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Capítulo 8. Número desconocido

Kimberly.

Él estaba parado frente a mí. Llevaba unos pantolenes desgastados y una sudadera negra con capucha. Metió las manos en los bolsillos del pantalón y me percaté de que ya no traía al perro.

-¿Y el perro? -El apretó los botones del elavador y éste se movió.

-No es mío. -Miró un punto fijo y pegó su espalda al metal.

Me sentía rara en ese pequeño espacio con él. El silencio reinó en el elevador a tal punto que el sonido de las poleas sabiéndolo era espeluznante. Rodé mi labio inferion en mi boca y lo contemplé con mayor atención.

Su cabello era castaño y sus ojos de un negro intenso. Su nariz, su mentón sus labios... sus labios, todo en el era bello.

-Me he tropezado con varias chicas, pero nunca con ninguna que haya tenido el descaro de comerme con la vista delante de mí.

-¿Eso es un cumplido? -Crucé mis manos en mi pecho y el chico sonrió.

El me miró dándome una sonrisa de medio lado y lamió sus labios sin apartar la vista. Levanté mi mentón y sostuve su mirada; si algo había aprendido estos años atrás, era a no dejarme intimidar por nadie. El ascensor se detubo y bajé, el se quedó dentro, las puertas se cerraron y continuó su recorrido.

Cerré la puerta y me dirigí a mi cuarto. Tiré la mochila a la cama y me desnudé para meterme en la ducha.

El contacto del agua caliente con mi cuerpo me hizo cerrar los ojos, mi teléfono sonó desde la habitación pero no me detuve con la ducha. Enjaboné mi cuerpo y al pasar las manos por las rodillas me ardieron, bajé la mirada y las tenía completamente rojas. Mi cara reflejó una pequeña mueca de dolor y las enjuagué.

El albornoz rojo que siempre utilizaba cubrió mi cuerpo desnudo. Me senté frente al espejo para desenredar mi cabello y otra vez oí sonar mi teléfono. Rodé mis ojos y me levanté para agarrar el móvil. Era un mensaje de...

¿Número desconocido?

Número desconocido: Hola vecina.

Número desconocido: Necesito un favor tuyo.

Supuse que era él, pero... ¿cómo había obtenido mi número de teléfono? ¿Ni siquiera lo conocía? Marqué al número y después del segundo tono contestó.

-¿Quién te dió mi numero? -De el fondo podía escuchar la voz de una chica.

-Digamos que yo lo obtuve por mis propios medios.

-¿Qué eres, ¿un acosador? -Crucé me dejé caer en la cama de forma brusca.

-No usaría ese término, pero sí, algo así. -La prepotencia en su voz era notoria.

-Deberías dejar de acosarme, a lo mejor te encuentras con cosas que no quieres. -No le estaba mientiendo.

-¿Y qué pasa si yo quiero encontrar esas cosas? -La misma chica río.

¿Que rayos...?

-Deja de molestarme... -Colgué el teléfono dejándolo con la palabra en la boca.

¿Quien era esa chica? No me pareció que fuera su novia porque créanme, si mi chico habla con otra mujer de esa forma... no sería más mi chico.

Suspiré, la imagen del único hombre que me importaba llegó a mí. Una sonrisa estúpida permaneció en mi rostro por unos segundos y marqué su número para hacer una videollamada.

La sonrisa se esfumó de mi rostro después de cinco intentos fallidos. Solté el aire que estaba contenido en mis pulmones y mi estómago gruñó. Con una pizza del día de ayer, y una botella de fanta me senté a ver algo en la TV. Sí, lo sé... mis comidas no eran para nada saludables, mi vida de universitaria me robaba mucho tiempo.

Nada de lo que estaban dando me entretenía. Tocaron la puerta y tuve que pararme para abrir, si algo odio es que me interrumpan cuando estoy viendo algo, aunque me aburriera lo que sea que veía.

-¡Voy!

Abrí la puerta y mis cejas se alzaron cuando vi a la persona que tenía en frente. El chico me dió una sonrisa torcida y abrió su boca.

-El rojo te queda bien -inquirió él pasando toda su mirada por mi cuerpo y mordiendo su labio inferior.

Cerré la puerta en su cara. Había olvidado completamente que llevaba el albornoz y que seguía desnuda. ¡Él si que tenía descaro!. Corrí hasta la habitación y me puse unos chores cortos con una blusa a juego, en fin, un pijama.

Volvió a tocar la puerta pero no le abrí.

-¿Qué quieres? -grité desde dentro.

-Te dije que necesito tu ayuda.

-No te conozco. Olvídalo...

-Pero yo a ti si te conozco.

¿Es en serio?

-Más razón para no ayudarte. -Esperé su respuesta pero no hablo.

¿Se habrá ido?... pensé. Abrí la puerta lentamente y miré por un pequeño espacio entre ella y el marco. No lo vi. Amplié más la abertura y saqué la cabeza: se había ido. La cerré y apagué el televisor.

Otra vez en el cuarto intenté hacer la dichosa videollamada, pero nadie contestó. Escribí unos mensajes de amor-odio y los envié.
Organicé la ropa que seguía tirada en el piso y la eché en el cesto de ropa sucia. La mochila la acomode en una esquina y me acosté.

El sueño luchó conmigo y yo me deje ganar.

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CÁRCEL DE MUJERES

Kimberly.

Últimamente nos estaban dejando realizar a Rubina y a mí muchas actividades; ya no era solo fregar, sino que también íbamos a la lavandería y a veces cocinabamos. Rachelle coincidia una que otra vez con nosotras. A diferencia de Rubina, ella era más simpática y agradable.

Todavía tenía la pequeña cicatriz del corte porvocado por ella el primer día.

Siempre estaba preguntando por cosas de mi pasado. Hablaba muy poco de ella, y cuando lo hacía era para hablar de "ese chico". Ella no era mala persona, pero si me agobiaba em hecho de que quisiera saber tanto de mí.

El cambio en clima ya era evidente. Rubina le había preguntado a un guardia la fecha para saber cuantos días quedaban para mi cumpleaños. Cuando me dió el dato abrí mis ojos, no se trataba de días, más bien faltaban horas.

Siete horas para cumplir veinte años, y tres meses en prisión. Imaginaba mi cumpleaños número veinte diferente a esto; pero, ¿que le iba a ser?, después de todo seguía viva y eso era algo bueno... ¿o no?

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N/A: Holaaaaa!!! Recién actualizo porque en mi país, había una situación con la electricidad -tenemos todavía- y eso me impedía actualizar.
También estoy editando los siguientes capítulo, esta historia es tan... tan, que hasta yo me exploto mi cabecita.
Así que si les gusta mucho crear teorías: ¡¡¡QUÉDATE!!!

Los amo.

Naomi🖤

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