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Cap. 33: Perfección hecha mujer

Elegir una carrera universitaria es una de las primeras decisiones que realmente van a tener un impacto importante en nuestras vidas.

Suelen mostrárnoslo como algo sencillo en algunas ocasiones, cuando en realidad no es así. Tener que decidir a qué quieres dedicarte por el resto de tu vida, definitivamente no es fácil. Creo que la situación se complica aún más cuando te das cuenta de la gran variedad de opciones que existen actualmente, ya que eso termina siendo un arma de doble filo.

Hay personas que desde pequeñas tuvieron una clara idea de cuál sería su futuro laboral, otras lo descubrieron con el paso de los años, algunas siguieron el camino de sus padres e inclusive existen quienes prefirieron saltarse esta etapa y lanzarse de lleno a la vida adulta, lo cual también es una opción respetable.

Y otros, como yo, nos tomamos un año sabático para sentar cabeza.

O intentarlo, al menos.

Realmente no me había detenido a pensar en este pequeño detalle hasta ahora. Se supone que debo empezar mi vida universitaria en otoño de este año, ese fue el acuerdo que hice conmigo misma y con mis padres. Pero ¡Oh, Sorpresa!, ya estamos iniciando marzo y yo sigo sin saber qué demonios haré con mi vida.

Gruño de frustración antes de tomar mi computador. Mis profesores de la preparatoria solían decirnos a mis compañeros y a mí que no nos sintiéramos presionados por esta decisión, que nuestro llamado llegaría. Dejé de creer en eso cuando me di cuenta de que faltaba un mes para graduarme y las solicitudes de las universidades ya no admitían a nadie más.

Creo que otro factor que ha influido a que me sienta perdida en estos momentos es que anteriormente solía tomarle mucha importancia a las opiniones de los demás. No lo sé, supongo que tenía miedo de que la gente hablara acerca de mis decisiones de manera negativa, hasta que aprendí algo muy importante: las personas siempre van a hablar, no importa lo que hagas.

Realmente eso ya no es algo que me preocupe, quiero decir, ni siquiera me mantengo en contacto con los que antes eran mis compañeros. Pero hay otra cosa que, aunque me cueste admitirlo, dentro de mí sé que es verdad. Temo decepcionar a mis padres. Creo que es algo por lo que la mayoría de los jóvenes pasamos, ese sentimiento de angustia al pensar que tal vez, lo que hacemos no es suficiente para ellos.

Honestamente, siempre he tenido cierta inclinación hacia el área administrativa y empresarial. Sí me visualizo trabajando en un edificio, usando un traje ejecutivo y con mi espacio de trabajo dentro de una oficina. Es como uno de mis pequeños secretos, pero nunca se lo he comentado a nadie.

Decido investigar al respecto. Mis dedos empiezan a presionar las teclas como si tuvieran vida propia, para navegar en internet. Paso un buen tiempo leyendo sitios oficiales de distintas universidades, centrándome específicamente en el área que me genera un mayor interés.

Al cabo de una hora, hay una opción en especial que se estanca dentro de mi cabeza sin tener intenciones de irse.

«Si tienes un interés por el entorno empresarial, espíritu de servicio, capacidad de trabajar en equipo, responsabilidad y dinamismo, esta puede ser tu carrera ideal. El área de recursos humanos es de suma importancia en todos las empresas, sin importar su magnitud, ya que se encarga de tareas primordiales tales como la capacitación y evaluación del personal, la innovación del negocio, así como se asegura de que el desarrollo integral de los trabajadores sea el óptimo».

Releo ese párrafo una y otra vez, asegurándome de no pasar por alto ningún detalle.

Muerdo mi labio inferior antes de empezar a investigar acerca de los planes de estudio de distintas universidades mexicanas que ofrecen esta licenciatura. Siento una pequeña presión en mi pecho cuando, como si el destino quisiera hacerme una mala jugada, entre los anuncios publicitarios de la página principal del buscador me aparece la universidad de York, ubicada en Toronto.

Mi mente se desestabiliza ante la aparición de una nueva alternativa. No es ningún secreto la alta calidad del sistema educativo canadiense. Sin embargo, nunca se me había cruzado la idea de considerarlo una opción.

La curiosidad termina ganándome y me encuentro pulsando el enlace del sitio oficial de dicha universidad. Para mi sorpresa, cuentan con la licenciatura que busco, además de un plan de estudios llamativo, aceptación de estudiantes extranjeros, becas que convierten la matrícula accesible y la fecha límite para el envío de la solicitud es el quince de marzo, para iniciar clases en septiembre.

Suelto un suspiro de frustración mientras dentro de mi cabeza se lleva a cabo un debate entre seguir investigando al respecto o fingir que nunca vi esta oportunidad. Mi mente trae al presente el recuerdo de cierto chico de ojos azules. Él propuso la idea de irse a México, pero, ¿y si fuera yo la que cambiara de localidad?

Dejo la computadora sobre las sábanas de mi cama y me pongo de pie para estirar las piernas y servirme algo de tomar. Me preparo una taza de café y mientras espero a que la máquina termine su trabajo, mi cerebro no deja de darle vueltas a la idea de mudarme al país norteamericano.

Dios, suena demasiado descabellado si lo digo de esa manera.

Tamborileo mis dedos frenéticamente sobre la mesa hasta que el pitido de la cafetera me trae de vuelta a la realidad. Una vez que llené mi taza con ese líquido negro, me siento nuevamente en la cama y retomo mi tarea.

Antes de que me dé cuenta, ya estoy rellenando las solicitudes de tres universidades en México, y también la de Canadá. Nada me garantiza que vaya a quedar seleccionada, y en caso de que así fuera, tampoco me vería obligada a ir. Pero prefiero poder tener la opción disponible y en su momento decidir lo mejor, a en un futuro arrepentirme por no haberlo hecho. Estudiar allí puede resultar muy benéfico para mí, independientemente de mi relación con Thiago.

🇨🇦🇨🇦🇨🇦

El resto de mi día lo invierto informándome más al respecto, descargando documentos, enviando correos electrónicos, rellenando formatos y asegurándome de que todo mi papeleo esté correctamente.

No es hasta que el sonido de mi puerta siendo golpeada me hace detenerme en seco y casi escupir mi café sobre las hojas de papel regadas en mi cama. Reviso la hora para darme cuenta de que son las once de la noche, lo cual me hace desconfiar de quien sea que esté del otro lado. Dejo todo como está y me pongo de pie con cautela hasta estar frente a la puerta.

—¿Rox? ¿Estás ahí? —La voz de Thiago provoca que abra mis ojos y todas las alarmas en mi cabeza se disparen.

Sin ser capaz de responder nada, corro de regreso a mi cama para empezar a recoger todos los papeles, juntarlos y meterlos dentro del primer cajón de mi clóset. Cierro mi computador y lo coloco sobre la mesa de noche. Inclusive me termino en un par de tragos el contenido de mi taza, a pesar de que ese no era un factor que pudiera delatarme.

Por el momento no quiero que nadie se entere de lo que estuve haciendo hoy, ni mi familia ni mi novio. Prefiero esperar hasta tener una respuesta sólida al respecto, de esta manera puedo evitar falsas ilusiones, al menos para ellos.

El sonido que emite mi celular anunciando que tengo una nueva notificación, me hace maldecir en mi mente. Rápidamente lo sujeto para apagarlo, hasta que veo que el propietario de mi nuevo mensaje es el mismo chico que se encuentra fuera de mi habitación, preguntándome si estoy despierta y aclarando que no me llama para no despertarme en caso de que no sea así.

Avanzo dando grandes zancadas hasta la puerta para girar la perilla y verlo de pie al otro lado.

—¿Te desperté? —Es lo primero que pregunta al verme, con cierta preocupación en su tono.

Me apresuro a negar.

—No, tranquilo.

—¿Estás ocupada? —cuestiona rascándose la parte posterior de la cabeza.

—Para ti nunca —respondo, haciéndolo sonreír—. ¿Quieres pasar? —Termino de abrir la puerta completamente, haciéndome a un lado.

—Gracias —dice él mientras atraviesa el umbral.

—¿Ocurre algo? —me atrevo a preguntar, al verlo un tanto distraído.

—No, es solo que no supe nada de ti en todo el día y quería pasarme para asegurarme de que estabas bien —confiesa, apartando la mirada un tanto apenado.

Las comisuras de mis labios se elevan.

—Eso es tierno —afirmo, haciendo que él suelte una risa baja—, y lo sabes.

—¿En qué me has convertido, Rox? —bromea—. Ahora soy todo un novio empalagoso que busca cualquier pretexto con tal de ver a su chica.

—¿Estás seguro de que te sientes bien? —Llevo una mano hasta su frente, molestándolo.

Thiago bufa.

—Búrlate lo que quieras, pero en el fondo sabes que te encanta que haga este tipo de cursilerías —comenta muy seguro.

Me alzo de hombros sin poder ocultar mi sonrisa.

—Lo sabía —asegura él, guiñando un ojo.

—Algunas cosas no cambian, ¿eh?

—¿Qué estás insinuando, chaparra? —interroga entrecerrando sus ojos.

Ladeo mi cabeza, haciéndome la desentendida.

—¿Yo? Nada —Doy media vuelta en dirección a mi cama —¿Por qué lo pregun...? ¡Ay!

Al sentir cómo sus brazos se enrollan alrededor de mi cintura, girándome en el aire hacia él, suelto un chillido que termina siendo capturado por sus labios.

—Shhh —sisea él separándose, rozando su nariz con la mía—. No queremos que nos corran del hotel por despertar a los demás huéspedes, Rox.

Relamo mis labios segundos antes de volver a unirlos con los de Thiago.

—¿Quieres pasar la noche aquí? —propongo cuando nos separamos por falta de oxígeno.

—Sabes que no puedo negarme a eso. —Besa la punta de mi nariz, antes de cargarme y ponerme delicadamente sobre el colchón, para después tumbarse a un lado mío.

🌑🌑🌑

El sonido de unas cuerdas siendo rasgadas y la ancha espalda al descubierto de mi novio son lo que me dan los buenos días al despertar. Thiago se encuentra tocando el pequeño instrumento en un volumen bajo, a la vez que canta la letra de alguna melodía que no alcanzo a distinguir.

Con cuidado de no hacer ruido, me siento en mi lugar soltando un bostezo que muere contra la palma de mi mano. Dejo caer mi peso hacia el frente, encorvando mi postura, para recargar mi codo derecho en mi pierna del mismo lado, y sobre mi mano poder descansar mi cabeza.

No sé cuánto tiempo permanezco en esta posición, observándolo y oyéndolo tocar, pero sin duda podría hacerlo todo el día y nunca me cansaría. Él continúa con lo suyo sin percatarse de que tiene público, hasta que decido ponerme de pie y avanzar a donde se encuentra sentado. Rodeo su cuerpo por detrás, posicionando mis manos en su pecho desnudo, antes de plantar un beso en su mejilla.

—Lo que daría por despertar así todos los días —comento cerca de su oído.

—Si esta va a ser mi paga, estoy dispuesto a negociar —responde él, antes de deslizar una mano por mi cuello y plantar un beso en mis labios.

Río una vez que nos separamos, antes de recargarme ligeramente en la mesa que se encuentra a un lado de él.

—Tenía mucho tiempo que no te escuchaba tocar.

—Tenía bastante tiempo sin tocar, en realidad.

—No te detengas por mí —pido a la vez que despego mi trasero del mueble—. Prepararé chocolate, ¿quieres?

—Por favor. —Asiente con la cabeza para después seguir tocando el ukelele.

Agarro las cosas necesarias para hacer la bebida y una vez que termino la sirvo en dos tazas. Antes de acercarme a él nuevamente, me quedo en la cocina unos segundos más, admirándolo.

Su cabello está más despeinado que de costumbre como resultado de las horas de sueño y los músculos de su espalda se contraen ligeramente en ocasiones, haciendo que por momentos aparente ser más grande de lo que es. A pesar de no poder ver su rostro, se le nota tan concentrado tocando, que inclusive logra transmitirme cierta paz que él está experimentando al sumergirse en la música.

Sonrío al recordar que faltan pocos días para su cumpleaños. No hemos hablado al respecto de eso, pero, así como él hizo conmigo, yo ya tengo planeada una gran sorpresa en su honor. No puedo esperar a que la vea.

Sujeto su taza de chocolate por el asa, mientras que con mi mano libre sostengo la mía y le doy un sorbo para disimular mi sonrisa. Avanzo hasta donde está él y pongo su bebida en la mesa donde estaba recargada con anterioridad.

Al verme nuevamente, detiene la reproducción de sonidos.

—Oh, no. Por favor, no pares —imploro nuevamente, queriendo escucharlo tocar.

Se rasca la nuca en respuesta, haciendo que yo frunza mi ceño. Estira una de sus manos hasta sujetar la taza que preparé para él y beber un poco.

—Está bien —accede, lamiendo la parte superior de sus labios para eliminar el resto de leche con chocolate —Por cierto, gracias. —Levanta la taza en el aire para que entienda específicamente a que se refiere.

Me limito a asentir.

Se aclara la garganta un par de veces antes de empezar a rasgar las cuerdas delicadamente. Segundos después, entona una canción desconocida para mí.

Eres el primer pensamiento que tengo en las mañanas,
y también lo último que pienso antes de dormir.
Nunca había deseado tanto besar unos labios,
hasta que vi por primera vez los tuyos sonreír.

Cariño, no miento cuando te digo,
que quiero pasar mi vida contigo,
eres todo lo que siempre busqué,
la perfección hecha mujer.

Si estoy soñando,
por favor no me despierten.
Detendría el tiempo,
con tal de volver a verte.

Sé que podría conquistar el mundo
con una sola mano,
si la otra la tomaras tú...

Se detiene antes de que la canción llegue a su fin, dejando la última estrofa incompleta.

—La letra es preciosa —admiro en voz alta—. ¿Cuál es el nombre? Nunca la había escuchado antes.

—Perfección hecha mujer —informa él, con la vista clavada en sus zapatos—. Y eso es porque... la escribí yo —suelta en un volumen casi inaudible.

Mi quijada va a parar al piso.

Wow. —Es lo único que logro articular al principio—. Dios, Thiago, es realmente hermosa.

Sonríe con algo de pena, antes de decir:

—Tuve una buena inspiración.

Mis comisuras se elevan irremediablemente y tengo que apartar la vista ante ese comentario. Siento el calor subir a mi rostro; tenía mucho que no me sonrojaba por algo proveniente de él.

—Bien, definitivamente que alguien te componga una canción ya es tema serio —declaro con cierto tono juguetón, en un intento por disimular mi verdadero sentir.

Sin embargo, me doy cuenta de que mi plan fue un fracaso cuando él acota:

—¿Regresamos a la etapa de ruborizarnos?

Ruedo mis ojos, pero la sonrisa sigue ahí, sin intenciones de irse.

Thiago reposa el instrumento sobre la mesa y se estira en la silla, haciendo que algunos de sus huesos truenen un poco.

Aprovechando el espacio libre, me siento sobre sus piernas, dándole una vista de mi perfil. Giro un poco mi cuerpo para quedar cara a cara y jugar con su cabello.

—¿Empezamos la etapa de ser empalagosos? —bromeo con intención de molestarlo.

—Tal y como dije anoche, no puedes negar que te gusta esta faceta —asegura él, haciendo un ademán a sí mismo.

—Cualquier faceta que venga de ti me gusta, cariño —confirmo yo, haciendo que una sonrisa de satisfacción aparezca en sus labios.

Después de mantenernos unos segundos en silencio, decido romperlo mientras enrollo uno de sus rulos en mi dedo índice.

—¿Tenías pensado enseñarme tu nueva creación en algún momento? —inquiero acerca de la melodía recién tocada.

—Honestamente no lo sé. —Se encoge ligeramente de hombros—, ni siquiera la he terminado aún. Solamente un día empecé a escribir un montón de renglones acerca de lo que me hacías sentir y sin darme cuenta terminé formando una melodía.

—¿Hacías? —retomo esa frase, sacando mi labio inferior en un puchero.

Haces sentir —corrige él al ver mi berrinche —Te has tatuado muy dentro de mí, Roxana Moya.

La sonrisa de enamorada aparece en mi rostro nuevamente, por lo que me muerdo uno de mis labios intentando ocultarla. Le echo una vista a su chocolate antes de regresarla a él —Estoy bastante segura que eso no tiene la cantidad de azúcar necesaria para que estés así de empalagoso —lo acuso, pinchando su nariz con mi dedo índice.

Él bufa.

—¿Es necesario que lo repita nuevamente? —cuestiona enarcando una ceja.

Ruedo mis ojos por segunda ocasión antes de depositar un fugaz beso en sus labios —No, creo que ambos lo tenemos muy claro.

.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . 

Sé que muchas personas pueden sentirse abrumados ante la elección de su carrera universitaria, pero aquí estoy yo para decirte que todo va a salir bien. ¡Confía en ti! Espero que este capítulo te haya dejado algo positivo en relación de eso.

Ahora bien, creo necesario recordar que nos estamos acercando al final de esto, y de verdad que los capítulos siguientes me emocionan mucho.

¿Opiniones sobre la decisión que tiene que tomar Rox?

Por otro lado, sí, por si alguien tiene la duda, la canción la escribí yo (o al menos lo intenté). No soy ninguna experta, pero hice lo mejor que pude. Dedicada a todas las bellas personas que leen esto. ¡Valen muchísimo, no lo olviden nunca!

Demasiado sentimentalismo por un día. Nos leemos el siguiente domingo.

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
—ℳau♡

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