Capítulo 09.
Le gustaba a JungKook.
JungKook lo quería.
Saber eso lo llenaba de tanta gozo y alegría, una que nunca había experimentado antes. Cada vez que pensaba en ello, su pecho se llenaba de una calidez reconfortante. Estar con él era como tener en sus manos un tesoro invaluable, y ahora que lo tenía entre sus brazos, sintió una certeza absoluta: no podía, no quería dejarlo ir. Haría lo que fuera necesario para proteger ese corazón tan puro y hermoso, para mantenerlo cerca, porque sabía que no habría mayor dolor que perderlo. Era su felicidad. Era su chico precioso.
Desde que ambos confesaron sus sentimientos pasó un mes y en ese tiempo aprendió muchas cosas sobre JungKook.
Recordaba especialmente el día que estuvo en su casa. Lo invitó a pasar a su cuarto, y al entrar, todo lo que vio encajaba perfectamente con la personalidad de JungKook. La habitación estaba impecablemente ordenada, con una paleta de colores suaves y acogedores. En las paredes, colgaban pósters de sus superhéroes favoritos, y sobre las estanterías, cuidadosamente apilados, estaban sus cómics. La cama, decorada con peluches de todo tipo, irradiaba una calidez casi infantil, un reflejo de su lado más tierno.
Pero lo que más le llamó la atención fue el tocador. Ahí, entre los perfumes y pequeños objetos personales, había una gran cantidad de accesorios para el cabello, y de repente todo tuvo sentido. Finalmente entendió de dónde venían las cintas y broches que JungKook usaba para adornar sus mechones. Aquello le pareció increíblemente adorable, un pequeño detalle que lo hacía aún más especial.
No pudo evitar comérselo a besos en ese instante.
También, conoció a sus padres. Tenía que pasar en algún momento porque empezó a frecuentar la casa de JungKook y era imposible que nunca se encontrara con ellos. La presentación fue un poco incómoda al principio para JiMin, con un ligero nudo en el estómago. Pero esa sensación desapareció rápidamente cuando la señora Jeon lo recibió con una cálida sonrisa y los brazos abiertos, haciéndolo sentir como en casa. No tardó mucho en notar de dónde había heredado JungKook su lado más carismático y suave. La amabilidad y calidez de su madre le envolvieron de inmediato, haciéndole ver que no había razón para sentirse nervioso.
Con su padre fue algo similar. El señor Jeon resultó ser una persona bastante amable y con un buen sentido del humor. Desde el primer momento, hizo algunas bromas ligeras que ayudaron a romper el hielo, lo que alivió la tensión que JiMin aún sentía. Sin embargo, para ambos padres, JiMin seguía siendo solo "el amigo de JungKook".
No se sentían presionados a aclarar que había algo más entre ellos, y tanto JiMin como JungKook coincidían en que no era necesario apresurarse para revelar su relación. Preferían mantener las cosas en calma por ahora, disfrutando de su tiempo juntos sin la necesidad de explicar su situación a los demás. Por el momento, estaban perfectamente bien así, viviendo su relación a su propio ritmo.
También, descubrió que JungKook está en el club de artes y la verdad no era una sorpresa tan grande considerando que ya le había dicho que le encantaba dibujar, y era bastante bueno en eso. Verlo dedicar tiempo a su pasión le hacía admirarlo aún más, y aunque no había sido una gran revelación, fue otro aspecto de JungKook que le hizo sonreír, encantado de conocer esas pequeñas piezas que componían quién era realmente.
Y, por supuesto, NamJoon no tardó en enterarse de que sus dos grandes amigos ahora eran algo más que solo amigos. No fue una gran sorpresa para él, pero cuando finalmente lo confirmaron, no pudo evitar sonreír ampliamente.
Las cosas iban bien.
Hoy, una vez más, se encontraba en la casa de JungKook en su casa. Se había vuelto parte de su rutina compartir tiempo juntos luego de clases, y cuando tenía entrenamiento de rugby, JungKook siempre lo acompañaba, viéndolo desde las bancas suplentes con una sonrisa y dando saltos como si fuera su animador número uno. Inevitablemente el deseo de lucirse gobernaba su sistema.
—Supuestamente íbamos a estudiar juntos, JiMinie… y no hemos hecho nada desde que llegamos. —entre suaves risas, los labios del menor se separaron del contrario luego de una larga sesión de besos, donde JungKook se encontraba acostado en su cama prácticamente sobre él, sus rostros aún cercanos y respiraciones entrelazadas.
Le lanzó una sonrisa de medio lado traviesa, sin mucho remordimiento realmente, y su pulgar acarició su mejilla colorada con suavidad. Si era honesto, sus intenciones de estudiar se desvanecieron completamente desde el primer momento en que se quedaron solos.
—El estudio puede esperar, Koo. —dijo, antes de inclinarse para darle otro beso, profundo y lento, seguido de otro más, como si cada contacto fuera aún mejor que el anterior y no pudiera obtener suficiente.
Su sabor, su textura... JungKook era una adicción que ni siquiera sabía que podía tener, y cada contacto parecía hundirlo más en un deseo que lo dejaba sin aliento.
—¿Tú crees, eh? —la risa leve del menor le hizo sonreír en medio del beso.
—Sí. —se alejó apenas unos pequeños centímetros para observar los ojos brillantes de JungKook—. Tengo algo más importante en que concentrarme en este momento.
Y al parecer esa era una respuesta que él no se esperaba para nada, porque su reacción fue simplemente encantadora; sus mejillas se tiñeron de un rojo profundo y las comisuras de su boca se ampliaron en una sonrisa que no ocultó su felicidad.
—¿Así que ahora soy tu prioridad? —murmuró JungKook en un tono suave, bajando la mirada por un instante, aunque la sonrisa no abandonaba su rostro.
JiMin no pudo evitar reír ante eso, acercándose de nuevo para rozar su nariz con la de él en un gesto de ternura. Se dio cuenta de cómo los ojos ajenos lo seguían, cautelosos pero llenos de una especie de emoción que lucía bien en aquellos orbes profundos. Para Park, era casi imposible resistirse cuando su chico actuaba de esa manera tan adorable.
—Sí, Koo. —respondió en voz baja, sosteniendo su mirada por un segundo eterno—. En este momento, no hay nada ni nadie más importante que tú.
JungKook, aún sonrojado, tragó saliva, y una chispa de emoción pasó por sus ojos antes de inclinarse hacia él, envolviéndolo en un abrazo cálido. La intensidad del momento parecía envolverlos, con el mundo alrededor se difuminándose porque nada más parecía ser más relevante que ellos mismos entrelazados.
—Entonces quédate así un poco más. —pidió en voz baja, sus palabras dichas tan bajas que solo ambos pudieran escuchar, cargadas de una mezcla de cariño y deseo de proximidad.
No necesitó que se lo pidieran dos veces. Al sentir el abrazo de JungKook, dejó que sus brazos se deslizaran con naturalidad por su espalda, afianzando el contacto entre ambos. La cercanía era reconfortante, y una calma inesperada se instaló en su pecho, haciendo que olvidara cualquier preocupación o pensamiento que pudiera existir más allá de ese instante.
—¿Así? —susurró JiMin, con una ligera sonrisa mientras deslizaba sus dedos lentamente por la espalda de JungKook, sintiendo la suavidad de la tela entre sus dedos y el calor de su piel justo debajo. Escondió su rostro en el cuello contrario, oliendo el aroma agradable y adictivo de su perfume.
La única respuesta que obtuvo fue un asentimiento por parte del menor, apoyando su frente en el hombro de JiMin, dejando escapar un suspiro al permitirse relajarse.
Después de un largo tiempo abrazados en la cama, dándose besos, fue que JiMin recordó que tenía algo guardado en su mochila para regalarle a Koo, y era momento de dárselo a su dueño.
—Tengo algo para ti, Koo. —sostuvo el rostro de JungKook entre sus manos, obligándolo a mirarlo directamente.
—¿Qué es? —él preguntó con emoción, sus ojitos brillando en curiosidad y sonriendo.
—Es una sorpresa, así que tendrás que esperar un segundo —dijo, dejando un último beso en sus labios antes de incorporarse y caminar hacia su mochila, que había dejado en la esquina de la habitación.
Con cuidado, rebuscó en el bolsillo interior hasta encontrar una pequeña bolsa blanca con un lazo pequeño al lado. Con eso, regresó a la cama con un JungKook que lo miraba con anticipación por lo que sea que tuviera en sus manos.
—Es para ti, Koo. Espero te guste.
Se la entregó al menor, sintiendo un leve calor en sus mejillas al pensar en lo cursi que podría parecer su detalle, pero era algo que realmente nació darle.
JungKook, con su bonita sonrisa suave, tomó la bolsa entre sus manos, mirándola por un instante como si ahí dentro contuviera un tesoro. Levantó la vista hacia JiMin, notando el leve sonrojo en sus mejillas, y sus labios se curvaron en una sonrisa cálida.
No tardó en abrir la bolsa, y tan pronto como sus dedos tocaron el contenido, sus ojos se iluminaron como si hubieran capturado un cielo lleno de estrellas. Con delicadeza, JungKook sacó de la bolsa un conjunto de broches blancos en forma de conejos, cada uno con un diseño único, algunos pequeños y delicados, otros un poco más grandes, todos adorables y perfectos para el cabello.
Se quedó observándolos en silencio, sus labios curvándose en una sonrisa genuina mientras los examinaba, como si no pudiera creer que Jimin hubiera pensado en algo tan específico y a la vez tan significativo para él.
—¿Son… conejos? —su voz apenas salió en un susurro de ternura contenida.
JiMin asintió, sonriendo suavemente al verlo tan feliz. Sabía que no se había equivocado al haber escogido aquellos accesorios para él, los conejos le recordaban a JungKook.
—Sí, una vez los vi pensé en ti y supuse que te gustarían. Además… me pareció que te verías genial con ellos, encajan contigo. —dijo, encogiéndose de hombros mientras que se sentía un poco avergonzado pero al mismo tiempo satisfecho al ver su reacción.
JungKook levantó la vista, sus ojos brillantes reflejando toda la gratitud y el cariño que sentía en ese momento.
—Son perfectos y tan bonitos, JiMinie. Muchas gracias. —se lanzó a sus brazos para darle un apretado abrazo y como recompensa extra un sonoro beso en los labios—. Me los pondré enseguida.
JiMin apenas tuvo tiempo de procesar el gesto antes de que se apartara ligeramente, con una sonrisa que parecía irradiar pura alegría. Sin perder un segundo, el menor seleccionó un par de broches de la colección, observándolos como si eligiera entre sus juguetes favoritos, y luego se inclinó hacia el espejo para colocarlos en su cabello. Con delicadeza, ajustó uno a cada lado de su flequillo, dándoles el toque justo para que resaltaran entre el cabello oscuro.
No pudo hacer más que observarlo absolutamente fascinado y atontado, notando cómo aquellos broches en forma de conejos le daban un aire adorable y suave a la apariencia de JungKook. Había algo en la forma en que él miraba su reflejo, un brillo especial en sus ojos que hacía que JiMin se sintiera orgulloso de haber acertado con el regalo.
De haber contribuido a la felicidad de JungKook.
—¿Qué te parece, Mimi? —girándose hacia él y esbozando una sonrisa adorable, le preguntó ladeando la cabeza para mostrarle los broches desde distintos ángulos.
Sonrió, sin ocultar la ternura que sentía en ese instante.
—Te quedan perfectos. Creo que nunca vi a un chico tan precioso como tú, Koo. —las palabras fluyeron de su interior con tanta sinceridad y naturalidad que se dio cuenta que las dijo cuando escuchó la risa suave de JungKook, mientras se sonrojaba y se acercaba a él de nuevo, esta vez envolviéndolo en otro abrazo, como si quisiera prolongar ese contacto para siempre.
JiMin rodeó la cintura de JungKook con sus brazos, correspondiendo al abrazo y aprovechando la cercanía para perderse en el suave aroma de su cabello. Ese inconfundible olor a frutillas, proveniente del shampoo que JungKook usaba, era tan característico de él que a Jimin le arrancó una pequeña sonrisa. Cerrando los ojos, acercó su rostro aún más, respirando profundamente el dulce y fresco aroma antes de dejar un beso suave y amoroso en su sien.
—Ahora eres parte de mi colección de accesorios, hyungie. —JungKook dejó un pequeño toque en su nariz con el dedo índice, riéndose.
—¿Ah sí? —inquirió con una amplia sonrisa, alzando una ceja.
Koo asintió.
—Mira.
Tomando su mano, lo guió al rincón del cuarto donde estaba el amplio tocador, adornado con pequeñas luces alrededor del espejo. JiMin observó cómo JungKook se inclinaba sobre el tocador y abría uno de los cajones, revelando una impresionante colección de accesorios para el cabello: broches, pasadores, pinzas, y cintas de todos los colores y estilos que podía imaginar.
—No había dimensionado que tenías tantos… —JiMin quedó boquiabierto, sorprendido mientras observaba la colección colorida.
Era cierto que cada día JungKook lucía un accesorio diferente en el cabello, siempre combinando su estilo a la perfección y eran contadas las veces que lo había visto con alguno repetido en la semana. Sin embargo, jamás se habría imaginado la cantidad que tenía guardada en ese cajón.
—Son todos los que he comprado con los años… pero nunca me atreví a usarlos hasta que cumplí diecisiete. —dijo JungKook con una voz suave y una sonrisa ligera, sus ojos reflejando orgullo mientras miraba su colección. Por un momento, sus dedos rozaron con cariño algunos de los accesorios, como si cada uno contuviera una historia propia—. Dejó de importarme lo que los demás podrían pensar de mí.
JiMin observó su expresión, notando esa mezcla de satisfacción y libertad en su rostro. Había algo hermoso en la forma en que ahora se permitía expresar su verdadero estilo sin contenerse, sin preocuparse por las opiniones ajenas. Verlo tan seguro y libre de ataduras hizo que una calidez se instalara en su pecho.
—Eso es increíble, Koo. Te queda tan bien ser tú mismo. —murmuró JiMin, sonriendo con ternura y llevando una de sus manos para agarrar la del menor en forma de apoyo silencioso.
JungKook lo miró, sus ojos brillando con agradecimiento sincero antes de apretar el agarre en su mano. Luego extendió la mano hacia uno de los broches, levantándolo para mostrárselo.
—Y ahora que te tengo aquí… pensé que podríamos probar algunos en ti.
JiMin parpadeó, divertido y curioso ante la idea. Nunca había considerado probarse ese tipo de accesorios para el cabello, pero la emoción en el rostro de JungKook era contagiosa y siendo honestos, él haría cualquier cosa para ver a su chico feliz.
—¿Quieres peinarme? —preguntó, entre incrédulo y divertido, arqueando una ceja.
—¡Claro! —asintió sin dudar, tomando otro de los broches de flores entre los dedos y mirándolo con atención antes de volverse hacia JiMin—. Solo si me dejas, claro. Pero sería divertido… además, creo que algunos te quedarían bien, tienes un cabello muy bonito.
Antes de que pudiera responder, JungKook ya estaba acomodando la silla frente al tocador y guiándolo para que se sentara. Viendo su entusiasmo era casi imposible negarse, así que JiMin simplemente sonrió, dejándose llevar por él para acomodarse en la silla.
JungKook comenzó seleccionando algunos broches pequeños con forma de estrellas y lunas, y los fue colocando con cuidado en el cabello de JiMin, su expresión completamente concentrada mientras arreglaba cada mechón con suavidad, Cada tanto, el menor se detenía, evaluando su "obra" como si estuviera diseñando una obra de arte importante.
—Tienes el cabello tan suave. —comentó en un susurro, casi para sí mismo, mientras sus dedos pasaban con delicadeza entre los mechones rubios.
JiMin solo soltó una pequeña risa, manteniendo la mirada fija en el espejo, observando cómo JungKook le colocaba otro broche, esta vez uno dorado que brillaba bajo las luces del tocado. En realidad, vio como dejó distintos broches alrededor de su cabello de forma aleatoria y al parecer esa era la idea porque Koo soltaba risitas al mirarlo.
—¿Te gusta lo que ves? —su tono era burlón, disfrutando de la situación.
—¡Mucho! —exclamó, sin poder contenerse en dejar un beso en la mejilla de JiMin—. Te ves tan... diferente, pero genial y lindo ¡Eres un verdadero modelo!
Él se sintió un poco tonto, pero también encantado por la atención que JungKook le estaba prestando.
—Ven aquí, conejito.
Sostuvo su cintura para hacerlo caer con cuidado sobre su regazo. Un pequeño sonido de sorpresa escapó de JungKook, y el mayor no pudo evitar reír ante eso, aunque no hizo ningún intento por alejarse. Al contrario, se acomodó de inmediato, rodeando los hombros de JiMin con sus brazos y relajándose contra él, como si ese fuera el lugar al que siempre pertenecía. Sus ojos se encontraron y, por un instante, el tiempo pareció detenerse mientras compartían una sonrisa.
Deslizó una mano por la espalda de Koo, disfrutando de la cercanía mientras los dedos contrarios jugaban distraídamente con los broches que aún decoraban su cabello.
—Me queda bien mi nuevo estilo, ¿verdad? —bromeó, y JungKook soltó una risa suave, mirándolo con un brillo especial en sus ojos.
Y se sentía tan jodidamente increíble ser el dueño de esa mirada.
—Te queda perfecto, JiMinie. —se inclinó para dejar un suave beso en sus labios, disfrutando cada segundo de ese momento íntimo y cálido entre ambos.
Unos suaves golpes en la puerta rompieron la tranquilidad del momento, haciéndolos saltar levemente. JungKook abrió los ojos con sorpresa y giró la cabeza hacia la puerta, mientras JiMin lo miraba, tratando de procesar lo que sucedía. La voz familiar de la madre de JungKook llegó del otro lado.
—¿Cariño? ¿Estás aquí?
Al parecer ya había llegado del trabajo, por lo que no se encontraban solos.
—¡Sí, mamá!
Antes de que pudieran hacer algún movimiento, la puerta se abrió suavemente, revelando a su madre, quien parpadeó sorprendida al encontrarse con la escena frente a ella. JiMin sintió cómo un leve rubor se extendía por sus mejillas, atrapado en una situación inesperada mientras estaba sentado en la silla del tocador, con JungKook acomodado en su regazo y sus cuerpos prácticamente pegados.
—Oh, JiMin, cariño. También estás aquí, hola. —le saludó con una sonrisa cálida, esa que siempre tenía ella. Sus ojos recorrieron la escena, notando el caos de broches y pinzas en el cabello de JiMin, y no pudo evitar soltar una risa suave—. Veo que JungKook ya hizo de las suyas contigo.
—Obviamente, mamá. —respondió JungKook, levantándose de las piernas de Jimin mientras se reía, levantando los hombros en un gesto de aparente inocencia.
La madre de JungKook los observó un momento más, con una expresión llena de ternura y diversión.
JiMin sintió el leve calor en sus mejillas, su sonrisa tímida asomándose mientras asentía. Ella lo miraba como si fueran dos niños en medio de una travesura, aunque también con una ligera pizca de curiosidad como si estuviera sospechando algo entre ellos dos.
Por supuesto, no era nada normal ver a su hijo en el regazo de otro chico y que solo fueran amigos, como creían los padres de JungKook que eran.
Aunque siempre los había visto como amigos, el escenario frente a ella ciertamente sugería algo más. La posición en la que estaban, la cercanía entre ambos y el toque casi instintivo de JungKook hacia JiMin pintaban una imagen que no era fácil de ignorar.
Jimin, consciente de la situación, apartó la mirada por un momento, intentando mantener la compostura. JungKook, por su parte, pareció captar esa misma chispa de curiosidad en los ojos de su madre y rápidamente le dedicó una sonrisa inocente, tratando de mantener la atmósfera relajada.
—Estamos pasando algo de tiempo de calidad entre amigos, mamá, tú sabes. —dijo JungKook, intentando que su tono fuera despreocupado mientras le lanzaba una mirada cómplice a él.
—Sí, claro, definitivamente. —ella no perdió su sonrisa mientras les lanzaba una mirada evaluadora—. Me alegra ver que ambos se llevan tan bien y... que disfrutan el tiempo juntos.
El silencio que siguió estuvo cargado de una cierta complicidad tácita. Ellos intercambiaron una mirada, y aunque no dijeron nada, ambos sabían que ella seguramente ya sospechaba algo.
—Bueno, venía a decirle a JungKook que había traído comida para cenar pero ya que estás aquí, JiMin, alcanza para todos. —dijo la madre de JungKook, su voz suave y amigable rompiendo el pequeño silencio y aliviando la tensión en el ambiente. Con esa simple invitación, logró que el momento se sintiera mucho más relajado y familiar.
—Gracias, señora Jeon. —respondió JiMin, esbozando una sonrisa sincera, mientras se apartaba el flequillo desordenado con uno de los broches aún en su cabello.
—Ni lo menciones, siempre eres bienvenido aquí, cielo.
Y estaba tan agradecido por eso, el hecho de que le agradara la madre de JungKook lo hacía sentir en paz.
—Ahora bajamos, mami. Me muero de hambre. —hizo un gesto de tocar su estómago para enfatizar sus palabras y eso le arrancó una risa a su madre mientras negaba con la cabeza.
—No se demoren, los estaré esperando.
Fue lo último que dijo antes de irse de la habitación y seguir por el pasillo.
—¿Crees que estamos siendo muy obvios? —el menor se giró para mirarlo, con las manos en su cintura.
—Puede ser… —JiMin se rascó la cabeza, acordándose que todavía tenía los accesorios en el cabello y eso le hizo sonreír a JungKook.
—Vamos a quitarte todo eso antes de bajar, hyung. —dijo, acercándose para ayudarle a quitar cada broche y ponerlo en su lugar dentro del cajón.
Cada vez que Koo retiraba un accesorio tras otro, aprovechaba cada oportunidad para dejar un suave beso en sus labios y él contento simplemente aceptaba cada uno de ellos, sonriendo en medio del contacto.
JiMin podría acostumbrarse a estar así para siempre.
Este es el set de broches que JiMin le regaló a JungKook 🤧
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