Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 35: Destello de conciencia

Nisha me ha enseñado a hacer los ejercicios que llevan a cabo ella y las otras enfermeras para entrenar todos los músculos y articulaciones del cuerpo de Thiago que lo necesitan, con el fin de que cuando despierte —o eso nos gusta pensar—, su musculatura no esté atrofiada. A pesar de que no es necesario que yo lo haga, ya que diariamente el personal médico se encarga de esa tarea, Nisha y los padres de Thiago no pusieron ninguna objeción al respecto cuando se los pedí.

Así que todas las tardes, además de sentarme a charlar con él, me tomo un tiempo para flexionar cada extremidad de su cuerpo.

Empiezo con sus pies, arqueando uno por uno hacia arriba y hacia abajo cierto número de veces antes de pasar a los tobillos, y después a las rodillas, doblándolas hacia su pecho para después liberarlas nuevamente. Continúo con su cadera, notando cómo la rigidez de su torso ha desaparecido por la falta de entrenamiento, y sigo con sus hombros y su cuello, teniendo especial precaución con su cabeza. Por último, siempre finalizo con sus muñecas y los dedos de sus manos. Me gusta sentir la suavidad de su piel o el pulso constante en esa parte de su cuerpo; suave, pero constante.

Cuando termino, me dejo caer en la silla a su lado y lo observo. Me gusta ser testigo de la forma en que su pecho se infla antes de regresar a su estado original. A veces, inclusive me permito respirar junto con él, siguiendo su ritmo pausado.

—Estaba pensando —inicio, observando el perfil de Thiago— en el día de San Valentín que pasamos juntos. Te escribí una carta, ¿recuerdas? Aquella que tiene impregnado nuestro primer «Te amo». Ayer en la noche no podía dormir, tú estabas ocupando mis pensamientos, así que decidí escribirte nuevamente. He traído la carta junto conmigo, y si no te molesta, me gustaría que la escucharas.

Suelto su mano por unos instantes, buscando la hoja de papel que he guardado en uno de mis bolsillos. La extiendo sobre mis piernas, alisándola, y me aclaro la garganta antes de comenzar:

—Puedo admitir con algo de orgullo que no he tirado ninguna carta a la basura para poder llegar a esta. El papel que sostengo en mis manos es el primero que tomé, y si lo vieras, notarías que está lleno de borrones y tachaduras.

»La primera vez que te escribí, expresé que a tu lado había aprendido que podíamos llegar a ser perfectos a los ojos de la persona correcta, a pesar de nuestros defectos.

»Creo que nosotros somos como este papel. Puede ser muy bello a simple vista, pero si te detienes a mirarlo por unos segundos, notarás las manchas que sobresalen de él. Es probable que deje de parecerte atractivo en ese instante y mejor optes por buscar uno nuevo, que no haya sido utilizado antes y que esté libre de tachones. Sin embargo, en algún momento aparecerá alguien que, aún después de haber presenciado las imperfecciones de la hoja, se detenga unos segundos a leer su contenido. Es entonces cuando se dará cuenta de que la pureza de las palabras escritas en él contrarrestan por completo el efecto que ocasionaban con anterioridad los manchones. Se olvidará de su existencia, y si no, sentirá una fascinación tan grande por lo que las palabras significan que aquellos detalles carecerán de importancia.

»Tú fuiste esa persona para mí. Te detuviste a leerme por un tiempo, a pesar de mis esquinas rotas o las rayas sobre mi piel, y descubriste que era más que esa fachada imperfecta. Te permitiste conocerme cada día, aprendiendo mis virtudes y mis debilidades, recorriendo cada centímetro de mi cuerpo, entendiendo cada parte de mi mente, y después de ser consciente de todo lo que yo representaba, tuviste la total valentía de amarme por completo.

»¿Y sabes qué fue lo mejor? Que yo pude amarte de regreso, con la misma intensidad.

»Hoy, al verte postrado sobre esta camilla en la que has estado nueve meses de tu vida, me doy cuenta de que también tienes tus tachaduras, pero aun así te sigo amando con el mismo fervor que experimenté el primer día que mi corazón conoció el tuyo, y planeo seguir amándote por el resto de mi vida, incluso si tú ya no puedes presenciar ese amor en persona.

Sorbo por la nariz, doblo el papel nuevamente y retiro las lágrimas que cubren mis mejillas.

Me dedico a jugar con sus manos, recordando todas las veces que sus pulgares trazaban patrones indefinidos sobre mi piel, o cuando sujetaba las mías al caminar a mi lado. Entonces lo percibo: un leve movimiento en dos de sus dedos. Es tan fugaz que me toma unos segundos analizar si en verdad ha ocurrido, pero segundos después me veo oprimiendo el botón que está sobre su camilla para llamar a la enfermera.

Nisha aparece por la puerta, un poco ajetreada, y me observa fijamente.

—Se ha movido —alcanzo a enunciar—. Dos de sus dedos se han movido.

Se acerca hasta donde estoy y centra sus ojos en Thiago, pero no dice nada.

—Nisha, se ha movido —repito—. ¿Eso significa algo? ¿Puede representar un avance?

La chica suelta el aire de manera discreta, casi inadvertida.

—Algunas veces pueden presenciarse movimientos espontáneos de los músculos como respuesta a los estímulos externos, pero eso no significa que perciban lo que ocurre a su alrededor —explica con sutileza—. ¿Has hecho algo en específico?

—Yo... —Sacudo la hoja doblada en mi mano— le he leído una carta.

Ante su silencio, añado:

—Quizá no signifique mucho, pero es lo más que hemos obtenido en todo este tiempo.

—Lo sé —concuerda.

—¿No crees que sea importante?

—No es eso —se apresura a negar—, pero no estoy segura de qué tan determinante pueda llegar a ser.

—¿Crees que haya podido reconocer mi voz?

Vacila un poco antes de contestar:

—Puede ser.

—Tú sí crees que los pacientes en coma pueden oír cuando se les está hablando, ¿no es así?

Nisha asiente con la cabeza, confirmando lo que yo ya sabía. Un día, hace algunas semanas, ella me comentó que había leído un artículo médico en el que se afirmaba que las personas en este estado podían escuchar, pero que no eran capaces de responder. Aun así, opinó que sería positivo que yo me sentará a charlar con él cuando viniera a visitarlo y que lo tratara como si estuviera consciente, que eso podría ayudar.

—Me dijiste que al escuchar historias contadas por voces familiares se estimulaban ciertos circuitos del cerebro y eso ayudaba a desencadenar el primer destello de consciencia —continúo—. ¿Y si eso ha ocurrido?

Ella se acomoda a un lado mío, agachándose para quedar a mi altura, y me toma de las manos con cariño.

—Tienes razón, es una posibilidad —admite, y su voz se llena de esperanza, al igual que mi interior—. Sabes que nada aquí es seguro, linda, y debes de hacerte a la idea de eso, pero también debes mantener la fe. Si tú también crees que esto podría significar algo, sigue haciéndolo; tal vez haga una diferencia.

Eso hice. Cada día de la siguiente semana llevaba una carta nueva que escribía por las noches y se la leía mientras sostenía su mano. La reacción era siempre la misma: el movimiento de sus dedos contra los míos. Un ligero apretón; una contracción en sus músculos que podría parecer involuntaria, pero que para mí no lo era.

Eso me devolvió la esperanza que había perdido, pero todo volvió a derrumbarse cuando, en base a esas pequeñas respuestas de su cuerpo, los médicos decidieron realizarle una resonancia magnética para conocer y analizar si su cerebro también lograba reaccionar ante otro tipo de estímulos. Sin embargo, encontraron algo que no esperaban: El daño cerebral que Thiago obtuvo a causa del accidente le ocasiona un dolor constante, y aunque no es capaz de demostrarlo físicamente, su cerebro sí lo refleja.

La noticia nos hizo a todos caer en picada: a mí, sus padres, a sus amigos, e incluso al personal médico, quienes tenían la esperanza de encontrar una respuesta favorable al realizar los estudios.

Esta noche, con el corazón estrujado, ingreso a su habitación por primera vez desde que recibí la noticia. Hago lo posible por no venirme abajo al verlo ahí, tan indefenso y vulnerable, y pensar en el hecho de que está sufriendo en silencio. Apartando mis ojos llenos de lágrimas de su cuerpo, me dejo caer sobre la silla y saco la carta que he escrito para el día de hoy.

Me obligo a encontrar mi voz antes de empezar a leer.

—El recuerdo que te traigo en esta ocasión es el de nuestra primera cita. Si me concentro lo suficiente, al cerrar los ojos puedo percibir ese olor a algodón de azúcar y también oigo la suave música que provenía del carrusel. Fue increíble, de las mejores noches que pasé a tu lado. Nunca te lo dije, pero me encantó que confiaras en mí para algo tan simple como ganar un oso de peluche; que creyeras que yo era completamente capaz de lograrlo, y que si no lo hacía, no importaba porque lo habíamos intentado juntos. Ese fue uno de los pequeños flechazos que tuve antes de enamorarme de ti.

»Pero, si tuviera que elegir un solo momento de ese día como mi favorito, sería el final del mismo, cuando tomaste mi mano y me llevaste a la rueda de la fortuna. En ese momento, cuando nuestros dedos entraron en contacto, sentí un cosquilleo recorrerme desde la punta de los pies hasta el último cabello de mi cabeza, y cuando estuvimos en el punto más alto de la noria, sentí vértigo por primera vez en mi vida; no porque nos encontráramos a varios metros del suelo de manera literal, sino porque, a tu lado, sentía que estaba flotando por los aires, y temía que si en algún momento decidías marcharte, yo volvería a caer en picada.

»A eso le tuve miedo durante mucho tiempo, Thiago: a la inminente caída que podía significar enamorarme de ti. Pero aun así, lo hice. Y hoy, incluso con todo lo que implicó, puedo asegurarte que no me arrepiento.

»También he estado pensado en lo que me susurraste al oído cuando los fuegos artificiales empezaron a iluminar el cielo nocturno. ¿Lo recuerdas? Me dijiste que pidiera un deseo.

»En el tiempo que estuvimos juntos, hiciste que ese sueño se volviera realidad. Me convertiste en la persona más feliz del mundo durante los meses que tuvimos la oportunidad de compartir.

»Sin embargo, si pudiera pedir un nuevo deseo, sería que despertaras. Anhelo presenciar el día en que abras tus ojos y logres sentarte en la cama, un poco desorientado, pero completamente vivo. Deseo volver a sentir tus brazos alrededor de mi cuerpo, haciéndome sentir segura. Ansío escuchar tu voz nuevamente mientras me susurras que me amas, para que después yo te responda que el sentimiento es mutuo.

»Quisiera pedirte que sigas luchando, que no te des por vencido aunque la muerte amenace con hacerte dar tu último respiro, pero no estoy segura de si al pedirte esto estoy siendo egoísta. Recientemente los doctores han encontrado que tu cerebro reacciona constantemente ante el dolor que te ha provocado el daño cerebral del accidente. Ya han comenzado a darte analgésicos, pero la simple idea de que hayas estado padeciendo en silencio durante todo este tiempo me destroza el alma.

»Así que he llegado a la conclusión de que mi deseo sería que no sufrieras más, aunque eso significara que yo tuviera que hacerlo. No quiero ser egoísta, no contigo. Por lo tanto, mi amor, quiero pedirte que continúes luchando por volver a mí, pero solo hasta que tu cuerpo te lo permita. Si estás sufriendo, y la única manera de ponerle fin a ese dolor es que descanses finalmente, descansa entonces, cariño. Te prometo que lo entenderé.

Al terminar de leer, con los ojos acuosos por las lágrimas, levanto la vista hacia él. Y entonces descubro que Thiago, aún en un estado inconsciente y sin ser capaz de moverse, está llorando. Sus ojos continúan cerrados y sus facciones neutras, pero una ligera lágrima se está deslizando por su mejilla.

—¿Me escuchas, cariño? Estoy aquí —enuncio mientras aprieto su mano con más fuerza, esperando alguna otra reacción de su parte, pero esta nunca llega.

Me inclino hacia él y, con el rostro empapado en lágrimas, me quedo dormida a su lado.

🌙🌙🌙

Por la noche, me despierto abruptamente al sentir la vibración que emite mi teléfono celular en el bolsillo de mi pantalón. Siguiendo el protocolo del hospital, abandono la habitación de Thiago y me dirijo a una de las áreas exteriores del edificio. Suponiendo que se trata de Harry, ya que nadie más me llamaría a esta hora, contesto sin fijarme en el identificador de llamadas.

—Señor Charbonneau —enuncio por lo bajo con la voz un poco adormilada.

—Roxana, soy Isaac.

Abro mis ojos de golpe y siento el mundo sacudirse por unos segundos.

—Isaac. —Carraspeo—. Perdona, creí que eras otra per...

—¿Te he despertado? —me interrumpe.

—Bueno, sí. Son las tres de la mañana.

Su respuesta tarda unos segundos en llegar.

—¿Regresaste a México?

—No, estoy en Canadá.

Canadá... —alarga, y mis comisuras se elevan ligeramente al volver a oír esa manía suya después de tanto tiempo—. Noah me dijo que tuviste que irte.

—Sí. —No responde, y es entonces cuando me percato del leve tono resentido que llevan sus palabras—. ¿Estás molesto?

—Estoy... sentido —admite—. Estuve pendiente del teléfono durante un mes completo, esperando una llamada tuya o al menos un mensaje. Sé que no me debes nada, pero creo que tampoco hubiera estado de más que me enterara por tus propias palabras que no iba a volver a verte nunca más.

Me quedo muda por unos segundos.

—No pude... —Las palabras se atoran en mi garganta—. Lo siento.

—Sé que lo haces.

Tras un breve silencio, me atrevo a preguntar:

—¿Por qué has llamado?

—Quería saber cómo estabas. Noah mencionó que un amigo tuyo estaba enfermo, que por eso tuviste que irte.

—Está en coma.

—Lo siento —comenta, y me gusta creer que es con sinceridad—. ¿Es él, cierto?

No hace falta que especifique más para que entienda a quién se refiere.

—¿Cómo lo sabes?

—Por la forma en que ha temblado tu voz al pronunciar lo anterior. —La queja en su voz ha desaparecido—. ¿Va a estar bien?

Un nudo se forma en mi garganta.

—No lo sé —admito con derrota—, los médicos no parecen muy optimistas al respecto.

—¿Y tú?

—Trato de mantenerme positiva, pero... tengo un mal presentimiento sobre esto, Isaac. —Las lágrimas vuelven a brotar silenciosamente.

—Hey, no digas eso.

—No lo diría si no fuera verdad. Últimamente he estado sintiendo algo extraño en mi pecho, y me aterra pensar que tal vez... Que tal vez él no pueda lograrlo. —Un gimoteo se escapa de mi boca antes de que pueda controlarlo—. Lo siento.

—No lo hagas —refuta—. Me duele escucharte de esta manera, pero a veces llorar es la única forma de exteriorizar nuestro dolor.

—No estoy segura de ser lo suficientemente fuerte para soportar perderlo —confieso en voz alta—. Temo que el que pierda su vida destruya la mía por completo.

—Eso no va a ocurrir —asegura con convicción, a pesar de que no sea verdad—. Tienes que pensar que él va a estar bien.

—Lo intento, pero si me sigo ilusionando...

—Las ilusiones son buenas, Roxana —me corta—. Muchas veces, ante la falta de certeza, son la única razón por la cual podemos seguir adelante.

—No te imaginas la impotencia que me genera el verlo ahí, inmóvil, en una camilla, y no ser capaz de hacer nada para que mejore.

El simple hecho de que estés ahí es más que suficiente —replica—. Estoy seguro de que tu presencia lo ayuda de una u otra manera. —Ante mi silencio, añade—: La mente es más poderosa de lo que pensamos, Roxana. Asegúrate de enfocar de manera correcta tus pensamientos.

Inhalo profundamente, intentando calmarme.

—Está bien —digo.

—De acuerdo. —Se forma un breve silencio que dura unos segundos—. Si hay algo que pueda hacer para que te sientas mejor, por favor, solo tienes que pedirlo.

—Gracias.

—Hazme saber cualquier novedad, ¿sí?

—Lo haré. —Aunque no estoy segura de qué tan sinceras son mis palabras.

—Y si en algún momento necesitas oír una voz familiar o simplemente ser escuchada sin interrupciones, sabes que estoy disponible para ti.

Muerdo mi labio inferior y asiento con la cabeza, siendo consciente de que no puede verme.

—Gracias, Isaac.

—Fue un placer. —Estoy a punto de colgar cuando su voz me detiene—. ¿Roxana?

—¿Sí?

—Si en algún momento te sientes sola, solo observa la Luna, te prometo que es una mejor compañía de lo que aparenta.

. . . . . . . . . . . . . .

No me toquen, ando sensible.

Penúltimo capítulo, lector, lo que significa que mañana estarás leyendo el final de la historia.

¿Te encuentras preparado?

Te invito a comentar tus teorías/ideas 👉🏼

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
–ℳau♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro