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Capítulo 4. Cosas del destino [✔]

CÁRCEL DE MUJERES.

Kimberly.

Nos encontrábamos las tres sentadas en un banco y escuchando a Rachelle hablar sobre su hermana. La habían dejado despedirse de ella después que todas entramos en las celdas. Todavía tenia la cara roja y los ojos hinchados.

 —¿Y tu? —Se giró hacía mí secando una lágrima—. ¿Tienes hermanas?

Una sonrisa triste se dibujó en mi rostro al escuchar la pregunta. Solamente asentí al comprobar que un nudo en la garganta comenzaba a aparecer.

«La vida en casa de mi tía paterna se me había hecho muy aburrida, nadie preguntaba como estaba o como me sentía. Ella solamente se ocupaba de mis dos primos pequeños y su marido.

En la escuela yo era la "rarita", a las que todos señalaban y miraban mal, al menos las chicas. El trauma que había dejado Ernest en mí me convirtió en una chica fría y calculadora. Mi pasado interfirió mucho en mi forma de ser, me besaba con varios chicos en el mismo día e ignora mis pensamientos.

A veces tenía flashbacks: cuando un chico me tocaba o intentaba tomarme a la fuerza, pero no me importaba, ya ni siquiera dolía. Solo me concentraba en reprimir mis sentimientos. Nunca llegué a dar otro paso con ellos, aunque ganas no me faltaron.

Los días pasaron y el rechazo de mí tía hacía mi era mayor. No me dejaba acercarme a sus hijos por miedo a que les hiciera algo malo o que los mal influenciara. No lo comprendía del todo, puesto que yo adoraba a esos dos mocoso y nuca los hubiese lastimado.

Al ser ellos el centro de atención de la casa me desplazaban a mí por completo, a veces ella fingía que yo no existía; muchas veces no me daba de cenar, según ella: olvidaba que yo estaba ahí.

Comencé a fingir enfermedades para que me hicieran caso. Me caía a propósito o provocaba vómitos para recibir su atención. Al principio funcionó pero al ser tan repetitivo, todos —incluyendo a sus amistades— se dieron cuenta.

Pero todo cambió una mañana, mi tía había ido al hospital puesto que al más pequeño le había dado gripe. Le supliqué que dejara a Diego conmigo para no aburrirme, pero me miró con frialdad y se marchó con sus dos hijos.

Ese día estaba sola en la casa, hacía un calor infernal y decidí ponerme un traje de baño enterizo para meterme a la piscina del patio.

Estaba flotando cuando sentí el peso de la vista de alguien sobre mí. Cuando abrí los ojos, note que el marido de mi tía estaba con una cerveza en la mano, aún vestido con la ropa de trabajo y con su mirada fija en mí. Al parecer había salido temprano del trabajo.

—¿Hace calor hoy, eh? —Dió un trago de la lata y volvió a mirarme.

Al yo no responderle se marchó hasta la casa, para luego de unos cinco minutos volver con un chort de nylon y dos latas en la mano. Se sentó en el borde y me ofreció la lata de coca cola quedándose el con la cerveza.

 —Tu tía me llamó, dice que los niños estan bien.

El dejó la cerveza a un lado y se apoyó en sus manos corriendose para atrás. Lo miré con detenimiento y vi un tatuaje en su pecho. Mi tío era muy atractivo y además tenía un cuerpo de escándalo. Sus brazos y su abdomen estaban bien definidos. Giró su cara hacia mí y yo bajé la mirada sintiendo vergüenza.

 —Sabes... yo también pasé por algo parecido —Lo miré algo confundida—: mis padres murieron en un accidente cuando yo era pequeño y paré en un orfanato. Vi muchas veces como otros niños eran adoptados dejándome a mi de lado, hasta una mañana. Una pareja de ancianos me eligió, viví con ello hasta los quince, cuando la muerte se los llevó. Y ese fue uno de los golpes más duro en mi vida.

Ese comentario me había tomado por sorpresa, el se veía tan alegre que parecía imposible que algo así le hubiese sucedido.

Nos pasamos el resto de la mañana hablando y las cosas cambiaron.

Con el tiempo nos llevámos mejor, el me sacaba de vez en cuando de la casa para enseñarme el pueblo y la ciudad. Mi tía siempre protestaba por nuestra proximidad. Con el comencé a sentirme segura y algo querida.
Mi dependencia hacía el creció tanto que lo necesitaba cerca de mí, quería toda su atención y separarlo de mi tía de ser posible.

Sin darme cuenta "nuestra relación" creció tanto, que no realizaba ciertas tareas si el no estaba presente. Comencé a coqueterale y el lo correspondía, aún sabiendo que yo era menor de edad y los problemas que eso acarriaba.

Sabía que estaba mal, yo era una niña y el un hombre: con mujer e hijos. Pero una parte de mí quería romper esa regla, quería desafiar a la sociedad e infringir las leyes. Y ese era mi mayor problema: lo quiero, lo tengo.

Una noche que mi tía estaba de guardia en el hospital, el mayor de mis primos nos vio en la cama a punto de tener 53x0. El niño salió corriendo y detrás de él su padre. Busqué mi ropa que estaba en el suelo, para nada me sorprendió lo calmada que estaba frente a la situación.

Terminé  de vestirme y me percaté que la cartera de él estaba tirada en una esquina, la abrí y descubrí que habían al rededor de seis tarjetas magnéticas y un trozo de papel con las contraseñas. Agarré una y anoté todos los números en otro papel, esa era mi salida, después de todo mi tía me echaría de su casa.

El llanto del niño se escuchaba por todo el recinto, luego de una hora lo venció el sueño y su padre lo llevó a su dormitorio. Yo me había trancado en mi habitación para organizar una mochila con ropa y cosas necesarias.

Me levanté temprano y caminé hasta la parada de autobuses más cercana. Conocía el pueblo como la palma de mi mano por el simple hecho de que mi tío y yo lo habíamos recorrido miles de veces. El pueblo se encontraba en las afueras de la ciudad, así que cuando llegué a ella, pregunté a una mujer por algún cajero cercano y me dispuse a caminar.

Probé cada contraseña y la cuarta fue la correcta. Saqué todo el dinero que no sobrepasaba los mil dólares y tiré la tarjeta. No creía que fuera a tener tanto dinero en esa tarjeta, pero así fue.

Pregunté a un hombre por alguna estación de metro cercana y salí de la ciudad.

El viaje desde California hasta New York fue considerablemente largo, eso sin contar las veces que tuve que cambiar de metros y autobuses. Con la mitad del dinero en mis manos, me monté en un autobús para llegar al Bronx.

En las calles había mucho movimiento, caminé unas cuantas cuadras para conseguir algun local barato para dormir. Pagué una noche en un pequeño Motel y el monto del dinero bajó considerablemente. Luego de una larga ducha de agua caliente me acosté y dormí hasta el otro día.

...

Estaba sentada en un banco comiéndome una hamburguesa cuando alguien me agarró del brazo. La hamburguesa calló al suelo mientras yo era arrastrada por el parque.

 —¿¡Eh!? ¡Suéltame!. —Un chico más alto que yo con una sudadera gris era quien me jalaba—.  ¡Qué me sueltes!

—Agatha, te dejé bien claro esta mañana que no podías salir sin mi...

 —¡Mi nombre es Kimberly! ¿Qué te pasa? —Me detuve y quité el agarre.

El chico se giró hacía sin dejar de escrutar mi rostro y mi vestimenta.

—¿Como dices que te llamas?

—Kimbely, soy Kimberly —Crucé mis manos encima del pecho y lo miré.

—Es una broma ¿no?...  —Miraba de derecha a izquierda buscando algo con la mirada—. ¿Donde están las cámaras?

Bufé al oír su estupidez. Rodé los ojos y le tiré una mirada cansina.

—Soy Kimberly Adams.  —Saqué mi identificación y se la mostré —. Estas hablando con la persona equivocada.

El chico no dejaba de mirarme con cara de sorpresa. Su vista iba de mi cara a la ID.

Aproveché su confusión y di media vuelta, sin embargo el chico apareció por detrás de mí agarrandome de nuevo.

—Mira sé que te parecerá raro... pero conozco a alguien que se parece mucho a ti.

—Si no me dejas en paz voy a llamar a la policía. —Pasé junto al chico y aceleré el paso sin prestar atención a sus palabras.

Lo único que sentí fue como alguien me agarraba por los pies y me tiraba sobre su hombro como si de un saco de papa se tratase. Golpeé su espalda y grité por ayuda pero la gente a nuestro alrededor ni se inmutaban.

El chico abrió la puerta de un auto y me tiró dentro.

—¿Qué mierda estas haciendo, sacame de aquí ahora? —Intenté abrir la puerta pero tenía seguro puesto—.  ¡Ni siquiera tengo dinero! ¡Déjame salir!

En un ataque de nervios golpeé el pecho del chico, al ser más fuerte que yo sostuvo mis manos y me miró fijamente.

—¡Cálmate! No te voy a ser nada solo quiero que conozcas a una chica. —Mi pecho subía y bajaba de tanto agite. Miré al chico y luego al frente, sus palabras tenían algo de sinceridad por lo que le creí.

—Bien, conozco a la chica y me largo. —El asintió y encendió el auto.

Cinco minutos después estábamos en una casa horrorosa y llena de chicos y chicas de mi edad. Muchos estaban en los rincones fumando e inyectandose sabra Dios que cosas. Para mi suerte ninguno se metió conmigo, solo me señalaban algo curiosos.

Subimos unas escaleras y el chico me hizo esperar en un cuarto. Después de unos segundos la puerta se abrió tras de mí.

 —¿Quién es ella? —La voz de una chica resonó por la habitación—. ¡Hey tú, voltéate!

Me giré despacio y mis ojos coincidieron con los de la chica. Si el chico no hubiese estado al lado de ella creería que tenía un espejo delante. Los ojos de ella y los mis se ampliaron para luego ambas ceñir nuestro ceño. Mi cara pasó de sorpresa a duda, y ella demostraba lo mismo.

—¿Quién es...?

Acabábamos de preguntarle lo mismo al chico... ahora si que esto era raro.»

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N/A: Déjenme en sus comentarios que le ha parecido la historia hasta ahora.

Gracias por leer.

Naomi🖤

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