Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🧸 Ocho: Anónimo

:: 🧸 ::

Jeongyeon caminaba por los pasillos de la preparatoria, un silencio absoluto la rodeaba por los alumnos que realizaban exámenes en los salones. Ella no haría la prueba que le correspondia a su aula, la profesora Myoui estaba al tanto de que no era necesario que las hiciera y le concedió el permiso de poder salir si ella lo deseaba.

Más que nada, Jeongyeon había aceptado salir por la incomodidad que le generaba Sana, y esa vez no era sólo por su simple presencia, sino porque había algo inusual en ella. Desde que entró al aula se vio ansiosa, pensativa e incluso desesperada. Un grupo de chicas de la clase había empezado a murmurar cosas mientras miraban a la nipona y eso tampoco pasó desapercibido para la castaña. Por si todas esas señales no fuesen suficientes, cruzar miradas con Sana se asemejaba a un duro golpe de odio, la pesadez y sentimientos confusos en sus orbes terminaron por indicarle a Jeongyeon que algo no estaba bien.

Era incluso extraño que la viera así, es decir, después de que le escribiera acordando tratar de evitarse, parecía tenerle rencor, lo que incluso era irónico, ya que Jeongyeon no le había hecho absolutamente nada.

Aún con dudas por el comportamiento de Sana, Jeongyeon llegó a su casillero  y comenzó a guardar algunas de sus cosas, pensaba en ir al campus mientras la hora de exámen terminaba, sin esperar ni poder evitar que alguien la tomará de los hombros y la empujará hacia los baños de al lado. Gimió de dolor y cerró los ojos al chocar bastante fuerte contra la pared. El estruendo de la puerta siendo cerrada con brusquedad la sobresalto.

A penas y abrió los ojos, se topó con una chica de cabellos naranjas dándole la espalda. En un principio dudó, pero cuando esta se dio la vuelta, no hubo forma de negar que se trataba de Sana, en un estado desastroso. Su respiración estaba frenética, sudaba excesivamente, sus ojos estaban llenos de lágrimas retenidas y el labio inferior le temblaba. Era como si estuviese angustiada y enfadada a la vez, sentimientos que parecían estarla llevando a la locura.

—¡¿Qué mierda quieres de mí?!

Su grito resonó en las paredes de los baños y en la cabeza de Jeongyeon. Respiró unos segundos, tratando de recobrar la compostura y pensar en qué estaba sucediendo. Por más que lo intento, su mente no logró responderle por qué le preguntaba eso o qué significaba, así que sólo miró a Sana y murmuró algo:

—¿Qué?...

Sana sonrió con sarcasmo y estrés, llevando una de sus trémulas manos hacia su cabellera para peinarla hacia atrás. Miró a Jeongyeon.

—Por favor. No te hagas la imbecil. ¡Tú eres la cuenta anónima!

Sus palabras no lograron ayudar a que las dudas de Jeongyeon se solventaran, al contrario, sólo las incrementaron y la coreana lo reflejó frunciendo su ceño. Sana pareció harta, así que en un último acto por demostrarle a Jeongyeon de lo que hablaba, casi le arrojó su celular.

En la pantalla del dispositivo, Jeongyeon pudo ver un chat abierto con mensajes de un número no registrado. No parecía nada fuera de lo usual, hasta que leyó lo que decía el texto. Tantas dudas en su cabeza en tan pocos segundos la abrumaron. ¿Qué carajos significaba eso?

—¿Qué es esto?

—Esa es la mierda que quiero que me expliques —Le arrebató el celular—. ¡¿Me vas a decir que esos mensajes y esa cuenta no son tuyos?! ¡Tú podrías ser la única persona que querría vengarse de mí!

Jeongyeon quería decir algo, defenderse y hacerla entender que ella no estaba relacionada en lo absoluto, pero su garganta no emitía sonido alguno, como si se hubiese quedado muda. ¿Alguien más sabía sobre su pasado y el de Sana? O mejor dicho, ¿alguien querría vengarse de ella? Porque ella misma sabía que en su antigua preparatoria muchos se enteraron de lo ocurrido, pero pocos hicieron algo para intentar hacer sufrir a Sana o le guardaron rencor. En ese instante no podía pensar con claridad, no cuando tenía enfrente a Sana tan alterada que parecía que en cualquier momento le gritaría de nuevo.

Y quizás, en medio de ese mar de dudas lo único que tenia en claro era que las cosecuencias de sus acciones al fin habían alcanzado a Sana.

—Y-Yo... —balbuceo, pero no pudo decir nada más, como si se hubiese quedado sin aire.

—¡¿Tú qué?! —Redujo el espacio entre ambas—. ¿Tienes el maldito valor de amenazarme por chat, pero en la vida real ni siquiera puedes hablar? —murmuró con la voz rota, pero ni siquiera era por tristeza o angustia, en ese punto, su rabia era más palpable que cualquier sentimiento azul. Sus puños se apretaron al no recibir una respuesta inmediata—. ¡Di algo, carajo!

—¡Y-Yo ni siquiera sé de qué hablas! —gritó. Sentía su respiración empezar a volverse irregular y un nudo en su garganta empezaba a asfixiarla. Trató de contener cualquier atisbo de llanto, debilitarse en esos momentos no le parecía lo más conveniente—. ¿Por qué querría vengarme de ti? Desde hace mucho dijimos que dejaríamos todo atrás.

Sana rio con sarcasmo.

—No soy tonta, Jeongyeon. ¿No es mucha casualidad que justo cuando empezaste a estudiar conmigo empezaron a llegarme esos mensajes? Explícame eso, si es que tú no eres esa puta cuenta.

—¿Yo qué mierda sé a cuántas chicas dañaste aparte de mí? Puede ser cualquiera de ellas.

—¡Pero si tú fuiste la única maldita débil que...

Ella misma interrumpió sus palabras antes de que otra tontería más saliera de su boca. Aún así, Jeongyeon logró entender a lo que se refería. Una punzada en su pecho y un nudo de púas en su garganta fueron la muestra de que algunas cosas de su pasado seguían atormentandola, y de cómo siempre Sana era la primera en arrastrarla de nuevo a los malos recuerdos. Un silencio sepulcral las rodeaba, pero dentro de su cabeza había un bullicio insoportable y sus ojos no soportaban más la carga de las lágrimas contenidas.

El labio inferior de Sana temblaba y sus ojos destilaban miles de emociones, aparentando estar llena de dudas. El corazón de una se aplastaba por la culpa y el de la otra intentaba no ahogarse en recuerdos, pero aún así, las mismas acciones que las hirieron en el pasado estaban siendo repetidas, cayendo en un bucle que las mataba lentamente.

—No quiero perder a mis amigas y a Dahyunnie por tu culpa... —Su voz casi se rompió al mencionar el último nombre.

Sana apartó la mirada de ella y se alejó, concediéndole un poco de espacio. Aún así, Jeongyeon pudo sentir cómo el oxígeno en sus pulmones comenzaba a volverse escaso y su estómago se revolvía. Sana estaba cada vez más inestable, su colapso volviéndose destructivo y la desesperación siendo palpable en sus orbes oscuras.

—¿Mi culpa?... —preguntó, ofendida—, yo no te obligué a hacerme toda esa mierda. Por una vez en tu vida, admite que te equivocaste y asume las cosecuencias de tus acciones. —Suspiró antes de hablar: —. No te atrevas a volver a huir como una maldita cobarde.

Sana no respondió, en cambio, se tambaleó hasta el lavabo y colocó sus manos en la cerámica, como si buscase estabilidad y algo en lo que aferrarse a la realidad, fuera de la paranoia. Empezó a respirar con violencia y sollozar. Jeongyeon se tranquilizó un poco al pensar en que la discusión había llegado a su fin, pero la voz rota de Sana la interrumpió antes de que siquiera pudiera tomar el pomo de la puerta.

—Ni siquiera fue completamente mi culpa que terminaras en la miseria.

Jeongyeon apretó los puños, tratando de contener la ira que desató ese cobarde comentario. No podía soportar más el descaro de Sana, así que se giró y exclamó:

—¡¿Por qué mierda nunca admites tus errores?! ¡Si terminas sola y en la ruina, es por tus accio...

—¡No! —Sana interrumpió, girandose—. ¡No te hagas la víctima conmigo, no cuando conozco perfectamente todos tus problemas! —Su llanto era tan constante, que su voz se había vuelto inestable, pero fuerte, amenazando con traspasar las paredes del baño—. Siempre has tenido una vida miserable, tanto que tu propia madre te trata como si te odiara. Tus inseguridades estuvieron mucho antes que yo, ¡sólo me usas de excusa para justificar por qué terminaste así, cuando yo estuve al final de todo eso! —Con el dorso de su mano limpió las rebeldes lagrimas, inhalando en busca de aire. Sus ojos estaban hinchados y muy en el fondo, sabía que todo estaba fuera de control—. ¿Sabes por qué sospecho que tú eres la cuenta anónima?... —Se quedó en silencio por unos segundos—, porque eres la única traumada, insignificante y rencorosa que sigue en la miseria odiandom...

Una bofetada en su mejilla derecha la calló.

El choque no tardó en dejar una marca rojiza. La tensión había explotado al igual que Sana hace unos segundos, misma que no pudo hacer nada más que sentir su mejilla arder y escuchar a Jeongyeon respirar pesado. La lucidez a penas llegaba a ella y la culpa aprovechaba para carcomerle las entrañas, Sana tragó grueso como si intentará ignorarla.

Jeongyeon no tenía idea de lo que acaba de suceder. Para ella todo había sucedido muy rápido. Desde las palabras crudas de Sana, el sentimiento de amargura que se formó en su pecho y la ira siendo descargada por medio de esa bofetada. Sus ojos soltaron las lágrimas contenidas, no podía soportar más todos esos sentimientos, ni mucho menos la vergüenza que le causaba saber cómo había confiado tanto en alguien, que ahora utilizaba todo lo que un día le contó con el fin de destrozarla.

Y lo que más le dolía, era saber que lo estaba logrando.

—No importa cuántas veces me lo preguntes, siempre te respondere que yo no soy la cuenta anónima. Porque es la verdad. —murmuró —. No deberías de estar tan segura de que te odio y te guardo rencor. Desde el momento en que te fuiste de mi vida y me pudría en la miseria, entendí que al final el rencor no me llevaría a ningún lado y que si lo mantenía, al final sólo terminaría convirtiéndome en lo tanto me daño y me llevó al colapso. —Sana hizo contacto visual con ella—. Y obviamente, no quería convertirme en ti.

Jeongyeon se dio la vuelta, decidida a terminar con esa discusión. Tomó el pomo de la puerta y mientras salía, vio de reojo a Sana cayendo de rodillas hacia el suelo, mientras lloraba como no lo había hecho desde hace tiempo.

Sana siempre se derrumbaba por su propias acciones, lloraba hasta que las nauseas se insinuaban y su corazón se hinchaba de tristeza. Caía en un abismo de miseria, y arrastraba con ella a las personas de su alrededor, y lamentablemente, de alguna u otra forma, Jeongyeon siempre estaba cerca.

:: 🧸 ::

:: 🧸 ::

Nayeon se sentía tan extraña.

De nuevo se encontraba en una discoteca ruidosa y que opacaba todos sus sentidos. No podía negar que se sentía más relajada en ese ambiente en donde las responsabilidades no tenían lugar, pero también un poco de decepción por sí misma abarcaba su pecho.

Un sólo exámen había hecho que de nuevo sintiera que en su futuro nunca lograría alcanzar las expectativas que tenían sus padres sobre ella.

El estómago le daba vueltas, sus padres estarían tan decepcionados si la vieran seguir sin poder aprobar un examen de temas que ya había visto por dos años, y ella misma quería golpear su cabeza contra la pared por su estupidez. Ella había sido la única en reprobar, incluso sus compañeros más tontos habían logrado pasar, con la nota mínima, pero lo consiguieron.

No lo entendía, ¿por qué simplemente no podía entender los temas?

Se tambaleó en medio de todas las personas de la discoteca, sin haber probado ni una sola gota de alcohol pero sí ebria de angustia por su futuro. Esa noche no planeaba tener sexo con alguna desconocida, eso ya le parecía aburrido e incluso ridículo, en cambio planeaba tomar hasta olvidarse de su propio nombre.

Se dirigía a la barra, decidida a pedir cuantos shots su cartera le permitiese. Le había sobrado un poco de dinero de lo que su mamá solía depositarle mensualmente, pensó en dejarlo en sus pocos ahorros pero ahora que se sentía con la necesidad de distraerse lo considero una "emergencia". Estaba a punto de llegar, cuando por casualidad su mirada captó a una chica conocida, sentada a unas cuantas mesas al fondo.

Entrecerro los ojos, sin poder saber muy bien de quién se trataba. La conocida temblaba con suavidad, con la cabeza recostada entre sus brazos, haciendo de su rostro imposible de ver. Nayeon había conocido a tantas mujeres a lo largo de su vida que a algunas las recordaba con vaguedad o definitivamente habia olvidado sus rostros, pero a la misteriosa chica la reconoció al darse cuenta de que portaba la misma vestimenta que una de sus compañeras de clase ese mismo día.

Pronto cayó en cuenta que se trataba de Jeongyeon.

Aún cuando recordó que en esa misma discoteca se habían conocido, le pareció extraño verla ahí, por el simple hecho de que Jeongyeon no lucia propia de esos sitios.

Decidió acercarse a ella, no sólo por el hecho de que era su amiga, sino porque también le preocupaba el hecho de que estuviese sola en un lugar como ese. Nayeon conocía a la perfección cada uno de los peligros que se corrían al ser una mujer jovén y visitar sola una discoteca, pero dudaba que Jeongyeon lo hiciera. Además, las botellas vacías de soju que la rodeaban insinuaban que estaba ebria, lo que la ponía en una posición más vulnerable.

Una vez estuvo cerca de ella, le habló:

—Jeong, ¿qué haces aquí sola? Es peligro...

Jeongyeon alzó su cabeza a penas escuchó su voz, haciendo que Nayeon entendería por qué había estado ocultando su rostro.

Temblaba mientras se ahogaba en su propio llanto, sus lágrimas rodaban por sus mejillas, sus ojos estaban rojos e hinchados y sus labios estaban tan resecos como partidos. Nayeon se pusó en alerto, de inmediato su mente había  pensado en la posibilidad de que alguien le hubiese hecho algo.

—¿Nayeon?... —Frunció el ceño. Posiblemente, en ese estado de ebriedad, no podía distinguir entre si era una ilusión o la realidad.

—¿Qué te pasó? ¿Te hicieron algo? —preguntó con los ojos más abiertos de lo normal, buscando alguna señal física que le pudiera indicar que Jeongyeon hubiera sufrido una agresión.

—N-No... —susurró con debilidad. Se apresuró en limpiar sus lágrimas con sus manos, en un inútil intento de que no la viesen tan destrozada.

—¿Entonces por qué lloras? —preguntó, aún alarmada.

—No es nada.

—Jeong...

—¡Que no es nada! —gritó con brusquedad.

Nayeon se avergonzó.

La menor de sus intenciones fue haberle hecho pensar a Jeongyeon que era una entrometida o imprudente, pero no pensó con claridad al estar opacada por la angustia. Desvió la mirada, sin estar segura de qué hacer, todo se estaba volviendo incómodo.

Jeongyeon pronto se dio cuenta de la vergüenza de Nayeon, de inmediato se reprochó el haberle gritado cuando ella sólo parecía preocupada. Se levantó de su asiento antes de que Nayeon se fuera sintiéndose mal y se acercó a ella, tambaleando un poco.

—Perdoname. —susurró, con verguenza de mirarla a los ojos—. N-No soy muy amable cuando estoy llorando...

—No, está bien. Te entiendo. —Le dio una sonrisa suave, aún sintiendo sus mejillas quemar. Su mirada se fijó en la de Jeongyeon, un vacío y miles de dudas parecían abrumarla. Hizo una mueca ante ello—. Sólo dime si no te agredieron de alguna forma, en este tipo de lugares es común que pasen cosas así.

—No —susurró—... sólo, es algo más, pero no tiene que ver con este lugar. Además son tonterías.

—¿Segura?

—S-Sí...

La manera en que su voz se quebraba era como si suplicase por ayuda. Nayeon podía sentir una pequeña parte de la angustia de Jeongyeon transmitirse a su corazón, su mente sin dejar de insistirle en que le preguntará qué le sucedía, pero también temiendo en que se viese demasiado entrometida. De lo poco que conocía a Jeongyeon, sabía que era alguien bastante tímida y reservada, por lo que tenía la sospecha de que quería ahogar sus penas en soledad. Lo que menos quería era que se sintiera incómoda, ella misma sabía lo que era querer llorar sin compañía y tener a alguien abrumandote e insistiendo en que le dijieras qué te sucedía, por lo que pensó que sería mejor darle un espacio Jeongyeon, claro, no tanto como para dejarla completamente vulnerable, pero sí lo suficiente como para que se desahogara en su comodidad.

—Bueno... sólo quería asegurarme de eso. Si quieres puedo irme a otro lado.

La vio dudar por unos momentos, pero terminó asintiendo con suavidad. Le dio una última sonrisa amable y se dio media vuelta para irse a la barra no tan lejana, pero pronto fue detenida por una calidez de una mano ajena rodeando la suya.

—N-No, espera. Mejor...

Se giró de nuevo y la miró con curiosidad. Aún se veía dudosa.

—¿Qué pasa?

Se quedaron en silencio, viéndose mutuamente. La música estridente y el olor a cigarrillo y alcohol podrían ser lo suficientemente fuertes como para distraer a cualquiera, pero Nayeon y Jeongyeon estaban tan ajenas a ello que era fácil pensar que estaban sumergidas en su propio mundo.

Jeongyeon relamio sus labios y hablo en un tono suave, casi tímido:

—¿Puedes quedarte conmigo?

:: 🧸::

:: 🧸 ::

Eran las dos de la madrugada y ellas a penas llegaban al departamento de Nayeon.

Durante el tiempo en que estuvieron en la discoteca, Jeongyeon se calmó un rato, pudiendo incluso hablar de otros temas con Nayeon. Sus orbes se veían repletas de tristeza y estaba aturdida de pensamientos que la ahogaban en su propio cuerpo. Nayeon hacía todo lo posible para hacerle saber que ella estaba ahí, pero a pesar de su cálida compañía, Jeongyeon estaba reservada a expresar lo que sentía.

En un punto de la noche, Nayeon decidió que era suficiente al ver a Jeongyeon tan ebria que ni siquiera podía entender por completo lo que le decía. Jeongyeon estuvo reacia al principio, pero si ella era necia e insistente, Nayeon lo era el doble. Logró convencerla y abandonaron la discoteca. Y luego de su intento fallido por subirle el ánimo con canciones de su artista favorita, su amiga se quedó dormida, producto del cansancio y el alcohol ingerido.

Ahora Nayeon ayudaba a Jeongyeon a caminar, estaba tan ebria que podía tropezar incluso con el aire. Además, acababa de despertar después de la pequeña siesta en el auto y por ello estaba somnolienta. Llegaron a la sala y Nayeon ayudó a Jeongyeon a sentarse en uno de los sofás de la sala, mientras ella se dirigía a la cocina.

Jeongyeon logró estabilizarse mejor, aún sentía que todo le daba vueltas y las sensaciones desgarradoras en su pecho no se largaban, pero trataba de ignorarlo. Vio el apartamento, cuando entró no se fijó tanto en su estética, pero ahora que lo notaba se veía lujoso y digno de una hija de unos padres con un muy buen sueldo, por no decir millonarios. La sala era tan amplia que la mareaba, al menos los colores fríos y monótonos de las paredes y muebles no dañaban su vista. Las luces estaban apagadas, pero podía ver todo con claridad gracias al gran ventanal atrás suyo que iluminaba el interior y daba una vista perfecta a la inmensa ciudad de Seúl. Pudo escuchar con claridad los movimientos de Nayeon en la cocina que estaba a unos pocos metros, y esta al no estar ajena por paredes, hizo que pudiera ver a su amiga llenando con agua un vaso de vidrio.

Nayeon se acercó a ella, con una pastilla y el vaso en manos.

—¿Qué es eso?

—Te va a ayudar a que mañana no despiertes con un dolor de cabeza horrible. Yo las tomó casi siempre.

Dudó un poco pero aceptó el remedio, tomando la pastilla y después el vaso de agua.

Jeongyeon se veía cansada, así que Nayeon le preguntó si quería dormir, ofreciéndole su cuarto ya que la habitación de invitados no estaba acomodado realmente y sólo guardaba algunas cosas ahí. Jeongyeon aceptó, más desesperada por dejar de sentir por unas horas que somnolienta.

No iría a su hogar en esa noche, Jeongyeon le había preguntado en la discoteca a Nayeon si podía quedarse en su apartamento para así evitar los reproches y gritos de su madre, el que llegará tarde y ebria hasta los huesos sería un problema si ella la viera.

Cuando llegaron a la habitación de Nayeon parecía que estaban en un hogar completamente distinto. De lo poco que había visto del resto del enorme apartamento, pudo deducir que tenía una colometría fría y formal, poco hogareña o con un estilo propio, pero su cuarto era diferente, los colores de las paredes seguían siendo de un blanco hueso, pero las luces led de un color fucsia le daban un ambiente distinto. Su gigante cama tenía algunos peluches de personajes de El increíble mundo de Gumball, y frente a ella había una pantalla plana. Lo que más resaltaba era su escritorio con una computadora de alta tecnología, parecía de las que utilizaban los streamers. Algunos pósteres de actrices, cantantes y raperos colgaban en las paredes, Jeongyeon reconoció vagamente a Mac Miller y Kanye West. En una esquina había una estantería, llena de mercancía de videojuegos o estos propios, la preferencia por Minecraft fue inevitable de no notar. Por donde sea que la vieras, todo gritaba: "Esta es la habitación de Im Nayeon".

Mientras la rubia la ayudaba a sentarse en el borde de la cama, Jeongyeon mantenía su mirada perdida, a penas pudo notar cuando Nayeon apagó las luces led. Suspiró pesado, tan harta y exhausta de ese miserable día, sus pensamientos no dejaban de hacer ruido en su cabeza, se sentía encerrada en su piel y deseaba con todas sus fuerzas que las ganas de llorar se marcharán. Llevó una mano a su pecho, tratando de respirar con regularidad. «No debe importarte lo que diga...». Por supuesto Sana estaba en el pasado, ya no sentia ni el más mínimo amor u odio por ella, pero el que se encargará de tocar todas esas heridas de la vida de Jeongyeon, la había hecho inestabilizarse.

—¿Pasa algo? —preguntó Nayeon, quedándose inmóvil al lado de la ventana de la cual se suponía que cerraría sus cortinas.

Jeongyeon se quedó en silencio por unos momentos. Si su cuerpo estaba exhausto, su mente y corazón estaban por romperse en pedazos por la ola de sentimientos que los atacaban. No podía resistir mucho más tiempo sin poder desahogar de alguna forma lo que sentía, su garganta picaba por gritar y sacar todo lo que surgia desde su pecho y aunque hubiese deseado ser más prudente y reservada, ya no lo soportaba más.

—Creo que voy a llorar de nuevo.

—¿Quieres... hablar de eso?

—No lo sé, creo que ni siquiera yo entiendo qué tengo. Simplemente... la vida es muy injusta conmigo. —Al compás de sus palabras, Nayeon se acercaba a ella con pasos lentos—. ¿Qué mierda de destino es encontrarte de nuevo con esa tipa?... —Frunció el ceño.

—¿Tipa?

—Estoy harta —susurró, llevando sus manos a su cabeza—. ¿Qué clase de persona te dice todo eso? Aún sabiendo cuánto te daña recordar toda la mierda que has vivido. —Su respiración se tornaba agitada—. ¿Cuál era la necesidad, Nayeon? Yo... ella sabe perfectamente todo lo que he pasado para intentar sanar, olvidar todo y seguir adelante, y lo peor de todo es que estos meses habían sido normales, no tranquilos porque mi casa sigue siendo un lugar horrible, pero había progresado. ¡Pero ella siempre llega en el momento menos indicado, sólo para joderme más la vida! —exclamó y alzó la cabeza, con sus ojos cristalizados—. Y lo peor es que ni siquiera la odio, lo único que quiero es que me deje en paz. —Sintio la cama hundirse a su lado, ya que Nayeon se estaba sentando ahí—. Odio tanto como siempre tiene esa manía de recordarme mis inseguridades. —Su voz temblo—. T-Tengo suficiente con la gente diciéndome cosas horrendas sobre mi físico, incluso comentarios de mi propia madre, como para ella venga a recalcarme que soy una insegura de mierda. —Inevitablemente, el llanto empezó, sintiendo tanta vergüenza pero a la vez un poco más de alivio por desahogarse—. S-Sólo puedo pensar en todo lo que me ha dicho desde que nos conocimos hasta ahora, de como ella creó algunas de mis inseguridades y cómo por eso ahora no puedo ni mirarme al espejo. ¿Acaso soy tan... fea, como para que ella y las personas me digan todas esas cosas?...

—¿Fea?

Nayeon no pudo decir nada más, estaba tan atónita. No llegaba a comprender del todo lo que Jeongyeon decía, su voz era trémula y débil, como si se estuviese ahogando, además de que no sabía a quién se refería con "ella". Lo poco que pudo comprender, fue su sorprendente confesión acerca de sus inseguridades y los estúpidos comentarios de las personas.

—Yo... —Sus miradas se encontraron—, ¿crees que lo soy?...

Y si era honesta, Nayeon nunca se había sentido tan ofendida e indignada por una simple pregunta.

—Jeong, ¿de verdad me estás preguntando eso? —La miró, incluso sonriendo con nervios e ironía al creer que se trataba de algún tipo de broma.

—S-Sí... —Su rostro a penas era visible entre la oscuridad, siendo la suave luz de la luna lo que dejaba a la vista sus ojos llorosos por quién sabe cuánta vez en la noche. Relamio sus labios partidos y agachó la mirada, como si ya esperase una respuesta concreta—, sólo dime lo que piensas tú. N-No es necesario que mientas, sólo quiero saber tu opi...

—Jeongyeon, literalmente lo primero que dije cuando te vi fue "Es preciosa".

Conectaron miradas de nuevo, Jeongyeon mostrando tanta sorpresa como incredulidad.

Nayeon estaba tan ofendida que no podía ocultarlo en su rostro, no le cabía en la cabeza comó una chica como Jeongyeon podía preguntarse eso. Es decir, ¿qué clase de situaciones tuvo que haber atravesado como para creer eso de sí misma? Si ante sus ojos, desde que la vio en aquella discoteca sentada en la lejanía hasta hace unos momentos donde había colapsado de nuevo, su opinión de que era una de las mujeres más preciosas que había visto en su vida se mantenía de pie, incluso tomando más fuerza con cada segundo que la veía.

—No es necesario que mientas, ya te lo dije... —Soltó una pequeña risa, desanimada y nerviosa.

—No estoy mintiendo. Si quieres puedes preguntarle a Momo y ella misma te va a decir que en verdad dije eso. —Suspiró—. ¿Por qué pensarías que eres fea?

—Porque eso es lo que dicen las personas y...

Nayeon la abrazó.

Jeongyeon, sin saber cómo reaccionar, se quedó quieta. Su corazón dolía a la par que mantenía latidos pesados, sus ojos seguían llorosos y el nudo en su garganta la asfixiaba. Nayeon susurró:

—La gente dice muchas cosas, Jeongie.

Y pocos segundos después, su aturdida mente logró procesar y entender esas palabras, mermando poco a poco todo dolor físico y mental en ella. Sólo pudo corresponder el abrazo con timidez, permitiéndose sentir algo más allá de nostalgia y dolor: tranquilidad.

El sofá terminó sin nadie ocupando espacio en él, al final ambas estuvieron de acuerdo en compartir la cama de Nayeon. Jeongyeon se lo había pedido a la anfitriona al decirle que ella no estaba acostumbrada a dormir ahí y que le sería difícil conciliar el sueño. Eso pareció ser una vil mentira, que fue descubierta al momento que, a penas y su espalda había logrado tocar el colchón, entró en un profundo sueño.

Por su lado, Nayeon estuvo pensativa por un rato mientras miraba hacia el techo. Giró su cabeza y miró a Jeongyeon, dormida boca arriba y permitiéndole ver su perfil de lado, sus facciones le parecían tan finas y delicadas que creía que en realidad sus ojos no eran capaces de capturar su belleza por completo. «¿Habrá alguna forma de que ella pueda verse como yo la veo?...» en verdad deseaba que Jeongyeon no pensará todas esas cosas sobre ella y encontrar un método por el cual enseñarle que todas esas personas que la juzgaban eran tan estúpidas como ciegas. Y es que la sangre le hervía ante el coraje y duda de pensar en cómo a alguien se le cruzaría por la cabeza juzgar el físico de Jeongyeon.

¿Qué tan enferma de estereotipos y estándares de belleza inalcanzables está la sociedad?

Suspiró, tratando de ignorar esos pensamientos para poder dormir. Ni siquiera era tan cercana a Jeongyeon, la conocía hace un lapso relativamente corto, pero no podía evitar dejar que su empatía desbordara más que nada como siempre. En realidad no podía hacer mayor cosa, la opinión ajena era algo que incluso, a veces, a ella la afectaba y la hacia colapsar como su amiga. A pesar de eso, esa misma noche se prometió tratar de hacerle recordar y saber qué tan bonita era a Jeongyeon, sin importar qué tanto terceros con una vida vacía la juzgarán.















:: 🦋 ::

I always comeback

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro