Cap. 3: Mente fascinante
Varios meses atrás, se estrenó una película titulada Escape Room. En esta, seis personas son encerradas en una serie de cuartos de escape, donde tendrán que resolver enigmas y buscar la manera de salir de allí antes de que se les acabe el tiempo. Cuando la vi, quedé fascinada con este thriller psicológico. En distintas ocasiones busqué la manera de visitar alguno de estos lugares, pero estando en mi país no fue posible. Pero cuando me enteré de la gran variedad de posibilidades que había en Australia, no dudé en que sería una de las actividades que haría estando aquí.
Así que ingreso al establecimiento donde agendé mi cita con anticipación, llegando unos minutos antes de lo necesario. Tomo asiento en un sillón de la sala de espera mientras aguardo a que me indiquen que es mi momento de jugar.
Me sorprendo cuando por la puerta de acceso ingresa el canadiense con el que cené unas noches atrás y con el cual me he estado escribiendo los últimos días. Sonrió con incredulidad y me le quedo viendo hasta que sus ojos se encuentran conmigo y sonríe de igual manera.
—Demasiada coincidencia, ¿no lo crees? —comento con escepticismo y un toque de diversión.
—Puedo asegurarte que me encuentro igual de asombrado que tú —garantiza él, tomando asiento a mi lado.
—¿Roxana Moya y Thiago Reyes? —pregunta un señor apareciendo en la sala, leyendo nuestros nombres de una hoja—. Fueron las únicas dos personas que reservaron el cuarto para este horario, por lo tanto entrarán solo ustedes dos —nos informa, intercalando su mirada entre el chico y yo—. Síganme, por favor.
Sin poder evitarlo una pequeña risa escapa de mis labios.
Ambos nos ponemos de pie casi al mismo tiempo, y Thiago espera unos segundos a que yo empiece a avanzar, dejándome pasar primero. Caminamos a lo largo de un pasillo hasta detenernos frente a una puerta de estilo anticuado, pintada de color negro y que tiene escrito «221B» en dorado.
—¿Fanático de Sherlock Holmes? —indago en un susurro, reconociendo la puerta de inmediato.
—Leí todos los libros cuando era niño —informa el chico de ojos azules, sonriente.
—Una vez que ingresen, tendrán sesenta minutos para resolver el enigma y salir con vida de la habitación —interviene el empleado—. En caso de que el tiempo se acabe y todavía no hayan descubierto el acertijo, el juego habrá terminado y tendrán que abandonar la habitación por esta misma puerta, la cual será revocada de su seguro nuevamente cuando sea necesario. —Inserta una llave en la cerradura, abriendo la puerta para nosotros—. ¿Tienen alguna duda?
Ambos negamos con la cabeza.
—Bien. Disfruten el juego.
Una vez que Thiago y yo ya estamos dentro de la habitación, el señor cierra la puerta a nuestras espaldas, y entonces, un contador situado en lo alto de una de las paredes, indica que la cuenta regresiva ha empezado.
—Detectives, el Profesor Moriarty ha instalado una bomba C-4 en el departamento. —Una voz desconocida sale a través de los altavoces, sobresaltándome unos segundos—. Tienen una hora antes de que la misma detone. Hagan uso de todas sus habilidades e ingenio para descubrir la manera de desactivarla, antes de que sea demasiado tarde.
La habitación no es muy grande, pero está decorada para ser una grandiosa réplica del departamento de la calle Baker. Se encuentra la ventana en una de las paredes, la chimenea con el librero lleno a un lado, los sillones al centro del lugar, y un sinfín de objetos adornando todo el lugar. Inclusive están los famosos sombreros pertenecientes a Holmes y a su amigo, el Doctor Watson.
—Vale, ¿por dónde empezamos? —le cuestiono al muchacho junto a mí, hasta que caigo en cuenta que en realidad ya no se encuentra a mi lado. En realidad, ya está husmeando por todo el lugar.
Suelto un suspiro y me dispongo a hacer lo mismo del ala opuesta a donde está él.
Veinte minutos pasan sin que nos dirijamos la palabra, estrategia que no creo sea benéfica para el juego. Por lo tanto, volteo en su dirección con la intención de hablarle, pero en lugar de eso termino pegando un brinco en mi lugar al sentir su presencia junto a mí.
—¡Mierda! —maldigo por lo bajo—. ¿Cuánto tiempo llevas ahí de pie?
—Eh... No lo sé —responde mientras pasa una mano por la parte posterior de su cabeza.
—¿Encontraste algo?
—No mucho, realmente —acepta él, cabizbajo—. ¿Y tú?
Niego con la cabeza.
—Es prácticamente imposible registrar todo el lugar en solamente una hora —me quejo yo, masajeando mi sien.
Thiago no contesta al instante, al contrario, se queda meditando sus palabras unos segundos —Tienes razón. No estamos aprovechando bien el tiempo. —Lo observo sin entender a que se refiere, por lo que agrega—: Estábamos tan cegados en encontrar alguna pista, que no nos detuvimos a pensar qué es lo que tenemos que buscar realmente.
—¿Y con eso te refieres a...?
—La voz a través de los altavoces dijo que la bomba era una C-4. Ese tipo de explosivos tienen dos características principales: —Enumera con los dedos—. Son sumamente maleables y solamente pueden activarse con un detonador.
Habla con una naturalidad que me obliga a observarlo estupefacta. Thiago, al notar mi mirada clavada en él, se encoge de hombros.
—¿Qué? —cuestiona, restándole importancia—. Me gusta leer datos curiosos, eso es todo.
Suelto una pequeña risa, pero antes de que pueda contestar, él se adelanta.
—Al activarse solamente con un detonador, no estallan ni aunque sean golpeados, perforados, cortados o quemados.
—Y al ser maleables significa que pueden introducirse en agujeros o grietas... —alargo, comprendiendo finalmente a lo que se refiere—. Yo busco la bomba, tú encuentra el detonador.
Asiente frenéticamente con la cabeza antes de que volvamos a separarnos. Rebuscamos nuevamente en el lugar, moviendo algunos objetos y barriendo con la vista todo lo que está a nuestro alcance. Me detengo unos segundos, repitiendo en mi mente las palabras del canadiense.
«No se activa aunque esté en contacto con el fuego».
Las neuronas en mi cabeza parecen conectarse de repente y mis ojos caen de inmediato en la chimenea, la única fuente de calor aquí dentro. Me hinco en el piso frente al fuego, observándolo por unos segundos y tratando de ver más allá de las llamas. Al cabo de unos segundos, visualizo una especie de caja beige.
—Thiago, creo que encontré algo.
Mi compañero de escape, quien se encontraba moviendo los escritos del librero, viene hasta mí y se hinca de igual manera.
—Mira. —Señalo el artefacto entre la lumbre.— ¿Será eso?
Él entrecierra sus ojos en la dirección a la que estoy apuntando.
—Es probable, sería un buen sitio para colocarla debido a que so...
—Soporta el fuego, sí —termino lo que estaba por decir—. Eso mismo pensé.
—Chica lista —comenta en un susurro, a modo de halago.
Una sonrisa aparece en mi rostro de una manera tan espontánea, que me es imposible ocultarla al principio.
—¿Se te ocurre alguna manera en la que podamos agarrarla? —inquiero.
—A no ser que tengas poderes secretos de los cuales no me hayas contado aún, no —comenta con tono divertido.
Ignoro la ironía que abandona su voz, concentrándome en mi alrededor. Barro todos los objetos buscando algo útil, hasta que mis ojos se detienen en la mesa ubicada entre los dos sillones, donde descansa una tetera de un tamaño llamativo.
Me levanto de un brinco y me dirijo al mueble. Levanto la tapa que cubre el recipiente de porcelana, encontrándome con que su interior está lleno de agua. Sonrío con satisfacción, para después sujetar la aspa y volver a sentarme al borde de la chimenea.
Bajo la atenta mirada de ese par de ojos azules, derramo el líquido sobre la fogata, apagándola lo necesario para que Thiago pueda introducir rápidamente su mano y sacar la pequeña caja. El susodicho hace una mueca de dolor a la vez que deja caer el artefacto al suelo.
—¿Estás bien? —cuestiono con preocupación.
Él se apresura a asentir.
—No es nada —asegura con una leve sonrisa.
—¿Valió la pena? ¿Es la bomba? —inquiero clavando mi vista en el cubo que yace junto a nuestros pies.
Thiago no tarda en agarrarlo para examinarlo.
—Sí —afirma al cabo de unos segundos—. Es la bomba.
Suelto un suspiro, aliviada, y volteo a ver el reloj, percatándome de que contamos aún con un tercio del tiempo inicial para escapar.
—Bien, ahora encontremos ese detonador —sentencio decidida, poniéndome de pie—. ¿Dónde estabas buscando antes?
—En el librero —contesta, levantándose de igual manera—. Creo que podría estar escondido entre las páginas, pero son demasiados libros.
—¿Ninguno te llamó la atención en especial? —indago a la vez que deslizo mis dedos por los lomos de los libros.
—No realmen... —alarga, antes de chasquear los dedos—. Un momento, creo que ya sé dónde puede estar.
Sin esperar una contestación de mi parte, recorre todos los estantes hasta sujetar un tomo en específico: Estudio en Escarlata. Pasa las hojas rápidamente, hasta detenerse abruptamente en una en especial.
—Mira. —Sonríe a la vez que me extiende el libro—. Este es el detonador.
Hay un hueco en el centro de las hojas, formando así el espacio exacto para poder guardar un pequeño detonador dentro.
—Se desactiva con un código —comento, mirando fijamente el tablero de números que tiene el artefacto al frente.
—Y es de cuatro dígitos —afirma él—, lo cual significa que hay 10.000 posibles combinaciones.
Ambos suspiramos casi simultáneamente con cierto aire de derrota. Reviso una vez más el reloj pegado en la pared. Tenemos menos de diez minutos para salir de aquí.
—Thiago —llamo su atención—. Leíste todo el canon holmesiano, ¿hay alguna cifra que sea relevante?
—Sí, pero el problema es que no hay solo una, sino demasiadas.
—¿Cuál es el año de nacimiento de Sherlock Holmes? —pregunto, buscando posibles respuestas.
—Bueno, aunque el personaje fue creado en 1887, se estimula que Sherlock nació en 1854.
Ingreso esa última cifra en el tablero, pero el tiempo sigue corriendo, indicando así que no es la clave que buscamos.
Maldigo por lo bajo.
—¿Cuántos libros son?
—Cuatro novelas y cincuenta y seis relatos —contesta con absoluta certeza.
Ingreso los dígitos cero, cuatro, cinco y seis; pero el resultado es el mismo que segundos atrás.
—Espera —dice el canadiense, deteniéndome—. Si se supone que la bomba la puso Moriarty, ¿el código no debería de ser algo relacionado con él?
—¡Por supuesto! —exclamo dándole la razón y pensando en cómo no se me ocurrió antes—. Su primera aparición fue en El problema final, ¿cierto?
Thiago asiente con la cabeza.
—Sí, en 1893.
Ingreso los cuatro dígitos que conforman el año, esperando que este tercer intento sea el correcto. Presiono la última tecla, sintiendo como el ambiente se siente pesado de repente. Al instante en que mi dedo termina de hacer contacto con botón, el contador de la bomba se detiene, faltando solamente minuto y medio para su explosión.
—¡Funcionó! —chillo con emoción—. ¡Lo logramos!
Thiago esboza una amplia sonrisa mostrando sus dientes.
—¡Sí! —Suelta un grito de alegría—. Rox, tienes una mente fascinante.
Una exhalación abandona de golpe mis labios entreabiertos, y su comentario tan repentino me obliga a apartar la mirada.
—Qué va, fue trabajo de ambos.
—Al parecer hacemos buen equipo, ¿eh? —opina con tono divertido, chocando levemente su hombro con el mío.
—Sí... —alargo—. Eso parece.
—Pero mantengo mi postura, tu idea de buscar en la chimenea la bomba y pensar en la tetera para apagar las llamas... —Hace una pequeña pausa y busca mi mirada—. En serio, no cualquiera presta atención a esos detalles.
Los halagos hacia alguna característica física son cautivadores, pero los cumplidos dirigidos hacia la mente, simplemente son inigualables.
—Tengo que decir que yo también quedé bastante sorprendida con tus conocimientos —confieso, tratando de que el calor no suba a mis mejillas—. Quiero decir, haber leído todo el canon holmesiano y tener ese conocimiento sobre bombas es bastante... —atractivo— impresionante.
Esto último hace que su sonrisa se ensanche.
—Gracias, Rox. Puedo asegurar que yo también quedé bastante impresionado contigo.
Y así, después de mucho tiempo sin ruborizarme por el halago de algún chico, mis mejillas se tiñen de rojo.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Pensé que este sería un buen escenario para que nuestros personajes se conocieran un poco más en el aspecto intelectual, espero que haya funcionado.
¿Conoces la película que se me menciona en el capítulo? ¿Alguna vez has estado dentro de una sala de escape?
No olvides dejar tu valioso voto :)
Abrazos literarios,
–ℳau♡
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