Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 13: La decisión correcta

Koi No Yokan.

Es una expresión en japonés que puede traducirse como «Premonición de amor». Se trata de la maravillosa sensación de cuando conoces a una persona de la que sabes que te vas a enamorar. Es diferente al amor a primera vista, ya que es posible que no te enamores de inmediato; pero, de algún modo, sabes que es inevitable que pase. Podría catalogarse algo así como amor a segunda vista.

Y creo que no hay una frase que defina mejor lo que me pasa con Thiago.

Claro está que en muchas ocasiones nos podemos sentir físicamente atraídos al ver a alguien por primera vez; sin embargo, no hay ningún sentimiento de por medio que involucre el enamorarnos de esa persona o que haga que una simple atracción física evolucione a algo más profundo.

Hay otro tipo de atracción que es mucho más fuerte e imposible de ignorar que la física: la emocional. Te enamoras de su forma de ser, de cómo es contigo, de cómo te trata, de sus gustos, de sus pensamientos, de sus expresiones, de su corazón y de su mente. Y una vez que eso pasa, ya no hay vuelta atrás, te pierdes en su alma y no quieres escapar.

Así que sí, muchas veces es importante el que haya una atracción física inicial, pero si a eso le agregas la atracción emocional, tienes el paquete completo y es imposible marcharse.

El sonido que emite la puerta de mi habitación siendo golpeada me saca de mis pensamientos. Me levanto de mi lugar y camino hacia ella para abrirla, sorprendiéndome al no encontrarme a nadie del otro lado. Asomo mi cabeza hacia ambos extremos del pasillo, pero no hay ni rastro de un alma. Sin embargo, mis ojos sí se topan con algo más: Un ramo de rosas lilas reposa en el suelo.

Frunzo mi ceño y lo tomo entre mis manos antes de cerrar la puerta. Tras darle un vistazo, me percato de que el ramo viene con una sobre pequeño. Al abrirlo, una tarjetita con una tipografía pulcra y conocida se asoma del interior. 

Contigo quiero hacer las cosas bien. Te espero en la orilla del mar cuando el sol se esté poniendo.
Thiago.

Las flores se me resbalan de las manos y tengo que reaccionar rápidamente para evitar que estas se estrellen contra el suelo.

Oh, por Dios.

El recuerdo de la noche anterior se instala de lleno en mi mente, provocando que mi corazón bombee con más fuerza. Me obligo a inhalar profundamente y a dejar de crear escenarios poco probables en mi cabeza.

Al notar a través de los ventanales que el Sol empieza a descender lentamente por el cielo, creando unas apenas perceptibles pinceladas en tonos cálidos en las nubes, deposito las rosas en agua y emprendo mi camino a la playa con pasos temblorosos.

Aquella sensación de intranquilidad no abandona mi cuerpo en ningún momento, ni siquiera cuando mis pies entran en contacto con la arena. Juego con mis manos nerviosamente, pero incluso ese mínimo y ridículo gesto hace que recuerde al chico con el que estoy a punto de encontrarme, lo cual no ayuda a calmar mis nervios.

La situación empeora cuando pasan los minutos y Thiago no aparece por ningún lado.

Avanzo unos pasos más, acercándome a la orilla. Reviso mi teléfono una, dos y tres veces, esperando encontrar un mensaje con alguna justificación o disculpa por la cual no haya podido llegar, pero siento que el corazón se me cae a los pies cuando veo que no es así. Ni siquiera se ha dignado a escribirme para cancelar.

Aprieto los ojos, reteniéndote las lágrimas y sintiéndome patética de repente. La sensación de sus labios contra los míos embriagan mi mente, poniéndome aún peor, y por más que intento convencerme de que seguramente él tiene una buena razón pata no estar aquí, la presión en mi pecho no desaparece.

Joder, pero qué ilusa he si...

—Chaparra, ¿estás bien?

Abro mis ojos de golpe y paso el dorso de una mano por los mismos al darme cuenta de que están cristalizados.

—Sí, yo solo... —Me callo abruptamente al analizar la imagen frente a mí—. ¿Por qué demonios estás montado en una canoa? ¿Y por qué está decorada con luces? ¿Y por qué estás sonriendo de esa manera?

La sonrisa ladina en su rostro ni siquiera vacila.

—Te lo explicaré todo si subes conmigo.

—¿Qué? —Enarco una ceja—. ¿Ahora?

—No, dentro de dos semanas, si te parece bien.

Ruedo mis ojos.

—Tampoco hay necesidad de ponernos sarcásticos, señor Reyes.

Alza las manos en señal de inocencia.

—Sí, agradecería que me acompañaras ahora —modifica su respuesta.

—Mucho mejor —apruebo.

Me ofrece una mano para ayudarme a tomar asiento en la canoa y, tras dudar durante unos instantes, termino por tomarla y treparme en el vehículo de madera. Una vez que se ha asegurado de que me he acomodado, empieza a remar, adentrándonos en el agua.

Sintiéndome nerviosa nuevamente, me dedico a observar el horizonte y el cielo para intentar distraerme, admirando la preciosa vista que obtengo desde mi lugar y fingiendo estar muy concentrada en los colores, cuando en realidad lo único que hago es evitar su mirada.

Al cabo de unos minutos, Thiago deja los remos a un lado, provocando que el bote se quede inmóvil a excepción del ligero balanceo que produce el oleaje. Puedo sentir sus ojos clavados en mi perfil, por lo que trago con esfuerzo y me obligo a encararlo.

—¿Ya me vas a explicar de qué se trata todo esto?

—¿Me vas a contar por qué estabas llorando hace unos minutos?

Muerdo mi labio inferior y giro mi rostro por unos segundos.

—Yo pregunté primero —alego.

Thiago me dedica una mirada divertida.

—¿Qué es esto? ¿Jardín de niños?

Entrecierro mis ojos hacia él y me cruzo de brazos.

—Creo que lo mínimo que me merezco al estar varada en medio del mar del Coral contigo es saber el por qué.

—Y te lo contaré, después de que tú me expliques a qué se decía tu estado de ánimo cuando te encontré.

Suelto un suspiro, sabiendo que no va a ceder.

—Bueno, la verdad es que por un momento creí que no ibas a aparecer nunca —suelto, apenada.

El canadiense se lleva una mano al corazón y finge una mueca de dolor.

—Me dueles, Rox.

—No me juzgues, ¿sí? Estaba nerviosa y no pensaba con claridad.

Cuando su mirada se torna juguetona, sé que la he jodido.

—Nerviosa, ¿eh? —Una de sus comisuras se eleva—. ¿Algún motivo en específico?

Me obligo a mantener la compostura.

—Por supuesto que no —miento.

Deja salir una risa ronca, la cual llega a partes de mi cuerpo que no debería.

—Claro.

—Y no estaba llorando.

—Claro —repite, y su expresión y tono me confirma que no se está creyendo nada.

Bien, momento de redireccionar el foco de atención.

—¿Entonces? —cuestiono—. ¿Qué hacemos aquí?

La expresión divertida en su rostro desaparece, alertándome. Se aclara la garganta antes de responder:

—Necesito hablar contigo.

El aire amenaza con abandonar mis pulmones.

—Si recuerdas que solamente hay tres pisos de diferencia entre nuestras habitaciones, ¿verdad? —Intento disfrazar mi intranquilidad con gracia—. Bastaba con que tocaras a mi puerta y...

Guardo silencio cuando noto que ha desviado la mirada.

Thiago nunca desvía la mirada.

—¿Está todo bien? —pregunto ahora, inquieta.

—Sí, sí —contesta rápidamente, pero no me pasa desapercibido el hecho de que se ha rascado la nuca.

—Puedes hablar conmigo. —Hago mi mayor esfuerzo para que la voz no me tiemble al hablar. Estiro una mano con la intención de posarla sobre su rodilla, hasta que pensamientos negativos me llenan de inseguridad y termino dejándola caer sobre mis propias piernas.

El que no me esté viendo a los ojos, su mano en la parte posterior de su cuello, el constante repiqueteo de su pierna izquierda contra el suelo, su retraso en la cita... Todos esos son indicadores.

Dijiste que no me harías daño. Tú no, por favor.

—Habla conmigo —pido, sintiendo como la opresión en mi pecho regresa.

—Yo... creo que es importante que hablemos sobre lo que pasó anoche —suelta. Intento buscar algo coherente para responder, pero las palabras se atoran dentro de mi garganta. Él, al notarlo, continúa—: No quiero que pienses que después de nuestro beso... —Hace una pequeña pausa, provocando que mi corazón pegue un brinco dentro de mi pecho por las mil y un maneras en que podría terminar esa oración—. Bueno, no quiero que pienses que eso es lo único que quería de ti o que por eso me volveré distante.

El alivio invade mi cuerpo por completo y casi todos los malos pensamientos desaparecen de mi mente.

—Entiendo —me obligo a contestar.

—De hecho, mi intención es hacer todo lo contrario a eso. —Se estira hasta tomar algo que estaba escondido atrás de sus pies. Mi ceño se frunce al vislumbrar lo que parece un estuche de color negro—. Creo que ya he dejado bastante claros mis sentimientos por ti, así que ahora es momento de aclarar mis intenciones también.

Mis labios se entreabren cuando saca un ukelele de madera del estuche.

—¿Qué...? ¿Qué estás haciendo?

—Solo... escucha, ¿de acuerdo?

Asiento con la cabeza, sin entender muy bien a qué va todo esto.

Thiago sostiene el instrumento de manera correcta y posiciona sus manos sobre las cuerdas. Toma una respiración profunda, cierra sus ojos por unos segundos, y entonces empieza a tocar y entonar la melodía más perfecta que he oído en mi vida:

—Niña bonita, sonrisa de princesa, que es una obra maestra de los pies a la cabeza. Risa perfecta, tan simple y tan coqueta, por más que ella se esconde la delata su belleza. Y me pregunto qué pasaría si yo le canto esta canción, le digo lo que siento... —Sus ojos se clavan en los míos—. ¿Qué dirías si tú escoges una estrella, vuelo alto y voy por ella? ¿Si te llevo a otro universo, y después te pido un beso? ¿Y si bailamos esta noche, y te llevo aquí en mi corazón? ¿Si te cuido cada día, dime, nena, qué dirías? ¿Si yo aquí estoy, y nunca me voy, me dirías que no? —Hace un acompañamiento musical, desviando la mirada hacia el instrumento, antes de volver a dirigirla a mí—. Y la pregunta es, ¿qué pasaría si yo te canto esta canción, te digo que te quiero? ¿Me dirías que no?

Da el rasgueo final y su voz se apaga gradualmente. Me obligo a sostenerle la mirada, a pesar de que las ganas de desviarla son muy fuertes. Me encuentro boquiabierta, y tartamudeo al principio tratando de poder formular alguna palabra con sentido.

—Eso... —inicio—. Eso ha sido lo más precioso que he escucha...

—Rox, ¿quieres ser mi novia?

Mi mundo entero se detiene por un instante ante la pronunciación de esas cinco palabras.

¿He escuchado bien?

Thiago suelta el aire pesadamente y desvía la mirada, aparentemente apenado.

—Joder, no quiero presionarte —se apresura a aclarar—. Si sientes que aún no es el momento adecuado, lo entiendo perfectamente. Es solo que pensé que sería bueno formalizar esto para que no creyeras que yo... Bueno, que yo solo te estaba usando para otro fin. —Hace una mueca al terminar de pronunciar aquello—. Si hice esto es porque quiero algo serio contigo, chaparra, pero si necesitas más tiempo lo único que tienes que hacer es decírmelo y...

—Sí quiero —interrumpo su vómito verbal.

—¿Sí? —Sonríe—. Quiero decir, de verdad, si prefieres ir más lento...

—Dios, no. —Niego con la cabeza—. Esto es lo que quiero, quiero intentarlo contigo.

—¿Por qué estás llorando? —cuestiona ladeando su cabeza—. ¿Tan mal canto?

Llevo mis manos hasta mis mejillas, comprobando lo que dice.

—No, no, para nada. —Tallo mi rostro—. Son lágrimas de felicidad, te lo aseguro. 

¿Quién demonios llora cuando le piden que sea su novia?

—No tienes una idea del miedo que tenía de que salieras huyendo después de esto...

Lo observo con una ceja enarcada.

—Claro, como tengo tantos motivos para hacerlo es lógico que tuvieras miedo. Incluso creo que podría hacer una lista interminable si me lo propusiera.

Thiago no se inmuta ante mi sarcasmo.

—Podrías tener fácilmente a quien quisieras contigo, y créeme que soy consciente de que me estás cediendo ese privilegio a mí. —La franqueza en sus palabras hace que me ruborice—. Te prometo que haré que estés segura de que tomaste la decisión correcta cada día.

—¿Lo prometes? —Elevo mi dedo meñique, recordando el primer trato que hicimos.

—Lo prometo, Rox. —Une su meñique con el mío y se los lleva su boca, besándolas.

Me pongo de pie para sentarme en el lado de la canoa donde se encuentra él. Enlazo su mano con la mía a la vez que recargo mi cabeza sobre su hombro y me afianzo a su brazo con la mano que tengo libre. Thiago pasa su otro brazo por encima de mi espalda, pegándome más a él.

—Esto fue muy «a la antigua» de tu parte —comento al cabo de unos segundos.

—Me gustan los detalles.

—Ha sido bastante lindo —confieso, dándome cuenta de que no se lo había recalcado antes—. Gracias.

—No te mereces menos que esto.

Sintiendo un impulso y la completa libertad de hacerlo, alzo mi cabeza, buscando sus labios, antes de comenzar a besarlo. Sé que lo he pillado por sorpresa, pero no tarda en devolverme el gesto y rápidamente nuestros labios encuentran un ritmo ideal. Sujeta mi cuello con una de sus manos y la otra la deja caer sobre mis piernas, acariciando mis muslos; yo coloco las mías sobre su pecho, sintiendo los latidos de su corazón y sonriendo a medio beso ante la agradable sensación.

Thiago se separa apenas unos centímetros, los indispensables para sonreír y murmurar:

—Sí, definitivamente podría acostumbrarme a esto.

.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .

¡AAAAAAHHHHHH!

Lo que más disfruto de escribir esta historia es meterme en los personajes y sentir todo lo que ellos sienten. Espero poder transmitirte todo eso también.

#RoxagoIsReal

¿Te gustó el capítulo?

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
—ℳau♡


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro