Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 6: Banco de medusas

—¿Roxana?

Al escuchar la pronunciación de mi nombre a mis espaldas, me detengo en seco. Al reconocer la procedencia de la voz, maldigo por lo bajo y ajusto mis gafas de sol.

—Hola. —Finjo una sonrisa.

—¿Te encuentras bien? —inquiere Noah.

Asiento con la cabeza e intento dar media vuelta para marcharme de ahí, pero su voz vuelve a interrumpirme.

—¿Estás segura? —insiste—, es que te ves fatal.

Mi boca se abre con un poco de indignación ante la sinceridad de sus palabras.

—Bueno, gracias por remarcar lo obvio —contesto con tono cortante.

—¿Vas a asistir a una fiesta de disfraces o algo parecido? —cuestiona ignorando mi reproche anterior.

Enarco una ceja detrás de los lentes.

—¿Disculpa?

Noah señala en un movimiento el sombrero que traigo puesto y los anteojos.

—Solo... tuve una mala noche —suelto, intentando no darle mucha importancia.

Definitivamente quedarme dormida con el maquillaje puesto y con los restos de lágrimas en mi rostro no fue una buena decisión. Noah tiene razón, esta mañana tengo un aspecto nefasto.

—¿Necesitas algo?

—Solamente bajé por algo de desayunar —explico—. Realmente no tengo ánimo para algo más, así que seguramente pasaré el resto del día en mi habitación.

Noah asiente lenta e impasiblemente.

—En la planta baja hay una tienda donde seguramente puedes conseguir una aspirina o algo parecido —menciona el chico. Al parecer no es necesario explicar el tremendo dolor de cabeza que tengo en estos momentos.

Mis comisuras se elevan ligeramente ante la recomendación.

—Lo tendré en cuenta, gracias.

Empiezo a caminar para ir por mis alimentos, pero su voz vuelve a detenerme apenas he dado un par de pasos.

—Por cierto. —Hace una pequeña pausa en la cual giro mi torso—, ayer no te vi después del juego.

Las palabras flotan en el aire por unos segundos, y a pesar de que no hay ninguna pregunta formulada en la oración, comprendo a dónde quiere llegar.

—Sí... —alargo—. Conocí a unos chicos y, bueno, me entretuve un rato con ellos. Lo siento.

Ni siquiera estoy segura de por qué me disculpo, lo cual ocasiona que frunza mi ceño.

—Descuida —comenta Noah con la misma extrañeza que yo—, seguramente coincidiremos en otro momento.

—Seguro que sí. Gracias nuevamente por... el consejo.

—No fue nada.

Hago un gesto con la mano en el aire a modo de despedida antes de seguir mi camino. Después de haber recogido mi desayuno en la cafetería, recuerdo las palabras de Noah y me dirijo a la planta baja, donde compro unas pastillas para el dolor de cabeza.

Suelto un suspiro tras cerrar la puerta de mi habitación y coloco las cosas sobre la cama antes de tirarme a un lado de ellas. Me mantengo unos segundos con la mirada perdida en el techo hasta que una punzada en la cabeza me trae de vuelta a la realidad, por lo que me apresuro a ingerir los alimentos para posteriormente poder tomarme la pastilla. No bebí tanto anoche, pero realmente no estoy acostumbrada.

Cuando los sucesos de hace unas horas amenazan con volver a arrasar dentro de mi cabeza, me pongo de pie, con cuidado de no caer en un movimiento brusco, y camino directo al baño. Me deshago de todas mis prendas y permito que el agua llene la tina hasta el tope antes de meterme en ella.

Al cabo de unos segundos siento cómo mis músculos se relajan y echo la cabeza hacia atrás, recargándola en el borde. En el momento en que el ruido de mis pensamientos empieza a superar el ensordecedor silencio que inunda estas paredes, me estiro hasta tomar mi celular. Tras escoger la reproducción aleatoria, Classic de MKTO empieza a hacerse sonar.

Sin embargo, a pesar de tratarse de una de mis canciones favoritas, una extraña vibración me recorre desde la punta de los pies hasta el último pelo de la cabeza y siento un chispazo de electricidad justo a la altura de mi corazón, ocasionando que pegue un brinco dentro del agua. El mundo parece detenerse durante una milésima de segundo antes de volver a girar a su ritmo normal.

He escuchado esta canción más veces de las que puedo recordar, pero aun así, por alguna razón que no logro comprender en este momento, parece que en esta ocasión suena diferente en comparación con todas las anteriores.

💿💿💿

Una sensación de intranquilidad me persigue y acecha por el resto del día.

Si me detengo a pensarlo por un segundo, es muy difícil de explicar, en realidad, ya que ni siquiera estoy segura de que se trate de algo malo. Sí, por un lado me roba la calma, pero creo que lo que realmente me inquieta es que no se siente del todo incorrecto.

No encuentro palabras para explicarlo, pero en el momento en que las primeras notas de la melodía se hicieron audibles a través de la bocina de mi celular, fue como si la música me trasladara a un momento y lugar completamente diferentes a lo que es la tina del baño de mi habitación, aunque aquella sensación durara apenas un segundo. Sin embargo, cada vez que intento revivir ese momento, es como si mi mente se quedara en blanco.

Tratando de ignorar aquello, cruzo el pasillo que me conduce a la recepción del hotel y dejo salir el aire lentamente al darme cuenta de que se encuentra bastante tranquila en estos momentos.

—Hola. —Sonrío en un acto inconsciente, pero el gesto se ensancha un poco al percatarme de que me encuentro frente al muchacho que me atendió en mi primer día.

—Señorita Moya, buenas tardes. —El chico parece reconocerme, lo cual me causa cierto asombro; quisiera poseer la memoria que tiene—. ¿Qué puedo hacer por usted?

—¿Crees que podrías darme informes para rentar un auto durante mi estancia aquí?

Tras pensarlo un poco, llegué a la conclusión de que, considerando la cantidad de tiempo que estaré en Australia, lo mejor sería que tuviera mi propio medio de transporte.

El recepcionista da un leve asentimiento con la cabeza antes de señalar, con ayuda de un bolígrafo, un pequeño portafolletos.

—Aquí podrá encontrar toda la información necesaria respecto al tema. —Señala uno de los panfletos que sobresalen de la estantería, el cual tiene una camioneta en la cubierta—. En Qualia ayudamos a nuestros huéspedes a que su estancia en general sea lo más agradable posible, por lo tanto tenemos convenios con ciertas empresas de alquiler de automóviles para hacer mucho más fácil el proceso.

Me abstengo de soltar un suspiro de alivio.

—Genial —comento con naturalidad al momento en que agarro uno de los folletos—. Lo revisaré, entonces.

—¿Hay algo más que pueda hacer por usted?

Niego con la cabeza.

—Sería todo. Muchas gracias.

—Que tenga una excelente tarde, señorita Moya.

—Igualmente.

Giro ligeramente mi cuerpo con la intención de marcharme, pero antes de que eso suceda, mis ojos parecen sentirse atraídos cual imanes hacia el portafolletos nuevamente. Es entonces cuando lo veo: «Tour a las Islas Whitsundays».

Como si mi mano tuviera vida propia, va a parar hasta el panfleto con determinación.

—¿Hay algún problema si me llevo uno de estos también? —inquiero con algo de timidez ante mi arrebato.

—Adelante. —Él hace un gesto con la mano, dándole énfasis a la palabra.

Sonrío con cohibimiento antes de tomar el folleto con emoción y marcharme de regreso a mi cuarto. Al estar ahí, agarro un bocadillo junto con algo de beber y salgo a la terraza, donde me dejo caer en uno de los camastros, y entonces empiezo a hojear el folleto relacionado al tour. Se trata de un recorrido a través de algunas de las setenta islas paradisíacas que confirman el archipiélago ubicado sobre la Gran Barrera de Coral australiana, en la cual puedes disfrutar de las playas o inclusive practicar snorkel a lo largo del arrecife interior, dependiendo del paquete que contrates.

Conforme leo la información, siento cómo la emoción se acrecenta en mi interior, al punto en que llego a escuchar los latidos de mi corazón retumbando en mis oídos. Este lugar es una de las razones por las cuales siempre soñé con venir a Australia, y saber que soy capaz de cumplir una parte más de mi deseo, me llena de una satisfacción inexplicable.

Algunas horas más tarde ya tengo mi auto rentado y mi visita a las Islas Whitsundays programada para dentro de un par de días.

🏝️🏝️🏝️

Estaciono mi auto frente a la marina antes de descender del mismo. Me acerco hasta el puesto donde tengo que recoger el boleto que había apartado con antelación y después me dirijo hacia la lancha que me indica el personal a cargo y tomo asiento en uno de los lugares disponibles en los extremos del bote, ya que he contratado un paquete grupal.

El capitán, un señor que debe rondar los sesenta años, se para cerca de la proa con postura firme.

—Buenos días, queridos turistas. Mi nombre es Jorge y seré su capitán a lo largo del recorrido —se presenta—. Como les deben de haber informado al momento de realizar su contratación, lo primero que haremos será navegar por el mar del Coral hasta llegar al arrecife interior de la Gran Barrera. Ahí podrán descender del bote para llevar a cabo su actividad de snorkel. Una vez que hayan completado eso, nos dirigiremos hacia la playa Whitehaven donde pasarán el resto del día.

Los pasajeros empiezan a aplaudir emocionados ante la idea. Jorge sonríe satisfecho.

—Por favor, manténganse sentados durante el recorrido —pide el capitán—. Si alguien tiene alguna duda, no dude en acercarse conmigo precavidamente.

Un par de minutos más tarde el bote empieza a moverse. Me dedico a apreciar el panorama, perdiéndome en el azul turquesa que tiñe todo el mar y en los pequeños peces de colores que alcanzan a verse en la transparencia del agua.

De pronto, el estrepitoso sonido de las olas rompiéndose desde la profundidad inundan la tranquilidad que se presenciaba cuando una gigantesca ballena salta fuera del agua por apenas unos segundos.

—¡Oh, por Dios! —chillo con admiración, olvidándome por un momento que no me encuentro sola.

—¡¿Viste eso, papá?! —exclama un pequeño sin borrar la sonrisa de su rostro, jalando la playera de quien supongo es su padre.

—Te dije que seguramente podríamos ver ballenas en estas fechas —responde el señor, despeinando juguetonamente el cabello del niño.

—Es cierto —acota Jorge desde su lugar—. En esta temporada es probable que se puedan apreciar un mayor número de especies.

Me preparo con la cámara de mi celular por si en algún momento vuelve a aparecer otro cetáceo. Para mi suerte, algunos minutos después otra ballena vuelve a saltar sobre la superficie antes de sumergirse, permitiéndome tomar la fotografía idónea.

—Sin duda esa imagen sería perfecta para una postal —comenta Jorge.

—Estoy de acuerdo. —Le sonrío amablemente.

—¿Es la primera vez que viene?

Asiento con la cabeza.

—Usted me recuerda a una jovencita que conocí hace mucho tiempo... —divaga, provocando que frunza mi ceño

—¿De verdad?

—Por supuesto. —La convicción con la que lo pronuncia me pone los pelos de punta—. Aunque me parece que ella venía acompañada... —alarga pensativo—. Sí, sin duda venía con otra persona. Una amiga, quizá; no recuerdo con exactitud.

Una ráfaga de aire me estremece por unos segundos.

—Bueno, eso es realmente extraño. Nunca antes había puesto un pie en este país.

—Pero su parecido es invaluable, sin duda alguna. —Seguramente al notar mi rostro de estupefacción, Jorge niega con la cabeza—. Disculpe, tantos años y tantos turistas ya empiezan a hacerme una mala jugada.

Hago un ademán, restándole importancia. Sin embargo, me es difícil no detenerme a pensar en la inmensa cantidad de personas que deben de visitar este lugar, así como en las posibilidades de que alguna de ellas tuviera un extraño parecido conmigo.

Al cabo de algunos minutos, Jorge nos indica que estamos cerca de llegar. También nos pide que nos deshagamos de nuestras prendas y afirma que en un instante nos pasará el equipo.

—¿Necesita ayuda? —me ofrezco al percatarme de que está batallando por sujetar todos los visores y aletas al mismo tiempo.

Cuando parece que está a punto de negar, una de las máscaras de buceo resbala del montón. Por suerte, mis reflejos me ayudaron a sujetarla antes de que se estrellara en el suelo.

—Gracias —menciona el capitán, esbozando una sonrisa que provoca que las arrugas a los lados de sus ojos se hagan más notorias.

—No es nada. —Agarro parte del equipo y empiezo a repartirlo a una parte del grupo.

Una vez que ya todos estamos equipados, el capitán termina de darnos algunas indicaciones y medidas de seguridad antes de decirnos que uno a uno empecemos a lanzarnos al agua.

Cuando llega mi turno, me paro en el borde del bote, tomo una respiración profunda, y pego un brinco dentro de las aguas cristalinas. Mantengo los ojos cerrados por inercia durante los primeros segundos. No es hasta que he regulado mi respiración y me he asegurado de que el visor está colocado correctamente que me permito abrirlos.

Un sinfín de especies coloridas rozan mi piel mientras otras tantas nadan a lo lejos. Tengo que recordarme que no me es posible sonreír, ya que mis comisuras comenzaban a separarse peligrosamente. Empiezo a danzar bajo el agua, admirando de cerca a todas estas criaturas antes desconocidas para mí. Pareciera que el aliento me falta cuando diviso a un par de caballitos de mar moviéndose bajo el agua de esa manera tan peculiar que tienen.

Y entonces vuelve a suceder.

Justo cuando mis ojos notan un banco de medusas, una nueva chispa eléctrica me recorre el cuerpo por apenas un instante. Es tan fugaz que, si no fuera por la intensidad que tiene, diría que ni siquiera ocurrió. Me desconcierto aún más cuando giro miro cuerpo hacia mi lado derecho, esperando encontrarme con algo que no está ahí, y cuando cierro mi mano diestra inconscientemente, como si hubiera querido agarrar algo; como si hubiera sido una acción a la cual estoy acostumbrada.

Tengo que regresar a la superficie debido a que mis pulmones parecían no generar tanto oxígeno como deberían, y estar bajo el agua tampoco parecía ser de mucha ayuda. Remuevo con brusquedad la máscara que cubría parte de mi rostro y empiezo a dar grandes bocanadas de aire, recuperando el aliento de manera violenta. Es entonces cuando un extraño sentimiento de familiaridad me invade, y si no fuera porque estoy segura de que nunca he estado aquí antes, hubiera apostado mi vida en que no es la primera vez que visito este paraíso.

. . . . . . . . . . . . . .

El final de este capítulo es uno de mis favoritos, tengo que admitirlo.

Dato curioso: Roxana es la chica de la foto en multimedia.

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
–ℳau♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro