Cap. 2: A la antigua
Después de haberme comunicado con mis padres, ordenado mis cosas y descansado un rato, empecé a prepararme para la cena de esta noche.
Cuando el reloj marca las ocho en punto, unos golpes en mi puerta me sobresaltan. Camino hacia la entrada de mi habitación para poder abrir la puerta de madera, encontrándome con Thiago.
Lleva puesta una camisa azul turquesa arremangada a los codos, acompañada de una bermuda blanca y unos tenis café claro. Su muñeca izquierda está rodeada de un reloj con la correa del mismo color de los zapatos y una cadena con un dije de ancla cuelga sobre su pecho.
Sus ojos me barren tal y como lo hicieron horas atrás en nuestro primer encuentro, y yo no puedo evitar devolverle el gesto.
—Hola —saludo rompiendo con el escaneo visual que estábamos llevando a cabo.
Él tarda unos segundos en reaccionar.
—Eh... Hola —me devuelve el saludo rascándose la nuca.
Alguien luce nervioso.
—Te ves muy linda —suelta espontáneamente, como si su boca hubiera cobrado vida propia y se hubiera desconectado de su cerebro por ese instante.
A pesar de ser un comentario que no entra fuera de lo común, algo dentro de mí se remueve al escuchar esas sencillas palabras.
Sin previo aviso, mis mejillas deciden colorarse.
—Gracias, tú también.
—Vaya, es la primera vez que una chica me dice que me veo linda, así que te lo agradezco —bromea logrando aligerar el ambiente pesado.
—Fue un placer —contesto guiñando un ojo, provocando que sonría abiertamente.
Tiene una sonrisa muy bonita.
—¿Nos vamos? —Hace un ademán con la cabeza señalando el pasillo.
Asiento para salir de mi habitación y cerrar la puerta, caminando a un lado de él por el pasillo.
En cierto momento me dejo ser guiada por sus pasos, ya que no soy consiente de dónde se localizan las áreas del hotel. Seguimos de largo una vez que atravesamos la recepción, cruzando a través de unas puertas automáticas de cristal, las cuales nos abren paso al exterior de la construcción. Unos metros más adelante, visualizo un letrero de madera con una inscripción donde se lee «Long Pavilion» y una flecha apuntando hacia el frente. Al parecer ese es el nombre del restaurante.
Como era de esperarse, el lugar mantiene la belleza como todo a su alrededor. La madera sale a relucir nuevamente en los pisos y el techo, y en lugar de paredes hay cristales que se pueden correr para dejar el lugar abierto o cerrado. El piso está lleno de mesas cubiertas por un mantel blanco y sobre el centro de este descansa una vela.
Ingresamos al restaurante y Thiago se dispone a hablar con la hostess, explicándole que tiene una reservación a su nombre. La chica hace unas anotaciones en un gran libro que tiene enfrente, y entonces nos lleva hasta nuestra mesa.
En un momento donde el chico que me hará compañía esta noche se encuentra distraído, la mujer aprovecha para darme una mirada denigrante, a la cual respondo enarcando una ceja.
—Espero que disfrute su cena y no dude en acercarse a mí si necesita algo. —Los ojos de la susodicha nunca dejaron de observar al de camisa azul, dejando bien en claro para quién iban dirigidas sus palabras.
Abro la boca y exhalo por mi nariz en una muestra de incredulidad.
—¿Disculpa? ¿Acaso no estás viendo qué...?
—Me parece una falta de respeto y de profesionalismo lo que acabas de hacer. —Para mi sorpresa, Thiago interrumpe mi reclamo, mostrándose realmente inconforme con la actitud de la empleada—. Por favor, que no se repita. No es correcto que trates de esa manera a cualquier comensal.
Pareciera que la chica se ha quedado sin habla, porque lo único que hace es desviar la mirada, apretar sus labios en una línea recta y asentir, regresando a su lugar de trabajo.
Sonrío satisfecha con el resultado. Aunque seguramente yo hubiera protestado de manera mucho menos pacífica que él, agradezco que no se quedara callado al presenciar la falta de respeto. Eso habla bien de él.
—Gracias.
Niega con la cabeza.
—No tienes que agradecerme por eso, es lo mínimo que cualquier chico, o persona, debería de hacer cuando está viendo un mal trato hacia alguien; y es lo mínimo que la otra persona debería esperar.
Sus palabras me sorprenden y a la vez me llenan de satisfacción, ya que no podría estar más de acuerdo con él.
Al parecer estamos empezando con el pie derecho esta noche.
—Aunque la verdad, entiendo su actitud —agrega, desconcertándome—. Quiero decir, cualquier mujer estaría celosa de tu situación. —Apoya sus antebrazos al borde de la mesa y junta sus manos sobre ella, regalándome una mirada divertida.
Mi ceño se frunce cuando termino de escuchar su comentario narcisista, y no puedo evitar darle una mala mirada.
¿Y este quién se cree?
Quizá él sea zurd...
—¿Qué chica no lo estaría de alguien tan bonita como tú? —termina, ocasionando que una sensación cálida se instale en mi pecho.
Empiezo a pensar que hoy es el día internacional de hacer sonrojar a las personas y no me lo dijeron.
Cuando estoy a punto de evadir su comentario, alguien más aparece para salvarme.
—Buenas noches. Mi nombre es Noah y es un gusto para mí atenderlos esta noche. —Un chico vestido con un traje de mesero aparece a un lado de la mesa—. ¿Puedo ofrecerles alguna bebida o prefieren que regrese en unos minutos?
—¿Te gusta el vino? —me pregunta Thiago.
Yo solamente asiento con la cabeza.
—Una botella de Warboys Vineyard Shiraz Grenache, por favor.
—Enseguida, señor. —Posterior a eso, el mesero se retira.
Enarco una ceja ante la pronunciación tan sofisticada de sus palabras, pero me abstengo de comentar algo al respecto. En su lugar, tomo el menú que se encuentra frente a mí para empezar a leerlo, o al menos intentarlo, ya que no conozco ni la mitad de los platillos que ahí se mencionan.
Suelto un suspiro sonoro ante ser incapaz de decidir, olvidándome por un segundo que tengo compañía.
—¿Problemas para decidir? —Thiago, quien también se encontraba hojeando el menú, levanta la vista para verme directamente a los ojos.
—¿Tú qué crees? —respondo con sarcasmo.
Él suelta una pequeña risa ante mi tono de voz, en lugar de tomárselo a mal. Ya me empieza a agradar.
Recarga sus antebrazos en el borde de la mesa antes de preguntar:
—¿Te gustaría que compartiéramos algo?
Ladeo la cabeza.
—Vale, no suena mal.
—¿Comes carne? —indaga, a lo que yo asiento—. ¿Qué te parece si pedimos el wagyu al centro? Es la carne a la parrilla bañada en vino tinto con diferentes tipos de cebolla asada —explica leyendo el menú.
Hago un gesto de concordancia.
—De acuerdo, me parece bien.
Sonríe en respuesta en el momento en que Noah hace acto de presencia nuevamente, esta vez con nuestra botella de vino tinto. La destapa para servirnos el líquido a base de una, llenando una copa para cada uno. Después de haber ordenado nuestro respectivo platillo, el mesero vuelve a retirarse.
—Entonces... —Thiago habla, sujetando su copa—. ¿Brindamos?
—¿En honor a qué? —cuestiono, sosteniendo mi copa de igual manera.
El chico parece pensárselo unos segundos.
—Por haber coincidido.
Mis cejas se elevan con gracia hacia el cielo, pero termino por sonreír igualmente, moviendo mi mano en dirección a la suya hasta que el sonido de dos cristales chocando se reproduce.
—Cuéntame algo sobre ti —pido, después de haber dado el primer sorbo al vino.
—¿Qué quieres saber? —responde el chico de ojos azules, dejando a un lado su bebida.
—Lo que quieras compartir conmigo por el momento —me limito a contestar.
Thiago suelta una profunda exhalación.
—Soy de Canadá. —Se reacomoda en su silla en un gesto sutil—. ¿Tú eres...?
—De México —respondo su pregunta inconclusa—. ¿Edad? —me animo a cuestionar, desviando la vista unos segundos.
—Veinte. Y tú tienes dieciocho, si no me equivoco.
Frunzo el ceño ante su afirmación.
—¿Cómo lo sa...?
—Simplemente uní la información —se adelanta a responder—. Supongo que al estar tomándote un año sabático acabas de concluir la preparatoria, lo cual ya me da un rango de edad; y no dudaste en responderme que tomabas alcohol, lo cual significa que tienes la edad legal para beber.
Mis cejas, que antes se tocaban, ahora se alzan simultáneamente.
—Chico listo, ¿eh?
Thiago se limita a elevar los hombros y dar otro trago a su copa de vino.
En ese momento, Noah regresa a nuestra mesa con un plato de buen tamaño, el cual está cubierto por un cloche de metal.
—Recién salida de la parrilla. —Destapa el platillo—. Buen provecho, disfruten su cena.
Cuando Thiago y yo le agradecemos, el muchacho gira sobre sus talones y vuelve a perderse en algún lugar del restaurante.
—Adelante —comenta mi acompañante a modo de invitación, incitándome a destapar nuestra comida.
Haciéndole caso, agarro la parte que sobresale de la tapa y levanto de ella, dejando al descubierto nuestro corte. Inmediatamente un delicioso olor inunda mis fosas nasales y me es imposible no inhalar con placer.
Corto un trozo de carne y lo sirvo en mi plato, segundos después Thiago hace lo mismo en el suyo. Ambos damos el primer mordisco, deleitándonos con el sabor.
—Tienes buenos gustos culinarios, el vino también está bastante sabroso.
Espera unos segundos a terminar de tragar.
—Qué bueno que te haya gustado —contesta con tono alegre—. Provecho, Rox.
Sonrío ante el apodo. Nunca nadie me había llamado por ese diminutivo.
—Buen provecho, Thiago.
Nos disponemos a comer tranquilamente sin mediar palabra alguna, simplemente disfrutamos los alimentos, el vino, la vista, el sonido de las olas y la compañía. Ambos damos el último bocado casi simultáneamente, y me es imposible no soltar una pequeña risa por eso, ganándome una mirada divertida por parte del chico. Terminamos envolviéndonos en un silencio que es interrumpido solamente por los ocasionales ruidos que se producen a nuestro alrededor, pero no es un silencio incómodo, más bien es uno en el que el ambiente se siente tan pacífico que no es necesario llenarlo con palabras.
Sin embargo, al cabo de unos minutos decido ser yo quien lo rompa.
—Mi color favorito es el morado —suelto espontáneamente la primera cosa que vino a mi mente.
Thiago frunce su entrecejo unos segundos, pero después vuelve a la normalidad.
—El mío es el rojo.
Sonrió al ver que me siguió la corriente.
—Me encanta jugar voleibol, es mi deporte favorito —añado, sin ser capaz de ocultar la sonrisa.
—Mi actividad predilecta es el fútbol americano, disfruto tanto de jugarlo como de verlo.
Mi sonrisa se ensancha aún más al imaginarme al canadiense enfundado en su uniforme deportivo.
—Gastaría cada moneda que tengo en Nutella si pudiera —expreso el comentario más aleatorio que se me ocurrió.
El chico suelta una pequeña risa ante eso, y tarda unos segundos más de lo habitual en dar su respuesta.
—Me gustan las cosas de forma anticuada.
Ladeo mi cabeza y mis cejas se juntan en confusión y curiosidad.
—¿A qué te refieres con eso?
—Creo que hay cosas o actitudes pasadas que eran mejores que las que hay ahora. —Aprieta sus labios antes de seguir—. Por ejemplo, me gusta la música de años atrás y la literatura clásica. —Mi gesto se acentúa ante su ejemplificación—. Incluso creo que las relaciones de antes eran mejores en algunos aspectos. Ya sabes, las citas y el cortejo, conocer a la otra persona más a fondo durante el noviazgo y no tener miedo a equivocarse en eso.
Mi mirada adquiere una pizca de diversión ante eso último.
—Quién lo diría, ¿eh?
Ríe ante mi comentario.
—¿Tan idiota parezco?
Mi boca se abre ante la crudeza de sus palabras y suelto una risa por la estupefacción.
—¡No! —niego rápidamente—. No me refería a eso.
Para mi sorpresa, Thiago suelta una sonora carcajada. El sonido es ronco y grave, y sin duda fascinante.
—Lo sé, Roxana. Solo estoy jugando —explica una vez que ha recuperado el aire—. Supongo que las apariencias engañan, ¿eh?
—Yo nunca dije que tuvieras apariencia de idiota —me defiendo.
—Yo tampoco dije que lo dijeras.
Muerdo mi labio inferior para contener la risa y desvío la mirada hacia un lado al darme cuenta de lo que acabo de expresar. Sin embargo, la voz del canadiense hace que regrese mi vista a él.
—¿Puedo preguntarte algo? —La diversión ha abandonado su voz para dar paso a un tono más serio.
Adopto la misma postura que él.
—Dime.
—¿Por qué decidiste tomarte un año sabático?
Una punzada aparece en mi pecho y el recuerdo se hace presente. A pesar de que sé la razón perfectamente, nunca lo he aceptado en voz alta ni hablado con nadie. Olimpia intentó charlar conmigo cuando notó un cambio en mí después de ese suceso, pero todas las veces yo me negué. Y aunque ella nunca lo confirmó, tengo el presentimiento de que el obsequiarme este viaje es su manera de ayudar.
—Claramente no tienes que contármelo si no quieres. —Sus ojos no abandonan los míos en ningún momento, y a pesar de la profundidad de su pregunta, la calma en sus pupilas no desaparece—. Perdón si mi pregunta fue muy entrometi...
—Descuida —lo interrumpo, intentando que el nudo en mi garganta desaparezca—. Es solo que me agarraste con la guardia baja.
Thiago sonríe en respuesta, sin meter más presión o insistir en que conteste; y en el fondo, se lo agradezco.
Algo tiene el chico frente a mí, que su compañía me transmite paz. No sé si sea el timbre de su voz o la tranquilidad de su mirada, pero no me siento asfixiada a su lado, lo cual es una sensación que no experimentaba hace mucho tiempo.
Como si las palabras tuvieran vida propia, empiezan a resbalar una a una por mi boca.
—A principios de mi preparatoria, cometí errores de los cuales me arrepiento enormemente —expreso en un tono que es apenas audible—. Sentía que no encajaba, y no, no era simplemente un pensamiento adolescente que te da en una de esas crisis existenciales por la noche. Era un vacío en mi pecho constante que no se iba con nada. —Juego con mis manos nerviosamente por debajo de la mesa—. Así que intenté llenarlo de maneras estúpidas, y eso trajo muchas consecuencias. —Una risa amarga y sin gracia escapa de mis labios—. Las personas dejaron de tomarme en serio, y con el tiempo yo también lo hice. No podía dejar de cuestionarme qué era lo que estaba mal conmigo y...
Mis palabras se ven interrumpidas por el sonido que emite la silla de Thiago siendo arrastrada hacia atrás. El chico se levanta de su lugar y camina hasta quedar a mi lado, donde se pone en cuclillas y gira mi silla para que quede frente a él. No entiendo el porqué de su acción hasta que toma mi rostro entre sus manos y dice:
—Eres muy bonita para llorar, Rox.
Con ayuda de sus pulgares y una delicadeza que me estremece, limpia las lágrimas que caen por mis mejillas. Ni siquiera noté el momento en que empezaron a salir.
Sorbo por la nariz y aparto el rostro.
—Lo siento —me disculpo rápidamente. ¿Qué demonios estaba pensando al contarle todo esto?—. No debería de estarte molestando con mis problemas.
—No lo haces —se apresura a corregirme—. Y no debes de disculparte por ser humana y demostrar tus sentimientos.
A pesar de la situación, un atisbo de sonrisa aparece en mi boca y ruedo los ojos ante esto.
—Hablo en serio —refuta él, sin perder la calma—. Llorar solo demuestra lo humanos que somos, nadie debería pedir perdón por algo tan natural como eso.
—No me disculpo por llorar —aclaro con la voz más firme que puedo—. Lo hago por hacer que la cena haya terminado en un desastre.
—¿Y quién dice que fue un desastre?
—Yo.
Esto último lo hace reír.
—Pues para mí no lo fue —asegura él, con una certeza envidiable—. Tenía mucho tiempo que no la pasaba así de bien y que no conocía a alguien tan impresionante como tú.
—¿Ahora llorar por problemas del pasado frente a un desconoci... —Me da una mala mirada, por lo que corrijo— conocido es impresionante? —cuestiono con incredulidad.
—Te estás enfocando en los últimos cinco minutos de la noche, y no estás tomando en cuenta todo lo demás.
Ladeo mi cabeza y enarco una de mis cejas, aunque en el fondo sé que tiene razón.
—Vale, tu ganas, lo sien... —Vuelve a darme una mirada significativa, por lo que interrumpo lo que estaba por decir—. ¡Vale! ¡Dejaré de disculparme por todo!
—Así está mejor —afirma con satisfacción, haciendo que entrecierre mis ojos en su dirección—. ¿Quieres algo más? —pregunta haciendo referencia a la comida.
Niego con la cabeza.
—¿Podríamos irnos?
—Claro. —Se pone de pie y recorre mi silla hacia atrás para que pueda levantarme, gesto que agradezco.
Ambos salimos del lugar y caminamos de regreso al lobby. Una vez que estamos ahí, me detengo con la intención de despedirme, haciendo que él haga lo mismo. Cuando estoy a punto de pronunciar la primera palabra, Thiago se me adelanta.
—Te acompaño hasta tu habitación, si te parece bien —ofrece en un cálido gesto.
—¿Como a la antigua? —comento esbozando una sonrisa, recordando su confesión de hace un rato.
—Como a la antigua —afirma él, imitando mi gesto y seguramente teniendo el mismo pensamiento que yo.
Sin decir nada más, retomamos nuestra caminata hasta mi habitación. Al llegar ahí inserto la llave en la cerradura, desbloqueandola.
—Gracias por tu compañía —menciono con la puerta entreabierta.
—Gracias a ti por aceptar mi invitación —responde él, metiendo sus manos en los bolsillos de su bermuda.
—Que tengas una buena noche, Thiago.
—Tú también, Roxana. —Da media vuelta sobre su eje, pero no avanza, tal y como hizo en nuestro primer encuentro.
—Oh, no. ¿Ahora cuál será tu propuesta? —bromeo, provocando que ambos riamos.
El canadiense gira nuevamente para quedar frente a mí.
—¿Puedo tener tu número de celular?
Mis cejas se elevan hacia el cielo y una expresión juguetona aparece en mi rostro. Atrapo mi labio inferior entre mis dientes antes de asentir.
—De acuerdo —accedo extendiendo mi mano, a lo que él deposita su teléfono sobre mi palma.
Tecleo mi número y me agendo para después devolverle su dispositivo.
—Gracias —habla él, guardando el aparato nuevamente en su bolsillo.
Asiento levemente con la cabeza.
—Hasta pronto.
—Hasta pronto, Rox —se despide, y segundos después desaparece por el pasillo.
No es hasta que cierro la puerta que me doy cuenta de la sonrisa que abarca casi todo mi rostro.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ya hemos podido conocer un poco más a Thiago y Roxana. ¿Qué opinas de este primer momento entre ellos?
Como aclaración, el Wagyu es una raza bovina originaria de Japón. Su carne es muy apreciada por sus características de sabor y jugosidad, siendo utilizada para la preparación de platillos gourmet.
Gracias por leer, espero lo estés disfrutando.
No olvides dejar tu valioso voto :)
Abrazos literarios,
–ℳau♡
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