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Cap. 26: Interrogatorio crítico

Hoy decidí hacer algo que no había hecho en mucho tiempo debido a todo el ajetreo del año pasado: tener un día para mí sola.

Con esto no quiero decir que me arrepiento de lo que he hecho en mi estancia aquí, porque de verdad que la he pasado muy bien y, de una u otra manera, he logrado llevar a cabo varias de las cosas que soñaba con hacer. Sin embargo, considero importante también darnos un tiempo personal cada tanto.

Al llegar al piso donde se ubica el spa, salgo del elevador y camino hasta cruzar las puertas que dan a la recepción del mismo. Apenas traspaso las puertas de cristal, una esencia de lavanda invade mis fosas nasales por completo.

—Buenos días, señorita. ¿Tiene una cita agendada? —Una chica pelirroja con una bata blanca, me pregunta desde detrás del mostrador.

—Hola. Sí, a nombre de Roxana Moya. Llamé esta mañana.

—Reservó un espacio para el tratamiento «Indulgencia del Cacao», ¿es correcto? —cuestiona alternando la vista entre su computador y yo, por lo que asiento con la cabeza.

La chica toca una campanita de metal que se encuentra sobre el mueble, y a los segundos otra chica con el mismo uniforme, hace acto de presencia en la recepción.

—Señorita Moya, acompáñeme por favor. —Con su mano me señala un pasillo a la izquierda, mientras me regala una sonrisa.

—Gracias —le comento a la mujer pelirroja a modo de despedida, a lo que responde con un asentimiento de cabeza.

Avanzo caminando por el pasillo, siguiendo los pasos de la mujer delante de mí.

—Disculpa —la llamo haciendo que detenga su paso y voltee a verme—, ¿cuál es tu nombre?

—Soy Martha, señorita Mo...

—Roxana, puedes decirme Roxana —aclaro.

—Roxana —repite ella—. Es un lindo nombre.

—Gracias, Martha.

De verdad que me sorprende la amabilidad de todo el personal.

Seguimos caminando hasta meternos dentro de un cubículo. La habitación es de color gris oscuro, dándole un toque elegante; Justo al frente, enmarcados en madera, hay dos ventanales que se pueden correr a los lados, dando vista a un abundante follaje verde. Del lado derecho se encuentra al nivel del piso una tina rectangular de azulejo, y al otro extremo del cuarto está la camilla para masajes.

Me contengo de soltar un silbido.

—Dejo a su disposición esta bata rosa y unas bragas desechables. —Martha señala ambas prendas, que se encuentran sobre la camilla—. Saldré un momento para darle privacidad, por favor avíseme cuando pueda ingresar nuevamente.

Asiento con la cabeza, aún embobada por lo pulcro del lugar. Una vez que tengo el cuarto solo para mí, lo recorro con mucho más detalle, saciando mi curiosidad. Al cabo de unos minutos me deshago de mi ropa; pero, cuando estoy por colocarme las bragas desechables, mi teléfono empieza a vibrar. Estuve a dos segundos de no contestar, pero descarté la idea cuando vi que se trataba de mi madre.

—Hola, mamá —la saludo mientras camino de un lado a otro dentro de las cuatro paredes.

—Hola, Roxy, ¿cómo estás, cariño?

—Muy bien, ¿y tú, ma?

—Oh, también estoy bien, cielo. Oye, quería hablar contigo sobre...

—Madre —la interrumpo.

—¿Qué pasa?

—¿Puedo devolverte la llamada en un par de horas? Es que vine al spa y...

¡Oh! —exclama—. Está bien, cielo. Disfrútalo. ¡No lo olvides, por favor, es muy importante!

—Gracias, ma, y no lo haré. Te quiero.

—Yo a ti, Roxy.

Sin más, cuelgo la llamada.

Genial, ahora tendré que esperar varias horas con la duda carcomiéndome. ¿Mi madre llamando para hablar de algo muy importante conmigo? Extraño.

Volviendo a la realidad, y dándome cuenta de que tengo a la pobre Martha esperándome afuera, me apresuro a cubrir mi cuerpo con las prendas del lugar y entonces, me asomo por la puerta para indicarle que puede entrar nuevamente.

—Bueno, señorita Mo... Roxana —corrige a tiempo, por lo que le sonrío—, supongo que al momento de hacer su cita le informaron sobre esto, pero aún así me veo en la necesidad de repetírselo. El paquete que usted contrató incluye un masaje en todo el cuerpo con un aceite de cacao infundido, más un tratamiento para el cabello y cuero cabelludo, y el uso privado de la tina de burbujas, mientras degusta una charola de chocolate y una copa de champaña.

Casi aplaudo, hasta que recuerdo el lugar donde me encuentro, por lo que me limito a hacerlo mentalmente.

Me pide que me recueste sobre la camilla para comenzar con el masaje, y yo me pierdo entre la distensión de mis músculos y el adictivo olor a cacao que inunda la habitación.

🧼🧼🧼

—Y bien, ¿cómo se siente? —me pregunta Martha mientras seca sus manos con una toalla blanca.

Sin evitarlo, suelto un suspiro.

—Como si estuviera en el mismísimo paraíso. ¡Tus manos hacen magia!

Ríe tímidamente.

—Supongo que se debe a los años de experiencia. Llevo mucho tiempo trabajando en este lugar.

—Se te nota feliz. Lo disfrutas, ¿no es así?

—La verdad es que sí, señorita. —Hace una pausa sonriendo, antes de volver a hablar—. Permítame voy por sus alimentos, con permiso.

Espera a que asienta en aprobación, y entonces sale del cuarto dejándome nuevamente sola. Me levanto de la silla donde estaba sentada, manoseando mi cabello, satisfecha con el resultado del tratamiento. Me dejo caer al borde de la tina, y me dispongo a juguetear con el agua mientras espero a que Martha regrese, lo cual sucede al cabo de unos segundos.

Ella cruza la puerta sosteniendo una charola en la mano derecha y una botella de champaña en la otra, y claro, con una gran sonrisa en el rostro. Coloca todo en una mesita desplegable junto a la tina y se reincorpora sacudiendo sus manos en la tela de su bata.

—Bueno... Eso es todo por mi parte. Puede estar durante una hora aquí, y cuando esta termine yo vendré a recoger sus cosas y la acompañaré de regreso a la recepción.

—Muchas gracias, Martha.

Da un leve asentimiento con la cabeza y gira sobre sus talones en dirección a la puerta, pero antes de salir, voltea una vez más.

—Oh, y no se preocupe por la privacidad; tocaré la puerta antes de ingresar nuevamente.

Río por lo bajo.

—Está bien. Gracias por todo.

—Por nada, señorita. Disfrute su estadía. —Me regala una última sonrisa antes de volver a abandonar la habitación.

Apenas escucho el sonido de la puerta cerrándose, me levanto de un brinco y me aproximo hasta la bandeja en la cual están puestas las tabletas de chocolate. Acerco mi nariz hasta ellas e inhalo profundamente. Mi boca se hace agua.

Me deshago de la bata que cubre mi cuerpo y de la ropa interior desechable. Una vez que no tengo ninguna prenda encima, destapo la botella de vino espumoso con cuidado, y lleno una copa hasta el borde.

Cojo un trozo de chocolate, y con mi mano libre sostengo la copa de vidrio. Con ambas cosas en mano, me vuelvo a sentar en el borde de la tina, antes de deslizarme dentro del agua, tratando de salpicar lo menos posible.

Doy el primer mordisco al chocolate, sintiendo cómo este se derrite dentro de mi boca. Un leve gemido sale de mis labios al terminar de degustarlo, para ahora inundar mi boca con el sabor semi-seco de la champaña.

Estiro mi brazo fuera del agua para tomar mi celular y poner un poco de música acústica, con la intención de romper el silencio ensordecedor que invade el lugar. Una vez que la música empieza a sonar, echo mi cabeza hacia atrás, recargándola en el borde de la tina, mientras sigo deleitando la combinación de sabores que explotan en mi boca.

Al paso del tiempo, mis ojos se clavan en una pequeña estantería a mi derecha, en la cual sobresalen algunos libros y revistas, supongo para el entretenimiento del cliente. Así que haciendo caso a mi teoría, tomo la revista que encabeza la torre, para distraerme un poco. La portada de inmediato capta mi atención cuando mis ojos se posan en la gigantesca foto de Chris Hemsworth, posando con una mano dentro del bolsillo de su pantalón.

Después de darle una leída al índice, caigo en cuenta que en realidad es una revista dirigida al sector masculino; aun así decido darle una hojeada. Las primeras hojas me pasan desapercibidas: estilo, relojes, cuidado personal. Continúo pasando las páginas con cuidado, buscando algo que llame mi atención. Evito la zona de noticias después de leer que una de ellas narraba la colisión en un accidente de tránsito donde se vio involucrado un señor importante, entre otros sucesos trágicos e innecesarios para mi paz mental. Detengo el movimiento de mis dedos sobre las páginas cuando llego a un artículo acerca del Super Bowl de la NFL de este año, en el cual se debate acerca de los supuestos artistas que debutarán en el espectáculo musical de medio tiempo.

Me entretengo un rato leyendo ese apartado, hasta que mis pensamientos lo relacionan con mi hogar, y recuerdo la llamada pendiente con mi madre.

Maldigo por lo bajo, y anticipándome para que no se vuelva histérica y haga explotar mi celular de tantas llamadas, estiro mi brazo fuera del agua tomando mi dispositivo.

—¿Diga? —contesta al segundo timbre.

—Hola, ma.

Hola, Roxy, ¿qué tal tu rato en el spa?

—Increíble. Hacen magia en este lugar.

Me da gusto, cielo.

Después de esperar unos segundos en silencio, mi curiosidad se manifiesta.

—¿De qué querías hablar?

Oh, eso. —Ríe nerviosamente—. ¿Estás sola en estos momentos?

Frunzo el entrecejo, aunque estoy consciente de que no puedo verme.

—Sí... ¿Por qué?

Bueno, cariño, verás... —Hace una pausa—. Es sobre tu relación.

Mi mueca se hace mayor.

—¿Qué pasa con mi relación?

Pues como tu madre, considero importante que hablemos sobre eso.

—¿Okey...?

No suenes extrañada, Roxana; ni siquiera nos enteramos por ti que estabas saliendo con alguien.

No usó mi sobrenombre, mala señal.

—Vale, lo siento. ¿De qué quieres hablar?

Suelta un suspiro que no pasa desapercibido por mí.

—Me gustaría saber un poco más de la persona que prácticamente está viviendo con mi hija menor.

—No vivimos juntos...

—Pero apuesto a que pasan la mayor parte de su tiempo juntos. ¿Me equivoco?

—No... Pero eso no es algo malo.

—Y yo nunca dije que lo fuera. —Se aclara la garganta—. ¿Entonces? Háblame de este chico.

Trago en seco.

—B-bueno. Tiene veinte años, es canadiense, llevamos saliendo unos... tres meses, hijo único, practicaba fútbol americano...

—¿Qué hace en Australia?

—Me explicó que fue un impulso que tuvo.

—¿Un impulso de viajar catorce mil kilómetros lejos de su hogar?

—¿Esto es una plática o un interrogatorio para juzgarlo?

—Nadie está juzgando a nadie, hija, solo que me parece... extraña su razón. Eso es todo. —Bufo inconscientemente y espero a que vuelva a hablar—. Si tiene veinte años, debería ir a la mitad de su carrera, ¿no?

—Eh... Sí. Estudiaba negocios internacionales para ayudar en la empresa de su padre.

—¿Conoces a los padres? Es obvio que no físicamente, pero, tú entiendes.

—No. —Abro la boca, pero la cierro para pensar bien mis palabras—. No se mantiene tanto en contacto con ellos.

—Ya veo... —alarga antes de preguntar—: Espera, ¿dijiste «estudiaba»?

—Sí, en Canadá.

—¿O sea que dejó su carrera inconclusa?

—Pausada —corrijo irritada—. En sus planes está retomarla.

Suelta un suspiro del otro lado de la línea, pero no dice nada más.

—¿Terminaste tu interrogatorio? —le cuestiono con algo de fastidio.

—Soy tu madre, Roxana. Tal vez si hubieras tenido la decencia de hablarme sobre esto por convicción propia, no me encontraría preocupada.

—¿Preocupada? ¿No crees que sea lo suficientemente madura como para elegir pareja?

—No tiene que ver con la madurez, Roxana.

—¡Entonces no entiendo cuál es el problema!

—¡El problema es que temo que mi hija esté saliendo con un completo extraño! —No es hasta que ella eleva su tono de voz, que me doy cuenta de que yo también estaba gritando—. Yo solo quiero lo mejor para ti, y creo que lo sabes. ¿Cómo crees que me sentí al enterarme por un tercero que mi niña tenía novio?

—Ya me disculpé por eso.

—Ese no es el punto, cielo. Temo que estés volando muy alto, sin darte cuenta de que la caída podría ser muy dolorosa.

Por favor que su metáfora no sea lo que creo.

—¿A qué te refieres con eso?

—¿Has pensado en el futuro? —Antes de pedirle que sea más clara, se adelanta—. Tú regresas en seis meses, a no ser que hayas cambiado de planes.

—No, a finales de junio estaré de vuelta en México.

—¿Y él? ¿Ya han hablado sobre esto?

—El otro día mencionamos algo relacionado...

—¿Eso quiere decir?

Hago memoria a la cena de víspera de Año Nuevo.

—Él dijo que... encontraríamos la manera; que no me dejaría ir.

—Ay, cielo —exclama mi madre—. Mira, perdón si me alteré, es solo que, ¡Dios!, trata de entenderme un poco... No quiero que salgas lastimada, Roxy, eso es todo.

«Sabes que no sería capaz de hacerte daño»

Mierda. Siento mi pecho comprimirse.

Al notar que no digo nada, decide continuar:

No dudo que este muchacho te quiera, es decir, se nota en la forma en que te mira... con una chispa especial. —Sonrío ante esto—. Pero recuerda que eres joven aún, Roxy. Mi único consejo sería, no te enfrasques en alguien. Si eres feliz con este chico, bien, es tu decisión y tu relación; pero tienes que ser realista, hija.

—Lo sé, ma —acepto ladeando mi boca hacia abajo.

—Y si las cosas van en serio, no tengan miedo de hablar del futuro. No me refiero a que hagan un plan de vida para los próximos diez años, pero sí creo que es importante que tengan claras sus ideas, para evitar situaciones dolorosas en unos meses. Siempre es mejor ser sincero desde un principio.

Exhalo pesadamente, apretando mis ojos y sacudiendo mi cabeza.

—Estoy asustada, mamá.

—Oh, cariño...

—Thiago se está convirtiendo en mi primer amor —confieso—. No es simplemente mi primer novio, sino la primera persona que me está haciendo sentir cosas que ni siquiera sabía que existían, la primera persona que estoy queriendo plenamente; tanto, que sé que en cualquier momento este cariño puede evolucionar a algo más fuerte. —La primer lágrima resbala por mi mejilla.

¿Qué es eso que tanto te asusta, Roxy? Nadie dijo que enamorarse fuera fácil, pero si es verdadero, valdrá la pena.

¿Y si no lo es? Controlo mi voz para que salga firme—. No quiero enamorarme completamente y entregar hasta la última célula de mi ser, para que al final esa persona se marche.

—¿Pero qué te hace pensar que Thiago te dejaría? ¿No acabas de decirme que él parece querer permanecer a tu lado?

«Supongo que estoy acostumbrada a que las personas me abandonen», pienso.

—Sí, eso dijo. Inclusive propuso la idea de irse a México conmigo...

¿De verdad? —Esto parece causarle asombro.

—¿Qué tiene? ¿Crees que sea una mala idea?

No es eso —se apresura a negar—. Es solo que, no cualquiera estaría dispuesto a dejarlo todo por su chica.

—No creo ser capaz de dejar que haga todo eso solo por mí —admito.

—A veces hay que hacer pequeños sacrificios para estar con las personas que queremos, cariño —opina ella—. Además, eso es lo mínimo que te mereces en la vida, Roxy; lo mínimo que cualquier mujer se merece, en realidad. Encontrar a un hombre que esté dispuesto a hacer cualquier cosa por ella. Nadie debería conformarse con menos.

Dejo salir el aire acumulado en mis pulmones pesadamente.

—Hablaré con él —informo más para mí misma que para ella.

—Creo que sería lo mejor.

—Tengo que irme, ma. Gracias por hablar conmigo, y por preocuparte.

—No tienes nada que agradecerme, cielo. Te amo, hija, nunca lo olvides.

—Yo también te amo a ti, mami.

Siento un nudo formarse en mi garganta.

—Hablamos luego, cariño.

Espera unos segundos mi respuesta, pero cuando esta no llega, cuelga.

.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .

Hay que cuidar a Roxy, está chiquita.

Este es el primer capítulo en el que Thiago no hizo acto de presencia. ¿Alguien lo notó?

¿Crees que la mamá actuó de buena manera, o solo estaba siendo sobreprotectora?

El próximo capítulo se viene intenso... Prepárate.

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
—ℳau♡

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