Capítulo 45
Capítulo 45
Niegas con la cabeza y lo tomas del brazo, esto parece llamar su atención, se detiene y suspira, te mira a los ojos y levanta una ceja.
Se queda así durante unos segundos que te parecen eternos, con cara de signo de interrogación. Pero luego, entiendo lo que quieres decirle, como si te hubiera leído la mente, sonríe y se encoje de hombros.
—Si tú lo dices. —se da media vuelta y esta ocasión él te toma del brazo dándote una firme pero cordial empujón, con la suficiente fuerza para indicarte que avances pero sin ser violento.
Camina a tu lado, escoltándote con la expresión fría de un militar. Un par de veces miras su cara, su reflejo en el cristal curveado de tu casco de cristal. +
La luz interior del casco lo ilumina como un ángel, su rostro podría fácilmente ser el de un protagonista de película de acción. Sus ojos son grandes y redondeados, su barbilla es afilada, podría partir una naranja con ese perfil.
No te suelta, pero no te aprieta el brazo. Caminan al mismo ritmo, las prolongaciones rocosas de la cueva le dan la forma perfecta de una garganta.
—¿Sabes qué me asusta? —se atreve a decir mientras avanzan al compás—. No he visto un solo coral en toda la jodida zona.
¿Eso qué significa? Piensas. Él mira para atrás y apunta la linterna haciendo un reconocimiento. "Nadie nos sigue."
—Bueno —continúa cuando devuelve la mirada al frente—, estas aguas deben ser ricas en nutrientes y plancton. Debería crecer alguna bacteria, algo, algo debe vivir por aquí. Pero todo está muerto, es como un desierto a mitad del océano.
"Creo que yo vi un monstruo", dices para ti.
—Ahora que lo pienso es bastante gracioso, JAJA. Tu traje no transmite audio y el mío no lo recibe. Somos tal para cual. Si sobrevivimos a esta, déjame invitarte a cenar. No una cena romántica, de ninguna manera, eso sería asumir tus preferencias y eso hoy en día es un pecado pero... será una gran anécdota. —sonríe y su sonrisa es reconfortante, no es una sonrisa incómoda, es una sonrisa de alguien en quien puedes confiar.
Cristopher Lambert, piloto de submarino. Eso suena bastante curioso ahora que lo piensas.
Cristopher no deja de mirar atrás, nervioso.
—Todo mi equipo murió, ¿ya te lo dije? Me alegra no ser el único. Tenemos que sobrevivir. Vamos, ya casi llegamos.
Efectivamente, dan unos treinta pasos más y la cueva termina, otra vez afuera. El paisaje es desolado. La explosión ha dejado la tierra lisa y hueca. Rocas caen lentamente a lo lejos.
Parece el sitio donde ha caído una bomba atómica, pero no hay tiempo para impresiones tienen que seguir adelante. A la ruta de encuentro.
La voz del supervisor regresa, suavemente, como un zumbido, lejana en el auricular, haciéndose más grande conforme sales. Acercándose, pasando de ser un zumbido inaudible a un susurro que cobra forma.
Eso te hace pensar lo obvio. Cristopher no podrá escucharlo dado el desperfecto de su traje.
Justo cuando el Supervisor comienza a hablar, Lambert también lo hace y te paras en seco por lo abrumador de ambas voces retumbando al unísono.
Tu compañero se detiene y te mira ceñudo.
—¿Qué ha sido eso? —pregunta.
El supervisor continúa.
—Hay alguien con usted, Misión. Otro superviviente, genial. ¡Debe ser el capitán Lambert! ¡Su voz es tan fácil de reconocer! He tenido que amplificar mi señal con tanto tiempo que pasó fuera de rango.
—¿Te está hablando alguien de control, verdad? —adivina Cristopher mirándote a los ojos.
Asientes y el Supervisor se ríe.
—De maravilla. El señor Lambert es uno de los mejores, Misión. Es altamente responsable y su manejo al estrés es impresionante. Aunque su traje también debe haber fallado, no percibo su señal.
"Yo sí" piensas.
—Debe ser demasiado débil. —Concluye el Supervisor—. Como sea, es bueno tenerles de vuelta, ¿su mapa sigue intacto, Misión?
Revisas y así es. Cristopher aguarda en educado silencio.
—Sí, ya lo veo yo. Estoy cargando una actualización que le llegará en breve, una brújula de ruta. Bastante útil, a los chicos de software les van a dar tremenda paliza por no haberlo incluido en el prototipo inicial aunque pensándolo bien tienen razón, nunca fue la idea que el grupo se dividiera. Ahora muévase, Misión. El resto del equipo aguarda por usted.
Asientes y das el primer paso al frente.
Lambert te mira y te sigue.
—¿Te ha dado una ruta de emergencia?
Mueves la cabeza en señal de afirmación, otra vez.
—Muy bien, entonces ahora no me separaré de ti. Avancemos.
Se acerca a ti y te pide que le señales con el dedo la dirección en que deben ir. El trazado del mapa digital dentro de tu casco es de ayuda y lo haces, extiendes el brazo en esa dirección.
—Hora de salir de este maldito cráter.
Caminas hundiendo tus pies en la suave arena del fondo. El camino es liso en el fondo del cráter, mucho menos accidentado que en sus orillas.
Aún después de la explosión luce mil veces más seguro que la cornisa. Al poco rato ya estás casi afuera,
Todo es demasiado silencioso, demasiado pacífico. No puedes ver más allá de la flácida luz que ofrece la linterna del casco. Las estrías de la arena se revuelcan bajo las botas del traje.
Adentro comienza a hacer calor. Lambert comienza a dejarte atrás, tus pasos se hacen más lentos.
Lo que al inicio era un simple bochorno en las axilas, el cuello y la entrepierna; poco a poco se fue volviendo un ardor insoportable en la espalda, en las espinillas y entre los dedos de los pies, hasta ser una intensa fiebre generalizada en el pecho y la cabeza.
El mareo no se hizo esperar.
El sobrecalentamiento del traje era palpable.
Sentías el calor entrando por tus pulmones.
Respirar era un flagelo, era como no respirar nada.
El mapa no podía mentirte, estabas yendo por el camino correcto, a veces te desvías un poco más a la derecha y otras un poco a la izquierda, pero gracias a la línea guía, siempre te mantienes en el sendero adecuado.
Transpiras, y gotitas de humedad que salen de tus propias exhalaciones perlan el borde del casco. Además, tienes una sensación inexplicable, similar a la que ocurre cuando caminas por la calle y percibes una mirada desde atrás. Como si alguien viniera vigilándote, detrás de ti desde que salieron de la cueva.
Lambert se detiene y te mira.
—Demonios, tu traje se está sobrecalentando. —Se acerca a ti y comprueba tus signos vitales desde su computadora—. Necesitas descansar.
Alguien más te habla desde dentro del casco.
—El señor Lambert tiene razón, misión. Estos trajes no funcionan con oxígeno normal, está rebajado para evitar que la presión lo vuelva venenoso, y si se le sumamos el sistema de tensión medular que evita que se nos rompa la espalda, es fácil que se caliente si te excedes un poco. Necesita enfriarse un poco y luego apresurarse para recuperar el tiempo perdido.
a) Sigues adelante, no hay más tiempo que perder (Ir al Capítulo 48)
b) Descansas un momento para luego seguir (Ir al Capítulo 54)
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