Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 18: Sufrir en tu lugar

Golpeo tres veces con algo de violencia la puerta de madera frente a mí. Sin mucha delicadeza, embarro la otra mano sobre mis mejillas, eliminando el rastro de lágrimas que se encontraban ahí hace un momento.

—¿Quién es? —preguntan del otro lado.

—Soy Rox —alcanzo a enunciar.

—¿Pero qué...? —Su frase se queda suspendida en el aire al momento en que elimina la barrera que impedía vernos. No me es difícil imaginar por qué.

Aunque no quiera, le enseño la sonrisa más falsa que tengo a la vez que trato de ahogar un sollozo mordiendo mi labio. Thiago no lo piensa un segundo más antes de rodearme fuertemente con sus brazos, como si de esa manera pudiera volver a unir mis partes rotas.

No estaba segura de si venir aquí sería la mejor idea, ya que existía la opción de que me pidiera que me calmara y le diera respuestas inmediatas, ya que eso es lo que la mayoría de las personas hacen cuando ven a alguien en este estado. Sin embargo, su reacción fue todo lo contrario.

—Ey, todo va a estar bien, chaparra. No estás sola. Yo estoy aquí y no voy a irme nunca. —La suavidad con la que pronuncia esas palabras y las caricias que hace en mi cabeza logran que mi labio inferior tiemble irremediablemente.

No puedo explicar cómo me trasladé del umbral de la puerta a la cama, pero la siguiente vez que estoy consciente de lo que ocurre a mí alrededor estoy sentada sobre el colchón, llorando sin control, mientras me abrazo a mí misma y Thiago se dedica a sobar mi espalda sin decir nada.

Aprieto mi boca y ojos simultáneamente en un inútil intento por dejar de llorar, pero es en vano. Él, al darse cuenta de ello, contrae su rostro y niega con la cabeza.

—Por favor, no lo retengas. Estás segura aquí, puedes llorar.

Con esas simples afirmaciones todos los recuerdos del año pasado invaden mi mente como un torbellino despiadado, una tras otra bombardeando mi cerebro y dándome poco tiempo para procesarlas. La última imagen que se plasma en mi mente es del suceso ocurrido hace tan solo unas horas, cuando me encontraba tranquilamente en mi habitación. Mi teléfono empezó a vibrar sobre la mesa de madera, alertándome de una llamada entrante. Vacilé un poco antes de responder, ya que el número era desconocido, pero finalmente terminé haciéndolo.

Dios, desearía no haberlo hecho.

*Flashback*

—¿Diga?

—Feliz aniversario, calentona. —Una voz masculina habla del otro lado.

—Disculpa, creo que te equivocaste de número... —alargo incómoda debido al apodo empleado.

—Oh, vamos. ¿Tan fácil te olvidaste de mí? —Una chispa de diversión resalta en la voz.

—Perdón, pero no te conozco.

—Sí que lo haces, y yo también a ti.

Solamente cuelga el teléfono...

—¿De qué hablas? —me es imposible no preguntar.

—¿Me vas a decir que no recuerdas cómo hace un año gemías mi nombre entre las sábanas de mi habitación? —Suelta una risa ronca que me pone los vellos de punta cuando una pequeña parte de mi cerebro la reconoce.

—¡Pervertido! Vete a molestar a alguien más con tus obscenidades —grito dispuesta a cortar la llamada.

—Eso no me decías ni a mí ni a los otros chicos de la preparatoria un tiempo atrás, Roxana.

Un escalofrío me recorre el cuerpo al escucharlo pronunciar mi nombre, con total seguridad, haciendo que mi dedo se quede a escasos centímetros de presionar el botón rojo.

—Esto es una broma de muy mal gusto. ¿Quién diablos eres? —La preocupación se empieza a hacer presente en mí, restándole firmeza a mi voz.

—Después de la follada que te di, creí que no me olvidarías.

—¡Joder! ¡Solo di tu maldito nombre de una vez! —chillo, sintiendo un nudo en mi garganta

—Soy Hugo, nena.

Mi celular abandona mi mano en una caída libre directo hacia el piso; el sonido del mismo estrellándose me sobresalta, haciéndome salir del estado de trance en el cual me encontraba. Llevo una mano a mi boca, tapándola por completo y sintiendo cómo mi respiración comienza a fallar y mis mejillas a humedecerse.

Lo único que puedo pensar antes de salir corriendo de mi habitación instintivamente es que la pesadilla ha regresado.

*Fin flashback*

Un fuerte dolor se instala en mi pecho al recordarlo.

Siento cómo en un cuidadoso movimiento, Thiago me estrecha en sus brazos, haciendo que me recargue en él para seguir sobando mi cabeza. Con ese gesto, las gotas de agua salada concentradas en mis ojos empiezan a humedecer mis mejillas irremediablemente. Sollozos de dolor e impotencia abandonan mi boca, inundando la habitación del característico sonido de una respiración entrecortada.

Hay momentos en nuestra vida que nos marcan de una manera tan traumática, que preferimos evitarlos a toda costa. Los enterramos en lo más profundo de nuestro ser con la esperanza de que nunca salgan nuevamente a flote, porque creemos que es mejor así, y puede que muchas veces sea cierto, pero si en algún momento esos recuerdos regresan, dolerán más de lo que podamos imaginar porque nunca fuimos capaces de sanarlos como debíamos.

Nunca te das cuenta de cuánto realmente te duele algo hasta que la única manera de exteriorizar ese sufrimiento es llorando. En este momento, por primera vez, me permito a mí misma sacar todo eso que me estaba torturando hace más de un año. Ya no me esfuerzo por reprimir los recuerdos en mi mente, sino que me enfoco en sentir todo aquello que tengo guardado: el dolor, las malas experiencias, las consecuencias.

Conforme mi llanto se intensifica, la seguridad en los brazos de Thiago también, lo cual me lleva a pensar que por más fuertes que seamos, habrá momentos en los que ya no podremos más y necesitaremos de alguien para soportarnos, alguien que entienda, alguien que no juzgue. Al llorar en los brazos de él, fue como si estuviera ayudándome a sostener parte de mi dolor.

Mis ojos se desvían hacia la cadena que cuelga de su cuello, recordando el significado que tiene: «Ser nuestras propias anclas». El problema con eso es que si tensamos demasiado los eslabones, terminan por romperse.

Alargo mi brazo hasta su clavícula; mis dedos haciendo contacto con el frío metal, trayéndome de vuelta a la realidad.

El temblor en mis hombros y el estremecimiento de mi cuerpo cesan poco a poco. Cierro mis ojos, tratando de regular mis respiraciones, ya que el llanto provocó la ausencia de aire en mis pulmones.

—Respira conmigo, Rox. —Thiago inhala profundamente, aguantando unos segundos la respiración e invitándome a hacer lo mismo. Sostenemos el aire por unos segundos para después exhalar al mismo tiempo—. Eso es. —Besa mi cabeza antes de repetir la acción.

A su lado logro calmarme; mis ojos arden, mi labio aún tiembla levemente, mi pecho sube y baja constantemente y mi cabeza continúa doliendo, pero ya no lloro más. Sin embargo, no me atrevo a alzar el rostro. Temo que pueda ver a través de mis ojos lo rota y humillada que me siento.

Termino soltando un último suspiro pesado, tratando de volver a la normalidad y sintiendo esa paz que invade después de llorar con todas las ganas.

Thiago no dice nada, supongo que porque no sabe realmente qué decir o si lo correcto sea abrir la boca o no. Por lo tanto, queriendo romper con el denso silencio que se ha instalado dentro de estas cuatro paredes, pronuncio una sola palabra:

—Gracias.

—No tienes nada que agrade...

—No —lo interrumpo—. Gracias. Gracias por soportar el dolor conmigo y por no dejarme sola.

Deja salir el aire con algo de dificultad.

—Te quiero tanto, Rox, que si pudiera sufriría en tu lugar.

Creo que es lo más bonito que me han dicho en la vida.

Alzo la vista hacia ese infinito pozo de aguas azules, perdiéndome en su oleaje por unos segundos, y me llena de alivio ver la preocupación brillando plenamente en ellos, sin un solo rastro de lástima.

—¿Te... —Aclaro mi garganta, ya que mi voz ha salido en un hilo apenas audible— Te molestaría si enciendo la tina? El agua caliente siempre ayuda a que me relaje.

—No, claro que no. —Me sonríe comprensivamente.

Me impulso para ponerme de pie, pero al tener nuevamente todo mi peso sobre los pies, mis piernas flaquean, logrando que me tambalee y esté a punto de perder el equilibrio. Thiago se levanta de un brinco y me sostiene rápidamente.

—¿Puedo? —inquiere, colocando una mano en mi espalda y otra en la parte posterior de mis rodillas, con la intención de cargarme.

Asiento con la cabeza y sorbo por la nariz.

Con suma delicadeza, me levanta en sus fuertes brazos y se dirige al baño. Una vez ahí, me sienta sobre la tapa del inodoro y se coloca en cuclillas para abrir el grifo y que el agua caliente empiece a llenar la bañera.

—¿Quieres que te espere afuera? —cuestiona con la mirada clavada en el chorro de agua.

—No. Quédate, por favor. Necesito hablar contigo.

Un silencio ensordecedor inunda el cuarto de baño, siendo interrumpido únicamente por el sonido del agua cayendo con fuerza. Aunque me cueste admitirlo, el ambiente se ha vuelto pesado. Me atrevo a levantar la cabeza y observo su perfil frente a mí. Tiene la cabeza entre las manos y sus ojos están cerrados, y el solo hecho de pensar el desastre que ha de ser su mente ahora mismo y las miles de preguntas sin respuesta que debe estarse formulando hacen que mi corazón se quiebre un poco más.

Verlo así, tan vulnerable, me lleva a tomar la decisión de que no quiero ser la causante de eso.

Cuando el agua ya se encuentra a una altura considerablemente alta, reúno las pocas fuerzas que tengo para levantarme y pasar a un lado de él y así, con su ayuda, meterme con todo y ropa a la tina.

En el segundo en que mi piel hace contacto con el agua caliente, siento cómo mis músculos se relajan notoriamente. Tomo una respiración profunda antes de sumergirme por completo debajo de ella, para que de esta manera todo mi cuerpo quede cubierto por el líquido transparente. Aprovecho para tallar mi cara con mis manos y permanezco sumergida hasta que la falta de oxígeno se hace presente, obligándome a regresar a la superficie.

A pesar de no verlo, puedo sentir la mirada de Thiago, profunda e intensa, clavada en el perfil de mi rostro. Decido darle la espalda, no por querer ser grosera, sino porque sé que no seré capaz de hablar con él viéndome a los ojos.

—Todo comenzó hace año y medio... Un suspiro fugaz sale de mi boca y sorbo mi nariz por enésima vez en los últimos minutos.

—Espera —me pide antes de que pueda continuar—. Quiero que sepas que nada de lo que me vayas a decir ahora podrá cambiar lo que pienso o siento por ti. No importa qué hayas hecho o qué haya pasado, para mí seguirás siendo la misma persona que eres justo ahora, esa mujer de la cual estoy perdidamente enamorado y nada, ni siquiera tu pasado, podrá cambiar eso, ¿vale?

La propuesta que me había hecho en un inicio de no llorar al contar mi historia se esfuma por completo al terminar de oír sus palabras. Las lágrimas vuelven a brotar de mis ojos en cuestión de segundos, y solamente he pronunciado seis palabras.

Siento la presión de sus labios en mi coronilla durante unos instantes, y de ahí como sus manos se posicionan sobre mis hombros, masajeándolos lentamente y liberando la tensión de los mismos.

Me limito a asentir con la cabeza debido a que me cuesta volver a encontrar mi voz.

—Bien. Ahora sí no te interrumpo más.

—Hace año y medio yo era una persona muy... diferente a la que conoces ahora. —Me tomo mi tiempo para buscar las palabras adecuadas—. Me sentía vacía, completamente vacía. Estaba en una edad complicada y mi autoestima no era para nada buena, y eso me llevó a tomar decisiones estúpidas.

»Muchas veces son nuestros propios pensamientos los que más nos atormentan, al menos así fue en mi caso. ¿Sabes qué pasa cuando escuchas constantemente que no vales la pena o que no eres suficiente? —cuestiono retóricamente—. Que terminas creyéndotelo, hasta que llegas a un punto donde ya no soportas ver tu propio reflejo en el espejo sin que un millón de pensamientos negativos te invadan, o ya no puedes dormir por las noches porque tienes miedo de volver a enfrentar tu realidad al despertar, o te sientes solo e infeliz a pesar de estar rodeado de personas que dicen ser tus amigos. —Me paso el dorso de mi mano por la nariz para calmarme, sabiendo que he divagado un poco.

»Así que busqué la salida más rápida a mi sufrimiento: traté de sustituir mi falta de amor propio con sobras de lo que aparentaba ser cariño de otras personas; chicos, para ser más exacta. —Hago una pausa y respiro antes de soltar en un murmuro—: Me convertí en la chica fácil de mi preparatoria.

Siento el aire caliente que es expulsado de su nariz con pesadez sobre mi nuca, pero me obligo en continuar la historia.

»Tomé la mala decisión de dejarme llevar en el tema del contacto físico y, claro, los chicos al ver a una mujer vulnerable que no se autovaloraba pareciera que les estuvieran sirviendo el mismísimo Santo Grial en una bandeja de plata. —Suelto una risa sin pizca de gracia—. Nadie entendía el por qué me comportaba así, ni tampoco se preocupaban en hacerlo, y a pesar de que yo sabía que estaba mal y que esas acciones no me iban a traer nada bueno, no podía negar cierta satisfacción que sentía al terminar de hacer algo con alguno de ellos. El que me dijeran que me deseaban, aun cuando yo sabía que se trataba solamente de la calentura del momento y de la atracción sexual, irremediablemente me hacía sentir mejor y ayudaba a olvidarme por un instante de los malos pensamientos.

»Eso se convirtió en mi válvula de escape —admito con tristeza—. Nunca llegué más lejos de lo que cualquier otro adolescente hormonal haya hecho, ya que no quería que mi error se convirtiera en algo más, algo de lo que realmente podría arrepentirme... Hasta que hubo un chico que cambió por completo las reglas del juego. Su nombre es Hugo. —Siento como si hubiera recibido un golpe directo en el pecho al pronunciar su nombre.

—Él era un amigo más, nadie muy importante. Ni siquiera era el más guapo o popular de la escuela. Solamente era alguien con quien siempre había mantenido una buena amistad, llegando al punto de que ocasionalmente solía ir a su casa por las tardes a pasar el rato. Inclusive tenía una muy buena relación con su madre, una señora muy agradable que no paraba de repetirme que las puertas de su casa siempre estarían abiertas para mí.

Mi voz comienza a fallar, por lo que tengo que aclararme la garganta.

—Sin embargo, cuando yo cambié mi forma de ser, él tomó ventaja de eso. Nunca antes se había tratado de sobrepasar conmigo; yo sabía que él no tenía la mejor reputación de todas, pero a mí siempre me había tratado con respeto —recuerdo con algo de rabia—. Todo empezó con un simple beso en su habitación, hasta que llegamos al punto en que mis visitas eran más frecuentes y con ellas, la intensidad en nuestras acciones iban creciendo. —Me obligo a respirar para calmarme—. Hasta que exactamente un año atrás, un viernes del mes de noviembre, pasó.

»Estábamos en su habitación, conversando, cuando llegó su madre a decirnos que saldría un momento para llevar al hermano menor de Hugo a una fiesta, y que si necesitábamos cualquier cosa no dudaremos en llamarle; no era la primera vez que nos dejaba solos, así que realmente no le di mucha importancia.

»No quiero entrar en detalles, pero una cosa llevó a la otra y... —Muerdo mi labio inferior, armándome de valor para decir lo siguiente—. Perdí mi virginidad con él. —Mi voz es apenas un susurro, pero cuando el movimiento circular de los dedos de Thiago sobre mis hombros se detiene abruptamente, sé que me ha escuchado a la perfección.

»Fue una decisión de ambos, consentida —aclaro—. Quizá no fue lo más inteligente, pero al menos en ese momento creí que estaba consciente de lo que estaba haciendo. No lo vi cómo algo malo, al menos no en un inicio. El verdadero problema fue el lunes siguiente, cuando el rumor de que yo había tenido relaciones sexuales ya se había esparcido por toda la preparatoria. Ese día escuché de todo; cosas que realmente me marcaron, comentarios tan despectivos que ni siquiera me atrevo a repetir. Ahí me di cuenta de que había sobrepasado mi propio límite.

»Ya no quería seguir viviendo de esa manera, lo único que estaba haciendo era romperme mucho más de lo que ya estaba, pero cuando traté de corregir mis acciones, fue imposible. Ya nadie me tomaba en serio y simplemente me veían como la chica sin autoestima que ya había pasado por todos los chicos de la preparatoria. —Un escalofrío me recorre todo el cuerpo—. Mientras mis amigas se alejaron, los hombres hicieron todo lo contrario: trataron de aprovecharse de mí, como si el hecho de que ya hubiera tenido mi primer encuentro sexual les diera algún derecho o poder sobre mi cuerpo.

Estúpida sociedad.

»Ese fue el momento más duro de mi vida, pero aprendí que tocar fondo es la única manera de volver a subir, y eso hice. No fue nada fácil, sobre todo porque tuve que llevar todo este dolor sola, ya que nunca me atreví a contárselo a nadie; pensaba que era mi propia cruz, y estaba dispuesta a cargar con su peso hasta deshacerme de ella. —Mi voz adquiere un poco de potencia—. El camino fue una odisea, pero finalmente logré juntar mis pedazos destruidos y volví a unirlos, sintiéndome mucho más fuerte que antes. En ese momento entendí que la única opinión que debía importarme era la mía, y aprendí a valorarme y respetarme por el maravilloso ser humano que soy. Fue una gran lección de vida, seguramente la más fuerte que tendré jamás, pero me ayudó a entender muchas cosas y me hizo formarme para ser la persona que soy hoy en día.

No puedo explicar el remolino de emociones que siento en este momento, pero sin duda la que más predomina es el alivio. Jamás dimensioné el impacto que podría tener el no expresar lo que me había pasado, hasta que finalmente lo hice, y el sentimiento de liberación que estoy experimentando es inigualable.

Es por eso que en medio de este caos, sonrío. Sonrío porque me siento completamente orgullosa de la persona que soy ahora mismo; porque a pesar de que no tomé las mejores decisiones en mi pasado, no permití que eso me derrumbara por completo, sino que lo utilicé para salir adelante; porque ahora sé el valor que tengo y porque finalmente después de mucho sufrimiento, puedo decir que me siento plena y en paz.

—Mírame —demanda Thiago en un tono de voz muy bajo y que no resulta amenazante. Sin embargo, mi primer instinto es negar con la cabeza. No estoy segura de poder enfrentar a la única persona con la cual he compartido mi historia—.  Rox, por favor, voltea. Necesito verte a los ojos.

Termino cediendo ante su petición. Giro mi cuerpo lentamente, quedando frente a frente, pero mantengo mi cabeza agachada. No hago contacto visual con él hasta que delicadamente levanta mi barbilla con su dedo índice, manteniéndolo ahí.

—Los problemas de tu pasado son asunto tuyo, y los problemas de tu futuro son mi privilegio —enuncia con firmeza—. No soy quien para juzgarte ni criticarte, ni siquiera te conocía en ese momento. Lo que sí puedo hacer es admirarte, por seguir adelante y aprender de tu error para lograr ser la maravillosa persona que eres ahora, y eso es todo lo que importa, ¿vale? —Toma mis manos y las aprieta entre las suyas—. Estoy seguro de que la persona que está aquí, frente a mí, aceptando su error y liberándose de él, no es la misma persona que tomó esas decisiones pasadas, y todo lo demás ya no importa.

Me mantengo callada mientras sus ojos recorren mi rostro, seguramente notando la calma que ahora caracteriza mis facciones. Sin soltar mis manos por completo, usa una de ellas para trazar el contorno de mi cara con suavidad.

—Una cosa más —añade, deteniendo el movimiento de su dedo—. ¿Qué no vales la pena? —Suelta una risa sarcástica—. Mierda, Rox. Vales toda la maldita pena, la alegría, la espera, las lágrimas, la risa, la vida. Lo vales jodidamente todo.

Sin poder contenerme un segundo más, me abalanzo directo a sus brazos, Él me abraza con más fuerza, pegándome completamente a él, sin importarle que esté empapada por completo.

—Ya no tienes que sufrir sola —musita contra mi cuello—. Ahora me tienes a mí, y será un honor ser esa persona con la cual puedas compartir tus momentos de fortaleza, pero también tus momentos de debilidad.

Lo único que no puedo dejar de preguntarme es qué hice yo para merecer a semejante ser humano.

.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  . .  .  .  .  .  .  .  .  .

Ha sido duro escribir esta parte por toda la carga emocional que conlleva y por el gran peso que tiene en la historia. Después de dieciocho capítulos, por fin conocemos el pasado de nuestra protagonista.

¿Te esperabas algo así?

¿Qué opinas de la reacción de Thiago?

Poco a poco los secretos que conforman esta trama se irán revelando...

N/A: Las comillas angulares de cierre (») se utilizan para indicar que el personaje que interviene en ese momento es el mismo, solo que en un párrafo distinto. En este caso cada vez que aparecía este signo de puntuación, hacía referencia a que Roxana era la que seguía hablando.

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
—ℳau♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro