Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 12: Perder la cabeza

Estás cordialmente invitada a la habitación 315 en punto de las 7:00 pm para ver el primer partido de la temporada de la NFL conmigo.
Yo me encargaré de todo, tú solamente has acto de presencia ;)

Leo el mensaje de parte de Thiago y sonrió automáticamente. Tecleo un «Ahí estaré :)» en respuesta, antes de volver a guardar mi teléfono para enfocarme en la vista frente a mí. Desde la terraza de mi cuarto, logro ver cómo el sol se pone sobre el mar, creando en el cielo unas pinceladas de colores cálidos.

Inhalo profundamente y cierro mis ojos unos instantes, relajándome.

Mi mente empieza a divagar, y la primera persona en la que pienso, es Thiago. No tengo una idea de qué es lo que sucede entre nosotros; si es que hay un nosotros. Quiero decir, sí, me siento cómoda a su lado, y sin duda es un muchacho sumamente agradable. Siento como si nos entendiéramos bastante bien, a pesar de que solo llevamos un par de meses conociéndonos. No sé de qué se trata, pero no miento al decir que cuando estamos juntos puedo sentir algo. Creo que lo único que falta es ponerle un nombre a ese «algo».

Cuando me percato de que faltan unos minutos para las siete de la noche, ingreso a mi habitación nuevamente. Cambio la remera que estoy usando por el jersey de los Acereros de Pittsburgh, y entonces me dirijo al elevador.

Una vez que las puertas de metal se abren en el tercer piso, camino hasta pararme frente a su puerta. Después de golpearla tres veces, Thiago abre la puerta vistiendo un delantal por encima de su ropa.

—Hola, chaparra —saluda con una sonrisa en el rostro—. Pasa, por favor. —Termina de abrir la puerta y se hace a un lado, dejándome pasar.

—¿Estás cocinando acaso? —inquiero cuando un delicioso olor a comida invade mis fosas nasales.

—Es correcto —afirma con orgullo—. Te dije que yo me encargaría de todo, y en un buen domingo de fútbol americano no pueden faltar los alimentos.

—Estoy de acuerdo contigo.

Me adentro un poco más en la habitación y veo que en la pantalla de la televisión ya se encuentran los comentaristas haciendo algunas opiniones sobre el futuro encuentro entre los Cuervos de Baltimore y los Vaqueros de Dallas, el cual comenzará a las siete de la noche con veinte minutos, como todos los partidos nocturnos.

—Siéntate si quieres, la comida ya no debe de tardar en estar lista —me indica Thiago, echándole un ojo a la terraza.

Es en ese momento cuando me doy cuenta de que hay una parrilla encendida afuera. La curiosidad me gana y decido asomarme un poco más, vislumbrando unas hamburguesas al carbón.

—¿Necesitas ayuda con algo? —cuestiono.

—No... —se ve interrumpido por un sonido proveniente del fuego y un olor a quemado—. Bueno, tal vez un poco.

Río y asiento con la cabeza.

Una vez que estamos en la terraza, Thiago empieza a manipular la carne con unas pinzas de metal, mientras yo me encargo de preparar los panes. Por un momento me distraigo viéndolo. Se ve tan concentrado mientras cocina, que me es imposible no recordar las palabras de mi madre: «Quédate con alguien que cocine rico. La belleza se acaba, el hambre no». Bueno, aquí el chico cumple con ambos requisitos.

Una vez que la carne molida está lista, Thiago las deposita sobre los panes y yo me encargo de terminar de preparar los alimentos.

—Dejaré que el carbón se consuma y se apague solo —menciona Thiago, tapando el asador y cerrando los pasajes de ventilación del mismo—. Vamos, ya no debe tardar en comenzar.

Con los platos en mano, regresamos a la sala. Tomo asiento en el amplio sillón frente a la televisión mientras que Thiago se detiene en la cocina.

—¿Quieres algo de tomar? —me ofrece, abriendo su minibar—. Tengo agua, refresco, cerveza, limonada...

—Refresco, por favor.

Saca una lata roja y me la enseña.

—¿Coca cola está bien?

Asiento con la cabeza.

Thiago sujeta también una cerveza antes de cerrar el minibar.

Retira el delantal que cubría su jersey del equipo de Baltimore. Se sienta a mi lado y pone las bebidas en la mesa delante de nosotros. Agarra el control remoto y le sube el volumen a la televisión cuando se percata de que ya se está proyectando el campo de fútbol americano.

—Hace un bello día soleado aquí en el AT&T Stadium, casa de los poderosos vaqueros de Dallas —habla uno de los comentaristas mientras los jugadores empiezan a salir de los túneles que se encuentran en ambas esquinas del campo—. ¡Ahí vienen los dos rivales de esta noche! ¡Recibámoslos con un fuerte aplauso!

Thiago empieza a aplaudir cuando enfocan a los Cuervos.

—Presiento que va a ser un buen partido.

—Ya lo creo que sí, ambos son muy buenos equipos —afirmo, ganándome una mirada de desaprobación por su parte—. Aunque claro, es obvio quién será el ganador. —Le guiño un ojo y una sonrisa aparece en sus labios, hasta que añado—: No puedo esperar para ver a los vaqueros salir victoriosos.

Thiago abre su boca, ofendido.

—Retira lo dicho.

—¿Por qué me retractaría de lo que estoy diciendo si es verdad? —lo provoco.

—Rox. —Me da una mirada seria.

—Thiago —enuncio para después darle un trago a la Coca Cola.

—Retráctate —pide.

—¿O qué...? ¡Ay!

La oración muere en mis labios cuando Thiago empieza a hacerme cosquillas en el abdomen.

—¡Detente! —ordeno entre risas—. ¡Vas a regar mi refresco!

—¡No hasta que te autocorrijas! —exclama aún moviendo sus dedos sobre mis costillas.

—Entonces espero que tengas un trapeador a la mano porque...

Dejo la frase inconclusa por segunda vez debido a que aumenta la intensidad, haciéndome soltar carcajadas aún más estruendosas.

—¡Vale, vale! ¡Tú ganas! —acepto.

Las cosquillas cesan poco a poco, pero mi respiración sigue siendo un lío, por lo que doy un par de grandes bocanadas de aire antes de hablar:

—Es obvio que van a ganar los Cuervos.

Thiago sonríe satisfecho.

—Esa voz sí me agrada —menciona antes de regresar a su lugar inicial, manteniendo una distancia prudente entre ambos.

El himno nacional suena, para después dar paso al volado. El equipo que iniciará pateando son los Cuervos de Baltimore.

Suena el silbato, dando inicio al primer partido de la temporada.

🏈🏈🏈

—¡Eso fue pase incompleto! —argumenta Thiago, parándose de un brinco—. ¡Vamos, árbitro, se notó a kilómetros de distancia!

Tengo que admitir que si yo creía ser una gran fanática, Thiago sobrepasa los límites. Hizo del partido mucho más divertido con sus gritos y exclamaciones, dando su opinión sobre las jugadas o quejándose del arbitraje. Las tres horas de juego pasaron volando a su lado.

El árbitro hace una señal con las manos indicando que, efectivamente, el intento de jugada para anotar, realizada por los Vaqueros, no concluyó de manera correcta, dándole así el triunfo a los Cuervos.

—El árbitro ha marcado la jugada como pase incompleto —informa el comentarista a través de la pantalla—. Los Cuervos de Baltimore regresarán a casa con el triunfo del primer encuentro.

—¡Sí! —canturrea el chico a mi lado.

—Qué buen partido —manifiesto.

—Todos los encuentros donde participen los Cuervos son buenos —asegura él.

—Eres el aficionado más apasionado que conozco.

Thiago sonríe con orgullo ante mi comentario.

—En serio me encanta —afirma con un brillo en los ojos—. Es un deporte maravilloso.

—No podría estar más de acuerdo.

Su mirada se clava en el cielo estrellado a través del cristal, admirando la vista por unos segundos.

—Mira, es luna llena —expone, señalando con su dedo índice el astro a través del cristal—. ¿Quieres salir a verla?

—Vamos.

Al cruzar los ventanales, la fresca brisa del exterior me envuelve.

—Se ve precioso cómo se refleja en el mar —declaro con la vista perdida en las olas.

—Y las estrellas... —continua Thiago—, su brillo es impresionante.

—Ya lo creo que sí —aseguro aún mirando hacia el frente.

Sin embargo, no escucho respuesta de su parte, por lo que volteo mi rostro, encontrándome con que no se encuentra a un lado mío. Enarco una de mis cejas con extrañeza, pero antes de que pueda girarme para buscarlo, un grito me sobresalta.

—¡Gerónimo!

Acto seguido, pequeñas gotas de agua salpican mi cuerpo.

—¿Qué haces? —cuestiono con diversión al canadiense, quien se encuentra metido en la piscina.

—Nadar —responde con obviedad.

—Pero son casi las once de la noche —replico.

—¿Y? La vista y el clima lo ameritan. —Se coloca horizontalmente sobre el agua, flotando—. Ver el cielo estrellado desde aquí es lo mejor.

—Si tú lo dices... —alargo desviando la mirada por un momento—. Creo que será mejor que me vaya.

—Entra al agua conmigo. —Su tono no es mandatario.

—No tengo traje de baño —me excuso.

—Yo tampoco. —Señala su ropa hecha una bola al lado de la piscina.

Abro mis ojos de par en par.

—Estás loco, ¿sabías?

—«La inteligencia tiene ciertas limitaciones. La locura, casi ninguna» —cita.

Ruedo mis ojos.

—No porque tú te hayas metido así, yo también lo haré.

—Si no quieres estar más conmigo, solo tienes que decirlo... —Hace puchero.

—¡Eso es chantaje emocional!

—¿Y está funcionando?

—No.

Bufa.

—Vamos, Rox, prometo no mirar —asegura, y por alguna razón, sé que cumpliría su palabra—. Además, una vez dentro del agua se distorsiona la silueta.

Muerdo mi labio inferior, agachando la cabeza. Podría simplemente rechazar su oferta e irme a dormir a mi cuarto, pero las ganas de quedarme un rato más a su lado terminan desvalorizando ese pensamiento.

—Date vuelta —ordeno.

Thiago eleva una sola de las comisuras de sus labios antes de dar media vuelta, regalándome una vista de su trabajada espalda.

Cuando me aseguro que en realidad no me está viendo, me deshago rápidamente de mis prendas, quedando solamente en ropa interior. Agradezco mentalmente haber escogido algo discreto para usar el día de hoy. Sujeto mi cabello en un moño despeinado, y sin pensarlo de más, me siento en la orilla de la alberca y doy un pequeño salto para entrar al agua.

—Gracias por quedarte —comenta el chico frente a mí, manteniendo su mirada en mis ojos.

—La vista y el clima lo ameritan —repito sus palabras.

Lleva una mano a la altura de su corazón y finge una mueca de dolor.

—Y yo que pensaba que te habías quedado por mí.

Ruedo mis ojos con diversión ante su dramatismo.

—Sí, también me quedé por ti —acepto.

Eso lo hace sonreír, y eso me hace a mí imitar su gesto.

Nos quedamos en silencio unos minutos, pero sorprendente, este no es incómodo. Simplemente nos disponemos a observar la luna y las estrellas sobre nosotros, brindándonos un panorama digno de admirar.

—Me encanta esta vista —comento mirando hacia el cielo.

Thiago clava sus ojos en mí antes de contestar:

—Sí, es realmente hermosa.

La simple idea de que esa afirmación haya sido en referencia mía, provoca que me sonroje y agache la cabeza.

—Lo que daría por saber qué pasa por esa cabeza tuya ahora mismo —manifiesta el chico, a la vez que intenta encontrar nuevamente mi mirada.

«Que se siente demasiado bien estar contigo».

—Nada interesante —me limito a decir, intentando restarle importancia—. Solo... pensamientos míos.

—Acabas de despertar mucho más mi curiosidad.

—Olvídalo —pido.

—Anda —insiste él—, me gusta saber lo que piensas.

—Pienso en nosotros —suelto sin ser absolutamente consciente del peso que tienen mis palabras.

—¿En nosotros?

Su tono sorpresivo hace que me arrepienta al instante.

—No era lo que quería decir —miento—. Déjalo estar, no tiene relevancia.

—Ey, ey —comenta abruptamente—, no lo decía con mala intención. Sigue, por favor.

—No, creo que lo mejor será...

—Rox —me interrumpe—. Por favor.

Trago con esfuerzo, armándome de valor y evitando mirarlo a los ojos.

—Pensaba en que me siento bien cuando estoy contigo —confieso, dejando que las palabras fluyan—. Me brindas una sensación de bienestar que llevaba mucho tiempo sin experimentar, y me gusta. Me gusta la persona que soy contigo y me gusta la persona que me haces sentir.

Puedo sentir su mirada clavada en mí.

—¿Y qué harías si te dijera que yo me siento exactamente igual que tú?

—Temo echarlo a perder. —Siento un pequeño nudo formándose en mi garganta—. Tengo este pensamiento de que si hay algo lo suficientemente bueno en mi vida, lo terminaré perdiendo porque no lo merezco.

—¿Quién te ha metido la idea de que no mereces ser feliz? —Sujeta mi mentón delicadamente, obligándome a levantar el rostro y conectar con sus orbes azules—. Rox, mereces ser feliz, y si tú piensas que yo puedo ayudarte a serlo...

—¿Y qué si yo no soy lo suficientemente buena para ti? —lo interrumpo.

—¿Es eso lo que te preocupa? —cuestiona, rompiendo el contacto. Ante mi silencio, se pasa una mano por su cabello mojada, alborotándolo—. Joder, Rox, esa es la mayor tontería que he escuchado en mi vida. Hay pocas cosas de las que he estado seguro, pero jamás dudes de que querer intentarlo contigo está en esa lista.

Niego con la cabeza inconscientemente.

—Yo... no tomé las mejores decisiones antes y...

—Todos tenemos un pasado, chaparra. No eres la persona que eras antes, y tus acciones pasadas no definen quién eres ahora.

—¿Y quién soy ahora? —Mi voz se corta.

—Eres una mujer valiente, divertida, fuerte, única y preciosa. —Acaricia mi mejilla con cariño, brindándome una mirada cargada de sentimiento—. Hace mucho tiempo que me tienes a tus pies, Roxana Moya.

Sus palabras provocan que muerda mi labio inferior, gesto que no pasa desapercibido por él. Sus ojos bajan hasta posarse en mi boca, robándome el aliento.

—Te dije que te iba a dar tu tiempo —Se aclara la garganta—, así que créeme cuando te prometo que no pasará nada si tú no quieres que así sea.

Mi ritmo cardiaco se incrementa a una velocidad que ni siquiera sabía que existía cuando inclino unos centímetros hacia el frente mi cuerpo, logrando que nuestras narices se rocen.

—¿Y si yo quiero que pase?

Sus labios se entreabren, provocando que su aliento se mezcle con el mío.

—No quiero que te sientas presionada de alguna manera, Rox.

Sitúo mis manos sobre su pecho desnudo, sintiendo el calor que emana su piel, provocándome una corriente eléctrica en el cuerpo. Sus ojos bajan hasta caer en el punto en que mi piel entra en contacto con la suya, y un sutil suspiro escapa de sus labios.

—No lo estoy —susurro, sintiendo cómo mi corazón amenaza con salir de su caja torácica—. Hay pocas cosas de las que he estado segura en toda mi vida, pero esta es una de ellas —hago referencia a sus recientes palabras, rozando nuestros labios en una caricia casi imperceptible.

Thiago desliza lentamente la mano que se encontraba en mi mentón hasta mi nuca, pasándola por mi cuello, atrayéndome aún más hacia él. Mi respiración se vuelve irregular en el momento en que enreda esa mano en mi cabello y con la otra afianza mi cintura, causando que nuestros cuerpos se toquen.

Por inercia, cierro los ojos y mantengo los labios entreabiertos, esperando el impacto de su boca con la mía. Y cuando este llega, un sinfín de emociones explotan dentro de mí.

Thiago presiona sus labios contra los míos de una manera delicada y gentil, sin moverlos aún, como si me estuviera dando una última oportunidad de retractarme. En respuesta, tomo su rostro entre mis manos y, entonces, lo beso.

Empiezo a mover mis labios sobre los suyos, y él no tarda un segundo más en corresponderme. El beso no es salvaje ni erótico, al contrario, es suave y lleno de sentimiento, sin dejar de demostrar lo mucho que los dos hemos estado esperando por este momento.

Es como si me estuviera mostrando todo lo que siente por mí en este beso, y me encanta.

Nos separamos lentamente con nuestras respiraciones hechas un desastre. Alzo mi mirada para encontrarme con aquellos ojos azules que me hipnotizaron desde el primer momento.

En un movimiento delicado, sujeta mi mano con cariño y la eleva hasta posicionarla sobre el lado izquierdo de su pecho, haciéndome sentir de esta manera la velocidad a la que su desenfrenado corazón bombea sangre. Una pequeña sonrisa adorna mis labios al notar que ambos nos encontramos de la misma manera.

Tomo su mano libre y copio su acción, posicionando su palma sobre mí.

—Me gustas, Thiago Reyes —enuncio en un tono de voz muy bajo, pero por la manera en que sus ojos se iluminan, estoy segura de que me ha escuchado perfectamente.

—Haz hecho que pierda la jodida cabeza, Roxana Moya —asegura con una sonrisa ladina antes volver a unir nuestros labios, sellando de esta manera nuestras recientes declaraciones.

.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .

*Inserte gritos aquí*

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
—ℳau♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro