Capítulo 44
Capítulo 44
Ahora que tus energías se han repuesto y has dejado el traje enfriarse estás por salir de la cordillera. Ha sido un camino difícil pero el atajo te ha caído como bendición del cielo para poder continuar.
Perderás contacto con el supervisor pero mientras salgas rápido de allí no hay problema, después de todo es más sensato no correr riesgos innecesarios a estas alturas. La otra ruta era una caída segura, así que confías en tu instinto de supervivencia y sigues adelante entre el hueco formado por el deslave o la explosión, sea lo que sea que haya formado ese hueco.
Aquí el camino es liso, por fortuna.
Andas con cuidado, más de una vez te giras hacia atrás. Puedes sentir como si alguien te mirara, pero cuando giras no hay nada detrás de ti. Quizá es simple miedo, pero es una sensación nueva, ese sentimiento helado en la nuca de que alguien te está observando, como cuando caminas por una calle concurrida y sientes la necesidad de voltear para comprobar que, efectivamente, alguien te estaba viendo.
La idea de la señal que has dejado pasar te deja algo de inquietud. ¿Y si alguien necesitaba tu ayuda?
Basta. Sigues adelante hasta que finalmente vas casi a la mitad del desprendimiento de roca cuando notas algo diferente en el suelo, ha cambiado la sensación que este genera en la planta del pie. Ya no estás pisando arena y no necesitas mirar abajo para descubrirlo.
Estás pisando metal, caminas más adelante y sí, definitivamente. Solo tienes que hacer un poco la arena a un lado con la bota del traje para descubrir la plataforma metálica de color rojo que está bajo tus pies.
Es toda una compleja estructura de líneas y placas metálicas con tornillos y partes soldadas y cables sobresaliendo como venas; unos metros después encuentras una gran protuberancia que recuerda a la cabina de control de una grúa, está corroída y casi intacta.
Esto definitivamente no son los restos de una ciudad antigua.
Otro tramo después, sigues los cables que parecen volverse más gruesos con cada paso enrollándose entre sí como serpientes hasta llegar a una gigantesca cúpula del tamaño de un autobús. La vista es intimidante, debe tener unos tres metros de altura y termina en un cono que recuerda a un taladro, hay grandes lámparas rotas postradas a cada lado de la cúpula y anillos de acero reforzados con titanio. Los cables entran por los costados y desaparecen en la oscuridad del interior.
No tienes idea de qué sea. La forma se dobla entre la cabina de control y el taladro. Luego se entierra en la arena.
En medio de este descubrimiento, haces otro. Hay un relieve todavía distinguible en el fierro, una especie de marca, una placa del tamaño de un televisor. Si fuera pintura probablemente se hubiera borrado pero eso está hecho con una prensa de metal fundido, seguro. Un sello de fábrica que reza lo siguiente:
СОВЕТСКИЙ Флот. 1984
1984, piensas. Eso es hace bastante tiempo.
Ese artefacto gigantesco, sea lo que sea, se estrelló allí mucho antes de la expedición.
Al parecer no eran los primeros en descubrir la Ciudad Cero, la Pirámide; y definitivamente no eran los primeros en irse al carajo buscándola.
¿Cómo supiste eso?
Sencillo.
Los cráneos y esqueletos humanos fundidos con los cables eran algo reveladores.
Las tonalidades negras y rojizas de la sangre y el músculo envuelven los restos, que parecen fusionados entre sí como si las personas que alguna vez fueron hubiera decidido agruparse, abrazarse mutuamente y meterse allí... entre los cables y los tubos rotos, de los cuales emerge un líquido color ámbar que se ha solidificado con el paso del tiempo, combustible quizás, y se mete por las cuencas oculares.
Acercas la luz un poco más, lentamente, por instinto, y extrañas formas se dibujan en el interior de los cráneos, similares a insectos, redes negras que contrastan con el tono amarillo del ámbar, extendiéndose como ramas.
Ninguno de los cráneos tiene dientes, se ven frágiles pero, para tu sorpresa, están perfectamente conservados.
Algo evita su descomposición, los mantiene así, sin desintegrarse.
Subes la linterna y sigues su luz con la mirada, los cables se expanden como los tentáculos de un calamar hacia la parte dorsal del taladro, metiéndose entre las rendijas que hay entre las placas de metal pero aun subiendo, volviéndose más delgadas.
No puedes evitar la comparación con las venas de alguna criatura, las negras arterias de un monstruo que llegan allá, arriba, donde parece haber una cabina de control, pero la oscuridad no es tu aliada y te la esconde, celosa, o quizá protegiéndote de los horrores que allí hay.
Tus signos vitales se elevan y puedes oír a tu corazón latir, a tu respiración agitarse.
Todo tu cuerpo se tensa, te pide salir de allí cuando antes, pero te sientes bajo un extraño efecto hipnótico, en un estado de sopor, de pronto tu cansancio aflora, tus ojos se debilitan y sientes la imperiosa necesidad de relajarte.
Sí, de sentarte un momento a descansar, recostarte cerca de la base del artefacto, recargarte en los cables. Pensándolo bien, parece ser suave, un perfecto sitio de descanso, solo un segundo, solo un instante, mientras recuperas la respiración.
a) Suspiras y accedes a los designios de tu cuerpo ante este repentino agotamiento. (Ir al Capítulo 58)
b) Combates todos los deseos de descansar y, por más fatigante que sea, te alejas lo más que puedes de la estructura hacia la salida del cráter. (Ir al Capítulo 59)
Hola querid@ lector(a). Me alegra que estés por aquí, estoy muy orgulloso. Solo quería agradecerte de forma directa que estés por aquí y advertirte que las cosas se pondrán algo chungas a partir de este punto. Créeme, desde ahora cada decisión que tomes te llevará a un destino completamente distinto al otro, ¿Que si aún hay riesgo de morir? Claro que sí, pero esta vez será un juego diferente.
Mucha suerte mi apreciable exploradora o explorador, este sin duda será el viaje submarino de tu vida... o de tu muerte.
¡Nos leemos!
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