Capítulo 16. La cena
CÁRCEL DE MUJERES.
Kimberly.
Había pasado todo el día hablando con Rubina. No me interrumpió en ningún momento, de hecho, estaba más seria de lo normal. Pasé mi mano por delante de sus ojos para que volviera a la realidad.
—¡Tierra llamanado a Rubina! —exclamé divertida. Ella paró el movimiento de mi mano y me miró sonriendo—. ¿Que pasó?
—Nada —Se encogió de hombros—. Simplemente estoy procesando la información.
—Hummm, ya veo...
—¿Te puedo hacer una pregunta? —Llevó sus dedos a su boca para morderse las uñas.
—Si. De hecho, ya me estaba extrañando que no lo hicieras —Estiré mi mano hasta las de ellas para sacrlas de su boca, me respondió con una mueca muy graciosa y suspiró antes de hablar.
—¿Dave y tu nunca se acostaron? —La pregunta no me sorprendió en lo absoluto.
—Puede ser... —inquirí con algo de misterio, para después desviar la mirada a un punto fijo en la pared—. Después de la llegada de Edward, todo se complicó.
«AÑOS ATRÁS»
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Kimberly.
«¿Por qué no me avisastes que ibas a venir? —pregunté con mi cabeza pegada a su pecho, que todavía se encontraba húmedo.
—Quería darte una sorpresa —respondió el hundiendo su nariz en mi cabello.
Por suerte lo tenía limpio, sino habría que oírle discutir.
—Ahora que lo recuerdo —Me separé de él y le di un manotazo en el brazo (musculoso brazo)—, nunca me llamastes, ni me escribistes ni nada. —crucé mis manos sobre el pecho e hize pucheros como una niña pequeña.
—Estaba ocupado Kim —Pellizcó mi mejilla y volvió a envolverme en sus brazos—. Te extrañe mucho química.
Sonreí como una tonta cuando me llamó así, hacía mucho tiempo que no lo mencionaba. Lo apreté con más fuerza, casi que queriendo fundir su piel con la mía. Y suspiré.
—Yo igual... moreno.
Después de un abrazo que duró como diez minutos, entré al baño y me di una ducha. Edward había reservado en un restaurante para celebrar su llegada. Decidí ponerme un vestido rojo que se pegaba a mi cuerpo por completo, me llegaba hasta las rodillas y tenía un pronunciado escote en V.
Unos tacones negros y un blazer del mismo color completaron mi look. Dejé mi cabello suelto y lo ondeé un poco en las puntas; un labial rojo mate, eyeliner, máscara de pestañas, base, corrector, sombra...
...y ahora si que estaba lista.
—Kim ¿te falta mucho? —preguntó Ed del otro lado de la puerta del cuarto—. Ya son las siete con diez minutos y la reservación es para las...
Abrí la puerta con una entrada (más bien salida) triunfal y él se quedó hipnotizado obserbando mi cuerpo. Mordió su labio inferior y sonrió negando con la cabeza.
Clavé mis ojos en él y estiró su mano, la acepté con una enorme sonrisa a la vez que le hacía girar para mirar su atuendo.
Unos zapatos negros y lujusos; un pantalón negro y ajustado a sus piernas que combinaban a la perfección con el calzado, y una camisa roja de hilo remangada hasta sus codos que le hacía lucir impecable. Su cabello se mantenía peinado hacía un lado y un penidiente con un pequeño diamante rojo adornaba su oreja izquierda.
—Te ves precioso. —Le di una nalgada muy sonora.
—Lástima que no pueda decir lo mismo de ti —lo miré algo confundida y dejé de darle la vuelta—, pareces una puta DIOSA.
¿DIOSA?
¿Espera que...?
Tardé varios segundos en caer de la mata y me sonrojé por mi estupidez. Él simplemente rodó sus ojos y me jaloneó para entrelazar mi brazo con el de él. Llegamos a la puerta y la abrió como todo un caballero. Cuando la misma llegó a su amplitud, mi rostro pasó de alegría a culpa.
¡¡¡OMG!!!
Tú y tu bobería chica. ¿Cómo pudistes olvidarte de la cena?
Dave estaba parado frente a ella con su puño en alto para tocar en ella. La bajó lentamente cuando vio a Edward salir por detrás de mí. Giré mi cabeza hasta él y luego miré a Dave, esto era realmente incómodo.
—Venía a ver si te había pasado algo —dijo bajando la mirada por mi cuerpo y arrascando su cabeza—, son las 7:15 pm y siempre eres puntual, por lo que pensé que...
—Dave, yo... —Corté su frase con la intención de disculparme—, yo no...
—¡Mierda! —exclamó Edward haciéndome girar con tremendo susto—. Vamos a llegar tarde. —Mencionó obserbando el reloj dorado en su muñeca.
—Dave, yo lo olvidé por completo —susurré algo apenada regresando a él la mirada—, es que, no sabía que el vendría —Señalé a Ed—, y se me pasó por completo. Con tanta emoción...
—No te preocupes Kim. Solo quería saber si estabas bien. —Y con eso último, me dió la espalda. Se marcho, metiendo sus manos en los bolsillos de su pantalón y dejando mis palabras en el aire.
¿Que haces estúpida?, ve y discúlpate.
Di un paso para caminar detrás de él, pero Ed agarró mi muñeca para hacerme recordar que seguía ahí.
—¿Que te he dicho de ir corriendo detrás de los hombres? —Me agarró por los hombros y me dió media vuelta.
Edward y sus frases sin sentido.
Bufé algo agobiada por la situación, volteé mi cabeza un poco para mirar a Dave, pero Ed me lo impidió levantando mi mentón.
—Que son ellos los que tienen que correr detrás de mí. —musité finalme.
Ed asintió, y cuando volvió a mirar su reloj yo cambié la vista. Vi de reojo como Dave subía por las escaleras, él levantó la mirada, y gritaba... gritaba...
No sabía que se reflejaba en ella, pero nada bueno era.
—Good girl. —Dejé de mirar cuando escuché a Ed hablarme—. Ahora vamos, ya se nos ha hecho tarde.
Subimos al ascensor y no pude evitar recordar lo que había sucedido hay hace tan solo unas horas. Mordí mi labio inferior y sonreí ante la imagen de nosotros besándonos, para luego molestarme por el silencio absoluto que le siguió al beso. Y para reprocharme el hecho de que se me había olvidado la cena.
Tantas ganas que tenía de disfrutar una buena comida, de cenar con él, de...
—¿Estas bien?
—¿Qué? —dije sin poder aguantar la risa. ¿Acaso había pensado en...?
¿En acostarte con Dave? Psss... claro que lo pensastes.
—Kim...
—Oh, nada. —Hice un gesto con las manos en forma despreocupada—. Solo estoy féliz por tu regreso.
Si claro, y por querer probar la cena de Dave.
¡CÁLLATE VOCECITA ESTÚPIDA!
Fingí que no discutía con mi conciencia. Él simplemente me miró, analizando cada detalle de mi expresión corporal y de mi rostro. Tragué en seco, tenía miedo de que leyera mis pensamientos, era tan observador que daba miedo cuando te analizaba.
El ascensor se detuvo —uffff, gracias a dios— y salimos del edificio para llegar al estacionamiento donde se encontraba un ferrari negro con todas las ventanas polarizadas.
El camino se fue rápido, nos detubimos frente a un restaurante ambientado en una casa colonial de los años 1960. De ella salía un delicioso aroma a comida...
Pero no la comida de Dave.
¡Mierda! ¿Que rayos te pasa chica? Deja de pensar en el de una maldita vez.
Me di una bofetafa mental y oí a Ed disculparse por la demora mientras un mesero nos indicaba nuestra mesa.
Edward pasó toda la cena hablando sobre lo duro que había sido todo sin mí, mientras, yo acompañaba sus palabras con una botella de Champán que había comprado para celebrar. Por más que intenté sacar el tema del laboratorio el hacía todo lo posible para virar la tortilla y terminar hablando de otra cosa. Incluso de Dave, lo que me faltaba.
Para mi suerte el teléfono vibró, lo miré con disimulo. Leí el mensaje que había entrado, no era Dave, pero si de una persona importante.
—Ed... —Interrumpí su monólogo—, necesito ir al baño a retocar mi labial. Velvo enseguida.
El asintió y yo sonreí antes de dirigirme al mismo. Después de unos diez minutos salí.
—Pensé que te habían asesinado. —dijo Ed, justo al lado de la puerta.
Di un pequeño respingo y lo miré con una sonrisa de angelito para ocultar mi sobresalto.
—Ya sabes... cosas de chicas. —comenté sin más para restarle importancia al tema.
—Si tu lo dices. —Se quedó observándome por unos segundos. Yo mordí mi labio con algo de precaución—. Ya pagué la cuenta, así que podemos irnos.
Yo asentí, y colocando un mechón rebelde de mi cabello detrás de la oreja, avancé.
—Kim... —La voz de Ed me detubo, —mi corazón se detuvo— me giré algo nerviosa y el avanzó unos pasos— ¿Tu labial no era un rojo más intenso?
Cuando decía que era observador, no lo decía por gusto.
Sus ojos miraban mis labios con detenimiento. El seguía esperando mi respuesta, así que respondí:
—Sí, pero tenía otro en el bolso y me confundí... ya sabes, son de la misma marca.
El seguía con la mirada fija, odiaba que fuese tan observador. Siempre notaba el mínimo detalle. Finalmente asintió y agarró mi mano. Suspiré por lo bajo cuando salimos del establecimiento.
Manejó nuevamente hasta el apartamento, en pleno silencio, al menos él. Yo me la pasé riéndome, hasta el punto que me dolían las mejillas y el estómago.
A lo mejor era el alcohol que estaba haciendo efecto en mí.
Llegamos al apartamento y subimos al ascensor, el cual se movía mucho, hasta vueltas daba. Entramos al apartamento y, a partir de ahí, las cosas se complicaron un poco.
La razón: había una sola cama, yo había tomado de más y por último, y más importante, tenía un hombre con todas las de la ley frente a mí.
CÁRCEL DE MUJERES
###.
—¿Durmieron juntos entonces? —inquirió Rubina a la vez que se llevaba la cuchara con comida a su boca.
Me había pasado toda la tarde y toda la cena hablando con ella.
—Algo así —respondí con mi vista fija en el plato.
—Entonces, ¿ese es el gran amigo del que tanto alardeabas?
Solamente asentí. El recuerdo de la manera en que nos conocimos me hizo sentir añoranza, Extrañaba tanto a Ed; otra imagen llegó a mi cabeza: una explosión, el calor de las llamas, el dolor que sentí al mirar atrás y no verlo junto a mi. En ese instante un nudo apretó mi garganta, la comida no bajaba y una lágrima amenazaba con salir.
—¡Kimberly! —Rubina agitaba las manos frente a mi rostro— Ya sonó la campana, debemos irnos.
Ella se levantó de la silla con la bandeja en sus manos y yo la seguí. Rachelle estaba esperandonos detrás de la cosina, hoy nos tocaba fregar otra vez.
Miré a la trigueña y ella me preguntó con la mirada si estaba bien. Asentí y ella hizo lo mismo sonriendo.»
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