Cap. 26: Frágiles recuerdos
En los últimos días me he dedicado a recorrer la ciudad junto con mi hermana. La noche del treinta de diciembre, cuando llegó, me dispuse a buscar información en diversos blogs turísticos, incluido Buenos días, Queensland, por supuesto, sobre las mejores actividades que podíamos llevar a cabo los primeros días del año.
Mi investigación, junto con los sabios consejos de Noah, nos ha llevado a visitar los sitios más emblemáticos del archipiélago. Deambulamos por las Islas Whitsundays, esta vez de manera aérea, lo cual fue simplemente impresionante; también conocimos a los koalas en un zoológico e inclusive fuimos a la única galería de arte que se encuentra en la Isla Hamilton, a pesar de que ninguna de las dos somos verdaderas aficionadas del tema artístico.
Hoy, tras haber tenido una mañana llena de adrenalina al aire libre, a base de motos acuáticas en las olas y cuatrimotos en las dunas, hemos decidido pasar la última noche que Olimpia estará aquí saliendo a cenar y posterior a eso iremos a pasear por el muelle.
No me sorprende que tengamos que esperar unos minutos a las afueras del restaurante debido a la llena capacidad del mismo. Cuando, de acuerdo con la lista de espera, es nuestro turno de pasar, una chica nos enseña el camino hasta nuestra mesa antes de volver a su puesto en la entrada a paso rápido.
—No puedo creer que tengas que irte mañana —admito con algo de desilusión.
Olimpia esboza una sonrisa decaída y toma mi mano por encima de la mesa.
—Lo sé, pero sin duda estos días fueron maravillosos —me anima—. Además, ya vas a la mitad del viaje. Antes de que te des cuenta estarás de regreso en casa.
—Sí, eso supongo.
—Por cierto —menciona de repente—, ¿has checado algo de la universidad?
Una pequeña mueca se adueña de mis expresiones.
—¿Puedo tomar esa respuesta como un no? —deduce ante mi silencio.
—¿En serio vamos a hablar de esto en tu último día aquí? —contesto en su lugar, evadiendo la pregunta.
—Ey —Le da un ligero apretón a mi mano—, sabes que no pregunto con la intención de presionarte. Es solo que ya estás en fechas para enviar solicitudes... y creo que deberías tenerlo en cuenta.
—Sí lo hago —aseguro, aunque no sea del todo cierto—, pero aún no estoy segura de qué es lo que quiero.
—Bueno, puedes empezar informándote a grandes rasgos —sugiere.
Dejo salir el aire en un suspiro.
—Tienes razón —acepto—. Me comprometí a tomar una decisión durante esos meses y la verdad es que no le he dado la importancia que se merece.
—Aún estás a tiempo, hermanita.
—Pero es que es taaaaaan complicado. —Hago otro mohín.
—Qué va —Le resta importancia con la mano—, es cosa de conocerse a uno mismo para saber cuáles son sus gustos y cualidades.
—¿No hay alguna profesión que te prepare para ser probador de colchones? He escuchado que pagan bastante bien, y sin duda se adecua a mis gustos y cualidades —bromeo, o quizá no tanto.
Olimpia ladea la cabeza y me observa seriamente.
—Vale, vale, estoy jugando. —Alzo ambas manos.
—Intenta buscar algo estos días, ¿sí? —pide con amabilidad—. Estoy segura de que encontrarás algo que de verdad te guste.
Asiento con la cabeza más por querer dejar el tema que por estar de acuerdo, sabiendo que ese gesto hará que mi hermana deje el asunto en paz.
El resto de la velada es tranquila, gracias al cielo. No tocamos ningún tema demasiado profundo y complicado, como serían mi vida amorosa o estudiantil, cosa que agradezco enormemente en silencio. Aunque, tal vez, canté victoria demasiado pronto, ya que no contaba con el hecho de lo observadora que puede llegar a ser mi hermana con pequeños detalles, como por ejemplo el colgante que adorna mi cuello.
—Eh, qué collar más bonito. —Clava sus ojos en mi clavícula, admirando la cadena y el dije que ahí descansan—. Es nuevo, ¿cierto? No recuerdo habértelo visto antes.
De pronto siento como si me acabaran de atrapar en un acto ilícito, y no sé cómo explicarle a mi hermana que la joya con forma de timón que estoy usando en estos momentos en realidad no me pertenece. A pesar de que estoy consciente que el dueño de dicho accesorio nunca apareció, algo en mi consciencia se remueve al pensar que he estado portándolo durante semanas.
—Eh... —vacilo, y tengo que apretar mis dedos contra el reposabrazos de la silla para no esconder la cadena dentro de mi ropa—. Sí, es nuevo.
—¿Qué pasa? —indaga ante mi extraña actitud.
—Nada —contesto más rápido de lo que debería.
—Hermanita... —alarga con cierto tono acusatorio. Segundos después sus labios forman un círculo pequeño y me regala una mirada cómplice—. ¿Acaso fue un obsequio de este chico, Isaac?
Inmediatamente mi ceño se frunce y mis manos van a parar hasta el collar.
—¿Qué? ¡No! Me lo dio... —«Thiago». El nombre se queda atorado en la punta de mi lengua. Trago en seco, siendo incapaz de pronunciarlo y sin entender por qué he querido decir eso.
—¿Te lo dio...?
—Nadie, me lo he comprado yo misma —miento.
—¿Por qué a veces actúas tan extraño?
—Porque... a veces haces muchas preguntas, y eso me pone los nervios de punta —me excuso, lo cual es en parte cierto.
—No. —Niega con la cabeza—. Desde esa llamada que me hiciste hace varios meses preguntándome por un muchacho... ¿Cómo se llamaba...? ¿Diego? ¿Drago? ¿Yago? No lo recuerdo —se da por vencida—, pero desde entonces actúas diferente algunas veces.
Maldición, en el fondo tenía la esperanza de que no lo recordara.
—Roxy —enuncia mi nombre ante la nula respuesta de mi parte—, si tienes algo con alguien, sabes que puedes contármelo. O si estás teniendo problemas con esa persona y necesitas ayuda... Lo que sea que esté pasando, podemos intentar solucionarlo juntas. —Toma mi mano con más fuerza, haciéndome saber que de verdad está ahí, y sus ojos reflejan lo mismo que acaba de decir segundos atrás.
Por apenas un segundo, me tienta la idea de contarle todo. El problema radica en que realmente no sé qué contarle y, aunque hallara las palabras adecuadas para expresarme, no creo que ella pudiera entenderlo. No la culparía, la verdad; la mayor parte del tiempo ni yo mismo logro comprenderlo.
—Tengo que ir al baño —es lo único que logro emitir—, lo siento.
Me pongo de pie con cautela, esperando muy dentro de mí que no me siga, e ingreso a los sanitarios. Me encierro dentro de un cubículo y me siento sobre el retrete, con la ropa puesta, solamente para poder ganar nuevamente fuerza en las piernas. Doy respiraciones profundas, intentando centrarme solamente en ese proceso mientras juego con el pequeño colgante que sostengo entre mis dedos.
Minutos más tarde me permito levantarme y abandonar aquel cubículo con la esperanza de que Olimpia no se encuentre allá afuera esperándome. No obstante, a pesar de no encontrarla a ella al otro lado, me topo con otro rostro bastante familiar.
—¿Alexa...? —La palabra sale de mi boca sin ser analizada, y por un segundo temo haberme confundido. Sin embargo, cuando la chica frente al espejo se da vuelta y en su rostro se dibuja una auténtica sonrisa, sé que no ha sido así.
—¡Eh! ¡Roxana! —Me envuelve en un efusivo abrazo—. ¿Cómo has estado?
—Bien, gracias. —Analizo a la mujer frente a mí y frunzo el ceño, no siendo capaz de recordar de dónde demonios nos conocemos pero estando completamente segura de que así es—. ¿Y tú?
—Fantásticamente —contesta con alegría—. ¡Cuánto tiempo! ¿Cuándo fue la última vez que nos vimos?
Me encojo de hombros sin saber realmente la respuesta a eso.
—Pff... yo tampoco puedo recordarlo —admite con una risita—, pero es muy bueno volver a verte.
—Lo mismo digo. —Le sonrío abiertamente ante su buena vibra.
—Bueno, ¿y has venido con ese novio tuyo?
—¿Novio? —inquiero con algo de confusión.
—Sí, sí. Estoy segura de que un chico te acompañaba la última vez —divaga un poco en sus pensamientos—. Un tipo alto y de ojos azules.
«Ojos azules», repito en mi mente.
—¿Aún están juntos?
—Oh —Sacudo mi cabeza—, sí, pero esta vez he venido con mi hermana.
¿«Sí»? ¿Pero qué estoy diciendo?
—¡Eso es genial! —exclama Alexa.
—¿Y tú? —cambio de tema—. ¿Te acompaña Fernando esta ocasión?
Su ceño se arruga.
—Creo que te has confundido... —alarga con extrañeza—. Yo tengo una hermana, ¿recuerdas? Fernanda —enfatiza la letra «a».
Ahora la extrañada soy yo.
—Claro, tienes razón —comento a modo de disculpa, porque no hay manera de que ella esté equivocada respecto al género de su propio consanguíneo—. Lo siento.
Alexa suelta unas risitas y bate la mano en el aire, quitándole importancia.
—No pasa nada. —Después de unos segundos de silencio, añade—: Bueno, tengo que irme, Fer está esperándome para marcharnos,
—Fue agradable verte, Alexa.
—Lo mismo digo, linda. Cuídate mucho. —Me regala un último abrazo antes de abandonar los sanitarios.
Vale, creo que ahora sí estoy volviéndome loca.
¿Chico misterioso y que no recuerdo, muchacha desconocida pero que he visto antes, déjà vus de momentos que no tengo idea de cuándo ocurrieron y hermanos que antes eran hombres y ahora resultan ser del sexo opuesto?
Por favor, que alguien me explique qué demonios está pasando.
Afortunadamente, creo que conozco a la persona ideal para este trabajo.
—¿Diga? —responde casi de inmediato.
—Isaac, soy Roxana —aclaro.
—Lo sé, existe algo llamado «identificador de...»
—Necesito preguntarte algo —lo interrumpo, ya que no tengo tiempo ahora mismo para comentarios sarcásticos.
Quizá nota la seriedad en mi voz, porque de inmediato se aclara la garganta y su voz adquiere la misma tonalidad que la mía.
—¿Qué ocurre?
—¿Pueden haber cambios muy significativos en los universos paralelos si se afectan las líneas temporales?
Su respuesta tarda varios segundos en llegar.
—¿Qué?
—Eso, ¿pueden haber cambios muy...?
—Vale, Roxana, te he escuchado —me corta con cautela—, pero no entiendo qué quieres saber. ¿Podrías ser más específica?
—Suponiendo que se haya alterado la línea temporal, creando una nueva, ¿de qué magnitud sería el impacto?
—Depende, supongo.
—Necesito algo mejor que eso —murmuro atropelladamente.
—Dame un ejemplo —pide.
—¿Es posible que, no sé, un hombre se convierta en mujer en la línea temporal alternativa?
—Hipotéticamente, sí. En Arrow, John Diggle tiene una hija, pero después de que Barry viaja en el tiempo, en la nueva línea temporal John tiene un varón.
—¿Pero en la vida real?
—No lo sé, Roxana. No hay un caso confirmado de viaje en el tiempo, por lo que es difícil saber con certeza qué pasaría.
Suelto un suspiro sonoro.
—Era una pregunta hipotética, ¿cierto?
—Sí, por supuesto que sí. —Intento sonar normal—. Perdona por molestarte.
—No lo haces —contesta para mi sorpresa.
—Bueno, yo... —Carraspeo— debería de irme.
—De acuerdo.
—De acuerdo —repito.
—Buenas noches, Roxana.
—Buenas noches.
Aún algo aturdida, abandono los sanitarios y me encamino nuevamente a mi mesa. Tomo asiento en la silla que estaba ocupando minutos atrás y respiro profundamente, preparándome para arreglar el reciente desastre con mi hermana.
—Lo siento —suelto.
—¿Estás bien? —pregunta ella al mismo tiempo.
Ambos sonreímos inconscientemente.
—Perdón —vuelvo a disculparme—. Sé que solo quieres ayudar, pero... hay algunas cosas con las que debo lidiar yo misma.
—Lo sé —asegura. Suelta un suspiro con aires de felicidad y melancolía—. Te veo cambiada, pero para bien, y no tienes una idea de cuánto me alegra eso. —Antes de que yo pueda agregar algo, Olimpia eleva una mano, pidiéndome que aguarde—. Te noto más feliz, más segura, más decidida; has recuperado esa chispa en los ojos y esa sonrisa espontánea de antes, y eso, hermanita, es simplemente magnífico. —Agacha la mirada por unos segundos—. No sé a ciencia cierta qué ha ocurrido en estos últimos seis meses, pero estoy segura de que el que hayas aceptado venir aquí, es la mejor decisión que pudiste haber tomado. Estoy orgullosa de ti, Roxy, y creo que finalmente tú también lo estás.
Sin poder contenerme, me levanto abruptamente y me acerco a abrazar a mi hermana. Una pequeña lágrima se desliza fuera de mi ojo derecho y aterriza en el hombro de ella, desvaneciéndose en su piel descubierta.
—Lo hago —anuncio en voz alta, y me doy cuenta de que es la absoluta verdad.
—Ya era hora. —Me despega unos centímetros de ella y, con una sonrisa en los labios, recorre mi mejilla y quita los restos de agua que yacen en ella.
Terminamos la noche con una visita al muelle para oír a un pequeño grupo local de música. Para el momento en el que estamos frente a los intérpretes, estos ya están tocando sus instrumentos y el vocalista se encarga de darle vida a las melodías con su voz.
Olimpia y yo tomamos asiento en unas bancas que se encuentran pegadas a los barandales que delimitan el camino, y me permito recargar mi cabeza en uno de sus hombros mientras cierro los ojos y me centro en la paz creada por la música y los sonidos del mar que se cuelan entre las notas.
—When the rain is blowing in your face, and the whole world is on your case, I could offer you a warm embrace, to make you feel my love.
Cuando los primeros versos se filtran en mis oídos, abro los ojos de golpe ante una sensación abrasadora.
—When the evening shadows and the stars appear, and there is no one there to dry your tears, I could hold you for a million years, to make you feel my love; go to the ends of the Earth for you, to make you feel my love.
Mi corazón empieza a bombear con fuerza, y solo logro volver a estar en calma cuando mis dedos entran en contacto con el metal que cuelga de mi cuello. Jugueteo con él distraídamente y vuelvo a cerrar mis ojos, transportándome parcialmente a un lugar diferente a este.
La siguiente estrofa puedo escucharla siendo cantada por la voz de aquel chico mientras me sostiene entre sus brazos y susurra a mi oído cada palabra con calidez. El momento parece tan mágico que me da miedo hacer el más mínimo movimiento y romperlo, pero sé que, eventualmente, eso es inevitable.
«Esta será nuestra canción».
Ese es el último recuerdo que tengo antes de que la melodía termine y, junto con ella, la magia que acabo de experimentar.
. . . . . . . . . . . . . .
Nuestra protagonista está perdiendo la cabeza... O tal vez no. De cualquier manera, me llena de orgullo el avance que ha tenido a lo largo de la historia.
Aviso importante: Con este capítulo iniciamos la recta final. A partir de aquí habrá doble actualización diaria durante una semana hasta llegar al último capítulo. Abrocha tu cinturón de seguridad, que esto se pondrá bueno.
¡Gracias por todo el apoyo!
No olvides dejar tu valioso voto :)
Abrazos literarios,
–ℳau♡
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro