Trajes y modales
Tony llegó hasta la dirección que Fury le indicó, era un elegante almacén, mucho más grande que el que había visitado antes. Respiró profundo preparándose para entrar, se armó de valor y finalmente entró. Se acercó temeroso al despacho y preguntó por la chica llamada Hill.
—Hola soy yo, me puedes decir María— un chica castaña se presentó —El gerente Fury me dijo que estarías aquí, Tony ¿Cierto?— él asintió con la cabeza a modo de afirmación —Bien, no tenemos mucho tiempo ¿Que tipo de evento es?— preguntó la chica empezando a caminar hacia unas escaleras.
—Es una cena— respondió Tony —Una cena muuuuy elegante— enfatizó pues en realidad no sabía ni como describirla.
—Oh, entonces necesitas un traje— habló María emocionada.
—Sí, por eso estoy aquí...—
—No, quiero decir que lo que necesitas es un traje ejecutivo, es decir, sobrio, pero sin ser tan pomposo— se explicó María guiando al chico hasta la parte de trajes.
—Entiendo...— Tony realmente no sabía que habían diferentes trajes, para él todos eran lo mismo.
—Bien, hagamos que tu tío sepa lo hermoso que eres— dijo la castaña con un leve toque travieso.
—María, él en realidad, no es mi tío...—
—Descuida cariño, nunca son familiares— María encaró a Tony y le guiñó el ojo, primera lección para él: Los empleados de Fury siempre saben todo. Siempre. Tony sonrió para sus adentros, la ayuda siempre viene de donde menos la esperas.
Después de probarse treinta trajes, que a Tony le parecieron millones, por fin se decidió por uno de color gris oxford con una camisa blanca y una corbata negra.
—Muy bien, estoy segura que el señor Rogers estará muy a gusto con su ropa nueva, ahora solo debemos trabajar con su cabello— Hill recogió con eficiencia todas las demás prendas que no quiso comprar.
—¿Mi cabello? ¿Que tiene de malo mi cabello?— preguntó Tony un poco preocupado que le destrozaran su perfecto look.
—Nada en realidad. No tiene estilo, ni corte definido... Es por eso que te ayudaremos para que tu cabello vuelva a la vida—
—Está bien, ya lo entendí mi cabello es un desastre— Tony ya estaba quitándose el elegante traje, colgando con cuidado cada prenda y viendo su reflejo en el espejo del probador, su cabello no podía estar tan mal... ¿o sí?
—Bueno, solo digamos que no tuviste un buen estilista hasta ahora— Hill le sonrió cómplice a Tony a través del espejo, sonrisa que fue correspondida justo antes de cerrar la puerta del probador para terminar de cambiarse.
Una hora después Tony no podía creer lo que veía en el espejo del salón de belleza donde acababan de darle un nuevo corte de cabello y peinado. Hasta hacía una hora su cabello estaba largo, desordenado y sin una pizca de brillo. Y ahora lucía sedoso, brillante y con un moderno corte, adecuado a su joven edad.
—¡¡No jodas!! ¡Me veo increíble!, bueno, no es que antes me viera mal, pero ahora Steve tendrá que verme solo a mí...— sonrió con una mezcla que Hill describiría como maliciosamente feliz.
—¡Estás listo!— concluyó María.
Tony llegó nuevamente al hotel, corriendo muy apurado, aún tenía que tomar un baño y vestirse con la nueva ropa y ya era bastante tarde.
—¡Buenas tardes portero!— saludó alegre a Phill, bueno, aun no sabía como se llamaba y portero le pareció un nombre adecuado.
—Buenas tardes joven Stark— respondió Phill con la misma alegría.
El castaño corrió por el vestíbulo encontrándose otra vez con el gerente.
—¡Hola Nicky!— La efusividad de Tony era palpable y la mayoría de los presentes en el lugar lo pudieron notar, dándole una fea mirada, el gerente lo notó y se apresuró a llegar a su lado.
—Joven Stark, ¿Qué está haciendo aún aquí?— Fury discretamente lo tomo del brazo y lo guió a un lugar más apartado.
—Pero... ¡Tengo un traje nuevo!— continuó Tony con emoción
—Pues me alegro por ti, pero sinceramente esperaba que lo trajeras puesto.— repuso serio el del parche.
—¡Claro que no! Se arrugaría... Y oye, ¡también tengo zapatos nuevos! ¿Quieres verlos?— preguntó de nuevo el menor.
—No, así está bien, confío en el buen gusto de Hill— respondió Fury con su típica frialdad.
—Esta bien...— Tony se relamió los labios antes de continuar —Hill dijo que eres un buen tipo, a pesar del parche...— Fury le dedicó una seria y profunda mirada con su único ojo —Está bien, ya entendí, te dejo con tus asuntos de gerente— terminó diciendo el castaño comprendiendo la muda advertencia de Fury —Relájate, no sé... Sal con el portero, hagan un viaje de vacaciones— y con eso Tony se marchó antes que el del parche se decidiera y le diera algún coscorrón por impertinente.
Por fin en la suite, Tony de desvistió rápidamente, conforme caminaba, dejaba las prendas tiradas a su paso. Cogió una bata y se apresuró al baño y justo antes de entrar escuchó sonar el teléfono, corrió para contestar antes de perder la llamada.
—¿Hola?— contestó Tony.
—¿Porque contestas el teléfono? No debes contestarlo— se escuchó la voz del rubio al otro lado de la línea.
—¿Entonces por qué llamas?— respondió divertido Tony con otra pregunta.
—No olvides estar listo a las siete en punto, llegaré a esa hora para recogerte— Steve tenía una enorme sonrisa en sus labios mientras hablaba con el chico del otro lado de la línea.
—Estaré listo, descuida— y con eso Tony colgó corriendo de nuevo al baño y cuando estaba por abrir la puerta, el teléfono volvió a sonar.
—¿Hola?—contestó nuevamente Tony.
—Te dije que no contestaras ¿Por que lo haces?— dijo Steve como su hablara con un niño pequeño.
—¡Pues no me llames!— respondió Tony con diversión entre las palabras y una boba sonrisa.
—¿Y por qué no te estás vistiendo aún?— Tony giró su rostro para todos lados cuando escuchó eso ¿Habían cámaras ocultas?
—No busques las cámaras Tony, no las hay— se escuchó una leve risita por parte de Steve desde el otro lado del teléfono.
—¿Como supiste que las estoy buscando? Estoy seguro que si las hay— protestó el menor aún buscando la cámaras con la vista.
—No las hay, solo supuse que pensarías que sí las hay— Steve se estaba divirtiendo con eso.
—Bueno, pues no sería mala idea que las hubiese, especialmente ahora que no tengo nada de ropa encima, ya sabes, podrías asegurarte que todo marcha bien— el tono sumamente juguetón que empleó Tony le fue lo suficiente a Steve para hacerle erizar el cuerpo.
—Tony, ve a prepararte— dijo Steve carraspeando un poco. Tony sonrió con malicia, sabía que había logrado poner nervioso al rubio.
—¡Cómo ordene capitán!— exclamó Tony haciendo una pose militar a pesar que el otro no pudiera verlo. Cortó la comunicación y por fin se disponía a bañarse, pero en ese momento recordó algo de suma importancia. El baño debía seguir esperando.
Tony se vistió rápidamente y bajo al vestíbulo otra vez encontrándose de nuevo con Fury.
—Joven Stark, creí que estaría terminando de vestirse para su cena de ésta noche— dijo el moreno hombre al ver al chico llegar tan apresuradamente hacia él.
—Sí... Verás Nicky, es que tengo un problemita...— Tony respiró profundo, había corrido para llegar hasta ahí.
—¿Y cual es ese problemita, joven Stark?—preguntó con curiosidad el del parche.
Tres minutos después de explicar la situación, Tony ya se encontraba recibiendo clases de etiqueta con el señor gerente como maestro. El problema que Tony tenía era que no sabía nada de como comportarse a la mesa en una cena elegante.
—¿Pero que pasará si confundo el tenedor de la ensalada con el del postre?— preguntó preocupado el castaño.
—No lo harás, el de postres es un tenedor muy pequeño, el de ensaladas es más aplanado, lo ves, es fácil distinguirlos— dijo Fury señalando ambos tenedores.
—Entiendo...— Tony apoyó los codos sobre la mesa sosteniéndose el mentón con ambas palmas —¡Es muuuy difícil!— renegó.
—¡Quita los codos de la mesa!— Lo espetó el gerente dándole una suave palmada en el brazo. Tony hizo mala cara, pero aún así obedeció. Fury sonrió divertido ante la actitud del menor.
Dos horas más tarde el curso intensivo de modales en la mesa había terminado.
Steve llegó quince minutos antes de la hora acordada, se dirigió a una área un poco apartada del vestíbulo, sacó su celular dispuesto a llamar.
—Mr. Rogers...— Fury llegó cerca de Steve hablándole en voz baja.
—Ahora no, estoy ocupado— respondió el rubio aún sosteniendo el móvil en su mano y una sonrisa boba en su rostro.
—Mr. Rogers, tengo un mensaje del joven Stark— habló el gerente acaparando así la atención del rubio que le dirigió una mirada esperando que el moreno continuara —Dijo que lo esperaría en el bar...— sin decir nada pasó completamente de largo al del parche caminado a paso veloz —Mr. Rogers...Un gracias hubiera bastado...— y así dejó al otro hablando solo.
Steve llegó al bar, se paró en la entrada buscando al castaño, pero no lo localizaba, empezó a caminar hacia la barra, tal vez el barman podía decirle si lo había visto y a unos cuantos pasos antes de llegar a la barra un chico sentado en un banquito se giró y Steve quedó totalmente embobado al ver a ese chico enfundado en ese traje, lucía maduro, elegante, precioso. Esa sonrisilla entre sarcástica y coqueta que siempre portaba ahora destacaba mucho más en su rostro, ya no parecía más aquel chiquillo descuidado que encontró en una esquina intentando conseguir algún cliente para ganar unos pocos dolares, ahora era todo un hombre que bien podría hacerse pasar por un millonario hombre de negocios.
Caminó por inercia hacia Tony que solo le sonreía sosteniendo en su mano derecha un vaso de whisky alzándolo levemente a modo de saludo. Cuatro segundos después estaban frente a frente tratando de no ver con tanto ahínco esa boca que por alguna razón ahora se le antojaba devorable. Besable ya era poco para lo que sentía Steve en ese momento.
—Recuérdame dejarte ir de compras más a menudo— Bromeó el rubio metiendo sus manos en las bolsas de sus pantalones antes de que estas le traicionaran y tocara de más a Tony en ese lugar tan público, debía guardar un poco de decoro si quería seguir alojándose en ese hotel.
—La próxima vez te llevaré conmigo, tenemos que hacer algo con esa ropa de anciano que usas— Bromeó también Tony y se levantó del banquito en el que estaba —Y... ¿Adonde me llevarás?— preguntó tomando las solapas del saco del rubio para acomodarlas mejor.
—Es una sorpresa— Steve sonrió y le ofreció su brazo a Tony para que lo tomara. Un completo caballero como ya lo había dicho Tony.
—¿En serio esperas que tome tu brazo como una dama?— Tony le dirigió una mirada extrañada.
—Podría llevarte de la mano si quieres—
—Del brazo está bien— Tony rápidamente tomó el brazo del rubio y se aferró a él, y eso a Steve lejos de molestarle le pareció de lo más adorable.
—Sonríe, te ves mejor si lo haces— le susurró Steve al oído, ganándose en el acto una sonrisa nerviosa. Le divertían esas actitudes de Tony.
Llegaron a la entrada del hotel donde ya los esperaba un chófer para llevarlos hasta el restaurante.
—Joven Stark, Mr Rogers.— saludó cordial el rubio chófer. Tony al escuchar que lo llamaban por su apellido se volteó hacia el hombre.
—¡J! ¿Serás mi chófer de nuevo?— preguntó muy animado.
—Así es señor, espero no le moleste—
—Para nada, sabes lo bien que me la pasé contigo la última vez— respondió Tony con su típica coquetería. Y Steve pudo haber pasado por alto el comentario, pudo haber ignorado todo eso, pudo hacer como si eso no le afectara, pero no lo hizo y en cambio sintió una punzada muy molesta en el pecho. ¿Porqué Tony se llevaba tan bien con ese tipo? La pregunta rondó por la cabeza de Steve dejándolo con un muy mal sabor de boca y con la sensación de querer alejar lo más posible al castaño del otro rubio. Tony no pasó desapercibida la mirada y la expresión en el rostro de Steve con su último comentario. Sin embargo, lejos de aprovechar la situación prefirió ignorarla, que Steve frunciera el ceño y apretara tanto sus labios como sus puños no era señal de celos... ¿o sí? El corazón de Tony dio un vuelco entero al pensar en esa posibilidad.
—Vamonos Jarvis— Steve fue quien rompió el incómodo silencio dando la orden de marcharse.
El camino desde el hotel hasta el restaurante fue un completo martirio para el rubio que tuvo que soportar los comentarios, las risitas y las miraditas cómplices de ese par, lo que más quería era bajarse de ese auto y llevarse a Tony lo más lejos posible. Dio gracias a todo cuando por fin llegaron a su destino y salió de ese sofocante ambiente en el que se sentía excluido, incómodo, desesperado y molesto.
Entraron al lugar dónde un mesero los guió hasta su mesa reservada, ahí ya estaban sentados un par de hombres bien vestidos, uno de expresión demasiado seria y el otro mucho más relajado, ambos con una edad que rondaba la de Steve, entre treinta y treinta y dos todos unos ancianos según Tony que no pasaba de los veintitrés años. Los dos hombres se pusieron de pie al ver acercarse al rubio y acompañado del castaño.
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