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Capítulo 17. ¡Mentiroso!


«AÑOS ATRÁS.»

Kimberly.

«Edward me había visto muchas veces en ropa interior, por lo que no me importaba desvestirme frente a él; me gustaba ver lo nervioso y tenso que se ponía cuando me tenía prácticamente desnuda frente a él. Me quedé solamente en tacones, estos combinaban a la perfección con mi ropa interior. Caminé hasta él en plan seductora, y no se si con mis tragos de más era lo mejor, pero a mí me parecía que si.

Él estaba revisando algo en su teléfono, o sea, miraba cualquier cosa menos a mí.

Quité el teléfono de sus manos y lo tiré hacia un lado de la cama. Su mirada se posó en mi estómago, era increíble, parecía un niño pequeño e inocente; ni que fuese la primera vez. Levanté su mentón y le obligé a mirarme, sus mejillas estaban rojas.

—¿Me extrañastes Ed? —Me incliné frente a el para estar a la misma altura.

Sus ojos bajaron por un segundo hasta mi pecho y después de tragar saliva, me miró.

—Sabes que si te extrañe Kimberly.

—¡Mentiroso! —exclamé y levanté mi cuerpo. Giré sobre mi propio eje y caminé dándole la espalda—. ¡Eres un jodido mentiroso Edward! Te llamaba y te escribía y nunca contestabas!

—Estaba ocupado con el laboratorio, sabes que..

—¿Qué sé? —Giré otra vez y quedé frente a él—. ¿Qué el laboratorio es mucho más importante que yo? —Dirigí mis manos hasta mi pecho— ¿Qué por eso no podías llamar ni una sola vez? Claro que lo sé. — Subí mis manos y las dejé caer al lado de mi cuerpo.

—¡Si lo hago es para protegerte! —De levantó de la cama y se paró frente a mí. Intentó tocarme, pero no lo dejé.

—Llevo cuatro años escuchando esa excusa Ed... ¿Tan poca cosa soy para ti?

—Kim... —Acarició mi mejilla, y este vez no rechacé su roze—. Eres lo más importante que tengo en la vida. Si me aparto, es porque no quiero que salgas perjudicada con todo esto.

—¿Y acaso crees que no me perjudicas más con tu ignorancia? —Pegué más mi cara a su mano, el calor que emanaba de ella me tranquilizaba.

No sabía que ocurría con ese dichoso laboratorio, pero siempre me imaginé que no era nada bueno. Edward siempre recibía llamadas raras a cualquier hora de la noche y del día. Cada vez que intentaba acercarme al lugar, el me alejaba. Me vi obligada a interesarme en la química cuando comprendí que esa iba a ser la única forma de mantenernos cerca.

Edward recostó su frente en la mía y subió su otra mano para juntarlas en mi nuca. Su respiración y la mía se fundían en una sola, sus ojos azules se perdían en los míos... Dios, era tan atractivo...

—¿Quieres besarme Ed? —Lamí mis labios y fije la vista en los suyos, que también ardían de deseo—, porque yo si quiero.

Me lancé a su boca y el no puso resistencia como había hecho otras veces, esta vez se dejó llevar por los movimientos de mis labios y mi lengua. El calor comenzaba a hacer estragos en mi cuerpo, llevaba algo más de tres años sin acostarme con nadie, y en parte, era culpa de él.

Me estremecí cuando deslizó su mano derecha por mi espalda, mis manos subieron a su pecho, no podía perder el tiempo en desavotonar su camisa. Con algo de fuerza jalé de cada extremo inferior hasta oir los botones caer en el suelo. Mis manos recorrieron sus brazos y su abdomen. Ese torso que tantas veces había deseado tocar se encontraba en mis manos ahora.

Di tres pasos atrás y mi espalda chocó con la pared, el aprovechó la oportunidad y me levantó haciendo que mis piernas abrazaran sus caderas.

Devoraba mis labios con rabia, su lengua llegaba hasta el fondo de mi garganta provocando que gemidos salieran de forma descontrolada. Su boca realizó un camino hasta mi cuello, mis hombros y mi clavícula.

—Eddy... —Gemí.

Me separó de la pared y me tiró en la cama, mi pecho subía y bajaba y mis labios ardían. El se quitó el pantalón sin dejar de observar mi cuerpo. Su pecho también subía y bajaba frenéticamente. Mordí mis labios y me recosté en los codos, estaba en boxer delante de mí y una gran erección se notaba a través de la tela.

Dios, había soñado tantas veces con este momento, y ahora por fin estaba sucediendo. Recuerdo que muchas veces me dejó con las malditas ganas y la piel ardiendo, decía que yo era una culicagada y que el era mayor para mi. Pero ahora, ya con diecinueve años, no había santo que me estuviese.

El calor se hizo mayor en mi entrepierna cuando habló con su voz ronca y masculina.

—¿Admirando el paisaje Kim? —Sus manos subieron hasta sus caderas.

—¿Tú no estas haciendo lo mismo Ed? —Enarqueé una ceja y abrí mis piernas. El se arrastró hasta estar encima de mí y yo me enganché a él.

—Llevad tres años jugando con fuego Kim... —Su lenga bajaba por mi cuello.

—Ahhhg... Ed —Recorrió los límites de mi pecho, y me torturó por encima de la tela. El lograba que yo me retorciera de placer.

—Llevas tres malditos años volviéndome loco Kim... cuatro años evitando mirarte, rozarte, desearte...

O por Dios... me imaginé tantas veces este momento, que ahora parecia irreal.

—¿Que quieres de mi Kim? —Mi abdomen se contrajo al sentir la humedad y calidez de su boca.

—Quiero pertenecer a ti... quiero que me folles y me penetres hasta el cansancio... quiero que hoy me hagas tuya.

Esas palabras fueron el detonante. Me arrastró y mi entrepierna quedó pegada al bulto de su boxer.

Esa noche tube la mejor follada de mi vida, no tenía por gusto 25 años de edad; 25 años de experiencia, por un segudno sentí celos de las otras mujeres con quien él se había acostado... pero finalmente él era mío.

Era de mi propiedad, me pertenecía... y yo a él.»

CÁRCEL DE MUJERES.
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Kimberly.

—Wow... —susurró Rachelle después de cerrar la puerta y entregarle la llave al guardia.

Últimamente la única que hablaba de su vida era yo mientras las demás siempre oían lo que yo comentaba. Obviamente no le iba a ofrecer todos los detalles de esa noche, prefería reservarlo para mí. Solo era una pequeña pincelada de lo que ocurrió esa noche.

Trevor nos acompañó a Rubina y a mí hasta la celda. Antes de irse me dió un beso tierno en la mejilla. Rubina nos miró con algo de sorpresa pero no dijo ni una sola palabra, al parecer tenía otras cosas de que preocuparse. Ella subió a su cama y se acostó, yo hice lo mismo.

Mi mente viajó a ese momento otra vez: el calor del fuego en mi espalda y un ruido ensordecedor. Grité sus nombres pero nadie contesto, después de eso caí desmayada y desperté al otro día en una cama de hospital. El dolor y la angustia de esos días era imposible de olvidar, al igual que el olor y el sabor de ellos.

Uno fue mi protector, y el otro mi destructor.

Uno me brindaba paz, y el otro atormentaba a mis demonios.

Uno me mintió para bien, y el otro para mal.

¿Que cada uno me quiso a su forma? Es verdad.

¿Qué me brindaban cosas distintas? También.

Pero enamorarme realmente de uno... fue mi perdición.

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N/A: Vayan a rezar un Padrenuestro y tres Avemarías.

Yo me voy de aquí, antes de que alguien me fusile.

Naomi🖤

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