ocultar el hecho de que tanto él como Eiko vivían allí de Ibe, quien si lo que Max le decía era cierto –y Ash estaba más que seguro de que sí- había perdido ya demasiadas horas de sueño sólo pensando en el paradero de la muchacha que había traído del otro lado del océano, y a cuyos padres había prometido regresar intacta.
Empero, ni siquiera Max había pensado en la mejor y peor fuerza investigadora del planeta. Una ama de casa aburrida.
Aunque, suponía, que no era tan extraño suponerlo.
Una pareja joven que comparte casa.
La sonrisa en su rostro se deformó un poco, los tintes de ironía incapaces de escapar de su entendimiento, al menos en ese momento. La fachada que daba al mundo parecía no distar de la de cualquier otro hombre de su edad, imbuido en sus cosas y su mundo, al tiempo que una invisible espada de Damocles se cernía sobre él, acercándose a su cabeza cada vez más, con el pasar de los segundos.
Lista para caer por entero sobre él, esa misma noche.
—Oye—Preguntó entonces, sintiendo de pronto la necesidad de alejar sus cavilaciones de las calles frías de Nueva York, inundándose de lleno en la cotidianidad y calma que le traía la simple imagen de Eiko—¿Tienes novio?
Inquirió, siguiendo la línea de su conversación.
La mentada, que había regresado a su labor de vaciar la lata, sufrió de un espasmo. Sus manos nerviosas apenas pudieron sujetar la cerveza, y Ash tuvo que aguantar la risa al ver que un par de gruesas gotas habían manchado la camiseta de la muchacha.
—¿Por-por qué lo preguntas?
Dijo, el sonrojo que antes hubiera estado presente en su rostro acentuado, y sus labios fruncidos en una cómica expresión.
Ash elevó una ceja, ahora realmente interesado.
—¿No puedo preguntar, acaso? —Eiko se removió en su lugar, aparentemente incómoda, Ash afiló la mirada—Lo tienes, ¿verdad? En Japón—aseveró—Apuesto a que se pondría celoso, de saber las cosas que esas mujeres piensan de ti.
Eiko pareció finalmente ser capaz de hallar su voz, usando una de sus manos para darse un leve golpe en la mejilla, antes de bufar.
—¡Claro que no! —arremetió, estirando el cuello hacia atrás y soltando un suspiro cansino—Nunca he tenido novio.
Confesó, antes de agregar.
—Pero tú eres muy popular, ¿no?
Ash solo optó por elevarse de hombros ligeramente, sin intención alguna de esconder algo.
—Sí, lo soy—afirmó, terminando de tomar lo poco que quedaba de su bebida. Ya habían sido cinco esa noche, creía que era suficiente, si no quería que el alcohol comenzara a afectar su capacidad motora.
Frente a él, Eiko le dedicó una mirada que parecía frustrada, mientras reía a regañadientes, afirmando que debió verlo venir.
—¿Te sorprende? Hay muchas chicas que quisieran ser la novia de un pandillero—explicó. Él las había conocido, en más de una ocasión. Solas, o acompañadas de sus novios de turno, que parecían cambiar cada cierto tiempo, como una extraña seguidilla en un camino para escalar los rangos de la mano del hombre más fuerte que volteara a verlas. —Pero a mí no me llaman la atención, ninguna de ellas.
Aquello pareció captar la atención de Eiko, quien luego de analizarlo un momento, como si intentara encontrar alguna pequeña señal de duda en su semblante, finalmente preguntó.
—¿No?
Ash volvió a elevarse de hombros.
—No...—musitó al aire, mientras el silencio que se cernía entre ambos era llenado únicamente por la acompasada respiración de Kong y Bones, que habían caído rendidos hacía casi una hora, después de terminarse un par de botellas de ron y vodka entre los dos—Pero...—dijo entonces, sintiéndose particularmente honesto esa noche—Cuando tenía catorce años, había una chica que me gustaba mucho.
La expresión de Eiko cambió entonces, una sonrisa más sincera pintada en sus labios, aun si sus ojos parecían ocultar algo que Ash no podía aun descifrar.
—¿De verdad?—cuestionó, acercando su cuerpo hacia adelante. Sus piernas dobladas chocando contra su pecho—¿Y? ¿Hasta donde llegaron?
Sólo entonces, Ash dejó que la sonrisa se perdiera en su rostro. Su mirada fija en un punto muerto en el suelo.
—A ningún lado—Dijo, cualquier clase de tono vivaz perdido en el vacío—Murió.
No.
Se dijo, con una voz que le recordaba mucho a su versión más pequeña y rebelde, esa que había pasado semanas enteras encerrado en un pequeño cuarto, mientras sentía a sus ojos arder cada vez que las lágrimas de impotencia y tristeza los llenaran.
Eso es mentira.
—La asesinaron—Se corrigió, aun si Eijo no había dicho nada—Porque creyeron que era mi novia...
Un mensaje, claro y conciso.
Una amenaza, y una condena.
Ash aún podía recordarlo, cuando cerraba los ojos.
Justo como ahora.
Las brillantes líneas amarillas con negro de los cordones policiales, los peritos en el campo, y los uniformados moviendo a la gente de la calle, asegurándoles que no había nada que ver allí.
El ensordecedor sonido de las sirenas de un auto de policía, acompañado por los gritos de quien él solo podría suponer era la madre de la muchacha.
Y, en medio de la avenida, el cuerpo de una niña que nunca más podría volver a abrir los ojos.
—Y yo no pude protegerla...
Dejó que el suspiro que se estaba construyendo en su pecho escapara, regresándolo lentamente a la realidad, sólo para encontrarse con la expresión dolida de Eiko. Sus labios partidos, y sus cejas fruncias.
Ah.
Pensó Ash.
Esa es una expresión más familiar.
—¿Qué pasa? —Preguntó—¿Acaso te doy pena?
Ella no respondió, pero el silencio, y la manera en la que apretaba los labios, era suficiente para saber lo que estaba pensando.
—El mundo ya no me permite juntarme con las personas normales...
Dijo, solo para ser interrumpido por la muchacha, quien pareció salir de su mutis autoimpuesto, para asegurarle algo con tono vehemente.
—Ash—Dijo—Si llego a ser una molestia para ti...
Esta vez fue él quien no la dejó terminar.
—No—espetó, cambiando su postura por una más recta—No lo dije por eso.
Su garganta se cerró un momento, y su cabeza comenzó a doler. Maldiciéndose al segundo siguiente de que la frase hubiera abandonado sus labios. ¿No se suponía que era exactamente eso lo que estaba buscando? Una salida fácil que le permitiera alejar a Eiko de esa vida, y de él.
Debería serlo.
Lo era.
Una sola palabra y, probablemente, ella misma habría terminado disculpándose, y pidiendo que llamara a Ibe antes de que llegara la media noche, si eso significaba el dejar de molestarlo.
Un final, probablemente, mucho mejor que simplemente dejarla sola y sin maletas en medio del aeropuerto, sin idea alguna de lo que estaba pasando.
Un final mucho más considerado.
Pero, al mismo tiempo, uno mucho más doloroso. Al menos para Ash.
Pues, la imagen de Eiko, alejándose de su lado por voluntad propia, era algo con lo que no estaba dispuesto a lidiar.
No en ese momento, no nunca.
—No quiero pelear esta noche...—Terminó ofreciendo, mientras su mano frotaba desmedidamente su cien, desordenando su cabello—...no quiero hablar de pandillas, ni de guerras.
Su mano se estiró en dirección a Eiko, quien parpadeó un par de veces, sorprendida por su cambio de actitud.
Pedía un brindis.
—¿Está bien?
Preguntó. Y, tras unos segundos, una lata similar a la suya golpeó la propia.
—Está bien.
La velada continuó de la misma manera, aún si desde hacía mucho tiempo los únicos invitados en pie habían sido ellos dos. Los rezagos de comida que hubieran quedado en la mesa desapareciendo de a pocos, mientras conversaban sobre todo y nada a la vez.
Las fotografías que Eiko había tomado la primera vez que hubiera ayudado a Ibe en su trabajo, la fastidiosa manera en la que Max parecía escoger los peores momentos para llamar a Ash, y cómo es que le gustaría que su menú de almuerzos y cenas variase un poco.
Ash se acababa de llevar un pedazo de pollo a la boca, cuando Eiko –quien había estado mirándolo fijamente durante los últimos segundos- decidió acercarse, sentándose a su lado.
Ash le miró con curiosidad, pero no la apartó, acomodando mejor su cuerpo en cambio, para darle más comodidad.
—Y... ¿cómo era ella?
Ash parpadeó un par de veces. Eiko se permitió elaborar.
—La chica que te gustaba. ¿Cómo era?
Ash frunció la nariz.
—No habíamos dicho que-
Eiko elevó una de sus manos, haciendo una pequeña barrera entre ambos.
—Esto no es sobre pandillas—Puntuó, observándolo con profundidad—Es sobre ti...
Ash sintió las palabras atorarse en su garganta.
—Ah...—Dijo, perdiendo cualquier rastro de elocuencia que pudiera haber tenido antes—Era...linda.
Ofreció.
Eiko elevó una ceja, confundida.
—¿Linda?
—Linda—repitió, sus manos jugueteando con la lata vacía, mientras sus ojos intentaban no fijarse en la expresión de Eiko—Era pequeña, de piel muy blanca y de cabello castaño—Ash incluso había llegado a creer que era mucho menor que él, por la manera en la que la ropa parecía ser dos tallas más grandes de lo necesario. Aunque ella le hubiera asegurado que no, sólo que, cuando uno compra de las beneficencias, realmente no puede ponerse exigente con lo que encuentra o con lo que no—Recuerdo que siempre lo llevaba corto, porque así era más fácil de peinarlo y lavarlo.
Y más de una vez, había podido notar que, de hecho, un lado estaba más largo que el otro. Después de todo, era su misma madre quien se lo cortaba.
—Iba a una escuela pública, a sólo unas manzanas de donde me reunía con la pandilla en esa época—un vecindario que a los políticos de la zona les gustaba tilda como "en desarrollo" para así poder darle una rápida lavada de cara a la zona, y que las agencias inmobiliarias subieran los precios de venta, así como los caseros, las de la renta—La conocía una noche, ella salía de clases y alguien intentó asaltarla.
Ash elevó uno de sus brazos, apretándolo en un puño.
—Y ese alguien recibió un derechazo, directamente en la mandíbula.
Eiko, a su lado, rompió en risas.
—Eso suena como algo salido de una película.
Ash no pudo evitar imitarla.
—Una muy mala película americana—sentenció, antes de suspirar—Ella estudiaba en el turno nocturno, porque en las mañanas debía cuidar de sus hermanos pequeños, que aún no podían ir a la guardería.
Tenían dos y tres años, si Ash recordaba bien. Una niña y un niño, ambos de diferentes padres.
—Comencé a acompañarla a su hogar en las noches, pues las calles eran peligrosas, y lo que ella menos necesitaba era que alguien le quitase los libros de la escuela...—El cuerpo de Eiko se acercó más a él, descansando ligeramente sobre su hombro. Ash acomodó su brazo, abriendo el espacio, y dejando que este rodeara la envergadura de los hombros de su amiga. Los mechones de la muchacha, que ya habían crecido en esos meses, rozaban su mejilla. Pronto llegarían hasta debajo de sus omóplatos—O algo peor—Sentenció, dejando que su brazo terminara de rodearla, presionando ligeramente su costado, en un intento fútil de abrazo. Eiko, por su parte, no rechazó su contacto—Ella era muy divertida y dulce... hacía que las caminatas fueran entretenidas. Y así... de pronto...—Su voz se cortó un momento, contrita—Ya no era sólo querer cuidarla, sino; el pasar tiempo a su lado...
Musitó, antes de quedarse en silencio.
Eiko se removió levemente, y Ash pudo sentir sus ojos fijos en su rostro, aún si en ese momento no la estaba mirando.
—¿Nunca le dijiste cómo te sentías...?
Cuestionó quedamente. Ash apretó los labios.
—No...—Confesó, recordando las noches en las cuales, quedándose un par de pasos detrás, podía ver la figura de aquella muchacha, dando saltos torpes entre las agrietadas veredas del lugar, mientras repetía una rima infantil sobre la mala suerte y la separación del concreto. —Nunca...—Continuó, girando su rostro esta vez, para mirarla. Sus grandes orbes oscuros examinando su rostro, como si de un sabueso se tratase. Buscando. Ash le dedicó una pequeña sonrisa—Creo que... me habría gustado hacerlo.
Eiko se mantuvo en silencio un minuto entero, antes de dejar que su frente se acercara a él, descansando con suavidad sobre el pecho de Ash.
—Nunca he tenido novio...—Repitió, pero esta vez, con un tono mucho más sosegado—Pero si ha habido gente que coqueteaba conmigo.
Ash presionó el cuerpo de Eiko con un poco más de fuerza, mientras murmuraba.
—No me sorprende...—Dejó al fin la lata a un lado, para usar su mano, alejando los mechones desordenados del rostro de la muchacha—Eres linda.
Eiko rio suavemente, negando con lentitud.
—No lo creo...—aseguró, y antes de que Ash pudiera contradecirle, continuó—Y ahora que lo pienso... y escuchándote a ti.... tampoco estoy tan segura de sí usar la palabra coquetear sea lo correcto—Ash elevó una ceja, con una expresión de duda, mientras Eiko parecía batallar con las palabras, mientras sus dedos tamborileaban unos contra otros—Su nombre era Taro, y su apellido Mamoru. Un compañero del club de salto, claro, del club masculino.
Eiko había mencionado sus años de atleta, pero nunca a sus compañeros.
—Vino a hablarme cuando ocurrió lo de mi lesión. Era un año mayor que yo, y el equipo se estaba preparando para las nacionales—Comentó, mientras su pequeña nariz se fruncía en una expresión que Ash no sabía si calificar como tierna, o graciosa—todos estaban muy ocupados, así que, que me dedicara algo de tiempo me puso... feliz...
Ash podía entender eso.
Su mano rozó el rostro de la muchacha, con suavidad, haciendo que volviera a mirarlo.
—¿Y él quería ser tu novio?
Eiko ahogó una risa.
—Claro que no.
Ash murmuró confuso.
—¿Entonces?
Eiko apretó los labios, su expresión tornándose complicada.
—Hm...—sus ojos se fijaron en los de Ash, y antes de que él pudiera decir algo más, una de sus manos formó un círculo con los dedos, mientras que los dedos de la otra, entraban y salían del pequeño agujero que habían formado.
Tuvo que pasar dos segundos para que entendiera.
—¡¿Qué?!
Eiko se llevó ambas manos al rostro, presionando con fueza.
—Uhum—terminó aceptando, mientras asentía un par de veces—Me preguntó si ya lo había hecho, mientras hacía ese signo con las manos. Y después, me preguntó si quería hacerlo con él.
Ash sintió su expresión deformarse en una de incredulidad. Una risa sardónica escapando de sus labios.
—Lo sé...—Jadeó finalmente Eiko, sus brazos abrazándose a ella misma, mientras sus labios se fruncían en una expresión de fastidio—Muy romántico, ¿no?
Ash negó lentamente con la cabeza.
—¿Y qué hiciste?
El sonrojo en el rostro de la muchacha se amplió.
—Tartamudear y decirle que tenía que irme.
Ash, esta vez, no pudo aguantar la risa.
—¿Con una muleta y todo?
Eiko asintió.
—Con una muleta y todo. Entenderás que no fue una huida muy rápida.
Ciertamente. Y una muy honrosa, tampoco.
—¿Es normal querer golpear a alguien que no conoces? —le preguntó, ganándose una mirada reprochante de si parte—Porque ganas no me faltan.
Eiko golpeó su hombro.
—No fue para tanto...
Excusó, aun si para Ash sí lo parecía.
—Y—continuó, intentando dejar esa experiencia desagradable atrás—¿Nadie más te dijo nada después de eso?
Eiko, en su lugar, pareció encogerse.
—No—aseguró, mientras la sonrisa que se formaba en sus labios parecía teñirse de algo parecido a la pena—No es como si fuera alguien muy bonita, Ash. La gente terminó conociéndome más por mi lesión que por otra cosa, y después...—la mirada de Eiko pareció perderse un momento, y Ash se sintió tentado de traerla de vuelta a la realidad, con un pequeño apretón en su cintura—Después sólo me la pasaba en casa, con mi hermana; hasta que llegué aquí.
Y entonces, sus ojos parecieron volver a brillar. Sólo un momento.
—Aquí... hasta que-cierta persona me robó un beso...
Esta vez, el sonrojo llegó hasta sus orejas.
Ash sintió que la saliva se le atoraba en la garganta.
—Ah, sí—Dijo, cuando pudo encontrar su voz nuevamente—Eso pasó, ¿no? —Completó con una risa—Nunca te pedí perdón por eso... lo lamento.
Eiko se removió en su lugar.
—No tienes porqué—le dijo, con esa sonrisa que solía portar siempre. Calma y tranquila, libre de cualquier segundo significado—Lo necesitabas, ¿no? Aún si no pude hacer mucho en ese momento...
Ash se giró un poco más en su lugar, dejando que sus dedos acariciaran abiertamente los mechones de cabello de la muchacha, sosteniendo la punta.
Sus ojos se encontraron.
Antes del incidente en la mansión de Dino, Ash no se había atrevido a tocarla. No de la manera protectora en la que Shorter parecía maniobrar con el delgado cuerpo de Eiko, usando sus brazos de escudo, o tomando su mano para que se apresurara al momento de correr.
Sin embargo, en ese momento, le parecía imposible no hacerlo.
—¿Cómo puede decir eso? — sus ojos se centraron en la expresión de Eiko, que se mantuvo detenida por un instante, el calor en sus mejillas hacía que estas se vieran más vivas y vibrantes, combinando perfectamente con lo carmesí de sus labios—No querías que fuese algo... no sé... ¿especial?
Especial, como el supuesto deseo de todas las chicas jóvenes. Algo que mereciese ser recordado. Que, años después, uno pudiera recordar con una sonrisa en el rostro; aún si la persona que se lo había dado ya no estaba con uno.
Algo que Ash, aunque no quisiera admitirlo, quizá también había pensado; al menos una vez. Aún si ya no podía recordar cuando.
—Pero fue algo especial...
Musitó Eiko.
—¿eh...?
Sus ojos cafés se posaron en los de Ash, y su rostro se acercó un poco, haciendo que sus narices casi se rozaran.
—Porque fue contigo... para ayudarte.
Ash sintió sus palabras transformarse en susurros. Su mano, en la cintura de Eiko, presionando con más fuerza de la necesaria.
—No me refería a eso...
Eiko cerró la poca distancia que los separaba, sus frentes unidas, y sus miradas enlazadas.
—Yo tampoco...—Dijo, con una explicación que parecía luchar por dejar sus labios. Aún si al final, sólo terminó diciendo: —Fue es especial, Ash. De verdad...
Él sólo pudo apretar más su agarre en su cuerpo.
El calor que provenía de sus manos viajando desde sus dedos, hasta la base de su estómago.
—¿Sí?
Eiko asintió.
—Sí...—Sus labios estaban cerca, y su aliento le daba directamente a la cara—Tanto que... a veces—musitó—desearía que se repitiera.
Ash no sabía cómo había pasado exactamente.
¿Había sido el alcohol? ¿La noche? ¿El insoportable peso de saber que, probablemente, sería la última noche que podrían compartir juntos?
No estaba seguro.
Quizá todas esas eran sólo excusas, maneras de explicarse por qué sólo ahora es que se permitía ceder a un deseo que claramente había tenido desde hacía mucho tiempo antes.
Fuera lo que fuere, Ash no pensaba darle más tiempo de irrupción en su mente.
No mientras sus labios tomaron los de Eiko, en un movimiento que sólo demostraba lo acostumbrado que estaba a ello. No mientras sintiera los brazos de la muchacha enrollarse en su cuello, devolviendo de manera torpe sus avances con la lengua. Y, mucho menos, mientras a trompicones, la llevara de regreso a la habitación que ambos compartían.
Los labios de Eiko eran suaves, y sus besos inexpertos. Intentaban seguirle el ritmo, de una manera que, Ash encontraba particularmente encantadora.
Dejó que sus pies la guiaran hasta su cama, donde la ayudó a sentarse.
Sus manos viajaron por su ropa, hasta la base de su camiseta, haciendo que el cuerpo de la muchacha temblara ligeramente.
—E...espera.
Logró articular, separando sus labios de los de Ash sólo un segundo.
Él apartó sus manos de allí, acunando el rostro de Eiko en cambio.
—¿No puedo?
Preguntó, con dulzura.
La muchacha se limitó a apretar los labios, mientras una de sus manos se aferraba a su pecho cubierto.
—Es que...—Ash acarició su mejilla. La mirada dubitativa de Eiko desapareciendo lentamente—Nunca se lo he mostrado a nadie...—le susurró, antes de agregar—voluntariamente.
El recuerdo de Golzine y su emboscada aún fresca en la memoria de ambos, se sintió casi como una nueva puñalada en el estómago de Ash.
Besó la frente de Eiko con suavidad, dejando que el cuerpo de la chica se relajara en esos segundos.
Y, después, se apartó un poco, antes de ser el quien se quitara la camiseta.
—¿Mejor así? —Preguntó, lanzando la prenda a un lado, y exhibiendo su torso a Eiko abiertamente. No era la primera vez, especialmente con el número de cortadas que tenían cicatrices con el nombre de la muchacha en ellas. Sin embargo, se sentía distinto; por todas las razones correctas.
Ash pudo notar la emoción verse reflejada en el semblante de Eiko, y el ligero temblor en su mano, que de pronto ya no estaba apretada en su propio pecho.
—Puedes tocar, si quieres.
Animó. Viendo como la mano Eiko se aproximaba, lenta y cadenciosa, hacia su propia piel.
Su toque era suave y experimental. Casi temeroso.
Ash se permitió cerrar los ojos, dejando que ella explorara libremente. Reconociendo, memorizando.
Su piel ardía.
—Qué delicada...
El rostro de Eiko se tiñó aún más de escarlata.
—Tú también puedes tocar... si quieres...
Terminó susurrando, cuando sus dedos se hubieran detenido donde se suponía que Ash tenía el corazón.
La garganta de Ash se secó, y tras un profundo respiro, permitió que una de sus manos subiera, tentativamente, a la altura de los pechos de Eiko.
—¿De verdad?
Preguntó, a sólo unos centímetros de ella
—De verdad...
Le aseguró.
Ash no necesitó que se lo dijeran dos veces.
Sus dedos tantearon terreno, reconociendo formas, disfrutando de la suavidad. Aún sobre la tela, tocar los senos de Eiko era como tocar el cielo.
Un suspiro quedo escapó de los labios de la muchacha, al tiempo que Ash presionaba lo que ya había reconocido como su pezón.
—Son tan pequeños...—Murmuró, mientras sus dedos presionaban con fuerza. Las manos de Eiko abandonaron sus pectorales, viajando a su espalda, aferrándose con fuerza. Su rostro incrementando en color y temperatura, y sus piernas; abriéndose de manera invitante—Y tú tan dulce...
Ash aprovechó para acomodarse en el lugar que se le había ofrecido, recostándola lentamente contra la cama, mientras su boca viajaba a su cuello, haciendo un camino de besos que se detenía especialmente bajo su oreja.
Eiko, debajo de él, se revolvió un poco. Su respiración aumentando en frecuencia, su voz soltando gemidos quedos.
—Baja la voz...—Pidió, mientras sus dientes delineaban un nuevo camino hacia su yugular—No querrás despertarlos...
Sintió a Eiji tragar en seco.
Antes de que sus manos viajaran a su rostro, apartándolo de su cuello, y obligándolo a besarla.
Ash no se quejó, disfrutando de la dulzura de los labios de la mujer.
—Quiero quitarme esto...
Le susurró una vez se hubieran separado, haciendo que Ash asintiera, y se apartara lentamente, para disfrutar del espectáculo.
Eiko no tardó en quitarse la camiseta, descubriendo así sus senos. Eran pequeños, de pezones oscuros. Y, aún en la oscuridad de la noche, Ash pudo notar que estaban ligeramente parados.
Tragó duro. Sintiendo que sus pantalones apretaban.
Eiko se cubrió suavemente, al tiempo que Ash se estiraba en su dirección, apoyándose en sus manos.
—¿No quieres que te vea?
Preguntó. Eiko pareció meditarlo un momento, antes de dejar caer sus manos, exponiendo nuevamente su piel al aire.
Ash, ni lento ni perezoso, dejó un cándido beso en medio de ambas.
—Preciosa...—Susurró, dejando que sus manos viajaran hasta sus caderas, donde juguetearon con el elástico de su pantalón—¿Puedo quitarte esto también?
Un asentimiento con la cabeza y la risa leve de Ash fue todo lo que siguió a la pregunta.
Sus manos comenzaron a retirar los pantalones y la ropa interior. Los músculos de Eiko contra su piel se sentían turgentes y firmes, mostrando que todos esos años de práctica deportiva no habían sido en vano.
Cuando finalmente pudo deshacerse de la molesta tela, el cuerpo completamente desnudo de la muchacha le saludó. Con ella uniendo sus piernas, intentando ocultar aún partes de su intimidad.
Ash no se dejó amilanar por aquello, acariciando con parsimonia las líneas de su abdomen, bajando hasta su pubis.
—Es muy negro...—Dijo, mientras acariciaba la suave alfombra de vellos que decoraban la llegada a la entrada de la muchacha.
Eiko ahogó un gemido indignado.
—Y tú aún no me has dejado ver el tuyo.
Ash no pudo evitar reír.
—Creo que te lo debo, ¿no? —Preguntó, mientras observaba su rostro con cariño, y su mano jugueteaba despreocupada, como pidiendo que se abriera de piernas.
—Si quieres...—Dijo ella, ganándose un sonido de duda de la garganta de Ash—Muéstramelo... sólo si quieres.
Ash suavizó su expresión.
—Creo que sí quiero...
Confesó, antes de apartarse lentamente, desatando la correa de sus pantalones, y finalmente liberando a su pene de la prisión que había supuesto tanta tela desde hacía varios minutos.
Un pequeño jadeo de sorpresa llenó el ambiente.
—¿Qué pasa? —Preguntó, cuando notó que la mirada de Eiko; fija en cierta parte de su anatomía. La sonrisa socarrona en sus labios imposible de borrar—¿Intimidante?
La muchacha le lanzó una de las almohadas.
—Cállate.
Musitó. Ash solo ahogó una risa, antes de acomodarse nuevamente sobre ella, abrazándola con cuidado.
—Cállame, entonces.
Eiko obedeció, atrapando sus labios en un beso hambriento, pero no por eso menos torpe que los anteriores. Mientras su cuerpo se comenzaba a frotar contra el de Ash, creando una fricción que sólo hacía que la excitación en la base de su estómago aumentara.
Ash soltó los labios de Eiko, haciendo nuevamente un camino por su pecho, hasta llegar a sus senos. Atrapó uno de sus pezones con la boca, lamiendo, mordiendo; marcando. La voz de Eiko se volvió un coro desaforado, mientras cómo podía, cubría su propia boca con una de sus manos, y se revolvía sin saber de dónde sostenerse.
Se permitió bajar entonces, dejando un camino de besos y mordidas por todo su abdomen, deteniéndose sólo en el monte de venus, mientras sentía la anticipación construyéndose en su propio abdomen.
Habían sido muy pocas veces en las que había hecho eso. Y, definitivamente, esa era la primera en la que se sentía realmente emocionado por hacerlo.
Las manos de Eiko viajaron a su cabeza, tomándolo con cuidado.
Ash hundió su nariz en su pelvis, descendiendo con lentitud, y dejando que su lengua pudiera probar el sabor de Eiko, quien ya estaba mojada.
Era dulce, como su aroma.
Su miembro latió en respuesta.
Sus manos se aferraron a sus caderas, deteniéndola en su lugar. Al tiempo que su ritmo y voracidad aumentaban, como si de un viajero perdido muerto de sed se tratara.
Escuchó los gemidos de Eiko nacer nuevamente, mucho más altos y desaforados, al tiempo que su espalda se arqueaba y su propia pelvis parecía pelear por unirse más al rostro de Ash.
—Ash...—jadeó—Ash, Ash... espera...
Le pidió.
Él solo se apartó ligeramente, su lengua aun fuera, con el perlado lubricante natural de Eiko cayendo de esta.
—Quiero...—Musitó, apenas recobrando el aliento
—¿Uhm?
Respondió, casi como en un trance.
El rostro de la muchacha le devolvía una mirada casi perdida, con el sudor recorriendo su frente.
—Quiero...tú—Repitió, antes de que sus ojos parecieran descender—A ti... adentro...
Ash sintió su garganta cerrarse.
—No tenemos condón, Eiko...
Se apresuró a decir. Quizá más para él que para la muchacha.
Los ojos de Eiko volvieron a cambiar de dirección, esta vez, fijándose en un cajón de la mesa de noche.
Ash tardó un momento en entender, pero cuando lo hizo, se apresuró a abrirlo. Estirando su cuerpo por sobre el de Eiko, y encontrándose con una larga tira de preservativos, completamente nuevos.
—... ¿Qué es esto? ¿Cuándo lo? ¿Por qué?
Preguntó, enfocando el rostro de la muchacha debajo de él, que parecía estar a punto de estallar de la vergüenza.
—Alex los trajo hace unos días...
Ash sintió que algo parecía perder conexión en su cabeza.
—Alex.
Repitió, con un tono que sonaba más amenazante de lo que le gustaría.
Eiko se apresuró a aclarar.
—Dijo que era mejor prevenir... y que... estaba cuidando de su jefe.
Ash sintió una de sus cejas saltar.
Qué clase de cosas le había estado diciendo a Eiko. Es más. Qué clase de cosas habían estado pensando sobre ellos dos.
—Luego hablaré con él.
Sentenció finalmente. Antes de que Eiko tomara su rostro, regresándolo a la realidad. A un momento donde sólo existían ellos dos.
—Ash...—le llamó—Por favor... ¿podemos?
Sus ojos le miraban con añoranza, y casi con súplica. Con una que, Ash descubrió, le encantaba ver.
Le devolvió el gesto, dejando que una de sus manos acariciara su rostro, mientras el propio se dejaba acunar por sus suaves manos.
—No puedo decir que no...—Susurró—No si me miras así...
Abrió el paquete con cuidado, ante la atenta mirada de Eiko, deslizando el preservativo sobre su miembro con cuidado, haciendo que un par de jadeos imperiosos y necesitados escaparan de sus labios.
Estaba excitado.
De una manera que era casi dolorosa.
Cuando terminó, se mantuvo sentado en la cama, abriendo sus brazos en dirección a Eiko.
—Ven...—Dijo, llamándola.
Eiko gateó por la cama, enredando sus brazos en el cuello de Ash, y acomodando sus piernas a ambos lados de su torso.
—Es... vergonzoso...
Le susurró, mientras escondía su rostro en el hombro de Ash.
Él, por su parte, le acarició los cabellos con cariño un momento, antes de que sus manos bajaran hasta su cintura y posteriormente, caderas.
—Prometo que así será más fácil—le aseguró, mientras hacía que su cuerpo descendiera, los labios mayores de Eiko comenzando a atrapar su pene, hundiéndose en ella con lentitud tortuosa.
—Ah..auch...
La escuchó decir, mientras la presión de sus brazos aumentaba, y su cuerpo temblaba suavemente.
—Tranquila...—arrulló él, antes de buscar sus labios, atrapándolos en un beso lento y cadencioso, que intentaba imitar el ritmo en el cual penetraba dentro del cuerpo de su cuerpo—Nunca te lastimaría...
Le prometió, con la respiración entrecortada.
Los ojos de Eiko brillaron, y Ash pudo jurar que vio un par de gotas nacer de estos.
—Lo sé.
Jadeó, antes de unir sus labios en un nuevo beso.
—Lo sé.
Ash no recordaba mucho más después de eso. No de manera tan vivida al menos.
El continuo movimiento entre sus cuerpos, con el suyo penetrando una y otra vez dentro de Eiko convirtiéndose más en una maraña de emociones profundas y desgarradoras antes que acciones.
El calor que inundara su pecho gritándole una y otra vez que ese era el lugar donde quería estar.
Que, por permanecer allí al menos un momento más, dejar todo atrás valdría la pena.
Recordaba haberla tomado al menos cuatro veces esa noche.
Con su cuerpo abrazado contra el suyo, mientras mordía su cuello con fuerza y sus dedos dejaban marcas en sus caderas.
Con Eiko doblada sobre la cama, el rostro hundido entre sus almohadas, y la visión de su delgada espalda como único acompañante.
Contra una de las paredes de la alcoba, mientras se intentaba recordar a él mismo que tenían compañía, y que, si alguien se atrevía a interrumpirlos, probablemente Ash tendría que matarlos.
Finalmente, en su propia cama, con el cuerpo de Eiko mucho más lento, así como el suyo propio. Las fuertes estocadas de hacía unas horas siendo remplazadas por cadenciosos movimientos, que parecían casi practicados. Esta vez, dejando que la misma pelvis de Eiko marcara el ritmo, así como la profundidad.
—Ash...
Le había dicho ella entonces, en el momento exacto en el cual podía sentir a su cuerpo liberarse nuevamente, alcanzando el éxtasis.
Un gruñido gutural fue su única respuesta. Antes de caer con todo su peso sobre el peho desnudo de la muchacha.
Ella ahogó una pequeña risa, completamente exhausta.
Los brazos de Eiko lo asieron a ella. Y sus labios buscaron la base de su cabello, depositando sendos y cándidos besos.
—Ash...—Volvió a decir, con un tono que parecía estar pronto a despedirse al mundo de los sueños—Te quiero...
Le susurró, haciendo que él elevara la mirada, enfocando los ojos de Eiko.
Ella estaba sonriendo.
Exhausta, pero feliz.
Ash sintió su propia expresión suavizarse. Casi como la de un niño, que acaba de escuchar algo increíble.
—Te quiero muchísimo...
Repitió.
Y Ash sintió las palabras atorarse en su garganta.
Yo también te quiero.
Habría querido decir.
Quiero tenerte a mi lado para siempre.
Desear. Añorar. Tener.
Conceptos con los que Ash había tenido que divorciarse desde una edad muy temprana, golpeaban a su corazón con la intensidad de una manada salvaje. Le pedía. Le exigían.
Le rogaban.
Que tomara lo que tan abiertamente se le estaba ofreciendo.
Y Ash deseaba escucharlos. Pues, por primera vez, quería desear. Quería tener. Quería atesorar ese momento, para toda la eternidad.
Al sentir que, por un momento, y con las palabras de Eiko, parecía que valía la pena vivir.
Sin embargo, se mantuvo en silencio.
Tomando su boca en un nuevo beso como respuesta.
Eran las dos de la mañana, cuando su celular sonó.
Ash siempre había tenido el sueño ligero, especialmente cuando sabía que había algo esperando por él.
Abrió los ojos al instante, y contestó sin miramientos.
—Soy yo.
Murmuró.
—Esta bien.
La línea cortó, y sólo entonces, Ash se permitió ver a la persona que descansaba a su lado.
La silueta de Eiko, subiendo y bajando, cubierta apenas por unas mantas.
Tomó aire, volviendo a colocarse la ropa.
Cuando estuvo listo, se acercó a su figura durmiente, arrodillándose junto a ella.
Sus dedos volvieron a acariciar sus hebras de cabello, con cuidado. Sintió el cansancio llenar sus facciones, al tiempo que una tristeza inconmensurable se sentaba en su estómago.
—yo también...
Murmuró, aún si ella no podía escucharlo.
—Yo también te quiero mucho...
Susurró, antes de dejar un último beso en su frente.
Salió de la habitación momentos después, Kong y Bones aún dormidos en uno de los sofás.
Cerró la puerta principal del complejo, y le dedicó un asentimiento con la cabeza al guardia del turno vespertino.
La calle le saludó con un viento gélido, y Ash respondió acomodando su chaqueta, y calzándose un par de lentes.
Estaba listo para enfrentar su destino.
Notas finales:
Esa manera de coquetear, tan cavernaria, fue algo que le pasó a mi maestra de japonés. Enterarme de eso me hizo tener una visión muy distinta a la que los medios de animación vendían de la vida sentimental de un estudiante de secundaria japonés, aunque aún ahora intento recordar de qué se supone que hablábamos para que la sensei terminara contando semejante anécdota haha.
De hecho, mi idea inicial era sólo que hablaran de sus experiencias románticas del pasado, pero no sé, mi cerebro se rige solo. Mínimo pídele ser tu novia primero, Ash lol Las pocas Eiko que he leído suelen ser mucho más tímidas que el Eiji original, pero no sé, Eiji es tan tozudo y terco cuando se trata de Ash, que simplemente no puedo ver eso cambiando, aún si se le cambia el sexo. De la misma manera, que quizá sin esa barrera al momento de intentar analizar lo que siente o deja de sentir, sería mucho más proactiva al afirmar que ama a Ash de manera romántica.
Al final no importa, definitivamente cualquier versión de Eiji terminaría sintiendo lo mismo por cualquier versión de Ash. Almas gemelas, no por nada.
Bueno, ahora sí, iré a avanzar mis otras historias. ¡gracias!
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