Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 21: Comprador navideño compulsivo

—¡Mira que bonito se ve el pino! ¡Y las luces! ¡Y las botitas colgando! ¡Y la casita de jengibre!

Parece que los papeles se invirtieron el día de hoy, ya que mi querido novio es quien luce como un niño pequeño saltando de un lado a otro y señalando los adornos decorativos del centro comercial.

Cuando mencionó que su festividad favorita era la navidad, no creí que fuera tan en serio. Desde que empezó el último mes del año no ha dejado de hablar de ello, nunca lo había visto tan emocionado. Inclusive trae puesto un suéter rojo de lana con un reno gigante en el centro, llamando la atención de las personas a nuestro alrededor.

Al parecer él no se percata de las miradas curiosas que nos da la gente, y si lo hace no le da importancia. Yo tampoco me avergüenzo ni un poco. ¿Por qué debería? Es lindo no perder ese espíritu navideño aunque pasen los años, y me pone feliz verlo tan sonriente.

—¡Mira! ¡Allá está la pista! —exclama señalando más allá de unas puertas automáticas de vidrio, donde se alcanza a ver una gran pista de hielo.

Sin darme siquiera tiempo de contestar, intensifica el agarre de mi mano y me jala entre la multitud. El centro comercial está hecho un caos, lleno de gente haciendo las últimas compras del año; pero eso no es un impedimento para que salga corriendo en dirección contraria del resto.

Atravesamos a paso rápido las puertas de cristal, y Thiago acelera el paso hasta plantarse frente al mostrador de calzado. Una chica con gorro y orejas de elfo está sentada del otro lado de la barra usando su celular. Cuando se percata de nuestra presencia, lo apaga y sonríe. Abre la boca para hablar; sin embargo, alguien se le adelanta antes de que pueda emitir algún sonido.

—¡Hola! ¿Me puedes dar dos pares de patines? Uno del cinco y medio  y otro del nueve, por favor. —Thiago sonríe mostrando sus dientes.

La chica frunce su entrecejo observándonos con extrañeza para después, sin mucha confianza, decir:

—Eh, claro.

Se da media vuelta para buscar nuestros patines, después regresa con ellos en mano, nos pide registrarnos en una libreta y Thiago le entrega el dinero por la renta.

Nos dirigimos a una banquita de madera para sentarnos y cambiar nuestros zapatos. Una vez que termino de desabrochar las agujetas de mis tenis, Thiago coge mis patines y se arrodilla frente a mí. Lo observo extrañada, pero después toma uno de mis pies y empieza a calzarlo nuevamente. Giro los ojos, pero no puedo evitar sonreír.

—Sabes que pude haberlo hecho yo, ¿cierto? —le cuestiono con diversión una vez que ya tengo ambos patines puestos.

Shhh. —Se levanta y besa rápidamente mis labios—. Déjame ser un caballero, Rox.

Vuelvo a poner mis ojos en blanco para después reír y esperar a que él termine con lo suyo. Me pongo de pie con cuidado de no caer y me estabilizo. Una vez que él también está listo, ambos avanzamos con cuidado hasta adentrarnos en la pista.

—Es injusto que tú seas muy bueno en esto y que yo me ande cayendo a cada rato, ¡ya van diez veces que termino en el hielo! —me quejo.

—Sin contar las otras cinco veces que te he agarrado antes de que caigas —molesta él.

—Gracias por el consuelo —respondo sarcásticamente cruzándome de brazos, deteniéndome un momento.

Él suspira y se planta frente a mí.

—Vale, lo siento. Vamos. —Toma mi mano y me intenta jalar para avanzar, a lo que yo pongo resistencia.

Error.

En el forcejeo termino perdiendo el equilibrio y cayendo de sentón.

Hago una pequeña mueca de dolor. Sé que no parece la gran cosa, pero he caído de la misma manera varias veces seguidas, y mi trasero ya lo empieza a resentir.

—Me duele el trasero por tu culpa. —Le doy una mala mirada desde el piso.

Thiago suelta una gran y ronca carcajada, provocando que yo lo observe con una ceja enarcada.

¿Acaso tanta risa le da mi desgracia?

—¿Se puede saber cuál es el chiste? —indago duramente.

—Ay, Rox... —Deja de reír y respira entrecortadamente—. Era imposible no darle un doble sentido a eso.

Abro los ojos como platos al entender el significado de su risa y me tapo la cara con ambas manos.

—Pervertido —es lo único que logro decirle de manera desaprobatoria.

—Tu pervertido. —Me guiña un ojo y se pone en cuclillas para susurrar—: Y así te gusto.

El calor sube a mi rostro y trato de disimularlo poniendo mis ojos en blanco. Él me extiende una mano para que me apoye al levantarme, pero en su lugar lo jalo con fuerza tirándolo al piso conmigo.

—Sabes que es verdad, aunque me tires al piso.

—Era para que sintieras un poco de mi pena aunque sea. —Sonrió falsamente, agrandando mis cachetes.

Ríe y se pone de pie para volverme a ofrecer su ayuda, la cual acepto esta vez.

No suelta mi mano ni un segundo del resto del tiempo en que estamos en la pista.

⛸⛸⛸

—¿Podemos hacer unas cuantas compras navideñas? Por favor, di que sí, di que sí. —Thiago se detiene frente a una de las múltiples tiendas con decoraciones.

—¿Quién eres y qué hiciste con mi novio? —bromeo por su actitud infantil—. No tienes que pedirme permiso. Vamos.

Felizmente me arrastra dentro de la tienda. Apenas entramos toma una canasta de plástico y la cuelga sobre uno de sus brazos, para con el otro rodearme por la cintura. Empieza a recorrer cada rincón del lugar, agarrando varios objetos en el camino.

De vez en cuando me pide mi opinión si está indeciso, pero me encuentro perdida en mis pensamientos; él no parece notarlo mucho debido a la emoción. Acabo de darme cuenta de que no tengo un regalo preparado para él, y faltan solamente unos días para que sea víspera de navidad.

No tengo medio de transporte propio, siempre viajamos en el auto que él rentó. Aunque podría pedírselo un día y darme una escapada, creo que será mejor aprovechar que ya estoy aquí.

—Oye —menciono llamando su atención—, ¿te molesta si salgo unos minutos a buscar algo? —Hago mi mayor esfuerzo para sonar tranquila e indiferente, no quiero levantar sospechas.

—¿Quieres que te acompañe? Puedo pagar lo que ya tengo e irnos...

—¡No! —Me aclaro la garganta y sonrío nerviosamente al ver su cara de confusión—. Quiero decir, no quiero apresurarte. Es algo sencillo, no debo de tardar. —No sé qué tan cierto sea esto, ya que realmente no tengo idea de que comprarle—. ¿Te parece vernos afuera en una media hora?

—¿Segura que prefieres ir sola?

Asiento con la cabeza.

—Bueno... Está bien. Te veo en unos minutos, entonces.

—Claro. —Deposito un casto beso en sus labios y salgo hecha un rayo de la tienda navideña.

Empiezo a caminar por los amplios pasillos del lugar, barriendo con mis ojos los diferentes locales. Después de dar una vuelta completa sin entrar a ninguna, me detengo a pensar un momento.

Pienso en la librería, recordando cuando me dijo que le gusta leer clásicos. Descarto la opción por dos razones: la primera, no sabría qué libro comprar, ya que mi fuerte no son los clásicos; y segundo, porque seguramente él tiene todos los libros que le gustan.

Por mi mente pasa la idea de comprarle una fragancia, mi corazón se acelera al recordar su característico aroma. Sin embargo, creo que sería algo superficial, y estoy buscando algo más significativo.

Me debato unos minutos más entre varias opciones. Nunca le he comprado un regalo a un hombre que no sea de mi familia. Ropa, carteras, relojes; nada me convence.

Sigo deambulando por los pasillos sin rumbo, ya empezando a frustrarme, hasta que al fondo del lado derecho veo una tienda como si estuviera siendo iluminada mágicamente, llamándome a ir. Apresuro el paso y cuando estoy frente a la misma, observo que es una tienda de pijamas. Casi me pongo a dar saltitos en mi lugar y a aplaudir cuando a través del cristal, veo que dos de los maniquíes, uno de hombre y otro de mujer, están utilizando pijamas navideñas a juego. ¿Qué mejor regalo para tu novio obsesionado con la navidad que eso? Casi entro corriendo a la tienda y me abalanzo sobre la primera empleada que veo. Al cabo de unos minutos ya me encuentro pagando dos pijamas y saliendo de ahí.

Sin perder más tiempo me dirijo a un pequeño local de regalos. Compro un papel decorativo para poder forrar la caja y un moño. Guardo todo hasta el fondo de la bolsa que me dieron en la tienda anterior y camino de regreso a mi encuentro con Thiago.

Cuando ya estoy cerca nuevamente, lo veo de espaldas sosteniendo varias bolsas en su mano y buscándome de un lado a otro.

—Ey —Toco su hombro para que se dé cuenta de mi presencia—, ya volví.

Me recibe con una sonrisa, pero de inmediato su atención cae en lo que cargo entre manos.

—¿Qué compraste?

Piensa en algo, rápido.

—Eh... Yo... Compré ropa —suelto con un falso tono de obviedad, esperando que se lo crea.

Me observa sin mucha confianza.

—¿Puedo verla? —Extiende su mano hacia la bolsa

—¡No! —grito rápidamente y llevo la bolsa detrás de mi espalda—. Es que... E-es ropa interior. —Me golpeo mentalmente, pero ya no puedo echarme para atrás—. Sí, eso. Y pues, no quiero que enseñártela aquí delante de todos.

Al instante su mueca cambia a una sonrisa pícara.

—¿Y en privado sí?

Abro mucho mis ojos y golpeo sin fuerza su hombro, haciéndolo reír.

Bien, al menos se distrajo con eso.

—¿Tú qué compraste? —indago viendo las grandes bolsas que carga en brazos, sabiendo que será un tema de su interés.

—Oh —Su sonrisa se ensancha—, muchas cosas, la verdad. Compré unas botas tejidas para ambos, un tapete para el baño, una corona de Adviento para la puerta, unas calcomanías para vidrios, unas luces blancas y unas esferas.

—¿Esferas? ¿Para qué compraste unas esferas si no tenemos un pin...?

Mi frase queda incompleta al momento en el que saca de la bolsa un pequeño pino artificial.

—Ahora tenemos un pino.

—No te llevaste toda la tienda porque no puedes —bromeo, cubriendo mi rostro con ambas manos—. No sabía que eras una especie de comprador navideño compulsivo.

—Bajo advertencia no hay engaño, y yo avisé que era mi época favorita. —Se encoge de hombros, guardando el arbolito en el interior de la bolsa.

⛸⛸⛸

—Chaparra, ¿crees que podrías encargarte de decorar los ventanales? Las pegatinas están ahí. —Thiago señala una de las bolsas regadas en el piso, para de ahí seguir con su trabajo de decorar los estantes.

Hago un sonido de afirmación para que sepa que lo escuché, ya que se encuentra de espaldas, y me pongo de pie con las calcomanías en mano para caminar hacia los ventanales.

—¿Quieres que las pegue de alguna manera en específico? —pregunto sacando un sticker de Santa Claus.

Nop —remarca la última letra—, lo dejo a tu decisión.

—Vale.

Empiezo a pegar las distintas figuras que él compró a lo largo y alto de los grandes vidrios. Una vez que ya no queda ninguna por adherir, doy unos pasos atrás para tener una visión más panorámica de mi obra maestra. Sonrío satisfactoriamente.

—Listo —informo a la vez que se baja de un pequeño banquito.

—Excelente. —Sonríe y muestra sus dos pulgares arriba —Ahora viene la mejor parte... —Se agacha para buscar algo entre las bolsas—. ¡Decorar nuestro arbolito!

—¿Nuestro?

—Sí, nuestro. No porque esté en mi cuarto deja de ser de los dos —asegura tiernamente—. Primero van las luces, ¿cierto?

—No lo sé, tú eres el experto —bromeo haciendo que él me vea con los ojos entrecerrados.

—Que graciosa —comenta sarcásticamente—. Discúlpame por querer que el último mes del año no pase desapercibido.

—Yaya, drama queen, sabes que estoy jugando. —Lo abrazo por detrás, recargando un lado de mi cara en su espalda.

—Te perdono solo porque tus abrazos son lo mejor del mundo —menciona haciéndome reír.

—Manos a la obra, que nuestro pino no se va a decorar solo. —Me separo de él y comienzo a rebuscar las esferas y luces entre los demás adornos.

Primero enrollamos las luces de forma circular alrededor de todo el árbol; después colgamos las esferas, que son de color azul y morado, en las ramas; igualmente compró unos listones, los cuales colocamos para tapar los espacios vacíos; y por último ponemos nuestras iniciales talladas en madera justo en el centro de todo.

Acabo de descubrir que mi novio es un comprador navideño compulsivo.

—Ya quedó.— declaro después de colocar la letra «T».

Niega con la cabeza.

—¡Falta lo más importante! —Saca de detrás de su espalda una estrella con luces parpadeantes—. ¿Harías el honor?

Río ante su exageración y asiento antes de estirarme para alcanzar la punta. No es necesario hacer mucho esfuerzo, ya que el pino no es alto.

—Ahora sí —afirmo una vez que he puesto la estrella.

De un momento a otro Thiago me envuelve en sus brazos y me levanta del piso robándome un chillido. Me vuelve a depositar en el suelo y entierra su rostro en la curvatura de mi cuello inhalando profundamente. Extrañada acarició su cabello sin atreverme a pronunciar palabra alguna.

—Estoy feliz —confiesa separándose un poco de mí, pero quedando a una distancia considerable.

—¿Por qué estás feliz? —indago uniendo mis brazos alrededor de su cuello.

—Siempre había soñado con esto, ¿sabes? —Ladeo un poco mi cabeza sin entender muy bien a qué se refiere—. Tener a alguien con quien compartir esto, con quien compartir todo. Y me hace muy feliz que tú seas esa persona, Rox.

—Me gusta cuando te sinceras conmigo. —Rozo nuestras narices—. A mí también me hace muy feliz tenerte.

—¿Dónde estuviste toda mi vida? ¿Por qué no te conocí antes? —Acuna mi cara en su mano derecha.

Niego con la cabeza.

—Creo que lo correcto era que nos conociéramos aquí y ahora, siendo lo suficientemente maduros para querernos y no arruinarlo.

En respuesta a eso, estampa su boca con la mía.

Mis labios barren los suyos, marcando un ritmo rápido y profundo. Siento la calidez de su aliento contra mi boca cuando se separa a escasos centímetros de mí y atrapa mi labio inferior para succionarlo con una lentitud que me hace temblar.

Apenas lo deja libre, delineo el borde de su boca con mi lengua pidiendo acceso, el cual concede al instante. Cuando nuestras lenguas se encuentran y chocan la una con la otra, un sin fin de emociones explotan en mi interior y todo lo que nos rodea desaparece. Solo estamos él y yo, y eso es todo lo que importa.

Me aferro a su cuello pegando mi cuerpo mucho más al suyo, a lo que él responde deslizando una de sus grandes manos por toda mi espina dorsal, solo que esta vez, no se detiene en mi espalda baja; sus dedos siguen el camino hasta terminar encima de mi trasero y darle un ligero apretón. Suelto un gemido, que se queda atrapado entre nuestras bocas, al sentir su tacto. Es la primera vez que me toca, y se siente jodidamente bien.

Deslizo la mano que no está en su cuello por todo su torso, sintiendo sus firmes músculos por debajo de su playera. En un arrebato de confianza, llego al borde de la tela e introduzco mi curiosa mano en la misma. Su piel emana calor y siento como cada músculo de su cuerpo se tensa ante el tacto de piel con piel.

—Rox —mi nombre pronunciado por su voz ronca me enloquece—, te-enemos que parar.

Nuestros labios dejan de moverse, pero siguen unidos. Aprieto con fuerza mis ojos sabiendo que tiene razón. No podemos permitir que esto se nos vaya de las manos, no aún.

Hago presión sobre sus labios una última vez antes de separarme completamente, poniendo una distancia prudente entre los dos.

Toma mi barbilla obligándome a enfrentarlo, ya que me encontraba con la mirada clava en el piso.

—Sabes que te voy a esperar hasta que estés lista, ¿verdad?

Trago duro y asiento lentamente con la cabeza sabiendo perfectamente a qué se refiere.

—Bien. —Besa mi frente durante unos segundos hasta separarse y concentrarse en tratar de normalizar su respiración—. ¿Quieres chocolate caliente?

Río internamente por su cambio de tema. Eso fue muy versátil.

—Por favor.

Sin más, se dirige a la cocina dejándome sola en la sala de estar. Suelto un sonoro suspiro, mi cabeza no deja de dar vueltas y mi corazón sigue latiendo desbocado. Me siento a los pies del pino con las piernas en forma de moño y echo mi cabeza para atrás tomando profundas respiraciones.

Escucho movimiento proveniente de la cocina, segundos después Thiago aparece en mi campo de visión nuevamente sosteniendo una taza de chocolate caliente en cada mano.

—Aquí tienes —habla mientras me entrega una de ellas.

—Gracias. —Sonrío y trato de despejar mi mente de lo anterior.

Inconscientemente me recorro a un lado para que él se siente junto a mí, pero en lugar de hacer eso sigue de largo. Me tranquilizo cuando noto que lo hace para conectar su celular a una bocina. La canción Jingle Bell Rock empieza a escucharse, inundando con su melodía la habitación. Camina hacia mí tarareando la canción y ahora sí, toma asiento a mi lado, apoyando una de sus manos en mi pierna y repartiendo caricias en la misma.

—Entonces... ¿qué haremos para navidad? —pregunta después de darle un sorbo a su bebida.

—No sé. —Le doy un trago al chocolate—. ¿Qué solías hacer tú los años anteriores?

Pareciera que se pierde en sus pensamientos unos segundos, volviendo a la realidad con una sacudida de cabeza.

—Eh... Lo normal.

—¿Lo normal? —cuestiono con una ceja enarcada—. Alguien que se toma la molestia de decorar así. —Hago un ademán con mi dedo de nuestro alrededor— su habitación de hotel, no creo que esté acostumbrado a celebrar «normal» la navidad.

Se rasca la nuca.

—Pues... supongo que cenábamos en familia, abríamos regalos, dábamos gracias... Oh, recuerdo también ayudar a hacer el pavo alguna vez y... creo que también prendíamos luces de bengala.

¿Supongo? ¿Creo? ¿Por qué siempre luce perdido al hablar de su pasado?

—Mi madre suele preparar una lasaña exquisita —le cuento—, puedo intentar cocinarla si te gusta...

—Si no es mucho trabajo, me encantaría. —El rostro se le ilumina—. Yo me encargo del pavo.

—Podemos comprar unas bengalas e ir a la playa a encenderlas —opino a lo que él asiente—. ¿Alguna vez has probado el ponche de frutas?

Hace una mueca.

—¿Ponche de frutas? En Canadá tomamos ponche de huevo...

—Podrás presumir entonces que tomaste ponche de frutas en navidad; de eso me encargo yo.

—Uy, ¿sabes qué otra cosa me gusta? —Levanto la cabeza para que continúe—. Mis padres solían comprar una jalea de arándano, era deliciosa.

—No sabía que existía una jalea de arándano —confieso.

—No tengo idea si la venden aquí... La buscaré, y si la encuentro, compro para que la pruebes; es un verdadero manjar.

—Pues parece ser que ya tenemos una cena navideña completa —comento feliz.

—Sin duda será la mejor navidad. —Pasa un brazo por mis hombros, acurrucándome en su pecho, y besa mi cabello.

Nos quedamos así un momento. En mi cabeza debato la idea de preguntarle sobre eso que me da vueltas y vueltas, hasta que decido romper el silencio.

—Oye —lo llamo, a lo que él hace un sonido para que sepa que me está escuchando—, ¿puedo preguntarte algo?

—¿Qué pasa? —Se incorpora un poco, pero yo permanezco en la misma posición, ya que no me atrevo a encararlo.

—¿Por qué no hablas con ellos? —interrogo, pero al ver que no responde, aclaro rápidamente—. Con tus padres.

Siento como su pecho se infla y traga con esfuerzo.

—No es tan sencillo, Rox.

—Sé que no es algo que me incumbe, pero cada vez que los mencionas tus expresiones se apagan y... no me gusta eso. —Muerdo mi labio con nerviosismo.

—No es que no quiera hacerlo, simplemente... no puedo.

—¿Por qué no puedes? —insisto.

—Para mis padres estoy muerto, no puedo simplemente reaparecer en su vida como si nada —dictamina con voz frívola.

La expresión que ha cruzado por su rostro mientras decía aquello ha hecho que mi corazón se quiebre un poco.

—Perdón por preguntar. Son tus cosas y yo... no debo entrometerme.

—No es eso, Rox. —asegura, logrando tranquilizarme un poco—. Tú eres parte de mi vida, así que mis cosas también son tuyas. Es solo que es una situación que nos sobrepasa, pero ten por seguro que si pudiera hablar con ellos, lo haría sin pensarlo. —Su vista se pierde en el infinito y una sonrisa trata de dibujarse en sus labios, pero no llega a sus ojos.

—Espero que así sea en algún momento. —Tomo sus manos entre las mías y las acaricio—. Si quieres hablarlo con alguien, sabes que puedes hacerlo conmigo.

A mi mente llegan todos los momentos en los que él me dijo lo mismo. Thiago nunca me presionó ni me exigió hablar, yo tampoco debo hacerlo. Lo único que puedo hacer es recordarle que cuenta conmigo y que así como él me apoyó, yo también estaré para él.

—Lo sé, chaparra. —Incrementa la fuerza en el abrazo—. Te llevarías bien con papá —suelta de repente.

—¿Tú crees? —Sonrío un poco con la idea.

Hace un sonido de afirmación.

—Él se reiría de tus chistes —comenta, haciéndonos reír a ambos—. Ojalá que algún día puedas conocerlos. —Su voz pierde un poco de fuerza al decir esto último, y trata de disimularlo aclarándose la garganta.

—Ya verás que sí. —Aprieto sus manos en un intento por reconfortarlo, pero no estoy segura de si el gesto tiene el efecto deseado.

.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .

¡Actualización entre semana para celebrar las 1K lecturas!

A partir de aquí las cosas empezarán a complicarse un poco... Así que te sugiero estar atento y prestar atención a los pequeños detalles.

¿Tienes alguna idea/teoría de lo que pueda pasar? Me gustaría saberla.

N/A: El número de calzado está en base a las tallas que utilizan allá, por si alguien tenía la duda.

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
—ℳau♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro