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gloss café ♡ capítulo 9.

Una vuelta en un recorrido zigzagueante, seguido de alzar los brazos y agitar el pañuelo con elegantes movimientos, mirando a mi pareja frente a frente, con el aura desafiante y femenina irradiando nuestra piel, haciéndola vibrar no por la intensidad de la coreografía si no que por nuestro deseo. El deseo de ignorarlo todo y... y comernos la boca. Tragarnos la voz de la otra, ella agarrando mi cintura, yo rodeando su cuello y atrayéndola más a mi corazón. Sin embrago, estábamos en pleno ensayo de la coreo de cueca y no era muy taki taki rumba de mi parte interrumpir aquello por mis impulsos románticos y poco compuestos.

Así que preferí sonrojarme en silencio y coquetear con ella durante el baile. Después de todo, éso teníamos que hacer, lucir nuestro joteo para ponerle pino a la cueca. Si no, no era cueca. (¿Alguna vez han visto una coreografía del Bafochi y coquetería en un mismo vídeo? Porque yo no. ¿No se supone que ése es el punto de la cueca? Ay me perdí).

En el recreo, teníamos que ir a probarnos una por una la falda del atuendo al comedor del pabellón de los más chicos, y como a mí me faltaba, me quedé conversando con el Tulio y la JungAh. El primero estaba durísimo, no se le notaba porque era así todo el rato, pero me daba la sensación de que estaba a punto de caer al suelo con una sonrisa de satisfacción. JungAh se reía de sus chistes sin sentido e intentaba conversar con él a pesar de que Tulio en realidad estuviera conversando con alguien que no estaba presente. Hasta le pusimos gloss café encima, y no se quejó en absoluto. Hablaba puras cabezas de pescado, parecía recitar de memoria el Manifiesto Comunista de lo concentrado que estaba. Daba risa, al menos, pero me preguntaba cómo chucha lo hacía para ponerse así de duro y llegar a la casa sano y salvo todos los días.

— ¿De qué color escogiste el vestido? — me preguntó la JungAh, sentada en el borde del escenario, estirando sus piernas delgadas y elegantes, siendo alta y esbelta y preciosa como siempre.— Yo escogí rosa palo para combinar con mi pelo, y porque quiero probar la paleta de maquillaje que me llega mañana.

— ¿Me haces el maquillaje tú?

— No tiene que preguntar, wachi. Obvio que sí.

— Yo escogí verde. Combina, creo.

— Lo hace si no es un verde neón de ésos que te matan los ojos. Complementa muy bien el rosa, de la misma forma que nos complementamos la una a la otra.

Increíble cómo es que siempre agarraba alguna cosa y lo transformaba en coqueteo, no importaba el tema. Siempre salía con alguna frasecita que me aceleraba el corazón, usando ése tono de voz atrevido y más bajo, más sincero, porque yo sabía que venía desde lo más profundo de su honestidad. Era la razón de por qué me ponía tan nerviosa cerca suyo, nunca sabía cuándo me iba a salir con ése coqueteo desvergonzado.

— Ju-JungAh... Me ponís nerviosa. — le dije, medio en serio medio riéndome, empujándola suavecito del hombro. Ella se reía en voz alta, e ignoraba al Tulio tirado detrás de ella murmurando entre sueños alguna tontera, puesto que se había quedado dormido de pie de lo duro que estaba. Pobrecito.

— Pero si es la verdad, JiMin.

— No eres una chica común... siendo tan directa. Debería haber más gente con la misma sinceridad que tienes tú. — confesé, pensando de la forma más libra posible, embelleciendo un detalle tan mínimo que cualquiera podría pasar por alto. No me gustaba que la gente no tomara en cuenta la existencia de personas como JungAh, que era tan directa en un mar de gente chilena, sin argumento y callada, para adentro.— Me gusta.

Por segunda vez, cuando alcé la cabeza, la vi en silencio y con el rostro rojo como un tomate. Había sido tomada desprevenida, jaque mate. Ésto es una competencia, cielo mío.

— ¡Já!

— No se vale, cuchita...

— ¡Jajá! Espera... ¿cuchita?

— Sí... como los gatitos pero gatitas, ¿viste? Cuchita, cuchita cuchita, pspsps.



















₊   ༝  ・  ˖  ₊ ˚   。 .  ⋆   ♡ ྀ


















Esa semana en específico pasó rápida, como alma que lleva al diablo, y antes de que pudieramos darnos cuenta, yo ya estaba llegando a la peña del colegio con un helado de piña de dos litros bajo el brazo, junto a mi mamá y mi hermano mayor, metidos como fuera en el auto. Pusimos el stand en el sitio que nos fue indicado y poco a poco los padres de las directivas de sus cursos se pusieron también en los lugares establecidos. Fui la primera clienta para una empanada vegetariana que incluía un queso de leche vegetal y muchas verduras, y a éso de las diez y media comenzaron a llegar los de básica para presentar sus cosas.

A las once y cuarto el Tulio apareció y me dijo que después de la peña había un carrete pulento y que tenía que ir con la JungAh porque estábamos automáticamente invitadas. Se compró un anticucho y me pasó la cebolla asada, que yo acepté sin caprichos. Estuvimos harto rato hablando de los cabros chicos de básica y llegó un momento en el que nos preguntamos cuáles serían los nombres coreanos de nuestros compañeros de curso.

— La Viviana es NamSoo. Me da un aire como de Ilsan, no sé. O de Jejudo. — declaró el cabro, terminando de comerse un trozo de cadáver animal (como me gusta decirle a mí) y pensando unos momentos más.— Y el Augusto es SeokJin.

— ¿SeokJin? Es como nombre estándar. El Augusto es más como del sure, éso no es estándar, creo yo. — objeté con los ojos más fijos que nunca a la entrada del colegio, apoyada en las escaleras del escenario. El Tulio se encogió de hombros y luego lamió sus labios, un tanto silencioso. Demasiado para ser normal. Así que me fijé en qué onda estaba pasando, y el loco estaba igual de fijo en la entrada del colegio, ligeramente sonrojado, siguiendo con sus orbes los pasos de la Genoveva y su hermano de tres años que apenas sabía caminar y sostenía de la mano.— ¿Qué nombre le pondríai a la Genoveva?

— YoonJi.

— ¿Hm...?

Me miró y se dió cuenta de que yo me dí cuenta. Por poco no me grita de los nervios, pero yo saludé con la voz alta a la Genoveva y éste pelmazo no hizo nada. Ella nos saludó de vuelta y me dijo que la JungAh llegaba dentro de poco, a lo que yo levanté mi pulgar. Mientras se alejaba, el Tulio temblaba de pies a cabeza y parecía estar igual de duro que cuando se inhalaba una línea entera. Pastero el cabro, menos mal que fue a rehabilitación y ya no tiene problemas.



















₊   ༝  ・  ˖  ₊ ˚   。 .  ⋆   ♡ ྀ



















El camerino de chicas estaba lleno de cabras de tercero y cuarto medio. Éramos el último acto antes de almuerzo, y quedaba apenas media hora para que llamaran al B, mi curso, así que estábamos poniéndole nitro al asunto. La JungAh había llegado hacía cinco minutos ya vestida con su atuendo, preparada para maquillarnos a las dos con la paleta nueva que tenía de colores tornasolados y saturados. De alguna manera iba a resultar bien, aunque en realidad lo que importaba era el baile. Yo me había ido a cambiar al baño y cuando salí del cubículo, estaba todo lleno.

Pero JungAh me esperaba paciente entre las demás cabras. La Viviana y la Tania hablaban de que sus parejas todavía no estaban ahí, se quejaban del A y que nadie aparte del Neoprén había llegado. La Genoveva hablaba emocionada de que el Tulio le había dado la pasá, y yo pensé mil imbecilidades pero me mantuve quieta mientras la JungAh me aplicaba un rosa tornasol en los ojos. Hablaba con las demás como si no fuera la gran cosa, pero cada vez me iba dando más cuenta de lo cerca que estábamos, y eso me aceleraba el corazón cada vez más.

— Y se acercó a mí, con el pelito desordenado como siempre, y me preguntó si quería ir al carrete de la noche. — contó emocionada la Genoveva, luciendo más joven de lo habitual con la cara despejada y un maquillaje más ligero de lo usual.— Eso sí, no sé qué ponerme, pero estoy segura de que va a faltar limón para la michelada. Limón y sal, como la canción de la Julieta Venegas. ¡Ay, es que jamás pensé que lo haría! Siempre lo veía mirándome y no sabía qué pensar y ahora se acercó a mí...

— JiMin, ¿las extensiones? — preguntó JungAh, y yo tomé la mochila de entre mis piernas para sacar las dos extensiones rubias y entregárselas. Fue toda una proeza acomodarlas en mi cabeza para que la transición fuera piola, pero me las puso con unos pinches y luego siguió maquillándome, yo intentando concentrarme lo suficiente como para armarme las dos trenzas mientras cerraba mis ojos y luego miraba hacia arriba.

Sacó un gloss café y me miró diferente. Más juguetona, menos seria. Más ella.

— ¿Te pongo gloss?

— Siempre me pones gloss para quitármelo a besos. No se vale.

— Sí, lo hace.


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