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PRESA

Siento la cabeza pesada y la vista borrosa. "¿Eso es un árbol?"; pienso, al ver que estoy tirado en un suelo lodoso. ¡Con mi traje Armani y mis zapatos Crisci de Lilian!

—¡Carajos! ¡Son zapatos de mil cuatro cientos dólares!

Me levanto tan rápido que mi cabeza dio vueltas y casi vuelvo al suelo, sino me apoyo del árbol más cercano. Trato de recordar cómo llegué a ese lugar, pero todo está borroso. Así que trato de recrear las últimas horas.

Recuerdo que, salí de la oficina... estaba contento porque... Sí. Acababa de ser nombrado socio del bufete. Salí al estacionamiento con la intención de celebrar y tomar unos tragos. Me lo merecía. Tres años de pasantía y otros diez como abobado regular, hasta el caso de Morales. Trece años que valieron la pena.

Y ahora esto. Miro a mi alrededor, sólo veo árboles, es una especie de bosque. Ahora recuerdo que no llegué a salir del estacionamiento. Cuando subí a mi auto, todo se volvió negro.

—Me... me secuestraron.

No. De seguro es una broma de los muchachos envidiosos del bufete. Julio, si Julio es el único que sería tan atrevido para jugarme esta broma, ja, ja que gracioso. Busco en mis bolsillos y noto que mi cartera ha desaparecido. "Fuiste demasiado lejos, Julio". Reviso los bolsillos de mi saco y siento un bulto en uno de ellos. Al sacar el contenido, me topo con un teléfono celular barato de tarjeta. Nada gráfico, una pantalla rústica con botones de goma. "¿Dónde está mi Samsung?"; comienzo a enfurecerme.

—¿¡Dónde carajos está mi Samsung!? —Pregunto encolerizado a punto de estrellar el aparato contra el suelo cuando este comienza a sonar.

Suena con una tonada incipiente y la pequeña pantalla brilla presentando tan solo un número; 13.

Sigue sonando mientras observo el teléfono. Lo menos que deseo ahora es escuchar la voz de Julio, riendo al otro lado. Luego de unos segundos, vuelve a sonar y brillar. Sopesando mi situación era mejor, por el momento complacer al bromista y responder.

—Muy bien Julio ríe todo lo que quieras, pero te costará —digo rabioso.

—No soy Julio y te conviene calmarte y escuchar —dice la voz de un hombre algo ronca.

—Julio, se bien que fuiste tu y juro que...

Siento que algo me pasa a gran velocidad y fue a estrellarse al árbol junto a mí. Sin despegar el teléfono de mi oreja, me volteo y encuentro una flecha enterrada en el árbol. Era lo que me había rosado y comencé a sentir algo de miedo.

—Oye, eso no fue gracioso, pudiste herirme.

—Pretendo mucho más que eso, si no sigues las reglas —responde la voz.

—¿De qué se trata esto?

—Se trata de que ahora eres presa.

—¿Está loco? —para este momento dudo que sea Julio o cualquiera de los chicos del bufete.

—Es temporada de cacería de imbéciles, será mejor que comiences a correr o caerás donde estás. Y no pierdas el teléfono.

—Oiga, oiga. Si es dinero lo que...

Otra flecha zumba yendo a dar contra el árbol. Antes de que pudiera decir algo más una nueva saeta se entierra en el suelo justo frente a mí y no dudo en echar a correr.

Pronto caigo en cuenta de que me encuentro profundo en un bosque que no conozco. El calor de la mañana me sofoca y me obliga a deshacerme del abrigo. Escondido detrás de un árbol, trato de tomar aire y aunque suelo correr, no lo hago con tanta ropa encima, así que la situación exigía algo de esfuerzo extra. "¿Quién es este tipo?"; "¿Qué quiere?"; Hasta ahora, sólo puedo pensar que desea matarme y al parecer divertirse en el proceso.

El teléfono suena otra vez.

—Mire, no sé lo que le hice, pero estoy seguro que no es para tanto — digo buscando negociar un arreglo.

—No es sólo lo que has hecho ahora Mark —me sorprendió que la voz, conociera mi nombre. — Es lo que has hecho desde hace mucho tiempo.

—No sé a qué se refiere.

—Ah, siempre es lo mismo — dice la voz al otro lado —. El ofensor nunca recuerda su ofensa.

—Oiga. Yo vivo de hacer acuerdos — comienzo a negociar. — Tal vez podemos hacer uno que satisfaga...

—¿Hacer acuerdos? —La voz se escucha sarcástica. — Mark, tú has vivido de hacer miserable la vida de otros.

—Espere, sólo soy abogado y la ley no es perfecta, pero siempre se puede negociar.

—Sí, como negociaste, con Bobby Vachuozki antes de hundir su cabeza en el inodoro, recién orinado.

Me sentí desconcertado. "¿Todo esto por una travesura de colegio?" Entonces; es Vachuozki, que guarda rencor por lo que le hice.

—Bobby, oye Bobby... no... no es para tanto —. Quise escucharme lo más asustado posible y así dejarle ver que estaba logrando su objetivo.

Una flecha me pega y se entierra en la mano que apoyo sobre el árbol. Mi grito fue tan alto que esperaba que alguien escuchara mi voz y viniera en mi auxilio.

—¡Ay, cabrón! —Maldije. Solté el teléfono y sólo me concentro en el dolor —. ¡Hijo de puta!

Una pequeña flecha atraviesa mi mano casi en el centro. Es una flecha de ballesta que sobresale unos ocho centímetros. Trato de retirarla del árbol, pero está profundamente hundida y por la forma de la herida debe ser de cabeza ancha.

Tomo una decisión. Trato de romper la flecha, pero esta es de aluminio; así que, con paciencia que no era mucha, retiro las plumas de plástico y deslizo la mano con calma a pesar del dolor. Ser aficionado a la caza es útil, pero nunca pensé ser la presa.

La herida sangra profusamente y sacrifico mi corbata de ciento cincuenta dólares y mi camisa de doscientos para detener el flujo. Tomo el teléfono y noto que el hombre al otro lado del aparato, no se ha ido.

—Maldito infeliz. Cuando te atrape, no tendré piedad.

—Bravo. Sabía que harías eso. Como cazador, entiendes cómo manejar una herida así.

—Basta de juegos Bobby.

—Bobby está muy bien en San Diego —responde la voz y cuelga.

"Sólo quiere despistarme"; pienso. Siento la mano entumecida y cierto mareo. Necesito ayuda...

Me llega una idea y es cuando descubro lo idiota que he sido. Con el teléfono, puedo llamar y pedir ayuda. Pero no se me ocurre ningún número. Todos están en mi teléfono inteligente. ¿Quién recuerda un número telefónico hoy en día? Pero no todo está perdido...

9...1...1...

Sólo llego a escuchar un tintineo y la mecánica voz que dice "No hay suficientes fondos para esta llamada".

—Eso no es posible —le digo a la pantalla —. El número de emergencia, siempre está disponible.

El aparato vuelve a sonar y el número trece en la pantalla.

—Ja, ja, ja. Teléfono Hackeado. Me comenzaba a cuestionar tu inteligencia.

—¿Qué es lo que quieres? — Pregunto ya desanimado.

—Que pagues, por lo que le has quitado a otros.

Cuelga. Ya que no estoy seguro de la identidad de mi captor, decido llamarle Trece. Una nueva flecha cae muy cerca y comprendo que debo correr. A pesar de que es de día, estoy completamente perdido en este bosque. Debo correr y pensar.

Resumo. Fui secuestrado y ahora estoy en un bosque desconocido huyendo de un hombre que me lanza flechas de arco y ballesta. Al parecer, tiene buena puntería, lo que significa que no me quiere matar, aún. Teléfono barato y hackeado para no poder pedir ayuda. Y al parecer conoce mucho sobre mí.

¿Cómo pudo saber de Bobby? En ese entonces, solo era un estúpido y hacía estupideces.

Ya me duelen los pies, zapatos de mil cuatrocientos dólares no son útiles en el bosque. Puedo ubicarme por el sol, pero lo mejor sería encontrar un rio o un lago. Siempre hay población cerca de las fuentes de agua. Este imbécil, no va a ganarme. Soy un ganador, siempre he sido un ganador.

Debo despistarlo y prepararme para luchar. Nadie me ha pisoteado, yo he sido quien domina. De seguro es alguien que me conoce bien o ha investigado mucho. ¿Qué tanto sabe?

Camino unos cientos de metros más y encuentro un árbol lo suficientemente ancho para cubrirme. Si sobrevivo hasta la noche, tendré más oportunidad. La sed me está matando, aunque lo que deseo es un buen trago en Artie's. Me quedo quieto y descanso con la mirada perdida entre los árboles y cuando estoy a punto de dormirme, el maldito teléfono volvió a sonar y me levanto de inmediato.

—Estoy seguro que Luke Quill, querría verte ahora. —Me dice Trece con ese tono sarcástico.

"Maldito hijo de puta. ¿Cómo lo sabe?" No sé si es por el coraje, pero la herida en mi mano me late.

—Te he perdido, no sé dónde estás —continúa. Al fin algo de suerte —. Pero te encontraré —. Tus finos zapatos dejan un buen rastro.

La ira se apodera de mí.

—Mira cabrón, dime lo que quieres de una puta vez—. La herida ha vuelto a sangrar y aprieto la corbata.

—Dime. ¿Por qué le robaste la novia a Luke?

Estoy seguro que puede escuchar mi jadeo, que es más de coraje que de cansancio. Una idea me cruza por la mente y juego la mejor carta que tengo.

—Yo no le robé la novia a Quill. Simplemente, ella se cansó de él.

Silencio. Se quedó sin respuestas. Así que eres el pendejo de Luke Quill.

—¿Cómo estás tan seguro? —Preguntó sin mostrar ninguna emoción. Maldito infeliz, ya te tengo.

—Ella me lo dijo —, le espeté para lastimarlo aún más.

—Y no conforme con eso, le robaste su tesis. Era tu amigo de la universidad. Te consideraba su hermano.

—Era un pendejo idealista que se creía la gran cosa.

—No. Me temo que ese eres tú. Te crees la gran cosa y toda tu vida y todos tus logros son robados. En lo único que has sido exitoso es en quitarle a otros, el fruto de su esfuerzo —. Noto algo de enojo en la voz de Trece y no me quedan dudas de que se trata de Luke Quill. Hora de presionar para que se delate.

—Vamos, no me vas a venir con que Luke era tan inocente. ¿O acaso no supiste que estuvo a punto de pegarle a Moira?

—Que listo. Crees que soy Quill y pretendes enojarme.

—No lo pretendo. Ya te enojé —. Le digo con mi tono de triunfo.

—Eso crees. Para que tengas una idea, ya estoy por encima de cualquier enojo. Solo estoy jugando tu propio juego. Pero esta vez, tu eres la presa. Tu pasado es el cazador.

—Eso es lo que crees. Te atraparé primero y vas a pagarme por todo esto.

—Siempre tan arrogante. Sin embargo, te llegó la hora de correr.

Tan pronto como dijo eso, cerró la comunicación y una flecha va a dar a mi muslo izquierdo.

—¡Ah, cabrón!

Comienzo a correr cojeando y la pierna me arde atravesada por la flecha. Necesito ayuda y esta vez estoy realmente preocupado. La mano es una cosa, pero con el muslo herido no lograré escapar de este loco que desea matarme.

Trece es Quill, tiene que ser él. Es el único que tiene motivos y es lo suficientemente inteligente para esto.

"Claro. Me vio en el caso Carter contra Ares Corporation." Cuantas veces habrá soñado con hacerme esto. Siempre pensé que era sólo un pendejo y que no se atrevería a tanto.

Camino, pienso y logro ver lo que parece el techo de una cabaña. "Estoy a salvo"; pienso y enfilo hacia la estructura. Siento el muslo hinchado. No. Está hinchado, si encuentro a alguien dentro de la cabaña podré recibir ayuda. Sólo unos metros más y estaré a salvo.

Paso los arbustos y por desgracia me caigo al enredarme con uno de ellos. Mi muslo está tan enconado que apenas puedo moverlo. Se siente como peso muerto. ¡No! Mejor no pienso en muerte. Y aunque no creo poder levantarme otra vez; tan solo pensar en que pueda recibir otra flecha es un estupendo motivador.

Una cabaña de cazadores, con las ventanas tapiadas. Pero la puerta está abierta. La puerta casi siempre está abierta para los cazadores. Una habitación austera con una pequeña cocina, sin nada más que una pileta y un calentador. Con el agua de la pileta lavo mis heridas y no soy médico, pero esto se ve mal.

El teléfono vuelve a sonar.

—¿Qué te hizo Moira para que la abandonaras embarazada?

—¡Basta! — Le grito al teléfono —. ¡Deja de torturarme!

—Yo, yo, yo. Siempre yo —. Me dice Trece con su sarcasmo revitalizado —. ¿Por qué abandonaste a Moira?

—Ese no es tu asunto.

—Todo lo contrario.

—Entonces, si eres Luke Quill —. Declaré triunfante.

—Abandonaste a Moira cuando más enamorada estaba de ti.

—¡Cállate Quill! — De Moira no quería hablar.

—¿No puedes soportarlo? —Pregunta Trece. Él sabe que me lastima.

—Moira, no podía atarme cuando había llegado tan lejos —. Solté con el alma tan apretada como mi muslo herido. —De seguro se casó y vive feliz en algún suburbio de la ciudad. Su hijo debe tener...

—Trece años —dijo Trece lentamente.

Así que el número en la pantalla no era casual. Un niño de trece años, no podía haber hecho tanto. Aún pienso que es Quill.

—Escucha Quill —comienzo a decir acongojado, mas bien arrepentido. —Sé que no debí abandonar a Moira. Era un muchacho ignorante e impulsivo. Todos lo éramos. Déjame salir de este bosque y la buscaré para pedirle que me perdone.

—Nunca te preocupaste por saber qué fue de ella. Mucho menos del bebé que tuvo. Eso no es arrepentimiento.

—Lo sé. Lo sé.

—Para este momento sabes que vas a morir —. Dice Trece con solemnidad. —No la merecías. Ni siquiera te fijaste en su familia. Su padre quedó devastado, su madre enloqueció y su pequeño hermano cargó con todo el drama.

Ahora sé que está afuera. Busco algo que me pueda servir de arma. Tendrá que entrar y yo... yo...pequeño hermano...

"¿Henry? El hermano de Moira." Le solía llamar "Quick", porque no se estaba quieto un momento. Por eso Moira y yo, preferíamos pasar nuestras veladas fuera. Así que al final es "Quick". ¿Qué tanto daño le pude hacer a Moira por dejarla?

—¿Qué quieres "Quick"? —Pregunto completamente convencido.

—Al fin lo entendiste. ¿Sabes lo que es depresión posparto? — La voz de Trece... Henry, viene desde fuera.

Me asomo por entre las tapias de la ventana y veo a un hombre enmascarado con su arco en mano. Parado frente a la cabaña mirándola directamente. El olor a fuego me llega desde atrás y al voltear, está bastante avivado. La habitación se llena de humo. No tengo otra salida que atravesar la puerta, y aceptar mi destino.

—Aquí me tienes, "Quick". Me cazaste.

—Sigue corriendo, Mark. —pues claro que ha de saber mi nombre.

—Estoy cansado "Quick" —digo extendiendo los brazos.

—Sigue corriendo, Mark.

—No. —digo retándolo.

Por respuesta, saca una flecha y dispara. Va a dar al poste del porche. Entonces; ¿por qué voy a complacerlo? Creo que es por Moira. Camino cojeando ya sin ganas de huir y espero en cualquier momento ser atravesado.

—Ella se mató, Mark — le escucho decir a mis espaldas —. Se mató por tu abandono y casi se lleva a su hijo con ella.

Camino con un paso tan lento que la tortura se hace insoportable. Moira. Esperaba algo mejor de ti. Incluso que me superaras siendo la ejecutiva exitosa que querías ser. En uno de mis pasos, mi pie cae en una depresión que se hace más profunda cada vez, me hundo. Es una trampa y yo caí tan fácil, pero no me interesa.

Al tocar el fondo, las bocas de las trampas para oso se cierran en mi pie derecho y en mi hombro. Lanzo un grito que no quería lanzar y lo convierto un a risa histérica. Estoy atrapado, a dos metros de profundidad y por el borde del agujero, se asoma la luz anaranjada del atardecer. También se asoman Henry y un niño, como de trece años que me mira con tanto desprecio, que dejo mi alma irse con el primer montón de tierra que me cae, con la oscuridad de la noche que se aproxima.

FIN

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