Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 19: Timón de mi vida

Había pasado semana y media desde mi pequeño momento de desahogo, y las cosas entre nosotros, por más sorprendente que sea, no son raras. Hasta me atrevo a decir que son mejores que antes, ya que al mostrarme tan vulnerable, nuestra confianza ha crecido mucho más. Como pudiste darte cuenta, Thiago se mostró sumamente comprensivo, e hizo todo lo posible porque no me sintiera mal.

Sin embargo, acordamos no volver a tocar el tema, a excepción que yo quisiera hablarlo, ya que no era uno de los mejores temas de conversación y no sería nada positivo estarlo sacando muy a menudo.

Y yo, bueno, sinceramente me siento mucho mejor conmigo misma.

—Sigue batiendo la mezcla a la vez que agregas los huevos —le indico a mi novio apuntándolo con un batidor globo, chorreando un poco del frosting en el piso.

—Yo no pienso ser quien limpie la cocina cuando terminemos —se queja refiriéndose a que he ensuciado bastante el lugar desde que empezamos a cocinar.

—Ni creas que limpiaré este desastre yo sola.

—¡Pero si yo he sido cuidadoso y no he dejado una sola mancha! —refuta él, y la verdad es que tiene razón.

—No está sujeto a discusión, ¡y sigue batiendo  hasta que no queden grumos! —Sacudo el dichoso utensilio en mi mano salpicando un poco del glaseado en su frente—. Ups.

Se pasa una mano por la cara retirando los restos de mezcla para después suspirar dramáticamente y murmurar algo al cielo.

Sí, estoy consciente de que cocinar conmigo puede ser una completa odisea. Soy un tanto descuidada en ese aspecto y suelo entrar en pánico.

—Creo que esto ya está —le informo orgullosa viendo cómo la consistencia de mi glaseado es cercana a la perfección.

—Falta algo importante. —Saca de una de las bolsas un bote con colorante lila y yo empiezo a aplaudir como niña pequeña.

—De verdad venías preparado, ¿eh?

Estamos preparando cupcakes a las 10 de la noche, o haciendo nuestro mejor intento. La intención es lo que cuenta, ¿no?

Literalmente Thiago llegó hace unos minutos con bolsas llenas de los ingredientes necesarios, y sin dar mucha explicación, me preguntó si me apetecía que cocináramos juntos en ese momento, a lo cual acepté un poco extrañada; porque vamos, así como que muy normal sea que tu novio se pare en la puerta de tu habitación algo tarde con la intención de hacer un postre, pues no.

Pero henos aquí destrozando mi cocina mientras escuchamos a Maroon 5 de fondo.

Una vez que Thiago termina de hacer la dichosa mezcla, la sirvo en los espacios del molde de metal, para después meterlo en el horno previamente precalentado. Coloco una alarma en mi celular, el cual gracias a los Dioses del Olimpo no sufrió daños mayores por la caída del otro día, para que suene en el momento cuando debamos de sacar los cupcakes.

Después de terminar con eso, vuelvo a donde estaba trabajando hace unos minutos mezclando el colorante con el betún, el cual ya comienza a adquirir un color morado.

I don't mind spending every day, out on your corner in the pouring rain, look for the girl with the broken smile... —canto en voz baja mientras sigo batiendo.

Ask her if she wants to stay awhile, and she will be loved. —Thiago me abraza desde atrás, colocando sus manos alrededor de mi cintura y recargando su barbilla en mi clavícula, a la vez que sigue con la canción cerca de mi oído.

Nos balanceamos de un lado a otro lentamente al ritmo de la canción, hasta que esta termina dando paso a una nueva. Me volteo para depositarle un casto beso en los labios y él sonríe sobre mi boca.

—Roxana Moya. —Se separa de mí y me apunta desafiante—, sabes a azúcar. ¿Acaso te has estado comiendo nuestro glaseado? —pregunta con fingido dolor y haciendo énfasis en el «nuestro».

Oh no, el drama queen está de regreso.

—¿Yo? —Abro exageradamente mi boca y la cubro con una mano fingiendo sorpresa—. ¿Cómo te atreves a hacer semejante acusación?

—Eres mala actuando, ¿sabías? —habla burlón—. Deja de comerte el glaseado, ¡es lo más rico del postre!

—Mi habitación, mis reglas.

—¿Acaso estoy escuchando una insinuación de que quieres que te secuestre y te lleve a mi habitación, chaparra? —Su voz se escucha más grave de lo normal, despertando mis hormonas.

—Al parecer las altas horas de la noche le afectan, señor Reyes. —Muerdo el labio inferior inconscientemente.

—No es la hora lo que me afecta, Rox, eres tú. —Se vuelve a pegar a mí, agarrando firmemente mis caderas y dándole una leve succión al lóbulo de mi oreja, arrebatándome un suspiro.

Al diablo el autocontrol.

Doy media vuelta y lo miro durante un instante a los ojos, para después unir nuestros labios en un apasionado beso.

Él me responde con la misma intensidad, con el mismo deseo. Desliza sus manos a la parte trasera de mis piernas para, de un solo empujón, levantarme en sus brazos haciendo que yo enrolle mis piernas alrededor de su cadera. En esta misma posición se las ingenia para avanzar unos pasos y sentarme en la encimera de la cocina, sin abandonar mi boca en ningún momento.

Sus manos suben hábilmente a mis muslos, acariciándolos en el proceso; he notado lo mucho que le gusta hacer eso. Yo entierro mis manos en su cabello despeinado, sintiendo sus hebras entre mis dedos.

Ladeo mi cabeza para profundizar más el beso, y él abre su boca para darle acceso a mi lengua, que de un momento a otro ya se encuentra jugueteando con la suya para tener el poder.

Y como si el mundo no estuviera a nuestro favor, cuando nos encontramos en la cúspide de nuestro momento, la cocina se inunda del estrepitoso sonido proveniente de mi celular, haciéndolo gruñir sobre mi boca.

A regañadientes me separo de Thiago, pero al parecer él no tenía la misma intención, porque apenas mis labios dejan los suyos, ataca con fervor mi cuello, trazando un camino de besos húmedos a su paso.

—Thiago... —Suspiro cuando sus labios succionan con mayor intensidad una parte de mi piel—. E-el postre...

—Shhh.

No me da tiempo de protestar, ya que efectivamente me hace callar volviendo a unir sus labios con los míos.

Su boca devora la mía con deseo, su lengua colisiona con la mía en una batalla interminable, sus manos acarician mi espalda con curiosidad. Hago mi mayor esfuerzo por concentrarme en las fuertes emociones que me hace sentir, en todo lo que remueve en mi interior; pero por más que trato de que las hormonas tomen el control, mi sentido auditivo es quien toma la delantera, haciendo que me separe definitivamente de él.

—No iba a ser el fin del mundo si nos comíamos unos pastelillos quemados, ¿sabes —se queja seguido de un bufido.

De un solo brinco bajo de la encimera, volviendo a tener contacto con el piso, para acercarme al horno y sacar la charola.

—Por tu bien espero que no se hayan quemado.

Él chasquea la lengua en respuesta.

Como dije anteriormente, drama queen a la vista.

Con mucho cuidado saco los panes ya horneados, y no quemados cabe aclarar, para colocarlos en sus cápsulas de papel de colores y empezar a decorarlos con el frosting lila.

Siento una mirada muy fija en mí. Alzo la vista para encontrarme con mi novio al otro lado de la isla de mármol, con los brazos cruzados pero una expresión divertida en el rostro.

—¿Qué? —pregunto sin sonar cortante.

—Te observo. —Pone sus codos en la isla y recarga su barbilla en sus manos.

—¿De verdad? Y yo que creía que estabas tratando de probar si tenías vista de rayos X —hablo con notorio sarcasmo.

—¿Sabías que cuando estás muy concentrada haciendo algo, inconscientemente sacas la punta de tu lengua? —Se reincorpora y avanza unos pasos hasta posicionarse a mi lado—. ¿O qué cuando te esfuerzas, arrugas el entrecejo y se te marca una pequeña arruga justo aquí? —Pasa uno de sus dedos por mi frente, alisando la piel.

—¿Y tú sabías que eres bastante observador? —le cuestiono con una sonrisa.

Secretamente, amo que se dé cuenta de hasta los más mínimos detalles. La atención es uno de los mejores regalos.

Se alza de hombros despreocupadamente.

—Solo con las...

—Personas que te interesan —termino por él y asiente—. Es lindo saber que le importas a alguien.

—Tú eres muy importante para mí. Eso sí lo sabes, ¿verdad? —Acuna mi cara entre sus manos y sus ojos reflejan esa transparencia de siempre.

—Lo sé. —Asiento con la cabeza—, y tú también lo eres para mí.

En un movimiento rápido me jala y aprieta cariñosamente entre sus brazos. Mi cara está enterrada en su pecho y aspiro ese aroma tan adictivo que desprende.

Repito, Thiago es mi lugar seguro.

Permanecemos abrazados durante unos largos segundos, hasta que, en un movimiento casi imperceptible, sumerge su dedo índice en el platón donde está el betún para después chupárselo y salir corriendo en dirección contraria.

—¡Thiago Reyes, regresa aquí ahora mismo! —grito plantada en mi lugar.

Dios, sueno igual a mi madre.

—¡No estoy! —Lo escucho decir desde algún lugar de la habitación.

—No seas cobarde y ven para acá. —Azoto mi pie derecho contra el piso para darle más énfasis a mi orden—. Tres..., dos..., ¡no me has llegar al uno!

—Bueno, bueno, calma mujer. —Se pone de pie lentamente a un lado de la cama, seguramente se tiró pecho-tierra ahí.

—¿Jugaste con mis sentimientos para conseguir glaseado? —Lo miro con los ojos entrecerrados y cruzo mis brazos sobre mi pecho.

Se acerca a paso lento. Toma una servilleta y la agita en el aire.

—Vengo con bandera blanca, no me puedes hacer nada.

Irremediablemente una carcajada abandona mis labios. Tiene que estar jugando.

—Creí que la que no tenía remedio era yo, pero ahora veo que es contagioso.

—Si me acerco a abrazarte, ¿prometes no golpearme? —Se rasca la nuca y me da una sonrisa nerviosa.

—Depende. Si lo haces para volver a comerte el glaseado, te saco a patadas de aquí. —Lo señalo con un dedo tratando de darle credibilidad a mis palabras.

—Vaaaaale, no es necesario ponernos agresivos, chaparra. No fue que me aprovechara de ti, pero vi la oportunidad brillando frente a mis ojos y no podía desaprovecharla. —Me vuelve a abrazar, y aunque al principio pongo resistencia, no tardo mucho en devolvérselo—. ¿Entonces estoy perdonado?

—Si terminas de decorar los cupcakes, puede que lo considere.

—No es justo que utilices el chantaje para convencerme, pero de acuerdo. —Toma la manga pastelera y continúa con mi trabajo—. Solo por esta vez.

—Ambos sabemos que eso no es cierto —bromeo y deposito un beso en su mejilla—. ¿Quieres ver una película terminando?

—Suena bien. Busca la que quieras, cuando termine con esto te alcanzo.

Haciendo caso a lo que dice, me dirijo a los sillones frente a la televisión y busco alguna película que podamos ver.

Pasan diez minutos cuando Thiago ocupa un lugar a mi lado en el sillón, pasando un brazo por mis hombros haciendo que recargue mi cabeza en su pecho, para entonces ponerse a jugar con mi cabello antes de que empecemos a ver la película.

🧁🧁🧁

—Chaparra, ¿puedo usar tu baño? —Thiago habla cuando ya llevamos una hora viendo la película.

Le pongo pausa sin muchas ganas, ya que estamos en una de las partes cruciales. Sin embargo, hago mi mejor esfuerzo porque no se note mi ansiedad por continuar.

—Claro.

Besa mi cabeza y se pone de pie para perderse a mis espaldas.

Espero paciente en mi lugar jugando con mis dedos sobre mi regazo. ¿Qué no se supone que los hombres no tardan mucho en hacer sus necesidades?

Pero de repente, un fuerte ruido atrás de mí me sobresalta. Pego un pequeño brinco en mi lugar junto con un chillido y volteo instintivamente.

Lo que observo me deja pasmada. De una buena manera.

Thiago está caminando en mi dirección, con uno de los cupcakes que horneamos hace rato en mano y este en su punta tiene una vela encendida.

Estas son las mañanitas que cantaba el rey David, hoy por ser tu cumpleaños te las cantamos así.

Llevo mis manos a mi cara, cubriendo mi nariz y boca por la sorpresa, y siento como unas pequeñas lágrimas de felicidad y emoción amenazan con salir de mis ojos.

Volteo a ver la hora en el reloj y noto que son las doce en punto del trece de noviembre; es decir, mi cumpleaños.

Chillo feliz y me levanto de un brinco para correr hacia él y abalanzarme a sus brazos, saltando y rodeando su torso con mis piernas. Él pasa una mano a mi espalda para sujetarme a la vez que hace un esfuerzo porque el pastelillo no termine en el piso. Empiezo a llenarle el rostro de besos.

Vuelvo a hacer contacto con el piso y simplemente no puedo evitar dejar de sonreír.

—Feliz cumpleaños, chaparra —me desea con una gran sonrisa en el rostro para después besarme lentamente por unos segundos—. Pide tu deseo.

—Será algo difícil este año, ya tengo todo lo que quiero y necesito. —Acaricio una de sus mejillas con mi mano haciéndolo sonreír aún más.

—Te quiero tanto, Rox.

Soy testigo de cómo sus ojos se humedecen un poco, por lo que sacude su cabeza.

—Yo también lo hago. —Beso su mejilla y me giro nuevamente hacia mi postre.

Pienso unos segundos para después soplar en dirección a la llama, provocando que esta se apague.

—¿Podemos tomar una foto? —le pregunto sacando mi celular.

—Hoy más que nunca, tus deseos son órdenes.

Con la cámara ya seleccionada, alargo mi brazo a la altura ideal para que salgan nuestros rostros y el pequeño pastelito que estoy sujetando en mi mano libre. Sonreímos y tomo la foto.

Al darme cuenta de algo, abro mi boca con indignación.

—¡Estabas dispuesto a quemar mi pastel de cumpleaños por una sesión de besos en la cocina! —le reclamo.

—Eh... —Se rasca la nuca—. No...

Su actitud me hace soltar una carcajada y negar con la cabeza.

—Te perdono, porque realmente estás haciendo que este sea de los mejores cumpleaños, y apenas han pasado algunos minutos. Mereces bastante crédito por eso.

—¿Qué te puedo decir? —Se alza de hombros—. Podemos concluir que soy el mejor novio del mundo.

—Que modesto, señor Reyes. Pero sí. —Apunto su pecho a la altura del corazón—, definitivamente yo tengo al mejor novio del mundo.

—Creo que el azúcar del glaseado te está afectando un poco —menciona con un tono burlón.

—Shhh, déjame ser cursi en mi cumpleaños.

—Como digas —contesta—. Será mejor que te deje descansar, mañana será un gran día y te necesito con toda la energía posible.

Muerdo mi labio inferior antes de soltar la pregunta.

—¿Quieres quedarte?

Sus ojos se abren demostrando sorpresa, pero al instante su expresión cambia a una de alegría.

—Sabes que yo feliz, pero como tú prefieras.

Asiento repetidas veces con la cabeza como niña pequeña haciéndolo reír.

Regreso a la sala para apagar la televisión; una vez que la sala está en orden, nos dirigimos a la cama. Ya ambos estamos vestidos con nuestros pijamas, o bueno, joggers y playeras básicas, que cumplen la misma función.

Nos acostamos en la posición de siempre, y de inmediato siento su calor corporal impregnarse en mi cuerpo y su característico aroma invadir mis fosas nasales.

—Buenas noches, chaparra. —Besa mi cabeza—. Sueña bonito.

—Soñaré contigo, entonces.

Ríe en voz baja.

—¿Acaso la Roxana de diecinueve años viene en un paquete empalagoso o algo así?

—Probablemente es culpa de las tres tazas de azúcar que le eché al glaseado.

—¡¿Qué?! —exclama alterado—. ¿Acaso quieres matarnos de diabetes?

—¡Oh no! Me has descubierto —ironizo—. Ya, ya, a dormir. Te quiero. —Estiro mi brazo para apagar la luz.

Suspira dramáticamente.

—Yo también a ti, chaparra traviesa.

🧁🧁🧁

Siento una presión húmeda sobre mis labios, y un tacto caliente sobre mi mejilla. Hago una mueca y escucho una risa proveniente de algún lugar.

¿Sigo soñando?

No lo sé, ni me interesa descubrirlo realmente.

Balbuceo alguna oración sin sentido, para después darme vuelta y enredarme en la comodidad de las sábanas.

Oh, oh, otra vez esa risa burlona. Y conozco muy bien al dueño.

Un poco en contra de mi voluntad, abro mis ojitos lentamente hasta que se acostumbran a la poca luz que se cuela por el gran ventanal de la habitación.

Y efectivamente, el culpable de todas mis sonrisas se encuentra al borde de la cama, con su cara apoyada en el colchón de la misma, sonriendo dulcemente.

Si las sonrisas mataran, ya me encontraría en un ataúd diez metros bajo tierra.

—Buenos días, cumpleañera. —Deposita un beso en mi frente.

Tallo con fuerza mis ojos, una manía que he tenido desde muy pequeña al despertar, y posterior a eso estiro mis brazos sintiendo como los huesos de mi espalda truenan.

Vaya, apenas llevo unas horas de envejecimiento y ya se empieza a notar la edad.

—Buenos días —contesto finalmente.

No es hasta este momento que me percato de la situación.

La habitación completa está llena de globos; literalmente todo el piso está repleto de ellos. En la mesa de noche junto a mí, hay un arreglo de flores muy bonito; y sí, son de color morado. En la otra esquina de la cama, hay dos globos metálicos con forma de números, representando mi edad. Y por último, Thiago ya está sentado a la altura de mis pies, sacando de su bolsillo una cajita roja aterciopelada.

Mi boca se convierte en una gran «O», y por más que trato de pronunciar palabra alguna, todos los sonidos se quedan atrapados en mi garganta.

—Feliz cumpleaños, Rox. —Thiago me ofrece la curiosa cajita entre sus manos.

La tomo con sumo cuidado y sin esperar más, la abro con precaución. En su interior se encuentra una cadena extremadamente fina de oro blanco; el centro está decorado por un pequeño pero llamativo dije en forma de timón de barco.

—Dios, es bellísimo. Gracias, gracias, gracias. —Lo abrazo fuertemente.

—No puedo... respirar... —habla con la voz entrecortada

Pongo mis ojos en blanco ante su exageración antes de soltarlo.

—Gracias por arruinar el momento —reprocho.

—Que bueno que te gustó —añade refiriéndose al collar, ignorando mi comentario anterior—. Lo mandé a hacer personalizado, para que sea único en el mundo.

El hecho de que se haya tomado la molestia de hacer un regalo tan personalizado, hace que el detalle sea mucho más perfecto.

—¿Me ayudas a ponérmelo? —le pido y puedo jurar que mis ojos están brillando.

—Por supuesto.

Se levanta para quedar detrás de mí, a la vez que yo remuevo mi despeinado cabello, haciendo que caiga sobre uno de mis hombros para darle acceso a mi cuello. Él toma el collar delicadamente y lo deja caer un poco más abajo de mi clavícula, para después tomar los broches de cierre y unirlos en la parte posterior de mi cuello.

—¿Por qué un timón? —me atrevo a preguntar.

Conociendo a mi chico, seguramente tiene un valor detrás de lo estético.

—Bueno, ¿recuerdas el significado de mi ancla? —Toma el dije colgando de su cuello y yo asiento para que continúe—. Viéndolo desde esa perspectiva, el ancla es una parte importante del barco, pero, ¿de qué sirve que se quede estancado para siempre sin poder moverse? En cambio, al tener estas dos piezas juntas. —Sujeta el timón de mi collar—, pueden navegar juntos hacia un lugar mejor. Todo buen barco necesita de un timón; y tú eres el timón de mi vida. Gracias por llegar a mi vida para darle un rumbo, Roxana Moya.

Creo que está de sobra decir que para este punto ya estoy hecha un mar de lágrimas.

¿Alguna vez has llegado a querer demasiado a alguien? Sí, me refiero a ese sentimiento en tu pecho que por más que intentes reprimirlo trata de salir para explotar en un montón de confeti de colores. Quieres tanto a esa persona al punto de que, sin importar cuánto tiempo pases a su lado, tu corazón se sigue acelerando como la primera vez; o una acción tan simple de su parte te parece la cosa más fantástica del mundo; o que te alegra el día con tan solo unas palabras; o te encanta tanto verlo feliz, que estás dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de que sonría.

Pues yo quiero demasiado a este chico, a mi chico.

Es increíble cómo puede llegar una persona a darle una pincelada de color a tu vida en el momento menos esperado, pero más necesitado. Cómo alguien puede verte en el agujero más profundo y aun así extenderte su mano y decir: «Ey, ven, yo te ayudo a que vuelvas a subir. No será fácil, pero será menos difícil si lo hacemos juntos». Y es aún más magnífico cuando lo cumplen, y te sientes tan feliz cuando ya estás en la cima, y aún tienes a esa persona a tu lado sonriéndote y aplaudiéndote con una mirada que expresa «Sabía que lo lograrías, ahora es momento de que vuelvas a brillar».

Las personas no siempre llegan en una cajita reluciente de oro, a veces nos tocará conocerlas en su peor momento; ya queda en cada uno de nosotros decidir si tenemos la suficiente paciencia y disposición para ayudarlo y esperar a que vuelva a ser la mejor versión de sí mismo. Puede que la espera no sea fácil, pero también puede que valga la pena el resultado final. Tienes que aprender a soportar las espinas para querer a la rosa, porque las espinas siempre serán parte de ella, solo se trata de enfocarte en los pétalos.

Estoy de acuerdo en que la persona más importante en nuestra vida debemos ser nosotros mismos. Tratarnos como una prioridad no es egoísta, es correcto. Pero poder compartir tus logros con alguien que los celebre como si fueran tuyos, o saber que tienes otro par de brazos que te sujetarán si la caída es demasiado dura, también está bien.

—Gracias a ti, Thiago Reyes, por ayudarme a encontrar la mejor versión de mí misma.

. . . . . . . . . . . . . . . . . .

N/A: La canción de feliz cumpleaños es la versión mexicana. Decidí basarme en esa por la nacionalidad de Roxana.

Me atrevo a decir que este es otro de mis capítulos favoritos, disfrute mucho escribirlo. Me gustaron en especial las partes divertidas, siento que eran necesarias para liberar un poco la tensión ocasionada por el capítulo anterior.

Continuación del cumpleaños en el siguiente capítulo...

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
—ℳau♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro