Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 16: Única excepción

—Dios, Thiago, no creo poder más —menciono en un jadeo.

—Oh, vamos, Rox. —Gruñe—. Apenas estamos empezando.

—Sí, pero tenía mucho tiempo sin hacerlo. —Remuevo con mis dedos una ligera capa de sudor que se empezaba a formar en mi frente—. Mis piernas me están matando.

—Anda, solo unas cuantas rondas más —negocía, soltando el aire pesadamente.

—No, me rindo. —Dejo de pedalear en la bicicleta estática del gimnasio mientras él sigue trotando en la caminadora.

—Chaparra, llevamos diez minutos apenas —acota riendo.

—No es mi culpa haber perdido mi condición estos meses, ¿vale? —me excuso en lo que intento recuperar el aliento.

—De hecho, sí lo es. —Lo miro de mala manera , por lo que alza ambos brazos en son de paz—. Yo solo decía.

—¿Me recuerdas qué demonios hacemos aquí y de quién fue la brillante idea? —pido con sarcasmo.

—De hecho, fue tuya, y me pediste que te motivara porque seguramente al llegar no querrías hacer nada, así que a darle. —Suelta unos aplausos al aire y aumenta la velocidad de su aparato.

Bufo, pero sabiendo que tiene razón, tomo unos tragos de agua y me dispongo a pedalear nuevamente.

Ya han pasado unos veinte minutos cuando Thiago decide apagar la caminadora para empezar a hacer algo de fuerza con las pesas.

Uh, esto ya se está poniendo interesante.

Agradezco que la bicicleta tenga vista hacia el centro del gimnasio y que así pueda quedar de frente a él, y también que seamos las únicas personas que decidieron levantarse temprano el día de hoy para ejercitarse, ya que el lugar está solo para nosotros. Asimismo, el hecho de que mi novio lleve puesta una camiseta deportiva color blanco sin mangas, ayuda un poco a mi buen humor.

Sí, definitivamente hay muchas cosas que agradecer esta mañana.

Sin más, el susodicho comienza a cargar peso, haciendo que los músculos de sus brazos y hombros se contraigan y aumenten su volumen, deleitando mis ojos, mientras trato de concentrar la parte funcional de mi cerebro en seguir moviendo mis pies en círculos. Pero, vamos, ¿con una vista así quién podría concentrarse?

—Si sigues desnudándome con la mirada, voy a pescar un resfriado por tu culpa —me acusa viéndome juguetonamente por encima de su hombro a la vez que continúa haciendo su ejercicio.

—¿Pero qué dices? —Me hago la loca—. Si yo estoy aquí concentrada en lo mío. —Señalo la bicicleta con mis manos y sonrío exageradamente.

—Rox, dejaste de pedalear hace unos tres minutos y tienes un hilo de baba cayendo de tu boca. —Ahora sí suelta una sonora carcajada y deja a un lado las pesas que estaba cargando para reírse a gusto.

Bajo mi mirada hacia mis pies para confirmar que, efectivamente, estos ya no se encuentran en movimiento. Rápidamente paso una mano por mis labios, dándome cuenta de que lo segundo que dijo fue mentira.

—Muy chistoso —comento sarcásticamente. Me cruzo de brazos y ladeo la cabeza—. ¿Cómo quieres que me concentre así? No es justo.

—¿Ahora ya no puedo hacer ejercicio delante tuyo porque te distraigo? —inquiere con burla.

—Solamente estaba observando la flexión de tus músculos como un ejemplo para mi clase de anatomía.

—No tienes clase de anatomía. ¡Ni siquiera vas a la escuela!

—Shh, mi excusa era buena.

Me regala una sonrisa ladeada.

—Siendo ese el caso, podemos estudiar anatomía cuando quieras.

—Lo tendré en cuenta, profesor Reyes. —Le devuelvo el gesto.

—No puedo negar que me agrada esa idea.

Vale, dos pueden jugar este juego.

Me pongo de pie y me dedico a hidratarme y secarme el sudor hasta que él vuelve a lo suyo. Es entonces cuando me acerco hasta donde están colocadas las barras, sujeto una de ellas, y me posiciono justo frente a mi novio. Separo un poco mis piernas y empiezo a bajar sin flexionar las rodillas, empujando mi cadera hacia atrás para hacer el ejercicio correctamente.

No han pasado ni dos segundos cuando siento una intensa mirada a mis espaldas.

Aprovecho el espejo que cubre las paredes del gimnasio y visualizo el reflejo de Thiago, algo distraído, sin despegar la vista de la parte trasera de mi cuerpo.

Dejo la barra en el suelo y doy media vuelta en el momento exacto en el que él finge que no ha visto nada y desvía la mirada.

—¿Qué pasa? ¿Ahora ya no puedo hacer ejercicio frente a ti porque te distraigo? —repito sus palabras.

—Recuérdame acompañarte al gimnasio más seguido. —Relame sus labios, observándome con coquetería.

Lo golpeo juguetonamente en el brazo y niego con la cabeza.

Después de una ardua rutina de ejercicio, salimos del gimnasio y recorremos los pasillos del hotel, dirigiéndonos al área de restaurantes. Sin embargo, algo capta la atención de Thiago al momento que caminamos por la recepción. Detiene su andar, obligándome a hacer lo mismo.

—¿Qué ocurre? —interrogo.

—Quiero preguntar algo. No tardo. —Besa mi frente y antes de que pueda contestar ya se ha alejado de mí.

Me limito a observarlo hablando con el mismo recepcionista que me atendió el día en que llegué. Intercambian unas palabras, pero desconozco por completo el tema, ya que el muchacho mantiene una expresión neutra y lo único que alcanzo a divisar de Thiago es su espalda. Después de unos segundos, el chico le entrega un folleto a mi novio, quien lo toma entre sus manos y, entonces, comienza a caminar en mi dirección aún con el papel a la vista.

—¿Qué es eso? —cuestiono; la curiosidad ganándome.

—Te tengo una propuesta, una muy buena —comenta emocionado.

—¿Y cuál es dicha propuesta?

—Ya verás. Te contaré en el desayuno.

Accediendo, meneo la cabeza y entrelazo nuestras manos. Retomamos nuestro camino hasta que llegamos al restaurante. Después de escoger una mesa al aire libre, nos acercamos hasta donde están dispuestos los alimentos y nos servimos nuestras respectivas porciones. Con los platos en mano, nos dirigimos a nuestras sillas y tomamos asiento uno frente al otro.

—Vale, ¿ahora sí me vas a contar tu maravillosa propuesta? —inquiero tras haber dado los primeros bocados a mis alimentos.

—Bueno, como sabes Halloween es en unos días... —alarga.

—Sí, ¿pero qué con eso?

—Pensé que podríamos hacer algo divertido ese día. —Pone sobre la mesa el mismo folleto que le había visto antes. Lo sujeto entre las manos para leerlo mientras él continúa hablando—. Es una fiesta de Halloween, según el chico de recepción es una de las mejores a las que podríamos asistir aquí.

Me tomo mi tiempo para detallar y analizar la información impresa. Al parecer es una fiesta que realiza un grupo de universitarios para celebrar dicha festividad. Es en la noche del treinta y uno de octubre y, por lo que leo, la celebración empieza con una película proyectada en un parque y posterior a eso se hace la dichosa reunión en una casa abandonada. Después de leer todo esto, hay una frase en especial que me llama la atención.

—Tenemos que ir disfrazados —expongo.

—Es el requisito para asistir —confirma. Parece que va a decir algo más, pero al final opta por quedarse callado.

—¿Qué pasa?

—Bueno —Se aclara la garganta—, había pensado que, no sé, podríamos usar algún disfraz de pareja... —Hace una pequeña mueca—. Claro, solo si te gustan esas cosas.

Mis cejas se disparan hacia el cielo.

—¿Tú, disfrazado? ¿Conmigo?

—¿Qué?

—No creí que me propondrías algo así —admito.

—¿No quieres? —Se rasca la parte trasera de la cabeza—. No pasa nada, no tenemos por qué hacerlo, era solo una idea; es decir, yo creí que...

—Thiago —enuncio su nombre para interrumpir su vómito verbal—. Sí me gusta, es solo que pensé que a ti no, y no quiero que hagas algo en contra de tu voluntad solo por mí.

—Creo que a estas alturas deberías saber que por ti haría cualquier cosa, ponerme un disfraz es lo más mínimo en esa lista.

La sinceridad y franqueza que brota de su boca, así como la facilidad con la que ha pronunciado aquello, me eriza la piel por completo y hace que mi corazón pegue un brinco dentro de mi pecho.

—¿Y tienes alguna idea para el disfraz? —pregunto por lo bajo sin poder ocultar la sonrisa que abarca mi rostro.

—No realmente, pensé que tú podrías encargarte de esa parte. —Se lo piensa unos segundos antes de añadir—: Siempre y cuando no me hagas quedar en ridículo, todo bien.

Río por esto último.

—¿O sea que mi sueño frustrado de disfrazarnos de botes de Nutella no se va a poder? —bromeo con un puchero en los labios.

—Ni en tus pensamientos más retorcidos, Rox. —Me señala amenazadoramente con ayuda de un tenedor al mismo tiempo en que entrecierra sus ojos.

—Deberías saber que por ti haría cualquier cosa —repito irónicamente sus palabras para después soltar un bufido.

—Si tu fantasía sexual está relacionada con ver mi cuerpo cubierto con crema de avellanas, lo entiendo, pero no pienso hacerlo delante de todo el mundo.

Abro mis ojos de golpe y le lanzo una servilleta hecha bola, dándole en la cabeza y sintiendo mis mejillas coloradas. Él muy desgraciado solamente se ríe.

—Vale, pensaré en otra idea —acepto mi derrota con tal de cambiar de tema.

Al terminar de desayunar decidimos subir a nuestras respectivas habitaciones para ducharnos y ponernos nuestros trajes de baño, acordando reencontrarnos en la zona de las albercas dentro de unos minutos. Así que una vez que estoy lista, tomo mis pertenencias necesarias y salgo del cuarto.

Mi celular empieza a vibrar cuando estoy cruzando las puertas que llevan al aire libre, por lo que lo saco de mi bolsillo trasero, leyendo el nombre de Thiago en la pantalla.

—¿Ya estás abajo? —pregunta apenas he descolgado el teléfono.

—Acabo de llegar. ¿Tú? —Pasan unos segundos sin que su respuesta llegue. Despego el celular de mi oído para ver si había colgado, pero no—. ¿Hola? ¿Sigues ahí?

—Sí, perdón, te estaba buscando. Voltea a tu izquierda, estoy por la palapa.

Hago caso a sus palabras y giro mi cabeza hacia el lado que me ha indicado Tiene su teléfono pegado a la oreja mientras me hace señas con la mano libre. Le sonrío, no estando segura de si puede verlo o no, y cuelgo la llamada para empezar a caminar hacia él.

—Hola de nuevo. —Beso sus labios una vez que ya me encuentro junto a él.

—Hola, chaparra —responde sonriendo una vez que nos hemos separado.

Dejamos nuestras cosas junto a un par de camastros que se encuentran disponibles antes de tomar asiento en ellos. Thiago se recuesta por completo en uno, pero yo, al recordar que olvidé ponerme bronceador en mi habitación, saco el bote de mi bolso y empiezo a esparcir el producto por la piel de mi espalda.

—¿Necesitas ayuda?

Suelto un chillido ahogado cuando una voz masculina, que no es la de mi novio, se filtra en mis oídos con dicha pregunta. Volteo sobre mi eje, encontrándome con el propietario de la voz: Un chico de unos veintitantos años en traje de baño y con una sonrisa pícara en su rostro.

Lo primero que hago es echarle una ojeada a Thiago, quien ya se encuentra mirando al chico con cara de pocos amigos y su mandíbula apretada.

Vale, es momento de poner orden aquí antes de que ocurra una catástrofe.

—Ahora que lo mencionas, no me vendría nada mal —le respondo al muchacho, provocando que adquiera una expresión triunfante en su rostro. Sin embargo, justo cuando se empieza a acercar a mí, añado—: Cariño, ¿me ayudas, por favor? —Extiendo mi mano hacia Thiago, provocando que su semblante se suavice.

—Con todo el gusto del mundo. —No pierde el tiempo al momento de sentarse a mi lado y echarse un poco de bronceador en las palmas, untándolo por mi cuerpo.

El otro sujeto se detiene de golpe y separa un poco sus labios. Nos observa de manera extraña, como si no terminara de comprender que acaba de pasar. Termina por tragar en seco y hace un intento por articular algo, pero al final lo único que hace es darse media vuelta y marcharse sin decir nada.

Me permito soltar el aire que había acumulado en mis pulmones cuando se ha ido por completo.

Thiago masajea mis hombros suavemente, liberando la tensión en ellos, antes de recargar su barbilla en el hueco que se forma sobre uno de ellos y rodear mi cintura con sus brazos.

—¿Cariño? Nunca me habías llamado así.

—Sí, bueno, tiempos desesperados requieren medidas desesperadas —intento excusarme ante el repentino calor que se asienta en mis mejillas.

—Suena lindo.

—¿Cómo? —suelto, extrañada.

—Que me digas «cariño» —aclara—. Nunca he sido fanático de los apodos cariñosos, pero viniendo de ti... —Su voz adquiere un volumen más bajo—. Eres mi única excepción en todo. —Deposita un beso en mi espalda, succionando un poco mi piel descubierta, humedeciéndola antes de separarse.

Me estremezco delante de él y tengo que apretar los labios ante la sensación de su boca contra mi piel, lo cual nota y lo hace sonreír ladeadamente.

—Te recuerdo que es un área familiar, por lo que hay niños presentes —menciono como excusa.

—Tomaré el riesgo de que me corran del hotel, estoy seguro de que podré vivir con eso.

Apenas termina de pronunciar esas palabras, se dedica a trazar un camino de besos que comienza en la parte posterior de mi oreja y termina en donde mi hombro y espalda se juntan, recorriendo mi cuello. Sin poder evitarlo, suelto un pequeño gemido casi inaudible, pero sé que él lo ha escuchado perfectamente cuando lleva su boca al lóbulo de mi oído, chupándolo.

—Pues yo no podré vivir tranquila sabiendo que traumatizé a una pobre criatura —me excusó por segunda vez al mismo tiempo en que me pongo de pie, rompiendo nuestro contacto.

Thiago chasquea la lengua.

—Cobarde —se burla.

—¿Vienes? —ignoro su comentario anterior y señalo la alberca frente a nosotros con un movimiento de cabeza mientras le extiendo la mano.

—No tienes que preguntármelo dos veces.

Y antes de que pueda darme cuenta, se levanta corriendo de su camastro y se abalanza contra mí, ocasionando que pegue un chillido que termina por ahogarse cuando nuestros cuerpos colisionan contra la masa de agua gigante.

🍹🍹🍹

Después de haber pasado la mayor parte de nuestro día en la piscina, salimos para ordenar unas bebidas, ya que el calor se estaba volviendo algo insoportable. Paso la toalla por mi piel para evitar que las gotas de agua sigan escurriendo por mi cuerpo antes de tumbarme en el camastro.

—Las bebidas las sirven en la palapa —me informa Thiago mientras pasa la toalla por su cabello mojado—. Si quieres, puedo ir yo por ellas y te traigo la tuya para que no te tengas que parar.

—El señor Reyes tratándome como reina, ¿quién lo diría? —bromeo, provocando que ambos riamos. Sin embargo, el sonido de él se va apaciguando poco a poco hasta que termina por desaparecer, y entonces adquiere una sonrisa sospechosa—. ¿Qué ocurre?

—Lo tengo —suelta sin más.

Enarco una de mis cejas.

—Vale, voy a necesitar que seas un poco más específico.

—Rey y reina —acota como si fuera lo más lógico del mundo.

—Sigo sin entender.

—Halloween... Los disfraces... —Al darse cuenta de que no lo estoy siguiendo, suspira exageradamente—. Podemos disfrazarnos de rey y reina para la fiesta de Halloween.

Lo analizo por unos segundos, asintiendo lentamente con la cabeza.

—¿Qué tienes en mente? Porque donde me hagas ponerme un vestido al estilo medieval que incluya el uso de un corsé, estoy fuera.

Mi chico niega en un gesto.

—En realidad, había pensado en algo más... moderno.

—Soy toda oídos.

—Tú podrías usar un lindo vestido elegante y yo un traje. —Sostiene su barbilla con una mano.

—Unas coronas serían el accesorio perfecto —opino.

Él sonríe ante mi iniciativa.

—Yo me encargo de conseguirlas —asegura—. Entonces, ¿eso es un sí?

—Definitivamente. —Mis comisuras se elevan en una sonrisa—. Te acompaño por las bebidas. Al fin y al cabo no tengo razón para no levantarme de aquí. —Con un poco de esfuerzo debido al cansancio acumulado en mi cuerpo el día de hoy, logro ponerme de pie.

—¿Acaso estás combatiendo tu flojera por mí? —Thiago abre su boca de manera exagerada y se lleva una mano al pecho con dramatismo—. Tengo que decir que me siento completamente honrado, Su Majestad.

Le doy una mirada significativa.

—Estás muy cerca de la alberca, Reyes. Cuidado —menciono con tono amenazador.

Alza sus manos con inocencia como respuesta.

Una vez que llegamos a la estructura de palma, nos sentamos en unos asientos de azulejo frente a la barra. Las únicas otras personas que se encuentran aquí son un grupo de jóvenes conversando animadamente a nuestro lado izquierdo. Ya han pasado algunos meses desde que llegué aquí, lo cual significa que la temporada alta que había con las vacaciones de verano se ha acabado y hay mucha menos gente circulando por el hotel o los sitios públicos de la ciudad.

—¿Qué les sirvo? —nos pregunta el hombre encargado de la barra mientras seca un vaso de vidrio con un pañuelo.

—Yo quiero un mojito, por favor —pido, a lo que el señor asiente.

—Que sean dos, por favor —agrega Thiago.

—En seguida.

Apoyo mis codos en la barra, recargando mi cabeza sobre mis palmas.

—Y..., ¿habrá concurso de disfraces? —pregunto algo emocionada.

—No lo sé, tú fuiste la que examinó cada letra del folleto —se burla con gracia.

Ruedo mis ojos y suelto un bufido.

—Muy gracioso.

El desgraciado se limita a verme con una expresión de «sabes que sí lo soy».

—Podríamos ganar por originalidad —retomo el tema de los disfraces—, al menos y nunca he visto a una pareja disfrazada así.

—Ya somos dos —confirma él. Una sonrisa ladeada ocupa su boca—. Entonces esto te convierte en mi reina... o en la señora Reyes, ambas opciones funcionan para mí.

—Ti istiy pidindi ini cini, ni mitrimini —enuncio con una voz chillona la oración que él usó el primer día que nos conocimos, tras invitarme a cenar.

Mi novio chasquea la lengua.

—Veo que no pierdes el tiempo, ¿eh? —continúo provocándolo—. Aunque deberías de pensártelo dos veces, capaz te aburres de mí a largo plazo.

—¿Qué te he dicho de los pensamientos negativos? —Me da una mirada seria al mismo tiempo en que se cruza de brazos.

Sus reclamo pierde importancia cuando me concentro en la flexión de sus músculos debido al movimiento que acaba de hacer.

—¿Has dicho algo? —cuestiono cuando regreso a la realidad—. Es que me he distraído.

Suspira dramáticamente.

—Olvídalo.

—Aquí tienen. —El barman deposita nuestros mojitos en la barra.

—Salud, Su Majestad —bromea nuevamente con eso segundos antes de chocar su vaso con el mío.

—La alberca sigue cerca...

Pasando en alto mi advertencia, Thiago se carcajea libremente.

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Gracias por leer, espero que te haya gustado el capítulo.

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
—ℳau♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro