Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 34: Humillando al linebacker

Aparco afuera del lugar y me bajo del automóvil para abrir el maletero y sacar la bolsa que preparé. Una vez que la cuelgo en uno de mis brazos, camino hasta la puerta del copiloto, donde Thiago está sentado. Se abstiene de soltar algún comentario sabiendo que no le responderé, y solo estira una mano esperando por mi ayuda para bajar.

Los papeles se han invertido; yo soy la que tiene la sorpresa preparada y él es el de los ojos vendados.

Lo ayudo a avanzar tratando de hacer el menor ruido posible para no delatar dónde nos encontramos. Mis zapatillas deportivas entran en contacto con el césped y continúo caminando hasta llegar a las gradas. Le indico que se siente y una vez que obedece, remuevo el cierre del bolso y saco la caja decorada.

—Extiende las manos —ordeno sentándome junto a él.

Titubea un poco antes de acatar mi mandato, mostrándome ambas palmas.

—Pesa un poco —indico dejando que ahora él sostenga la caja.

Alcanzo a ver la manera en que su ceño se frunce ligeramente.

—¿Qué es esto? —indaga sacudiendo un poco el objeto entre sus manos.

Sin contestar a su pregunta inmediatamente, estiro mis brazos hasta llegar a la parte posterior de su cabeza, deshaciendo el nudo y dejando que la venda caiga frente a sus ojos.

Parpadea un par de veces hasta acostumbrarse a la luz del sol. Sus ojos me enfocan primero, después al obsequio que sostiene entre manos y posteriormente al sitio en el que nos encontramos. Sus facciones se contraen en sorpresa y una sonrisa se apodera de sus labios segundos después, sin entender la situación del todo.

—¿Pero qué...?

—Ábrelo —lo interrumpo, haciendo un ademán al regalo.

Me observa extrañado antes de hacerme caso.

Hay dos tipos de personas cuando de abrir un presente se trata. Primero están los calmados; aquellos que tratan de no romper la envoltura y van descubriendo su obsequio poco a poco. Luego están los ansiosos; esos seres que no pueden esperar a saber de qué se trata y terminan destrozando lo que sea que envuelva su sorpresa. Thiago es del segundo tipo.

Una vez que termina de romper el papel y se encuentra con una caja de zapatos, no puede evitar poner una mueca de confusión por unos segundos. Sin embargo, esta no le dura mucho tiempo, ya que una vez que levanta la tapa y la sorpresa se revela, todo su rostro cambia a felicidad pura.

Saca los botines de fútbol que venían envueltos y los eleva en el aire con ayuda de sus manos, admirándolos.

Se lanza a mis brazos en el momento en que una pequeña risa trepa por las paredes de su garganta.

—Rox, esto es.... —Se separa y mueve una de sus manos frenéticamente, tratando de buscar la palabra correcta para describir su sentir—. Fantástico. Gracias.

Su gesto resulta tan contagioso que me es imposible no sonreír abiertamente junto con él, antes de reclamar un segundo abrazo suyo.

—Feliz cumpleaños, cariño. —Deposito un beso en sus labios—. Te amo.

—Yo también te amo, chaparra. Y de verdad, gracias, están increíbles. —Su voz rebasa la sinceridad, y puedo jurar que sus ojos brillan al observar ese par de botines.

—¿Quieres estrenarlos? —cuestiono siendo más bien una propuesta, señalando con una de mis manos el campo de fútbol americano sobre el que estamos.

De inmediato su vista baja a su vestimenta, la cual consiste en una sencilla remera y un pantalón de mezclilla. Entendiendo lo que quiere decir sin que tenga que pronunciarlo, sujeto el bolso que traje y lo coloco sobre sus piernas, enseñándole el conjunto de ropa deportiva que preparé para él.

—Chica lista —menciona a la vez que toma sus pertenencias, incluyendo su nuevo calzado.

—El baño está en el pasillo de atrás, girando a la derecha —le indico, rotando ligeramente mi cuerpo.

Asiente poniéndose de pie como un resorte, pero se detiene posando sus ojos en mí; más bien, en mi atuendo.

—¿Jugarás conmigo? —pregunta emocionado, al notar mi ropa deportiva.

—Por supuesto —confirmo sonriendo—. ¿Acaso crees que me perdería la oportunidad de derrotar al linebacker de Toronto? —cuestiono socarrona, haciendo referencia a la posición en la que él solía jugar.

Me regala una sonrisa ladeada.

—Será un honor patear ese lindo trasero tuyo —susurra en mi oído, haciéndome abrir los ojos—. Figuradamente, claro.

Le propino un ligero golpe en el brazo a causa de su comentario, robándole una carcajada.

—Vete antes de que cambie de parecer —amenazo entrecerrando mis ojos hacia él.

—Como ordene, señorita. —Hace una reverencia, guiñándome un ojo, para después desaparecer por el pasillo trasero.

Ruedo mis ojos, riendo.

Me dispongo a recoger mi cabello en una coleta para que no me estorbe al jugar. Una vez que mi pelo no es un peligro que pueda ocasionar que termine en el pasto a causa de un tropezón, saco el balón ovalado que traje del interior de la maleta, así mismo como las dos botellas de agua.

Me pongo de pie subiendo mis mallas deportivas y me dispongo a estirar un poco mis músculos para ir entrando en calor y evitar cualquier accidente. A pesar de que el clima resulta agradable al estar empezando el otoño por aquí, como nos encontramos en un lugar al aire libre el viento sopla con algo de fuerza.

Desde aquella conversación nocturna que tuve con Thiago, en la cual mencionó su peculiar gusto por los campos de fútbol americano, tuve la idea de que sería un buen regalo. No me resultó muy complicado, solamente tuve que buscar en internet algunas opciones rentables y apartarlo con anticipación para la tarde del dieciséis de marzo.

Un grito de euforia me saca de mis pensamientos y volteo para observarlo caminando en mi dirección. Ese jersey resalta sus hombros anchos y la licra deportiva se ajusta perfectamente a cada parte del hemisferio sur de su cuerpo. Me obligo a mí misma a alzar la vista.

Su rostro es felicidad y adrenalina pura. Irremediablemente me hace feliz verlo así de emocionado.

—¿Has jugado antes? —cuestiona frotando sus manos.

Me encojo de hombros.

—Nada más con mi padre; y no fue un partido de verdad, claramente.

—¡Estoy emocionado! —confiesa lo obvio, sin dejar de moverse en su lugar—. Tiene muchísimo tiempo que no hago esto.

—Genial, ya somos dos. —Enseño mis dos pulgares hacia arriba.

—¿Empezamos con unos pases para calentar? —propone él, a lo que yo asiento, sin intenciones de darle el balón—. ¿Tú lanzas?

—Quiero intentarlo.

—De acuerdo. —Besa mi frente antes de trotar unas cuantas yardas para quedar a una distancia considerable.

Inhalo profundamente y procedo a sujetar correctamente el balón, recordando todos los consejos que mi padre me dió en algún momento. Lo tomo por un extremo, situando mi dedo índice cerca de la punta y mi dedo pulgar debajo, formando algo parecido a un ángulo de noventa grados. Acomodo el resto de mis dedos sobre las costuras del ovoide, dejando el meñique unos centímetros más abajo. Separo un poco las piernas para tener una buena postura y recargo mi peso hacia atrás mientras llevo el balón junto a mi oreja. Hago contacto visual con Thiago, quien me mira expectante, antes de inclinar todo mi cuerpo hacia el frente, soltando el balón en su dirección.

Aunque me duela admitirlo, salió un poco desviado, pero lo suficientemente aceptable para ser el primer lanzamiento. Thiago logra atraparlo fácilmente estirando su brazo derecho. Sonríe triunfante y se dispone a jugar unos segundos con el objeto, pasándolo de una mano a la otra. En un movimiento rápido y que casi logra tomarme desprevenida, lanza el balón de regreso con la fuerza justa para que no me sea imposible atraparlo ni tampoco me logre hacer daño.

Continuamos con el mismo ejercicio varios minutos, aflojando nuestros brazos de poco en poco e incrementando la distancia gradualmente. Después de varios lanzamientos, nos encontramos modificando un poco la dinámica, haciendo que el balón no caiga justo en brazos del otro, sino mandándolo en distintas direcciones obligando al contrario a correr lateralmente.

Cuando ha pasado lo que me parece una eternidad debido a mi no tan buena condición física, hacemos una pausa para hidratarnos y descansar un par de minutos.

—Tienes un buen brazo —halaga mi novio, bebiendo un trago de agua—, y también buenos reflejos.

—Lo sé —contesto sin intenciones de ser modesta, haciendo que él enarque una ceja en mi dirección—. Vale, gracias —corrijo—. Nombraría tus cualidades en el deporte, pero no quiero pasarme el resto del día hablando de eso.

Una sola de sus comisuras se eleva.

—¿Estás insinuando que tengo tantos puntos a favor en esto que te tomaría lo que queda del día nombrarlos? —inquiere con cierto tono juguetón.

Asiento.

—Son equivalentes a tu ego en estos momentos, para que te des una idea de su magnitud —bromeo usando el mismo tono que él, ganándome una mala mirada de su parte.

—Venga, hay que seguir para que no nos agarre la noche aquí. —Me pongo de pie, ya que me encontraba descansando en una de las gradas, y observo el cielo sobre nosotros que empieza a teñirse de un color oscuro; pero no puedo asegurar que sea solamente porque el sol esté desapareciendo.

Tomo a Thiago de un brazo y lo arrastro al centro del campo, haciendo que un poco del agua que estaba tomando se resbale de su boca.

—¿Qué dices? ¿Estamos listos para un pequeño partido? —cuestiona jugando nuevamente con el balón entre manos.

—No lo sé. ¿Estás preparado para una linda humillación de regalo? —ataco poniendo una mano en mi cintura y recargando mi peso en ese lado de mi cuerpo.

—Tu seguridad no me intimida, chaparra —asegura él, haciendo ahora unos trucos con el ovoide.

—Nunca dije que mi intención era intimidarte.

Hace un singular gesto con sus cejas, dándome la razón.

—Que gane el mejor.

—Linda manera de irte preparando para tu derrota —termino.

Juntamos nuestras manos en un ligero apretón que dura unos segundos, mirándonos desafiantes.

—¿Dos de tres? —propone él, echándole un vistazo a la zona de anotación al final del campo.

—Bien —contesto tronando algunos huesos de mi espalda.

—¿Inicias defendiendo o atacando?

—Atacando —digo confiada.

Vale, estoy consciente de que estoy a punto de enfrentarme contra alguien que pasó no sé cuántos años de su vida practicando este deporte, que me supera en tamaño y músculo y que tiene una mejor resistencia que yo; pero no pienso rendirme antes de haberlo intentado siquiera.

Thiago me cede el balón cordialmente y juntos nos encaminamos hasta las primeras yardas de mi lado del campo. Nos situamos frente a frente y nos ponemos en la posición inicial, con las piernas flexionadas y las manos hechas puños contra el césped.

—Te daré tres segundos de ventaja para correr —ofrece Thiago, clavando sus ojos en el suelo por un momento.

Sonrío con aires de superioridad.

—No necesito ninguna ventaja para ganarte.

Tomándolo completamente desprevenido, me impulso cual proyectil sujetando el ovoide entre mi pecho y uno de mis brazos, y echo a correr a la máxima velocidad que mis piernas me lo permiten. Algunas yardas más adelante lo escucho soltar una maldición, y seguido de eso lo único que se oye es el sonido que emiten nuestros zapatos con cada zancada. Unos brazos me rodean por la cintura, para que segundos después, todo el peso de su cuerpo en caída libre me haga tambalearme y terminar en el piso encima de él; cuando estábamos cayendo giró en el aire para que yo no fuera aplastada por toda su masa muscular.

En el fondo, se lo agradezco.

—Eso fue jugar sucio —reclama él, poniéndose de pie y extendiéndome una de sus manos para ayudar a levantarme, la cual tomo.

—No, fue jugar con astucia.

—Te aprovechaste de mi generoso corazón y confianza ciega —refuta por segunda vez, dramático como siempre.

—Los meses pasan pero las costumbres se quedan, ¿eh? —bromeo, sacudiendo mis manos en la tela de mis mallas.

Thiago se alza de hombros en respuesta, sabiendo que es verdad.

Retomamos la misma posición de segundos atrás y nuevamente salgo corriendo como si mi vida dependiera de ello. Me derriba otra vez, dejándome avanzar solamente un par de yardas.

Gruño poniéndome de pie, ocasionándole una carcajada.

En mi siguiente intento, ocurre lo mismo. Si no logro recorrer un mínimo de siete yardas en esta oportunidad, tendré que cederle el balón a él por ahora e irme con las manos vacías en mi primer turno.

Planto las puntas de mi pie en el pasto con firmeza, dispuesta a probar algo diferente. Salgo corriendo al igual que las otras veces, pero a diferencia de antes y aprovechando la postura que tiene el chico frente a mí, me deslizo entre el arco que forman sus piernas separadas, asegurándome de que mis rodillas no hagan contacto con el césped, y salgo a sus espaldas corriendo en línea recta visualizando la zona de anotación cada vez más cerca.

¡Touchdown! —chillo emocionada azotando el balón contra el piso y llevando a cabo un pequeño baile de la victoria.

Thiago se acerca a paso lento hacia mí con la mandíbula desencajada y los ojos bien abiertos.

—¡Eso ni siquiera es legal! —asegura él, claramente indignado y sorprendido.

—¿Según quién? —Me cruzo de brazos.

—Según cualquier persona que haya jugado alguna vez este deporte.

—Mis rodillas nunca tocaron el pasto, ni siquiera lo rozaron; por lo tanto, la jugada no puede darse como terminada —me defiendo basándome en una de las reglas del fútbol americano.

Bufa en respuesta, para segundos después empezar a carcajearse.

—Ay... —alarga retomando el aire—. Eres increíble, Roxana.

Niego con la cabeza riendo, siendo contagiada por su humor.

—¿A quién demonios se le ocurre escabullirse entre las piernas de su contrincante? —cuestiona retóricamente él, sin poder creerlo.

—Tienes que aceptar que fue una buena estrategia. Te tomé completamente desprevenido.

—¡Obviamente! —exclama alzando los brazos—. No es como que estuviera esperando a ver si se te ocurría salir corriendo en esa dirección.

Reímos juntos unos segundos más a causa de mi ocurrencia. Thiago se agacha para recoger el balón que yace en el piso y posicionarse unos pasos más adelante, justo en la primera yarda. Con la mirada me invita a hacer lo mismo frente a él. Sabiendo que es su turno de atacar, hago lo que me pide.

—¿Lista? —pregunta con los ojos clavados en mí.

—Por supuesto —respondo con una sonrisa ladeada, la cual me devuelve.

Sin previo aviso, pero siendo cazado por mi mirada, se impulsa hacia adelante y corre dando grandes zancadas. Lo persigo lo más rápido que puedo, sintiendo cómo el cansancio empieza a cobrarme factura, y sin pensarlo dos veces me lanzo a sus pies y me aferro a ellos con todas mis fuerzas. Al momento de intentar dar otro paso, pierde el equilibrio y termina cayendo hacia el frente.

De nuevo se pone de pie antes que yo y me ofrece su mano, tirando de mí hacia arriba.

—Nada mal —comenta en apenas un susurro.

Retomamos posiciones y repetimos las acciones anteriores, pero esta vez logra zafarse de mi agarre y, aprovechando que me encuentro tendida en el piso, corre hasta el otro extremo del campo, anotando.

De inmediato trota de regreso a mi encuentro y me agarra de los brazos poniéndome de pie, por lo cual estoy a punto de darle las gracias, cuando una gota de agua impacta justo en mi frente.

Cierro mis ojos con fuerza durante unos segundos, en los cuales otra serie de gotas se estrellan en mi rostro. Los abro nuevamente y elevo mi cara en dirección al cielo, comprobando que, efectivamente, el cielo se ha terminado de teñir de un tono grisáceo.

Observo ahora a Thiago, quien está apretando sus labios en una línea recta para contener una carcajada; lo sé por la forma en que desvía la mirada. Enarco una ceja en su dirección y estoy dispuesta a dar media vuelta y caminar a las gradas, que son techadas, antes de que la ligera llovizna que estamos presenciando se transforme en algo más fuerte. Sin embargo, una mano se cierra sobre mi muñeca impidiéndome avanzar.

—Espérame aquí —pide con voz suave, antes de soltarme y trotar al lugar que segundos atrás era mi destino.

Abro la boca sin entender, pero la vuelvo a cerrar momentos después, para pasar a fruncir mi ceño con confusión y disponerme a observarlo.

Abre el bolso que traje y rebusca dentro de este su celular. Lo sujeta con su mano izquierda mientras que seca la otra con ayuda de la polera que traía puesta al llegar aquí. Al cabo de unos segundos, una canción de Ed Sheeran, uno de mis cantantes favoritos, se fusiona con el golpeteo de la lluvia.

Thiago camina de regreso a mí acompañado por la melodía de fondo. Se planta a escasos centímetros de mi cuerpo y sin avisar, toma una de mis manos para llevarla a sus labios y depositar un húmedo beso en mis nudillos. Posteriormente, desliza su otra mano por mi espalda, hasta posicionarla en la curvatura que se forma al final de la misma, y se pega a mí tanto como le es posible.

A pesar de la cantidad de tiempo y momentos que hemos compartido juntos, esta acción logra robarme el aliento, tal como si fuera la primera vez.

—Siempre quise bailar con mi chica bajo la lluvia —confiesa en un susurro, como si se tratara de uno de sus grandes secretos.

Empieza a balancearse conmigo entre sus brazos, mientras siento cómo las gotas de agua golpean contra mi cabeza. Me permito recargarme en su pecho y me aferro a su espalda con toda la fuerza y el amor que tengo.

You are the one girl, and you know that it's true. I'm feeling younger, every time that I'm alone with you... —murmura en mi oído, sumergiéndome en la música, en sus brazos y en todo lo que estoy sintiendo en estos momentos— ...How would you feel, if I told you I loved you? It's just something that I want to do. I'll be taking my time, spending my life, falling deeper in love with you.

La canción se acaba, pero el tiempo pareciera no hacerlo. Nos mantenemos así, abrazados bajo este fenómeno meteorológico sin importarnos lo mal que van nuestras respiraciones o el sudor que cubre nuestros cuerpos mezclado con el agua que cae del cielo. Me atrevo a separar mi rostro del jersey que ya se adhiere a su torso, para alzar la vista y encontrarme con que él ya se encontraba viéndome. Mis comisuras se elevan en un gesto sutil, antes de que me pare sobre las puntas de mis pies, eche mis brazos alrededor de su cuello, y presione mis labios contra los suyos.

Me corresponde el beso ladeando su cabeza para tener un mejor acceso a mi boca. Mi lengua no tarda en reclamar la suya, moviéndose juguetonamente contra la misma una vez que entran en contacto. Nos devoramos con hambre, con desesperación. Es como un juego repetitivo que termina convirtiéndose en adicción; una adicción de la que ninguno de los dos queremos curarnos.

No sé en qué momento terminamos tumbados en el césped, solamente soy consciente de que mi espalda está en contacto con el suelo húmedo y tengo a Thiago arriba de mí, apoyándose de sus extremidades para no aplastarme completamente.

Mis manos se deslizan entre las hebras de su cabello, acariciándolo con gentileza, para después tirar de él en un intento por acortar aún más la distancia entre nosotros.

Cuando mis pulmones reclaman oxígeno, me separo de él para tomar grandes bocanadas de aire; Thiago imita mi acto, con su respiración igual de irregular que la mía. Una de sus manos viaja al lateral derecho de mi rostro y lo acaricia con cariño, haciéndome cerrar los ojos ante su tacto tan suave.

La lluvia se intensifica lo suficiente para que tengamos que separarnos, anunciando que es momento de regresar. Con dificultad, Thiago se pone de pie y me ayuda a hacer lo mismo. Toma mi mano y camina rápidamente conmigo hasta las gradas para recoger nuestras cosas. Agarra la mochila una vez que ya todo está dentro de la misma y me abraza por un lado como si intentara protegerme de las gotas que continúan cayendo. Dejamos el campo a grandes zancadas y se apresura a abrirme la puerta del copiloto y se asegura que ya esté adentro antes de ir y sentarse del otro lado.

Lanza la bolsa a la parte trasera del auto y agarra el volante al mismo tiempo que inhala profundamente con la cabeza agachada. Lo siguiente que hace es prender la calefacción y seguido de eso el motor, para arrancar con dirección al hotel.

Me abrazo a mí misma en un intento de brindarme calor y clavo mi vista en la carretera que se distorsiona al frente a través del parabrisas mojado. Ni él ni yo mediamos palabra alguna; creo que en gran parte es porque no estamos seguros de qué decir.

El momento que acabamos de vivir minutos atrás fue... Se sintió diferente. No fue nada en comparación con los besos anteriores. Este tuvo algo que fue lo suficientemente inmenso para quitarnos el habla a los dos. Sin embargo, el silencio que se instala dentro del vehículo no es incómodo, solo es eso, silencio.

Muerdo mi labio inferior mientras un montón de ideas empiezan a formarse dentro de mi cabeza, al igual que un sinfín de sentimientos se instalan en mi interior.

La calidad que emana la palma de Thiago sobre la tela de mi ropa me trae de vuelta a la realidad.

—Este ha sido uno de los mejores días de mi vida, Rox. Gracias. —Rompe finalmente con el silencio, repartiendo caricias a la altura de mi muslo.

Sonrío al escuchar sus palabras.

—Me alegra saber eso —comento con sinceridad—. Yo también la pasé muy bien hoy.

Envuelvo su brazo estirado con ambas manos y recargo ahí mismo mi cabeza, manteniéndome el resto del viaje en esa posición.

Llegamos al hotel y Thiago apaga el motor del Mazda. Se estira para alcanzar el bolso y abandona su lugar para ayudarme a bajar. Entrelaza nuestras manos y caminamos a paso rápido hasta la entrada del lobby. Cruzamos el pasillo que lleva a mi habitación e ingreso la llave en la cerradura una vez que ya estamos parados frente a mi puerta.

Me adentro en la habitación, pero por primera vez en mucho tiempo, Thiago decide quedarse afuera.

Me giro hacia él, extrañada, y me lo encuentro rascándose la nuca y tragando con esfuerzo.

Está nervioso.

Antes de que pueda darme cuenta, estoy jugando con mis dedos y con la vista clavada en el piso.

También estoy nerviosa.

Y creo saber por qué.

.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .

AAAAAAHHHHH.

Ya se me está haciendo costumbre esto de cortar los capítulos en el momento más llamativo.

Hagan sus apuestas respecto al siguiente capítulo.

Dato random que nadie pidió: la canción que está en multimedia, que es la misma que se menciona algunos párrafos arriba, es de mis favoritas. Les recomiendo muchísimo escucharla, pueden hacerlo mientras leen este cap.

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
—ℳau♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro