Cap. 3: Extrañamente conocidos
Al terminar de leer un capítulo, cierro el libro que tengo entre manos y me reincorporo hasta quedar sentada en el camastro. Decido que puede ser una buena idea acompañar mi lectura con alguna bebida refrescante, ya que el clima del día de hoy no es el más fresco precisamente, así que me levanto y me acerco hasta la barra que el hotel dispone en la zona de las piscinas. Para mi sorpresa, una cabellera un tanto conocida es lo primero con lo que se topan mis ojos.
—¿Te importaría recomendarme la mejor bebida del lugar?
No estoy segura si es porque reconoce mi voz o aquel comentario en específico, pero el dueño de aquellos rulos da media vuelta sobre su lugar, encontrándose frente a frente conmigo.
—¿Acaso vas a pedir mis recomendaciones de cada cosa que quieres ordenar? —bromea.
—No sería mala idea. —Me encojo de hombros en respuesta.
Noah suelta una pequeña risa.
—¿Qué puedo servirle?
Enarco una ceja ante su formalidad, por lo que en un gesto sutil con la cabeza señala a otro empleado que se encuentra del lado opuesto de la barra, junto a él.
—Un Miami Vice, por favor.
—En seguida —responde con su tono formal.
Me permito recargarme ligeramente en la barra, la cual está ocupada por un grupo de señores que deben estar cercanos a la edad de mi padre y otro grupo de muchachas que aparentan ser un par de años mayores que yo. Notando que aún hay lugares disponibles, decido tomar asiento.
—Aquí tiene. —Noah desliza ágilmente mi vaso por la barra.
—Gracias. —Le sonrío.
El chico me hace una seña por lo bajo, indicándome que le dé un momento. Antes de que pueda preguntar a qué se refiere, gira sobre sus talones, dándome la espalda. Al cabo de unos segundos vuelve a rotar, solo que esta vez sujeta un vaso de vidrio mojado con su mano derecha y un pañuelo con su mano izquierda.
—¿Así que durante el día eres barman y durante las noches camarero? —inquiero con diversión en la voz.
—Se podría decir —contesta mientras seca el vaso en sus manos.
—¿Y en tu tiempo libre qué haces? ¿Acaso no eres cocinero a la hora de la comida?
Su boca se abre para dar paso a una carcajada. Sin embargo, seguramente al recordar dónde estamos, se obliga a callar.
—De hecho... —inicia con una expresión simpática en el rostro—, los viernes por la tarde soy animador.
—No es en serio.
El muchacho asiente.
—Vaya, quién lo diría, ¿eh? —Al percatarme de la mala interpretación que podrían adquirir mis palabras, me apresuro a aclarar—: Quiero decir, no es que no crea que seas capaz o algo así, solo... me resulta sorprendente que a tu corta edad hayas hecho tanto.
—¿Eso es un cumplido?
—Podría tomarse como uno —admito sin darle tanta importancia.
Al cabo de unos segundos, menciona:
—Mañana tendremos una actividad, de hecho.
Tras hacer unos cálculos en mi mente, confirmo que mañana es viernes.
—¿De verdad? ¿Qué actividad?
—Jugaremos voleibol en la pla...
Mis ojos se abren con emoción.
—¿En serio? —lo corto.
Noah ladea su cabeza antes de menearla en afirmación.
—Será a las seis de la tarde, por si quieres participar. Suelen formarse buenos equipos.
—¡Suena genial! —exclamo con más alegría de lo normal.
—¿Te gusta el deporte? —cuestiona, seguramente por mi actitud.
—No es que sea la mejor deportista del mundo —acepto sin cohibirme—, pero tampoco me desagrada; en especial el voleibol.
Noah sonríe sutilmente.
—Siendo ese el caso, sería bueno verte por aquí mañana —asegura sin borrar la sonrisa de su rostro.
Separo mis labios para contestar, pero me veo interrumpida por otra voz.
—Si sigues puliendo ese vaso va a brillar más que una perla, hombre. —El otro chico encargado de la barra aparece junto a Noah para palmear su hombro. En su comentario se filtra la advertencia.
Noah parece aturdirse durante unos segundos, ya que tarda en reaccionar.
—Espero que disfrute su bebida. —Es lo único que logra comentar.
Tengo que apretar los labios para no soltar una risa.
—Gracias. —Sujeto el vaso y me pongo de pie—. Tenlo por seguro. —Esperando que haya entendido que mi respuesta va dirigida a su planteamiento anterior, abandono la barra y regreso hasta mi camastro para continuar mi lectura.
🍹🍹🍹
Al llegar a la playa, me sorprende la cantidad de personas que se encuentran aquí: hay suficientes individuos para forman dos equipos completos.
Cuando encuentro a Noah, me parece extraño verlo de cierta manera sin su uniforme formal, ya que ahora viste una bermuda junto con una camiseta de playa con su nombre en la espalda. Empiezo a caminar hacia él con la intención de saludar, pero una mano sobre mi hombro me detiene.
—¡Hola! Mi nombre es Zoe. —Una chica de cabello rubio con el mismo uniforme que Noah me ofrece su mano amistosamente.
—Roxana. —Se la estrecho.
—¿Vienes a jugar, Roxana?
Asiento con la cabeza.
—Perfecto, nos hacía falta un integrante en el equipo para estar completos —manifiesta la chica antes de girar ligeramente en su lugar—. Hey, Noah.
El muchacho voltea ante la pronunciación de su nombre.
—Ya estamos completos —le informa Zoe con una sonrisa ladeada en el rostro.
Es entonces cuando parece verme finalmente, y sonríe.
—De acuerdo —contesta al cabo de unos segundos—. Nos quedamos con esta cancha. —Señala el lado donde se encuentra parado—, ustedes saquen.
—Bien. —Zoe toma el balón entre manos antes de dar media vuelta.
Por sentido común, camino detrás de ella.
—Equipo, ella es Roxana —habla la animadora, señalándome con un gesto.
—Soy Mark —se presenta un señor.
—Samuel —se presenta otro junto a él.
Al cabo de unos segundos, los reconozco como dos de los señores que estaban ayer en la barra.
—Yo soy Cristina, pero puedes decirme Cris —menciona una chica morena con un precioso cabello rizado.
—Y yo soy Evan —finaliza el último integrante, que tiene un parecido bastante notorio con la chica anterior.
Por alguna razón, sus rostros se me hacen extrañamente conocidos.
—Jugaremos con las reglas oficiales de cualquier partido —indica Zoe—. Tenemos que acumular tres sets para ganar, ¿de acuerdo?
Todos asentimos con la cabeza.
La chica termina de darnos algunas instrucciones y consejos antes de que el partido comience. Después de habernos preguntado si estábamos de acuerdo, concluímos que ella iniciaría sacando.
Al momento en que me posiciono en mi lugar como todos los demás jugadores, una sensación de adrenalina y nerviosismo crece dentro de mí. No conozco a estas personas, pero el pensamiento de echar el juego a perder me genera cierto temor. Aún así, trato de alejar esas ideas y me coloco en la posición inicial, con las piernas flexionadas y la mirada clavada al frente.
Zoe golpea el balón en el aire y el juego comienza. La pelota rebota de un lado a otro, mientras todos impedimos que esta toque la arena de nuestro lado de la cancha. No es muy difícil notar la rivalidad que existe entre ambos capitanes —Noah y Zoe—, ya que continuamente se lanzan miradas explosivas o exclamaciones cargadas de emoción.
Cuando nos encontramos en situación de punto decisivo, es mi turno de sacar. Me posiciono en el borde trasero de la cancha y juego con el balón en mis manos por unos segundos. Puedo sentir todas las miradas sobre mí, pero intento no cohibirme al respecto. Mis ojos se encuentran con los de Noah, quien me observa de manera expectante. Armándome de confianza, elevo el balón por los cielos y lo impacto fuertemente con la palma de mi mano, haciendo un saque eficiente y correcto y logrando que terminemos ganando el set.
Suelto un grito de emoción al tiempo que elevo mis brazos en el aire, sintiendo la euforia en cada centímetro de mi cuerpo.
—¡Bien hecho! —exclama Zoe tras dar un efusivo aplauso.
Mark y Samuel me enseñan sus pulgares arriba, Cristina pega un brinco en su lugar y Evan me enseña su mano en el aire, invitándome a palmearla. Lo hago al cabo de unos segundos.
Después de la celebración, me es imposible no darle una mirada socarrona a Noah, quien eleva una ceja de regreso.
La partida continúa, haciéndonos perder la noción del tiempo. Al final de la tarde, el juego llega a su final con nosotros como vencedores. Algunos jugadores se dejan caer a la arena siendo víctimas del cansancio, otros tantos se recargan en los postes que sostienen la red y solo somos algunos pocos los que permanecemos de pie.
—Sin duda ha sido uno de los mejores encuentros que hemos tenido en semanas —asegura Noah tras dar una bocanada de aire.
Zoe, con las manos en la cintura, imita su acción.
—Buen juego, chicos —acota la rubia, dándole de cierta manera la razón a su compañero.
Algunos integrantes del equipo contrario empiezan a dispersarse; Mark y Samuel los siguen tras unos segundos.
Me sobresaltado por unos segundos cuando siento una mano apoyarse sobre mi hombro.
—Lo siento —el muchacho llamado Evan se disculpa al notar mi reacción.
—Descuida —le resto importancia.
—Roxana, ¿cierto?
Meneo mi cabeza, afirmando con ese gesto.
Evan continúa hablando, pero la verdad es que ya ni siquiera lo estoy escuchando. Me es difícil apartar la mirada de sus facciones, intentando evocar dentro de mis recuerdos dónde es que he visto a este chico antes.
—Perdona —lo interrumpo a media oración—, ¿te he visto antes?
Se muestra desconcertado por un instante, como si le hubiera preguntado algo en un idioma que no comprende. Ladea su cabeza y me mira con extrañeza.
—No..., ¿por qué lo preguntas?
Sacudo mi rostro, intentando despejar aquella absurda idea de mi cabeza.
—Lo siento, por un segundo juré que te conocía —me excuso con torpeza—. ¿Qué era lo que me preguntabas?
—Si practicas voleibol.
Ahora es mi turno de mostrarme extrañada y negar.
—¿De verdad? —Parece sorprendido—. Hubiera jurado que sí.
—¿Gracias? —vacilo al hablar, con una sonrisa un tanto nerviosa en mi rostro.
—Solo lo digo porque juegas bastante bien —aclara con una sonrisa ladeada.
—Oh. —De repente me quedo sin palabras—. Bueno, gracias. La verdad es que ustedes también —menciono con referencia a él y a su hermana, quien se acerca a nosotros de manera sutil.
Cristina separa sus labios con la intención de responder, pero entonces, un chico y una chica se acercan a nosotros, irrumpiendo en la conversación. Por la cercanía con la cual se dirigen entre ellos, asumo que son conocidos.
—Roxana. —Cristina es la primera en notar mi ligera confusión—, ellos son Leo y Samantha. —Los señala respectivamente.
Ambos elevan una de sus mano a modo de saludo.
—Mucho gusto, chicos. —Hago mi mejor intento por sonreír—. ¿Son turistas?
Todos asienten, excepto Samantha.
—Somos de Brasil —explica Evan—, pero Samantha ha vivido aquí durante los últimos años. Y bueno, aprovechando las vacaciones hemos decidido venir a visitarla.
—Oh —la exclamación abandona mis labios antes de que pueda controlarla—, eso es genial.
—¿Tú desde dónde viajas? —cuestiona Leo.
—De México.
—¿Y has venido sola? —pregunta Cristina, dándole un vistazo alrededor como si estuviera buscando a algún acompañante mío.
Aprieto mis labios antes de afirmar con algo de cohibición.
Eso parece causarles cierto asombro.
—Bueno, siempre es bueno viajar de manera independiente también —comenta Evan rompiendo con el silencio—. Te genera cierta autonomía.
—Es cierto —concuerda el otro muchacho—, además de que también tienes más libertad para hacer lo que te plazca.
Las dos chicas asienten con la cabeza, estando de acuerdo.
—Sí, supongo que tienen razón —enuncio yo.
Después de eso nos quedamos platicando toda la tarde. Creo que ninguno de nosotros se dio cuenta de aquel detalle hasta que el cielo nocturno ya se había alzado sobre nosotros. Al menos, por mi parte, perdí la noción del tiempo debido a lo agradable que se había vuelto la conversación. Después de tanto tiempo, por fin estaba pudiendo tener una charla con personas de mi edad sin tener miedo o cohibirme en cuestión de segundos. No recuerdo haber tenido aquel sentimiento de pertenencia o de saber que puedo encajar desde... Bueno, desde hace mucho tiempo.
Llega un punto en el que todos comparten una mirada significativa, una mirada cómplice. Los observo con la cabeza ladeada sin entender el por qué de su acción. Al cabo de unos segundos, todos menean su cabeza simultáneamente, afirmando algo con ese gesto.
—Oye —pronuncia Cristina, dirigiéndose hacia mí—, un amigo en común dará una fiesta esta noche... ¿Quieres venir con nosotros?
He de admitir que su sugerencia me sorprende durante los primeros segundos; inclusive llevo una mano a mi pecho, como si con ese ademán pudiera cerciorarme de que realmente es a mí a quien pregunta.
—Hum... —Carraspeo—, ¿no habrá ningún problema con eso?
—Para nada —asegura Evan.
Dentro de mi mente se lleva a cabo un pequeño debate sobre cuál será la decisión correcta. Por un lado cruzan todas las ideas negativas y los peligros que existen al aceptar dicha invitación, pero por el otro me encuentro pensando en que realmente me agradaría ir a tal evento. Al final, el segundo punto es el que gana la batalla.
—Bueno —digo con algo de espontánea timidez—, supongo que estaría bien.
Los cuatro rostros se iluminan de repente.
—¡Genial! —exclama Evan.
—Nos iremos en mi auto —expone el castaño—. ¿Está bien si pasamos por ti a las nueve y media?
Mi ceño se frunce ligeramente.
—Nos estamos alojando en un departamento ubicado a unos minutos de aquí —aclara Cristina al ver mi gesto de confusión.
—Oh. De acuerdo —termino aceptando.
—Bien. Nos vemos al rato, entonces.
. . . . . . . . . . . . . .
Este grupo de amigos ha vuelto, pero... ¿Serán igual de problemáticos que la primera vez?
No olvides dejar tu valioso voto :)
Abrazos literarios,
–ℳau♡
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro