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Capítulo 6. Fatalidad [✔]

⚠️🚫En este capítulo hay lenguaje sumamente dañino y violento. Esto es ficción, y aún así sucede en la vida real. Si decides leerlo queda bajo tu responsabilidad. Aviso para que luego no estén juzgando🚫⚠️

CÁRCEL DE MUJERES.

Kimberly.

Rubina no parecía tan asombrada cuando le conté la "situación". Acabábamos de almorazar, aunque por estar hablando con ella no comí casi nada. En la salida nos encontramos con Rachelle. La saludamos y nos dirigimos las tres hacia la cocina.

Para nuestra suerte (aunque no tanta) nos habían otorgado una actividad: fregar. La cocina se encontraba llena de platos sucios, miramos asqueadas el doserden. O sea ¿ha que persona en el mundo le gusta tocar los desperdicios de comida de alguien más?

Para distraernos un poco de dicha labor, a Rubina se le ocurrió la simple idea de que yo siguiera hablando de mí.

«Los días siguientes decidí salir por mi propia cuenta. Ya conocía algunas calles y Agatha me había dejado un celular que ya no usaba para mantenerme localizada.

Era viernes y apenas eran las diez de la mañana. Estaba sola en la casa, Ronald tenía que concretar unos negocios y mi hermana estaba en clase; solo quedaban dos o tres chicos en el piso de abajo que seguían dormidos/drogados. Abrí el closet de la habitación de ella y tomé prestado un vestido suyo. Salí de la casa sin despertar a ningún niñato y caminé varias calles hasta llegar a una tienda que había visitado con ambos.

Entré en ella y comencé a probarme ropa y zapatos, soñaba con darme ese lujo algún día. Salí del local sin comprar nada y seguí mi camino.Comí algo en una cafetería y luego volví para la casa.

Cuando estube de vuelta no había nadie, los chicos que había dejado dormidos/drogados no estaban. Siempre me pregunté que hacía una chica como Agatha metída en un grupo de gente como ese, según ella era por Ronald, porque estaba enamorada y su padre se oponía a su relación.

Subí a mi habitación y entré al baño. Al parecer, una de las hamburguesa me había caído mal. Me di una ducha de agua fría y me acosté en la cama mirando el techo. Me estaba quedando dormida cuando escuché unas risitas y pasos acercándose hasta mi puerta. Entraron juntos de la mano mi hermana y Ronald, miré la hora en el teléfono y eran las siete de la noche.

—Traje la cena. —Agatha levantó una bolsa y se sentó en la cama.

—Yo no tengo mucho apetito. —Ella me miró algo preocupada cuando me sobé el estómago—. Comí algo en la tarde y me cayó mal.

—¿Quieres ir al médico? —intervino Ronald. El estaba parado en la puerta con sus manos en los bolsillos.

—No gracias...estoy mejor. —Miré a Agatha y fingí una sonrisa. Su rosto se tranquilizó ante ese gesto.

—Bueno, estaremos en la habitación de Ronald... por si necesitas algo.

Me devolvió la sonrisa y a acarició mi rodilla. Ambos se marcharon y me acosté otra vez quedando dormida. A mitad de la noche mi estómago me levantó gruñendo. Bajé las escaleras y en el frigorífico de la cocina quedaba algo de cena. La recalenté y me disponía a comer cuando unos ruidos llamaron mi atención.

Subí las escaleras en puntillas y pegué mi oreja a la puerta. Unos gemidos se oían desde adentro. El cuerpo me ardió al escuchar a mi hermana gemir el nombre de Ronald. Yo sabía que no tenía derecho, pero de forma inocente abrí la puerta.

—¡Mierda¡ —Agatha exclamó mientras cubría su cuerpo con las sábanas.

—Lo-Lo siento yo no... —obvio que si sabía. Di la espalda y esperé a que se vistieran.

—¿Empeoró tu dolor de estómago? —Agatha se acercó a mí con su ropa puesta.

—Si... es que iba a comer algo pero me dieron ganas de vomitar. —Mentí. Miré por encima de su hombro y vi a Ronald entrar al baño.

—¿Quieres que vaya por algo de medicamento a la farmacia?

—Por favor... —Puse ojos de cachorro indefenso y pucheros. Automáticamente mi mano subió hasta mi boca para simular una arcada.

Ella me miró con pena y se colocó un suéter. La acompañé hasta la salida para luego ver como montaba en su precioso auto y salía. Cerré la puerta y corrí hasta mi habitación. Al instante Ronald entró con una toalla envuelta en su cintura y los cabellos goteando; al parecer se había duchado.

—¿Qué crees que haces? colocó las manos en su cintura dejando a la vista su perfecto torso. Su tono era de enojo, pero su voz no lo insinuaba.

—Decirle a mi hermana que me siento mal.

—¿Y por eso estabas escuchando detrás de la puerta?

¿Cómo lo supo? Como si de leer mis pensamientos se tratase contestó.

—Vi tu sombra, te pasastes casi un minuto escuchando antes de abrir y fingir tu entrada triunfal.

Me levanté de la cama y me paré frente a el. La diferencia de edad no era tan notable: yo dieciséis y el dieciciete, aunque su cuerpo estaba definido de manera escultural. Subí mi mirada desde su perfecto abdomen hasta su rostro. Aún quedaban rastros de la pubertad; algunos granos sobresalían en su cara, pero eso no era motivo para que dejara de lucir perfecto. Me dió una sonrisa torzida y con los brazos cruzados sobre su pecho inclinó su torso hasta quedar a mi altura.

—Solo me sentía mal. —Repetí.

—¿Y por eso no te opusistes a que fuera ella?

Aparté mi mirada y bajé la cabeza, él levantó mi mentón pero yo no lo miré.

—Tu tampoco te ofrecistes como voluntario para ir. —Alcé la vista y mordí mi labio inferior.

Su respiración chocaba en mi nariz de tan serca que estábamos. Tomó mis mejillas en sus manos y dejó un beso tierno en mi boca. Me separe para mirarlo a los ojos y volver con furia a el. Pasé mis manos por detrás de su cuello para pegarlo más a mí, él en respuesta me agarró de la cintura pegándome a su cuerpo prácticamente desnudo.

Bajé una mano y recorrí con ella su brazo y luego los abdominales para finalmente colocarla en su cuello. Él acarició mi espalda por debajo de la blusa y la deslizó hasta mis glúteos mientras algo se agrandaba a través de la tela de la toalla.

Me hizo caminar hacia atrás sin despegarse de mí. Choqué con la cama y me deje caer en ella, Ronald se trepó encima  de mí y la toalla terminó por resbalarse. Sin dejar de basarlo llevé mi mano hasta su entre...

—Sí querías que te comprara condones solo tenías que decirlo. —La voz de mi hermana nos dejó en shock.

Ahí estaba parada Agatha, justo en la puerta y con la mirada más fría del mundo. Ronald se envolvió nuevamente en la toalla y yo subí mi mano hasta mis labios. La tensión era tan fuerte que la podías tocar.

—Agatha yo...

—¿Tú qué Kimberly? —Se acercó, y sin tiempo a reaccionar, una bofetada se plasmó en mi cara. —¡Eres una paldita perra!.

Sostuve mi mejilla y una lágrima salío de los ojos de ella. Iba a abrir la boca pero Ronald habló primero.

—No fue su culpa. —Fruncí el ceño y lo miré anonadada—. Yo..

—¿Qué vas a decir Ronald? —su voz se quebró—. ¿Qué te confundistes de hermana?

—¡Ella me gusta! —gritó el chico. Yo simplememte no salía de mi asombro.

—¿Por qué? ¿Qué se supone que tenga ella que no tengo yo maldita sea? —Desde mi lugar de expectante podía ver un mar de lágrimas salir de los ojos de ella.

—Soy mil veces mejor que ella, no me falta nada...

—¿Así que te crees mejor que yo? —Tuve que reír debido a su hipocresía—. ¿Te crees mejor que yo solo por qué tienes dinero? ¿Acaso nunca te has puesto en mis zapatos, nunca has analizado la vida de mierda que he llevado y solo porqué decidieron quedarse conmigo?

—Y por eso intentabas ser como yo ¿no?, por eso tenias que follarte a mi novio como una p*.... —Sin pensarlo dos veces levanté mi mano y la abofeteé.

La odiaba a morir, ella solo levantó su vista y abrió la boca para hablar

—Por eso tu propio padre te violó, por ser una ofreci...

Otra bofetada en su cara.

—¡Cállate! No sabes nada de mí para que me trates así.

—¿¡Te molesta que te diga la verdad!? maldita p*...  —Otra bofetada, y luego otra, y otra, y otra y...

Ronald que hasta ahora solo se mantenía al margen me agarró por la cintura para elejarme de ella. Si alguna vez has visto a dos chicas peleando sabrás que es muy difícil separarlas. Su pelo en mis manos y los míos en las de ella. Ronald luchaba por separarnos y por mantener la toalla en su cintura.

Sentí como era levantada en peso para luego ser lanzada del otro lado de la cama. Ronald había perdido la toalla y sacaba a Agatha de la habitación. La escena pareció tan divertida que tuve que sonreír a pesar del fuerte dolor de cabeza.

Agatha golpeaba la puerta frenéticamente y Ronald buscaba algo de ropa en el closet, al final se colocó un chort de pijama rosa puesto que ése era "mi cuarto". De un momento a otro los golpes cesaron y solo se oían los sollozos de Agatha.

—Solo quiero que te marches Kimberly... —La oí decir desde afuera.

Ronald me miró y dijo —lo siento— en un susurro apenas audible.
El abrió la puerta y se llevó a Agatha a otro lado. Metí mi ropa en la mochila y me cambié, dejé el pijama doblado en la mesita de noche y vi el sobre.

98,99%.

Lo arruge con mis manos y lo tiré al cesto del baño. Bajé las escaleras y salí de la casa. El cielo se había nublado completamente y varios relámpagos anunciaban que pronto llovería. Esa calle no era muy transitada y estaba algo lejos del movimiento nocturno, tenía que caminar varios minutos para conseguir un taxi. Detube el paso y me giré para encontrarme con Agatha y Ronald que corrían tras de mí. Ella llegó a mí y comenzó a llorar como loca.

—¿Así que te lo follastes kim? —sonrio con tristesa. Sabía a lo que se refería, al parecer Ronald había abierto la boca—. Eres más fácil que la tabla del uno.

Un relámpago alumbró el cielo y un trueno lo siguió acompañado del chirrido de las gomas de un auto. Mis oídos comenzaron a pitar y el miedo se apoderó de mí. Ronald cruzaba su mirada de mí hacía Agatha.

Lo único que pude hacer fue correr y alejarme mientras gruesas gotas de lluvias comenzaban a caer.»

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