Capítulo 5

No piensas moverte de ahí.

Has tomado una decisión, y no serás cobarde, como aquellos que a la primera vacilación cambian de parecer.

No. Tú no eres así.

Tu vida, bueno... no fue la mejor de todas; quizá estaba escrito que morirías así. Empiezas a considerarlo... morirás en el fondo del mar. Nadie te va a enterrar, probablemente nadie encuentre tu cadáver, y si lo encuentran, lo más seguro es que sea en otra expedición, hasta podrías salir en algún noticiero.

Todavía vienen a tu mente las palabras del doctor Ido, al convocar a todos los miembros de la expedición: "hemos encontrado la Pirámide de la primera civilización".

Quizá tu muerte tuvo más significado que toda tu vida.

Entonces, la luz del casco se funde.

Te quedas así, en estado de choque por unos minutos que parecen horas, no ves nada que partículas brillantes a lo lejos. Buscas repuestos de las baterías especiales en la pequeña mochila de tu traje pero está vacía.

Instintivamente te abrazas, como el niño aterrado que se oculta de los monstruos bajo la sábana, cierras los ojos e intentas calmarte.

La voz del supervisor acude de nuevo a ti, pero no la escuchas, es relegada por una figura que se aproxima hacia ti. Un enorme depredador submarino, cuyas branquias se agitan y resplandecen cual luciérnaga. Y tu destino se cumple:

Cuando sus fauces infestadas de dientes amarillos se abren para engullir tu cabeza, sabes que no hay vuelta atrás. Tu última visión es la garganta en la que digerirán tu cuerpo.

Has muerto.

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