Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Extra I

Thiago Reyes.

Despierto desorientado, en una habitación que no había visto antes, y con un dolor de cabeza que roza lo insoportable. Un leve zumbido proveniente del televisor es lo primero que logro distinguir junto con el sonido de alguna marea. Me incorporo, extrañado, observando todo a mi alrededor sin ser capaz de reconocer ni recordar nada. Es entonces cuando alzo la vista, y en la pantalla vislumbro una motocicleta completamente destrozada debajo de un camión de carga. Solo que hay un pequeño detalle.

Esa es mi motocicleta.

En el momento en que la imagen cambia y muestran a un reportero sosteniendo un micrófono, me obligo a encontrar el control remoto para subir el volumen, pero lo que escucho hace que un escalofrío me recorra completo.

Tras escuchar mi nombre en compañía de las frases «gravemente herido» y «estado de coma», apago abruptamente la televisión y me pongo de pie. Me acerco hasta un espejo, reconociendo mi propio reflejo, pero sin ser capaz de recordar cualquier cosa ocurrida antes de abrir los ojos hace unos minutos.

Frustrado, abandono el cuarto donde me encuentro, dando trompicones, hasta plantarme en un extenso pasillo. Apoyo una mano en la pared, intentando recobrar la compostura, antes de seguir avanzando hasta llegar a un elevador. Me dirijo hasta la planta baja y, cuando las puertas se abren, estoy más que seguro de que nunca había estado aquí en mi vida.

Me acerco hasta donde se encuentra el personal uniformado, deduciendo que quizás ellos puedan ayudarme, aunque ni siquiera estoy seguro de cómo explicar mi situación.

Un joven me recibe con una cálida sonrisa, la cual no soy capaz de devolverle.

—Necesito... Necesito ayuda —atino a decir.

—Dígame, ¿en qué puedo servirle? —responde el chico sin que su sonrisa vacile.

—No sé cómo llegué aquí.

Sus cejas se juntan ligeramente por apenas unos segundos.

—¿Disculpe?

—Creo que no debería estar aquí... —balbuceo.

—¿Podría brindarme su número de habitación, por favor?

—No... No estoy seguro —admito.

Me da una mirada intensa por unos segundos antes de centrar sus ojos en el ordenador frente a él.

—¿Una identificación? —pide,

Palpo los bolsillos de mi pantalón, percatándome de que se encuentran llenos. Al vaciarlos sobre el escritorio del muchacho, veo mi teléfono celular, cartera y pasaporte. Frunzo mi ceño ante este último.

—Este servirá —menciona el muchacho, tomando mi pasaporte y echándole un vistazo—. ¿Thiago Cha...? ¿Chabo...? ¿Charbon...?

—Charbonneau —pronuncio correctamente—. Sí, soy yo.

Eleva mi pasaporte a la altura de mi rostro, observando la imagen, y asiente con la cabeza. Teclea un par de cosas antes de dirigirme la mirada nuevamente.

—Usted ha reservado la habitación 315.

—¿Una reservación? —inquiero, extrañado.

El muchacho asiente.

—Parece ser que planeó su viaje con antelación.

—¿Mi viaje? —indago de la misma manera—. ¿Pero de qué...? ¿Dónde me encuentro?

—En el hotel Qualia.

—¿Qualia? ¿Eso está en Ontario?

Desvía la vista, incómodo, antes de mirarme con algo de preocupación.

—Señor, usted se encuentra en Queensland.

—¿Qué? —suelto sin poder controlarlo—. Pero Queensland es un estado australiano.

—Es correcto —sostiene el chico.

Una exhalación profunda abandona mi boca antes de que pueda retenerla, como si todo el aire de mis pulmones tuviera que salir de golpe ante el peso y la seguridad de las palabras que acabo de escuchar.

—Perdone —inicio—, pero eso es simplemente imposi...

—Disculpe, el botones aún no ha llegado. —Una voz femenina a mis espaldas interrumpe lo que estaba por decir—. ¿Sabe dónde se encuentra?

Sin ser capaz de contenerme ni siquiera dignarme a voltear a ver de quién se trata, menciono de la manera más pasiva que puedo en este momento:

—Perdón, pero, ¿no te enseñaron que interrumpir es de mala educación?

La respuesta en el mismo tono no tarda en llegar.

—¿A ti no te enseñaron a no darle la espalda a las personas?

Expulso el aire nuevamente, intentando no perder la paciencia. Joder, apenas recuerdo mi nombre, no estoy en condiciones de andar discutiendo con alguien.

Decidido a terminar con este altercado innecesario, me doy media vuelta para encarar a la señora detrás de mí.

—¿Y a ti no te enseñaron a...?

El problema es que no es una señora, sino una joven, y aquel cambio inesperado hace que las palabras se atoren dentro de mi garganta.

Cabello castaño, ceño fruncido, cejas depiladas, pecas diminutas, nariz respingada, labios finos, clavícula sobresaliente... y sus ojos, de un verde oliva precioso, mirándome como si quisiera arrancarme la cabeza con sus propias manos. Sin embargo, cuando su mirada se cruza con la mía, se suaviza notoriamente.

Mierda, creo que he encontrado a mi chica.

Rápidamente cambio mi postura, maldiciendo internamente por no haberme mantenido dentro de mis cabales desde un principio, y me apresuro a extenderle mi mano.

—Mi nombre es Thiago Reyes —me presento con mi segundo apellido para evitar errores de pronunciación en un futuro—. ¿Y tú eres...?

La chica parece sobresaltarse por un segundo y su voz tarda en llegar otro más.

—Y-yo soy Roxana Moya. —Su respuesta viene acompañada por un acento bonito y un ligero apretón de manos, mismo que provoca un chispazo en mi piel y que ella termina por romper.

—Señorita, ¿necesitaba ayuda con sus maletas? —Un hombre de edad avanzada irrumpe en nuestro momento. Deduzco que es un empleado del hotel debido a su uniforme.

La chica vacila un poco antes de asentir con la voz, pero antes de darme cuenta me escucho alzando la mía, evitando que continúe.

—Yo puedo ayudarte con tu equipaje, si quieres. —Intento disimular mi arrebato con una sonrisa.

Roxana se sorprende por unos segundos, denotándolo en sus facciones, para después elevar sus comisuras ligeramente.

—Oh, no te preocupes. No es necesario.

—Insisto. Además, creo que al señor no le vendría mal un poco de ayuda —argumento, y el susodicho me respalda con un gesto discreto.

La chica juguetea con sus dedos distraídamente, hasta que finalmente menea su cabeza, accediendo.

—Bueno, está bien —menciona para después encaminarse hacia unos sillones que se encuentran en el centro de la recepción.

—Gracias, muchacho —comenta el hombre mayor, sonriéndome ligeramente.

—No hay de qué. —Le devuelvo el gesto a la vez que me aseguro de no perder de vista a la chica.

Una vez que el señor se ha retirado en busca de otros huéspedes y me he asegurado de darle las gracias al chico que me atendió en un inicio, me acerco hasta donde se encuentra Roxana recogiendo ya algunas maletas que conforman una buena pila de equipaje. Mis cejas se disparan hacia el cielo al percatarme del número de valijas.

—¿Todo esto es tuyo? —curioseo, a lo que ella asiente—. ¿Acaso te estás mudando?

Me observa con los ojos entrecerrados por unos instantes, y después suaviza su mirada nuevamente.

Problemas de confianza, ¿eh?

—A no ser que mudarse por un año cuente, no —responde, a lo que yo ladeo mi cabeza sin entender—. Estoy tomándome un año sabático.

—Oh, ya veo. Pues te felicito por eso. —Las palabras abandonan mi boca antes de que puedan procesarlas, y me abstengo de hacer una mueca por lo que acabo de enunciar.

¿Te felicito por eso? Ni que me estuviera diciendo que hoy es su cumpleaños.

La chica enarca una de sus delgadas cejas en mi dirección, y no puedo culparla, realmente.

—¿Por tener la cabeza hecha un lío como para tener que viajar miles de kilómetros de distancia o por no saber qué hacer con mi futuro? —inquiere con un tono sarcástico que, de una manera retorcida, me agrada.

Me tomo unos segundos para pensar en mi respuesta y poder arreglar mi comentario anterior.

—Por ninguna de las dos. No cualquiera es capaz de dejar todo con tal de encontrar la paz que busca.

—Supongo que entonces no soy alguien cualquiera.

Muerdo mi labio inferior sin poder evitarlo.

Sí, definitivamente he encontrado a mi chica.

Antes de que pueda formular una respuesta, la castaña da media vuelta para sujetar parte de su equipaje y se marcha a lo largo del pasillo, por lo que me obligo a reaccionar y hacer lo mismo. Se las arregla para abrir la puerta de su habitación sin dejar caer ningún bolso, lo cual resulta sorprendente, y posteriormente patea el pedazo de madera para dejarnos pasar, solo que yo no la sigo.

Espero unos segundos a que ella me dirija la palabra o haga algún gesto que indique el siguiente movimiento, pero al no obtener nada parecido me aclaro la garganta para llamar su atención, logrando que la chica gire sobre sus talones y me observe con una mezcla curiosa de emociones.

—¿Quieres que te ayude a meter esto o prefieres que me vaya ya? —Al percatarme de la mala interpretación que pueden adquirir mis palabras, añado rápidamente—. No es que quiera largarme ahora, solo que, ya sabes, es tu habitación y no quiero parecer maleducado entrando como si fuera mía. —Inconscientemente elevo una mano hasta la parte posterior de mi cuello, provocando que uno de los bolsos resbale de mi brazo y quede a centímetros de besar el suelo. Maldigo en mi mente antes de soltar un «Lo siento».

Ella sonríe, como si el incidente le causara gracia.

—Descuida —asegura—. Y te agradecería si pudieras meter eso y colocarlo junto al resto. —Apunta la pequeña montaña de valijas que se encuentra en una esquina.

—Claro.

Asiento con un gesto antes de dirigirme adonde ha señalado y depositar su equipaje con cuidado. Me giro hacia ella y la pillo viéndome, por lo que mis comisuras se elevan ligeramente, pero me obligo a mantener los labios sellados y a sostenerle la mirada. Finalmente ella es quien rompe el contacto visual, provocándome una sonrisa victoriosa que ya no es capaz de apreciar.

—Bueno —menciono al cabo de unos instantes—, creo que yo debería irme. Fue un gusto conocerte, Roxana.

Espero una respuesta mientras roto lentamente sobre mi lugar, direccionando mi cuerpo hacia la salida antes de empezar a avanzar.

—Gracias por tu ayuda —la escucho decir a mis espaldas.

Vacilo en mi andar al volver a oír su voz, quedándome a escasos centímetros de la puerta. Puedo sentir su mirada sobre mi cuerpo, y la intensidad de la misma me evita pensar con claridad. Podría simplemente salir de aquí y fingir que los últimos minutos no tuvieron relevancia alguna, pero me estaría mintiendo y probablemente también dejaría ir una oportunidad única. Una premonición acerca de la chica castaña me obliga a darme y soltar:

—¿Harás algo esta noche?

Sus finas cejas se levantan en un gesto que denota sorpresa para después dar paso a una expresión extrañada.

—Sí —menciona con cierta gracia—, dormir.

Una pequeña risa se escapa de mi boca.

—Bien, al menos ahora estoy seguro de que no eres un vampiro, gracias por la aclaración —bromeo en el mismo tono de ella, provocando que se ría—. ¿Y antes de dormir harás algo?

—Depende.

—¿De?

—De tu propuesta.

Algo se remueve en mi interior al mismo tiempo en que la esquina izquierda de mis labios se eleva socarronamente.

—¿Por qué estás tan segura de que voy a proponerte algo? —inquiero.

—Dejando de lado tu comportamiento de segundos atrás, es la respuesta más lógica a tu actitud. A no ser que estés acostumbrado a preguntarle a las personas que recién conoces sus planes nocturnos, lo cual sería bastante raro.

Joder, esta chica va a matarme.

—Solo porque tu respuesta fue brillante no comentaré nada más al respecto. —Me cruzo de brazos, adquiriendo una actitud más seria—. ¿Quisieras ir a cenar conmigo?

—¿Eso fue rápido, no lo crees? Te conozco hace menos de una hora —refuta, pero no la veo tan dubitativa como pensé que estaría.

—Te estoy pidiendo una cena, no matrimonio. —Intento que mi tono sea lo más ameno posible para que no tenga dudas de mis buenas intenciones—. Y la gracia de esto es conocernos para dejar de ser desconocidos, como tú bien dices —argumento en un intento por convencerla—. Así que, ¿aceptas?

—De acuerdo —accede tras unos segundos—, pero que sea dentro del hotel.

Entendiendo su petición y siendo consciente de que es lo más correcto, asiento con la cabeza; al fin y al cabo el lugar es lo de menos, con que haya accedido es suficiente para mí.

—Suena bastante justo para mí. Pasaré por ti a las ocho en punto —involuntariamente enfatizo las dos últimas palabras.

Roxana le da una mirada a su reloj antes de volver a levantar la cabeza.

—Bien. Te veo entonces.

Meneo la cabeza nuevamente para después atravesar la puerta y abandonar la habitación, siendo incapaz de sacar aquellos ojos verdes de mi mente y contando las horas que faltan para volver a encontrarme con ellos.

. . . . . . . . . . . . . .

N/A: Este capitulo narra la primera vez que se conocieron los protagonistas (el primer veintiocho de junio) desde el punto de vista de Thiago.

Lamento la tardanza, tuve problemas para escribir las últimas semanas por cuestión de tiempo, pero ya he agarrado ritmo nuevamente y mi intención es publicar los extras semanalmente.

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
–ℳau♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro