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Capítulo 10.

Anhelaba que JungKook fuera algo más que un simple "algo" en su vida; quería que fueran novios de manera oficial, con todas las letras.

No podía seguir viviendo con esa incertidumbre de no saber exactamente en qué camino iba su relación. Por eso, durante los últimos días, no dejaba de imaginar la forma perfecta de proponérselo. Soñaba con crear un momento único y memorable, algo que reflejara lo especial que JungKook era para él. Estaba decidido a hacerlo bien, asegurándose de que cada detalle estuviera a la altura del amor y la admiración que sentía.

Él se merecía solo lo mejor y él se encargaría de dárselo.

Sin embargo, desear algo tan intensamente no hacía más sencilla la tarea de encontrar la idea perfecta.

Tal vez NamJoon podría ayudarle, teniendo en cuanto que era gran amigo de JungKook también y lo conocía muy bien.

Una vez que terminaron una parte del entrenamiento y el entrenador les dio un pequeño break para descansar, aprovechó para hablar con él. Solo que... no se la estaba dejando fácil.

—Vamos, JiMinie, sabes que no necesitas hacerlo excesivamente perfecto. Eres tú, ¿sabes? Eso es más que suficiente para Koo. Estoy seguro de que estará encantado con cualquier cosa que hagas. —NamJoon le dedicó una sonrisa cálida y comprensiva mientras se sentaba en la banca. JiMin, por su parte, no podía quedarse quieto. Caminaba de un lado a otro, peinándose el cabello húmedo con los dedos, su mente atrapada en un torbellino de dudas.

—Pero es que... tiene que ser especial, ¿entiendes? Algo que él nunca olvide. —JiMin se detuvo un momento, mirando al suelo con frustración.

—Hey... —sintió el peso de la mano ajena en su hombro, haciendo que levantara la cabeza. Sus miradas se cruzaron, y JiMin encontró en los ojos de su amigo una calma que parecía esquiva para él.—. No te mates tanto la cabeza, porque así no saldrá nada y solo conseguirás que te frustres más.

JiMin suspiró profundamente, dejando escapar parte de la tensión que lo asfixiaba.

—¿Entonces cómo hago, Nam?

NamJoon sonrió levemente, con esa serenidad característica suya.

—Has estado pegado a él estas últimas semanas, JiMinie. Estoy seguro de que, si lo piensas, encontrarás algo en las cosas que te ha dicho o hecho.

Park frunció el ceño, intentando recordar.

—Solo puedo darte una pista... JungKook es un romántico empedernido. ¿Sabías que en sus ratos libres le encanta leer novelas románticas? Siempre tiene una escondida en su mochila.

La revelación lo dejó pensativo. Sus dedos volvieron a su cabello húmedo mientras murmuraba para sí mismo: Novelas románticas... un amante empedernido....

Era cierto que ese detalle no le era ajeno. JiMin había notado más de una vez el gusto de su chico bonito por las historias románticas. Cada vez que se reunían en la biblioteca, el menor aparecía con un libro nuevo de ese género en las manos, sus ojos brillando de emoción mientras hojeaba las primeras páginas. Incluso cuando decidían ver películas juntos, era común que eligiera comedias románticas, esas que siempre lograban sacarle una sonrisa enorme y contagiosa.

Recordar esos momentos hizo que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios.

Tal vez no tenía que buscar algo tan complicado. JungKook ya le había dado muchas pistas de lo que realmente disfrutaba, y ahora era cuestión de aprovecharlas.

Un momento especial que gire en torno a lo que él ama... tal vez eso sea suficiente, pensó, sintiendo cómo su mente empezaba a conectarse con las primeras ideas con sentido desde que empezó el día.

Quizás, después de todo, NamJoon tenía razón: la respuesta estaba más cerca de lo pensaba.

—Gracias, amigo. —le dio un abrazo en el costado, sonriéndole con cariño.

—Cuando necesites, JiMinie. —correspondió al gesto con una leve palmada en la espalda.

El sonido del silbato segundos después indicó que debían volver a la cancha para reanudar el entrenamiento.







(...)








Después de la práctica matutina, JiMin aprovechó el recreo para encontrarse con su chico bonito. Se dirigieron a las gradas traseras de la cancha de fútbol, un lugar que a esa hora permanecía casi desierto. Era justo lo que necesitaban: un poco de privacidad lejos del resto del mundo.

Descansaba con la cabeza apoyada en el regazo de JungKook, mientras este jugueteaba con los mechones rubios de su cabello, deslizándolos entre sus dedos con una ternura que hacía que se relajara por completo. De vez en cuando, JungKook se inclinaba para dejar besos suaves en su frente o sus mejillas, arrancándole risitas tontas.

Alzó la mirada y se perdió en los amplios ojos oscuros de JungKook, donde podía ver reflejado todo el cariño y amor que este le dedicaba sin miedo a demostrarlo. Era una mirada que hablaba más que mil palabras, que lo envolvía en una calidez indescriptible. En ese instante, no pudo evitar pensar que era el chico más jodidamente afortunado del universo, por tener el amor de su ángel JungKook.

Por esa razón, necesita darle un momento especial justo como se merece.

—Una moneda por tus pensamientos. —la voz de JungKook llegó suave y divertida, acompañada de una dulce risita que lo sacó de su ensoñación—. ¿En qué tanto piensas, Mimi?

JiMin parpadeó, regresando al presente, y no pudo evitar sonreír al escuchar el apodo que solo él usaba de esa manera. Se encogió de hombros ligeramente, sintiendo un leve rubor en sus mejillas.

—En ti, obviamente. —respondió, intentando sonar casual, pero su tono lo delataba—. En lo bonito que te ves con esos lazos en tu cabello.

JungKook curvó sus labios con una mezcla de ternura y diversión, jugando ligeramente tímido con los mechones sueltos de su cabello. Hoy llevaba unos lazos amarillos que ataban dos coletas inferiores.

Se sintió satisfecho al ver el brillo feliz en los ojos ajenos.

El mayor levantó la mano para dejar un suave caricia en la mejilla rosácea de Koo, y este como respuesta se inclinó para dejar un beso en la punta de su nariz.

—Gracias... Me gusta que pienses en mí, sigue haciéndolo. —murmuró en un tono juguetón a escasos centímetros de su boca, antes de volver a acariciar su cabello, como si JiMin fuera lo más preciado en el mundo.

Se acomodó un poco más, disfrutando del suave cosquilleo de los dedos de JungKook en su cabello. Ese simple gesto era suficiente para relajar cualquier tensión... o casi toda.

—Pero en serio, ¿qué te tiene tan pensativo? —insistió, su tono curioso pero cariñoso.

JiMin se sintió atrapado por un momento. No podía decirle la verdad, no podía confesarle que estaba partiéndose la cabeza tratando de planear la manera perfecta de pedirle que fuera su novio. Eso arruinaría la sorpresa que tanto deseaba crear.

—Nada, Koo, solo el partido que tenemos en dos días. —respondió con una pequeña mueca, lanzando la primera excusa creíble que se le ocurrió. Después de todo, era cierto que el partido también lo tenía algo preocupado.

JungKook ladeó la cabeza, mirándolo con atención.

—¿Es la final, cierto?

—Así es. —JiMin suspiró, apoyando su brazo sobre el regazo de JungKook mientras sus dedos jugueteaban distraídamente con la tela de su camiseta—. Y necesitamos ganar. El entrenador no ha dejado de meternos esa mentalidad estos últimos días.

JungKook soltó una risita, acariciando su mejilla con la yema de los dedos.

—Pues si el entrenador dice que ganen, entonces lo harán. Después de todo, mi JiMin nunca se rinde.

Aquello hizo que sonriera en grande, aunque una pequeña punzada de culpa lo recorrió. No le gustaba mentirle, pero todo sería por una buena causa... una que esperaba que valiera la pena.

El momento perfecto sería días después del partido. Primero necesitaba salir del estrés y la presión que la final le generaba, asegurarse de darlo todo en el campo y, una vez terminado, centrarse por completo en lo que realmente importaba: su relación con JungKook.

Será después del partido, se repetía como un mantra, confiando en que ese sería el momento ideal.

—Irás a darme ánimos, ¿Verdad?

—Por supuesto que sí. —respondió sin titubear, con esa sonrisa que siempre lograba calmar cualquier inseguridad de JiMin—. Estaré en primera fila para apoyarte, JiMin hyung.

El corazón de JiMin dio un pequeño vuelco. La forma en que JungKook lo decía, con tanta seguridad y emoción como si él también fuera parte del equipo, lo hacía sentir tan invencible. Sabía que, sin importar lo que sucediera en el partido, mientras JungKook estuviera ahí para él, todo estaría bien.

—Más te vale. —respondió con una sonrisa traviesa, aunque en el fondo, estaba profundamente agradecido por tenerlo a su lado.

—Sabes que soy tu animador número uno. —soltó una ligera risa antes de descender para darle un beso en la boca, que él siguió inmediatamente, buscando un contacto más profundo, más prolongado. Sus manos subieron instintivamente para rodear el cuello contrario, atrayéndolo un poco más hacia sí.

Nunca se cansaría de los besos de JungKook, de la manera en que sus labios parecían encajar perfectamente con los suyos como un rompecabezas, como si hubieran sido hechos el uno para el otro. Y tampoco es que lo intentaría. Al contrario, cada beso solo alimentaba su deseo de tenerlo aún más cerca, de sentirlo aún más suyo.

Cuando se trataba de él, el límite de lo suficiente parecía inalcanzable.

JiMin se incorporó lentamente, dejando atrás la comodidad de su posición para poder besarlo mejor. Sus dedos hundiéndose suavemente en la cálida piel de los pómulos ajenos, como si intentara grabar en su memoria la textura de cada detalle.

Sus labios no cesaban de moverse, sincronizados en un ritmo perfecto con los de JungKook, como si estuvieran hechos para adorarse mutuamente.

Sintió las manos de JungKook aferrarse a su espalda, acercándose aún más hasta que ningún centímetro quedó entre ellos.

—Sabes tan bien, Koo... —se separó de sus labios solo lo justo para deslizar su boca hacia su mandíbula, dejando un rastro de besos suaves que pronto llegaron a su cuello. Allí, en la piel blanca que tanto adoraba, depositó delicados besos de mariposa, ligeros pero llenos de intención.

Los suspiros entrecortados de JungKook fueron el estímulo que necesitaba para dejar que una de sus manos descendiera hasta aquella estrecha cintura, ejerciendo una leve presión que lo hizo estremecer.

—Si sigues besándome así no querré regresar a clases y me quedaré aquí contigo. —protestó, con sus labios húmedos abultados en un pequeño mohín mientras lo miraba con esos ojitos brillantes que siempre lograban desarmar a JiMin.

Él solo rió por lo adorable que lucía la imagen enfrente suyo y se inclinó para darle un beso corto, un toque fugaz que arrancó una sonrisa cariñosa del menor cuando se separaron.

—¿Y el problema de eso es...?

—¡Hyung, no podemos faltar a clases tanto! —dijo con una mezcla de reproche y diversión, golpeando suavemente el hombro de JiMin. Su ceño estaba fruncido ahora, pero el gesto solo lo hacía verse más encantador a los ojos del mayor.

JiMin volvió a reírse, inclinándose un poco más cerca.

—Eres demasiado adorable cuando intentas ser responsable, Koo.

JungKook bufó ligeramente, cruzando los brazos sobre su pecho como si quisiera mostrarse serio, aunque el rubor en sus mejillas lo delataba.

—No estoy intentando ser responsable, soy responsable. —dijo con un tono firme, aunque sus labios aún tenían una ligera curvatura, como si le fuera imposible no sonreír estando con JiMin.

Park se apoyó en sus rodillas, observándolo con una expresión divertida.

—Oh, claro que lo eres. Eres el estudiante modelo. Pero ¿sabes algo? También eres mi estudiante modelo.

—Hyung... —JungKook se quejó en un susurro, sintiendo que su intensa mirada hacía que su rostro se calentara aún más.

—Digo, sería lindo que un día decidieras ser un poco rebelde por mí. —bromeó, inclinándose de nuevo para rozar su nariz contra la de JungKook.

El más joven rodó los ojos, pero su sonrisa regresó inevitablemente.

—¿Rebelde por ti? Estoy seguro de que eso ya lo hago más de lo que debería.

—¿Ah, sí? ¿Qué tan rebelde estamos hablando? —JiMin arqueó una ceja, fingiendo intriga.

JungKook inclinó su cabeza hacia un lado, como si estuviera considerando su respuesta. Luego, se inclinó hacia adelante para dejar un beso rápido en los labios de JiMin, antes de retroceder con una sonrisa satisfecha.

—Suficiente para besarte detrás del campo cuando sé que deberíamos estar estudiando.

JiMin soltó una carcajada y tiró suavemente de JungKook hacia él por la cintura.

—Estudiar puede esperar, tú no.

Los dos rieron, su pequeño mundo encapsulado en esa burbuja de cariño y complicidad mutua que siempre compartían, mientras el reloj seguía avanzando, ignorado por completo.







(...)








El día del último partido del campeonato institucional llegó más rápido de lo que JiMin había previsto. En un abrir y cerrar de ojos, esos dos días de espera se desvanecieron, y ahora estaba en el vestuario grupal, ajustándose el uniforme y asegurándose de que todo su equipo estuviera en su lugar.

El ambiente en la habitación estaba cargado de tensión y emoción. Cada miembro del equipo compartía la misma energía nerviosa, esa mezcla de ansiedad y entusiasmo que solo un partido decisivo podía generar. Las voces eran un murmullo constante, algunos lanzaban bromas para aliviar los nervios, mientras otros permanecían en silencio, concentrados en sus propios rituales previos al juego.

JiMin respiró hondo mientras ataba los cordones de sus zapatillas, tratando de calmar las mariposas que revoloteaban en su estómago. Ganar este partido significaba más que un trofeo o un reconocimiento. Era la culminación de semanas de esfuerzo, sudor y trabajo en equipo.

Levantó la mirada hacia sus compañeros, viendo la determinación reflejada en sus rostros. El entrenador les lanzó unas palabras de ánimo, recordándoles la importancia de jugar con el corazón y de no dejar nada por intentar en la cancha.

Cuando terminaron de alistarse, JiMin se permitió un momento para sí mismo. Cerró los ojos, imaginando a JungKook en la primera fila de las gradas, con esa sonrisa que siempre lograba calmarlo. Todo irá bien, se dijo, sabiendo que, pase lo que pase, él estaría allí.

Esa certeza se grabó aún más profundamente en su mente cuando, al desviar la mirada hacia la entrada del vestuario, sus ojos encontraron una figura conocida. JungKook estaba allí, asomándose tímidamente, como si no quisiera interrumpir, pero claramente buscando a alguien entre los jugadores.

Y ese alguien era él.

Los ojos de JungKook se iluminaron en cuanto lo encontró, y una sonrisa, tan genuina y hermosa que hizo que el corazón de JiMin latiera más rápido, se formó en sus labios.

No pudo evitar devolverle la sonrisa, como si aquel simple gesto hubiera barrido de golpe toda la presión que sentía en su pecho.

Sin importarle las miradas curiosas de sus compañeros, le hizo un leve gesto con la cabeza mientras se acercaba en su dirección.

—Koo. —casi como si se tratara de un gesto inconsciente, llevó su mano a su hombro convirtiendo el toque en algo gentil. Cada vez que estaban juntos le era complicado no tocarlo, mucho menos ahora que se veían tan precioso vistiendo su chaqueta del equipo con su apellido atrás, dos manchas de pintura azul en sus mejillas representativos del equipo de la escuela y

—Quería desearte suerte antes del partido. —lo miró con ese brillo en los ojos que empezaba a pensar como suyo, tocando con la punta de sus dedos el casco que llevaba puesto.

—Gracias, Koo. Saber que estás aquí ya es suficiente suerte para mí. —respondió JiMin, permitiéndose una sonrisa que dejó ver la mezcla de nervios y emoción que sentía en ese momento.

JungKook dejó escapar una risita baja, llevándose las manos a la espalda mientras inclinaba un poco la cabeza.

—Entonces asegúrate de ganar, ¿sí? Quiero ver a mi hyung siendo la estrella de la final.

JiMin asintió, inclinándose un poco hacia él para murmurar cerca de su oído.

—Por ti, voy a ser más que una estrella. Voy a ser todo un campeón.

Cuando JiMin comenzó a alejarse, no pudo evitar notar cómo los ojos de JungKook seguían fijamente en él, recorriendo cada detalle de su rostro como si estuviera memorizándolo. Esa mirada intensa y dulce al mismo tiempo hizo que su corazón se acelerara aún más.

Entonces, casi como una reacción natural, las mejillas de JungKook se tiñeron de un rubor suave, dándole un aire aún más adorable. El momento era tan genuino que JiMin soltó una risa suave, y al instante, el menor lo acompañó con una de esas risitas que eran como música para sus oídos.

Por un instante, sus miradas se encontraron de nuevo, y aunque no hubo palabras, todo estaba dicho en el brillo de sus ojos. Extendió una vez más su mano, rozando el brazo de JungKook con un toque rápido pero cargado de significado.

—Perdón por interrumpir su momento, tortolitos, pero es hora de que vayamos moviéndonos al campo, JiMin. —La voz ligera de NamJoon, acompañada de una risa discreta, fue como una aguja que estalló la pequeña burbuja que habían creado.

Ambos se giraron al mismo tiempo, encontrándose con NamJoon apoyado despreocupadamente en el marco de la puerta, con una sonrisa que no ocultaba lo mucho que disfrutaba molestarlos.

—Voy. —JiMin asintió, retomando rápidamente su compostura con una expresión segura.

—Suerte para ti también, Nam hyung. —dijo Koo, sonriéndole al mayor de los tres.

—Gracias, Kookie. Mantente animando desde la primera fila.

Con un último intercambio de miradas entre JiMin y JungKook, el mayor se encaminó hacia el campo, listo para enfrentarse a lo que sea.

El rugido de la multitud llenó el campo de la escuela cuando JiMin salió al campo junto a su equipo.

Estiró los brazos y piernas, sacudiendo los nervios mientras recorría con la mirada el terreno frente a él. Compartiendo contacto visual con el líder del equipo contrario, ese otro chico dedicándole una sonrisa engreída que quiso borrar enseguida, pero decidió simplemente ignorarlo y concentrarse en su propio equipo. Se agruparon en un círculo apretado, todos mirándolo para dar las últimas instrucciones.

—Recuerden, chicos, esto no es solo ganar; es dejarlo todo en el campo. Somos un equipo, así que cubran a su compañero y mantengan la cabeza fría. —los miró uno a uno antes de clavar los ojos en NamJoon—. Confío en ti para liderar el ataque.

Él asintió con determinación.

Cuando el árbitro pitó el inicio del partido, el juego comenzó con un ritmo frenético. JiMin se movía ágilmente entre los jugadores rivales, esquivando los bloqueos que intentaban hacerle y buscando los espacios necesarios para avanzar hasta el lado enemigo.

Desde las gradas, los gritos de aliento eran una mezcla de apoyo y emoción, pero una sola voz sobresalía para él. Alzó la mirada por un breve segundo y ahí vio a JungKook, de pie animándolo con energía, su rostro iluminado por una sonrisa de orgullo.

Ese simple gesto fue el impulso que JiMin necesitaba. Tomó el balón con fuerza entre sus manos en un momento crítico, corriendo con una velocidad impresionante mientras esquivaba a dos jugadores del equipo contrario de un empujón limpio. La adrenalina lo inundaba que ni podía sentir los golpes en su cuerpo, y con un movimiento ágil, pasó el balón justo a tiempo para que uno de sus compañeros marcara el primer punto del partido.

Los vítores del público resonaron con fuerza, y JiMin alzó el puño en señal de victoria mientras su equipo lo rodeaba para celebrar.

Necesitaban mantener este ritmo durante los cuarenta minutos del juego y conseguir la victoria.

Solo que los demás obviamente no se la iban a dejar fácil.

En un momento de descuido, los otros lograron tomar posesión del balón durante mayor tiempo y consiguieron marcar un punto, convirtiendo el enfrentamiento en empate rápidamente. JiMin apretó los puños, frustrado pero aún determinado. Sabía que ese error les había costado caro, pero también era una señal de que no podían permitirse ni un segundo de relajación.

Cerró los ojos un segundo, dejando escapar un largo suspiro mientras intentaba calmar el tumulto de pensamientos en su cabeza. No podían permitirse perder la concentración ahora. Con voz firme y clara, comenzó a dar indicaciones a sus compañeros

Los minutos parecían volar, y el marcador seguía empatado, aumentando la presión y la intensidad en cada jugada.

JiMin sentía el peso de la responsabilidad sobre sus hombros, pero no dejaba que lo detuviera. Su equipo estaba sincronizado, moviéndose con fluidez, pero los rivales no les daban respiro, bloqueando cada intento de avance y buscando sus propias oportunidades para tomar la delantera.

Finalmente, el reloj marcó dos minutos para el final. El estadio estaba en un clímax de tensión, los gritos de los espectadores resonaban como un eco ensordecedor. Era el momento decisivo, y ambos equipos lo sabían. Alguno debía dar el punto final, y estaba decidido a que fueran ellos.

El balón se movió rápido entre los jugadores de su equipo, avanzando con precisión por el campo. JiMin aprovechó un hueco en la defensa rival para correr hacia adelante, pidiendo el pase con un grito firme. NamJoon, que estaba bajo presión, lo vio y le lanzó el balón justo a tiempo.

Con el balón firmemente en sus manos, esquivó a un defensor que se abalanzó sobre él, utilizando un giro rápido para eludirlo. El campo frente a él parecía alargarse, pero no detuvo su carrera. Otro jugador se acercó para bloquearlo, y JiMin, sin perder el ritmo, hizo un amague perfecto, dejando atrás al oponente con una agilidad impresionante.

Sus pulmones ardían, sus piernas pedían descanso, pero el marcador estaba cerca. Con los últimos metros en juego, se lanzó hacia la línea final, esquivando el último intento desesperado de un rival por detenerlo. Con un impacto seco, el balón cruzó la línea justo antes de que lo alcanzaran.

El silbato del árbitro sonó, y un grito de euforia estalló en el estadio. JiMin se incorporó rápidamente, con una sonrisa que iluminaba su rostro mientras levantaba los brazos en señal de triunfo. Lo habían logrado.

En un instante, sus compañeros corrieron hacia él, rodeándolo en un abrazo colectivo lleno de risas, gritos y emoción. NamJoon fue el primero en alcanzarlo, dándole un fuerte golpe amistoso en la espalda.

—¡Lo hicimos, JiMin! ¡Eres increíble!

—¡Ganamos! —gritó uno de sus compañeros, mientras todos saltaban emocionados.

La risa de JiMin era sincera, llena de la euforia del triunfo, mientras el confeti caía en cascada sobre el campo como una lluvia de colores. Miraba a su alrededor, viendo a sus compañeros abrazarse y al público aplaudir con fervor. Pero, aunque el momento era glorioso, sentía un vacío, una pieza faltante que haría que todo fuera verdaderamente completo.

Sus ojos no tardaron en encontrar a JungKook, quien desde las gradas brillaba como el centro de su universo. Él saltaba de alegría, sus palmas aplaudiendo con energía junto a Hoseok, pero lo que más capturó a JiMin fue la enorme sonrisa que iluminaba el rostro de su chico bonito. Era todo lo que necesitaba.

Guiado por una emoción incontrolable, comenzó a correr hacia él, ignorando las preguntas y miradas confusas de sus compañeros. No importaba el confeti, los gritos o las reglas del campo; lo único que tenía sentido en ese momento era llegar hasta su chico.

JungKook, al darse cuenta de que JiMin venía directo hacia él, quedó paralizado un segundo, con los ojos abiertos de sorpresa. Pero pronto, como si algo los sincronizara, también saltó de las gradas sin dudarlo y corrió en su dirección, ignorando todo lo demás, con el corazón latiéndole con fuerza.

El mundo pareció detenerse mientras acortaban la distancia entre ellos, sus risas flotando en el aire. Finalmente, cuando se encontraron a mitad de camino, JiMin lo atrapó en un abrazo tan fuerte que lo levantó ligeramente del suelo. Ambos rieron aún más, poco le importaba a JiMin que aún estuvieran en público y que los espectadores los estuvieran observando.

—¡Lo hiciste, JiMin hyung! ¡Lo hiciste! —JungKook exclamó, con la voz temblando entre la emoción y las risas, rodeándolo con sus brazos mientras se aferraba a él.

—Ganamos, Koo. Lo hicimos. —respondió JiMin, sin soltarlo, dejando que su frente descansara contra la del menor mientras ambos trataban de recuperar el aliento.

La felicidad corría por sus venas y JungKook simplemente estaba allí en sus brazos luciendo tan hermoso con su brillante sonrisa que no pudo contenerse en ceder a sus deseos, así que lo besó con todo el amor que sentía en ese momento y poco le importó que media escuela fuera testigo de aquello.

Esto era la realización de todo lo que había querido obtener; el amor de JungKook y ganar el campeonato institucional.

Su pecho pareció estallar de alegría cuando sintió que JungKook respondía al beso con la misma intensidad, sus manos encontrando refugio en su cabello alborotado, enredando los dedos como si quisiera anclarse a ese momento para siempre.

Al separarse, unieron sus frentes y lentamente JiMin lo bajó al suelo, pero sus brazos permanecieron firmes alrededor de él. No podía apartar su mirada de JungKook, se sentía perdido en sus ojos que brillaban como si guardaran un universo entero, y esa visión lo dejó sin aliento. Un torbellino de pensamientos cruzó por su mente, pero uno en particular resonó con fuerza.

Este era el momento.

Su corazón palpitaba con fuerza, impulsado por una mezcla de valentía y vulnerabilidad. Ahí entendió que cualquier momento con JungKook sería especial.

—¿Puedo ser tu novio, Jeon JungKook? —dijo en un tono bajo, de forma que nada más pudieran escuchar los dos, y acarició la mejilla de JungKook con delicadeza.

La sonrisa del menor tambaleó por un instante y la sorpresa se reflejó claramente en su rostro, sus ojos abriéndose ligeramente mientras procesaba la inesperada pregunta.

—Es repentino, lo sé pero...

Trató de explicar con su voz titubeando por los nervios mientras intentaba encontrar las palabras correctas para justificar lo que acababa de decir. Sin embargo, no tuvo la oportunidad de terminar su frase porque una suave risita escapó de los labios del menor, ligera pero suficiente para romper cualquier intento de explicación. Antes de que JiMin pudiera preguntar qué significaba esa reacción, JungKook acortó la distancia entre ellos y lo tomó por sorpresa, atrapándolo en un beso que sacudió cada parte de sí como ningún otro beso fue capaz de hacerlo en su corta vida.

Cuando se separaron, apenas unos milímetros, JungKook sonrió contra sus labios, con una ternura que hizo que el corazón de JiMin latiera con fuerza.

—Ya lo eres, JiMinie. —susurró, con una calidez en su voz que dejó claro que para él, esa pregunta ya tenía una respuesta desde hacía tiempo.

JiMin sonrió ampliamente, como si toda la felicidad que contenía en su pecho se desbordara en ese instante.

—¿De verdad? —murmuró, todavía incrédulo, aunque la emoción se reflejaba en cada rasgo de su rostro. Sus dedos acariciaron la mandíbula de JungKook, trazando la línea de su sonrisa como si quisiera memorizarla.

Él asintió con suavidad, inclinando un poco la cabeza.

—No quisiera que nadie fuera mi novio más que tú.

Esas palabras provocaron un calor agradable en su pecho, y solo lo atrajo a su cuerpo para abrazarlo con fuerza. Nada ni nadie podía romper la burbuja que habían creado. Eran solo ellos dos.

Entonces, JiMin sintió que ganó por segunda vez en esa noche.

buenas, regresé ahsjsks 😼

nada más queda un capítulo y le damos fin a esta historia <3

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