Capítulo 3. Copy and Paste [✔]
CÁRCEL DE MUJERES.
Kimberly.
Había pasado ya una semana desde mi entrada a esa celda. Mi vida parecía ir en bucle puesto que todos los días eran absolutamente iguales. No nos dejaban hacer ninguna actividad, ayudar en la lavandería, en la cocina o con la limpieza era algo que muy pocas lograban.
Para mi suerte, las rejas se abrieron para dejarnos pasar hasta el patio. Rubina, la interna que "dormía" conmigo no era tan mala como parecia. Nuestro primer encuentro no había sido muy agradable, todavía estaba resentida por el corte que me había hecho; a pesar de todo, había demostrado ser buena persona, dentro de lo que cabe.
Me había contado parte de su vida también, y al parecer, estaba aquí por cometer un robo a mano armada.
—¿Crees que habrá pelea hoy? —preguntó de forma casual.
Ambas nos miramos y sonreímos de forma triste, recordé como hace dos días hubo una pelea donde murieron dos policías y cuatro internas. Era imposible conciliar el sueño luego de haber presenciado toda esa horrorosa escena. Rubina me dijo que al principio daba miedo, y hasta llorabas, pero que luego de un tiempo te acostumbrabas a ver las personas morir a tu alrededor.
Llegamos al patio, estaba repleto de mujeres y guardias; Rubina también me había dicho que intentara mantenerme siempre lejos de los grupos y pandillas, razón por la cuál estabamos en un banco al final del patio, apartadas de todos.
—Entonces: las chicas que van rapadas son las del norte, las del tatuaje de rosa en el cuello las del sur y a las del corte en la oreja derecha las del centro —Le dije a Rubina, justo y como me había dicho.
—Aprendes rápido —respondió ella sin prestarme atención—. No debes mirar nunca a los ojos a las del centro, hace tres meses una novata lo hizo y todas la masacraron a navajasos.
Imaginé la escena por unos segundos y mi piel se erizó, hize una mueca y miré a Rubina. Seguí su mirada, y cuando iba a preguntarle que sucedía ella tomó mi brazo y me jaló.
—¡Agáchate! —Rubina me gritó cuando estuvimos detrás del banco.
Por debajo de ellos podía observar a mujeres correr de un lado a otro, no había que ver con detalles lo que sucedía para saber de que se trataba. Alguien se tiró a mi lado con tanta fuerza que me hizo caer de culo en el césped.
Miré a Rubina algo asustada, giré mi cabeza y observé a una chica que estaba escondiéndose al lado nuestro. Estaba temblando del miedo y a la misma vez se llevaba la mano a la boca para tapar su llanto y sus quejidos.
Mi primer impulso fue el de protección, tomé su mano libre y la atraje hacia mí. Rubina le acariciaba el cabello e intentábamos consolarla sin dejar de mirar lo que sucedía. Yo se bien lo que se siente ver a alguien morir, comprendía su aflicción.
Los sonidos de los disparos llegaron y la pelea cesó. Nos levantamos despacio, algunas mujeres se apartaron dejando a la vista a dos cuerpos femeninos tirados en el césped y que estaban desangrándose. La escena era horrible: el pasto manchado de rojo; dos mujeres llenas de heridas profundas en piernas, brazos, estómago y cuello; todavía se retorcían y gemian de dolor mientras el charco de sangre se agrandaba.
La chica a nuestro lado soltó un grito de pánico y en medio de temblores se dejó caer al suelo. Me agaché juanto a ella abrazandola y por debajo del banco observé la cara de una de las chicas -que para mi asombro no tenía ni un rasguño- que ya hacía muerta. Y entonces lo noté, era el típico "copy and paste" de la que estaba juento a mi; o en otras palabras: eran gemelas.
Si ya sentía su dolor mío, descubrir que las dos chicas eran gemelas me había arrancado el alma. Los recuerdos salieron a relucir y por un segundo me sentí observada.
Busqué a mi alrededor, sentía el peso de una mirada en mi nuca, un escalofrío recorrió mi piel. El aire a mi alrededor se volvió turbio, mi corazón se aceleró cuando intenté respirar y no pude. Las gotas frías de sudor bajaban por mi rosto, fijé mi mirada en la chica que seguía a mi lado y en el otro cuerpo sin vida.
Las gemelas, la sangre, los gritos y los disparos... todo eso me estaba dejando sin fuerzas, era como si...
—¡Vamos! —La voz de Rubina me hizo poner los pies sobre la tierra—. ¿Estás bien? No tienes color en el rostro —Asentí y la ayudé a levantar a la otra chica.
—Ya me acostumbraré —añadí finalmente cuando la otra estubo en pie.
Cada vez que había una pelea debíamos volver a la celda sin disfrutar de las dos horas y media de patio, así acabasemos de llegar. Los guardias hicieron una fila y nos metimos en ella. La chica se encontraba delante de mí cuando salió corriendo hasta el cuerpo de su hermana. Todas nos habíamos detenido para girar nuestra cabeza y ver aquella imagen. Otro grito desgarrador abandonó su cuerpo.
—Continuen. —Ordenó un policía.
Antes de dar un paso más, vi como unos guardias apartaban a la chica del cuerpo y la metían otra vez a la fila.
La reja de la celda se cerró tras nosotras. Tuve que correr hacía el pequeño inodoro para vomitar, esta muerte me había afectado demasiado y Rubina lo había notado. Me sostubo la cabeza hasta que mis arqueadas pararon. Abrí el grifo para enjuagar mi boca y mojar un poco mi cara y la zona del cuello. Rubina se sentó en mi cama y yo hice lo mismo.
—¿Te cuento otra anécdota de mi vida? —Asentí, y recordé como en la primera pelea que hubo hizo lo mismo para consolarme—. Bien...
Rubina comenzó a hablar de como se había enamorado de su mejor amigo. Según ella él es muy apuesto; dijo que cuando se le declaró, él respondió que prefería su amor de amistad y no de pareja.
Me habló de todas las veces que lo invitó a salir y a cenar, pero él siempre estaba ocupado con su trabajo. La ilusión en el rostro de ella era obvia, la miraba, y podía notar el amor emerger de su alma.
—Pues... es un tipo muy tonto —le sonreí—, tu eres muy hermosa. Podrías conseguir a todos los hombres que quisieras con solo mover un dedo —Ella frunció el ceño y sonrió de boca cerrada.
Rubina era muy linda, sus ojos azules y su cabello tan rubio la hacían parecer una muñeca Barbie (de ahí su apodo: Rubina). Era delgada y alta pero tenía un buen cuerpo, supuse que muchas veces fue la envidia de muchas chicas.
—Si lo conocieras, no mirarías a otro hombre. —respondió finalmente y por un segundo supe que decía la verdad.
...
La mañana pasó muy rápido y la tarde igual. Estabamos esperando a que abrieran las celdas para ir a cenar. El almuerzo no había sido muy bueno que digamos: puré de papa, tres tostadas y un minúsculo trozo de jamón; con razón todas estábamos tan delgadas. La comida había sido lo mismo, lo único diferente era que habían agregado otra tostada.
Ya nos habíamos dado cuenta de que cada vez que había pelea, el almuerzo y la cena era lo mismo. Rubina se había colocado frente a mí, charlábamos de lo insípido que estaba todo cuando alguien se sentó a mi lado.
La chica del patio nos miró sin emitir sonido alguno. Luego de cinco minutos de silencio nos agradeció por haberla "protegido". Pasamos el rato conversando e intentando hacer que el pueré de papa nos bajara. Su nombre era Rachelle y tenía veintidós años.
Pasaron los diez minutos establecidos y nos unimos a la fila para regresar nuevamente a nuestra "lujosa habitación". Rubina me contó sobre algunas presas que eran lo vastante peligrosa y sobre algo llamado "fight of titans": que consistía en una riña entre las supuestas titanes de cada grupo para que éstas fueran remplazadas. Recé para mis adentros, no quería ver algo así.
Con el sueño apoderandose de nosotras, decidimos acostamos juntas en mi cama para evitar de una forma u otra que yo tubiese pesadillas.
Por unas horas todo me fue bien, pero después, volví a notar una mirada gélida sobre mí. Por más que intentaba abrir los ojos no lo lograba. Cualquiera que mirase desde afuera se daría cuenta de mi movimiento ocular irregular.
Sentía miedo, y ahora lo sentía más que nunca.
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