Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 31: Detonador de recuerdos

Llevo una semana checando planes de estudios universitarios. Entre toda la agitación del viaje, no me había dado cuenta de que las últimas fechas para aplicar ya se encuentran próximas, por lo tanto debo tomar una decisión más rápido de lo que me hubiera gustado.

Mientras navego a través de distintos sitios web, una notificación en la esquina superior derecha de mi portátil me avisa que me ha llegado un nuevo correo electrónico. Al abrirlo, me doy cuenta de que el remitente es desconocido, y de que el asunto del mensaje es extraño por igual.

Un tal Mr. Cooper me ha enviado la confirmación de una supuesta reservación que yo realicé tiempo atrás para apartar un campo de fútbol americano para la tarde de hoy, dieciséis de marzo, así como algunas recomendaciones para que «pueda disfrutar de una tarde llena de adrenalina».

Aunque, en realidad, el verdadero problema es que, según parece, ya he realizado el pago por una suma considerable de dinero.

¿Pero qué mierda?

Rápidamente cojo mis pertenencias, abandono mi habitación y me monto en mi auto, decidida a ir a aquel lugar para reclamar mi dinero de regreso. Ingreso la dirección del campo deportivo en el GPS del coche y emprendo mi camino. Conforme voy recorriendo la carretera, tengo la leve sensación de que ya he estado por estos rumbos antes. Sin embargo, dejo de lado esos pensamientos y me concentro en lo realmente importante aquí, mientras distraídamente juego con la cadenita de oro blanco que cuelga en mi cuello.

Cuando la voz robótica que abandona los parlantes del auto me indica que he llegado a mi destino, lo aparco en el estacionamiento y desciendo de él a toda prisa. Le echo un vistazo a mi alrededor, sintiéndome más inquieta de repente, hasta que doy con una pequeña caseta en la entrada del campo.

Aporreo una de las ventanas sin mucha sutileza cuando me encuentro de pie afuera de la caseta. Un señor perteneciente a la tercera edad pega un brinco sobre su silla ante el repentino sonido.

—¿Puedo ayudarla en algo? —cuestiona tras haber abierto la ventanilla.

—¿Sabe dónde puedo encontrar al señor Cooper?

—Aquí no, claramente. El señor Cooper se encuentra fuera del país.

Mis facciones se desencajan.

—¿Quería hacer una reservación o...? —sugiere.

Niego con la cabeza.

—No, en realidad quería cancelar una —explico—. Se supone que el campo está reservado a mi nombre el día de hoy, pero yo nunca solicité tal cosa.

—¿Cómo se llama?

—Roxana Moya.

El señor empieza a rebuscar algo dentro de unas cajas que tiene a sus espaldas. Cuando se gira hacia mí nuevamente, sostiene unos papeles en sus manos.

—Según estos documentos, usted realizó la reserva hace más de un mes.

Frunzo mi ceño y le pido con un gesto que me entregue las hojas, lo cual hace. Barro con mis ojos la información escrita en ellas, dándome cuenta de que tiene razón.

—Pero... —alargo—. Quisiera un reembolso, por favor.

El señor me da una mirada que no podría ser considerada como amable.

—Me temo que eso no va a ser posible. Cualquier tipo de cancelación debe realizarse con al menos una semana de anticipación.

—¿Y qué se supone que haga ahora con un campo que no necesito? —inquiero con algo de mofa.

—¿Acaso ha terminado con su novio?

—¿Disculpe?

—En los motivos por los que quería rentar las instalaciones expresó que vendría a celebrar el cumpleaños de su pareja aquí.

Estoy a punto de soltar una risa que demuestra lo ilógico que es lo que me acaba de decir, cuando me extiende nuevamente los papeles y con ayuda de un bolígrafo señala el apartado que mencionó recientemente.

—Esto es absurdo —espeto, más para mí misma que para él—. Quisiera hablar con el señor Cooper.

—Ya le he dicho que se encuentra de viaje, no puedo contactarla con él en este momento.

—Pero si recién me ha enviado un correo de confirmación.

—No puedo contactarla con él en este momento —repite con hastío.

—¿Y entonces qué sugiere que haga?

—Tomando en consideración las evidencias —inicia, señalando los documentos que yacen entre nosotros—, diría que aproveche su tarde aquí. Podría intentar escribirle al señor Cooper, pero dudo que obtenga una respuesta siquiera, ya mejor ni hablemos de una positiva. Tiene el campo a su disposición, ya ha hecho el pago, ya está aquí; úselo.

Después de un suspiro por mi parte, agrega:

—Es lo mejor que puedo ofrecerle ahora mismo.

—¿Le parece que vengo preparada para pasar la tarde aquí? —Le doy una mirada significativa a mis vaqueros y camiseta.

—Podemos rentarle el equipo adecuado por la modesta cantidad de...

—No pienso darles un centavo más —corto su intento de propaganda.

El señor alza ambos brazos.

—¿Por qué no le echa un vistazo antes de decidir si quiere quedarse o no? —aconseja—. A pesar de que no pueda jugar, créame que vale la pena estar un rato ahí dentro.

«El campo era mi válvula de escape».

Cierro los ojos ante el repentino y borroso recuerdo de una voz masculina en mi cabeza.

—De acuerdo —acepto a regañadientes.

El señor sonríe satisfecho antes de estirarse para entregarme las llaves que abren la reja.

Mis zapatos resuenan contra el césped recién cortado una vez que atravieso la puerta compuesta por cables metálicos. Un olor agradable inunda mis fosas nasales conforme continúo avanzando hasta sentarme en las gradas. Una vez ahí, cierro mis ojos y me permito inspirar con más fuerza, y entonces un nuevo recuerdo me sacude por dentro.

«—Rox, esto es.... fantástico. Gracias.

—Feliz cumpleaños, cariño. Te amo.

—Yo también te amo, chaparra».

—Chaparra... —musito, rozando ligeramente mis labios con las yemas de mis dedos.

Me levanto en un impulso, sintiendo mis piernas temblar, y por inercia me encamino hacia uno de los postes que se encuentran a cada extremo del campo.

«—¡Touchdown!

—¡Eso ni siquiera es legal!

—¿Según quién?

—Según cualquier persona que haya jugado alguna vez este deporte... Eres increíble, Roxana».

Siento mis rodillas fallar, pero ni siquiera me molesto en intentar evitar que mi cuerpo se desplome. Caigo de rodillas al suelo junto con un golpe sordo. Me siento demasiado débil como para ponerme de pie, así que no trato de hacerlo. Apunto mi rostro en dirección al cielo cuando siento un par de gotas de agua estrellándose contra mi piel, y entonces me doy cuenta de que las nubes se han tornado grisáceas. Solo es cuestión de tiempo para que la lluvia empiece a caer libremente, empapándome a su paso.

«—Siempre quise bailar con mi chica bajo la lluvia».

La última imagen que se queda grabada en mi cabeza antes de que pierda el conocimiento, es la de un chico viéndome fijamente, con los ojos azules más bonitos que he presenciado en mi vida llenos de lágrimas, pronunciando sus palabras finales la última vez que nos vimos: «Por favor, Rox, no me olvides».

☁️☁️☁️

—¡Thiago! —Me oigo exclamar en el momento en el que vuelvo a abrir los ojos.

Ligeras gotas de lluvia continúan salpicando mi rostro y el césped donde me encuentro, por lo que deduzco que no ha pasado mucho tiempo. Mi pecho sube y baja con violencia, y mi cabeza duele ante el golpe que debo haberme dado en el momento en que me desplomé. Aun así, nada de eso impide que mi mente no deje de dar vueltas, con un huracán de información arrasando dentro de ella sin piedad alguna.

Todo llega de repente, como si el haber estado en este lugar fuera el detonante que necesitaba para que los recuerdos que antes eran borrosos se aclararan de un momento a otro.

«¿Quieres cenar conmigo esta noche?».

«¿Qué chica no estaría celosa de alguien tan bonita como tú?».

«Te defendería de mil y un imbéciles más si fuera necesario».

«El lugar más bonito del mundo, con la persona más bonita del mundo».

«Por favor, dame una oportunidad de hacerte sentir todo lo que tú me haces sentir a mí».

«Esta será nuestra canción».

«Eres una mujer valiente, divertida, fuerte, única y hermosa, que me tiene completamente loco».

«Podrías tener fácilmente a quien quisieras contigo, así que créeme que es un honor saber que me estás dando este privilegio, y te prometo que sacaré lo mejor de mí cada día para que estés segura de que tomaste la decisión correcta».

«No soy quien para juzgarte ni criticarte porque no tengo idea de cómo te sentías, ni siquiera te conocía en ese momento. Lo que sí puedo hacer es admirarte, por seguir adelante y aprender de tu error para lograr ser la maravillosa mujer que eres ahora, y eso es todo lo que importa, ¿vale?».

«Todo buen barco necesita de un timón, y tú eres el timón de mi vida».

«Estás equivocada si crees que te dejaría ir tan sencillamente».

«Créeme cuando te digo que a mí también me asusta lo que pueda pasar, Rox, pero el miedo a perderte es aún más grande».

«Permíteme seguirme enamorando de ti».

«Te has tatuado muy dentro de mí, Roxana Moya».

«Tienes un corazón muy noble. Esa es solo una de las muchas cosas que me encantan de ti».

«Eres lo más bonito que la vida me ha regalado, y no hay día en que no agradezca que te hayas cruzado en mi camino. Y puedo asegurarte, con absoluta certeza, que lo que sientes por mí es mutuo. Yo también te amo, Roxana».

«Eres lo más magnífico que he visto en toda mi vida, Roxana Moya. Por dentro y por fuera».

«Te amo sin control, incondicionalmente y con cada latido de mi corazón».

«En el momento en el que tú susurraste esas palabras, mi mente solo pudo pensar: Dentro de varios años, espero poder ver a esta chica a los ojos y decirle que mi corazón no estaba equivocado al escogerla. Ese fue mi deseo esa noche. Poder asegurarte dentro de mucho tiempo que yo tenía razón, que sí eras el amor de mi vida».

Pero entonces, tras toda esa oleada de preciosos recuerdos, llega el más amargo y doloroso de todos:

«Fui declarado muerto el primero de mayo».

El aire abandona mis pulmones de golpe y me vuelvo víctima del pánico.

—No, mierda, no —balbuceo débilmente.

Las gotas de lluvia se fusionan con las lágrimas que llevan rato saliendo de mis ojos, empapando mi cara por completo. No logro controlar el sollozo que sale de mi boca sin previo aviso, sonando tan desgarrador como me siento en este instante. Solo cuando reviso la fecha de hoy en el calendario de mi celular consigo reunir la fuerza necesaria para ponerme de pie, ya que me doy cuenta de un detalle muy importante:

Aún no es demasiado tarde.

Me tambaleo hasta llegar a las gradas y me dejo caer ahí nuevamente. De un momento a otro mi cuerpo se hace consciente de la ropa mojada que lo cubre, y un escalofrío me sacude ante la falta de calor.

Mis dedos tiemblan mientras tecleo su nombre, su verdadero nombre, en el buscador de internet, y mi corazón termina de romperse en dos al obtener una confirmación de que todo esto es real.

No soy capaz de seguir leyendo cómo piensan desconectar a quien es el amor de mi vida.

Sin pensar con claridad, me pongo de pie y corro hasta la salida del estadio, dejando las llaves pegadas en la cerradura de la puerta y sin molestarme en intercambiar palabra alguna con el señor encargado de las instalaciones. Simplemente me subo a mi auto y manejo hacia Qualia a una velocidad con la cual podría ser multada fácilmente.

En mi habitación, me apresuro a empacar todas mis pertenencias lo más rápido que puedo, agradeciendo internamente el tener aún algunas de las maletas intactas a como las he traído. Me cambio de ropa, ya que la que traía puesta estaba hecha un desastre, y salgo disparada hacia las afueras del hotel nuevamente, arrastrando todo mi equipaje, y tomo el primer taxi que veo pasar.

—Lléveme al aeropuerto, por favor —le pido al chofer una vez que me he subido en uno de los asientos traseros.

No estoy segura de si es por el estado en el que me encuentro o la urgencia en mi voz, pero el conductor asiente y pisa el acelerador a fondo.

De repente pienso que lo que estoy haciendo quizá no sea lo más inteligente ni prudente del mundo: estoy a punto de salir de un país por mi cuenta y viajar a uno nuevo con la esperanza de encontrar en el hospital a un chico que creo haber conocido de una manera imposible. Mi pecho se comprime, y en medio de la desesperación, mi mano adquiere vida propia al llamar a la persona que necesito escuchar en estos momentos.

—Hola, mujer. Cuánto tiempo sin saber de ti.

—Noah... —alargo—. Yo... lo siento. Lo siento, pero tengo que irme...

—Para, para, disminuye la velocidad —me pide—. ¿Estás bien?

—No. Sí. Tengo que irme de Australia —repito.

Tarda unos segundos en contestar.

—De acuerdo... ¿Quieres que te lleve al aeropuerto mañana?

—He cogido un taxi ya, tengo que irme ahora.

—¿Ha ocurrido algo?

—Un... amigo ha enfermado gravemente, y tengo que ir a verlo. —Trago con fuerza para ahogar el nudo que empieza a formarse en mi garganta.

—Joder, lo siento mucho. ¿Hay algo que pueda hacer por ti?

—¿Crees que haya algún problema porque me haya ido del hotel antes de lo que debía?

—¿No realizaste el check-out?

Emito un sonido negativo.

—Te recomiendo que hables con los encargados, para aclarar cualquier cosa, y si necesitas ayuda presencialmente puedes decirme y yo busco la manera de resolverlo desde aquí —añade.

—Bien, sí. —Sorbo por la nariz—. También he dejado mi auto. ¿Podrías devolverlo a la agencia? Te enviaré los papeles necesarios por correo.

—Cuenta con ello.

—Gracias. —Suelto un suspiro—. Noah...

—Todo va a estar bien, mujer —pronuncia con suavidad.

—Lamento haberme ido de imprevisto y sin despedirme, pero...

—Eh, eh, no te preocupes por eso —me corta sutilmente—. Si necesitas algo más no dudes en decirme, ¿de acuerdo? Lo que sea.

—De acuerdo.

—Comunícate pronto, por favor.

—Lo haré —prometo. Estoy por colgar, cuando recuerdo algo más—. ¿Noah?

—¿Sí?

—Si puedes dile a Isaac que... No sé, que lo siento por haberme ido de esta forma, pero que espero que nos veamos muy pronto y... —Exhalo nuevamente—. Asegúrate de que sepa que nada de esto es su culpa, ¿sí? Él sabrá de qué hablo.

—Yo le digo.

—Y dale un abrazo a Zoe de mi parte —agrego—. Gracias. Por todo, Noah. Eres de las mejores personas que he conocido en mi vida.

—Por favor, no hables como si no nos fuéramos a ver nunca más porque eso me rompe el puto corazón. —Puedo imaginarlo esbozando una leve sonrisa—. Cuídate, mujer.

—Igual tú.

—Hasta pronto, Roxana —se despide con una promesa antes de cortar la comunicación.

. . . . . . . . . . . . . .

Finalmente ha llegado uno de los capítulos más esperados de esta segunda parte.

¡Lo ha recordado! Repito, ¡lo ha recordado!

Ahora sí, que inicie lo bueno...

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
–ℳau♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro