Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 10: Mentiras piadosas

—Buenas tardes, Roxana.

Alzo la vista del menú, encontrándome con una amable sonrisa que ya he visto antes.

—Oh, hola, Noah.

—¿Ya sabes qué vas a ordenar?

—En realidad... —Mi voz pierde volumen cuando un estrepitoso sonido proveniente de mi celular comienza a sonar. Rápidamente me apresuro a sacarlo, y visualizo el nombre de Olimpia en la pantalla. Maldigo por lo bajo antes de girarme al chico y murmurar—: Perdona.

Él hace un ademán con la mano, indicándome que no hay problema.

—Regreso en unos minutos —comenta antes de irse a atender a otra mesa.

—¿Diga?

—¡Roxy! ¿Qué tal va todo por allá?

—Bien, bien —finjo demencia, ya que en realidad no había vuelto a cruzar una palabra con mi hermana desde aquella extraña llamada telefónica que tuvimos en la madrugada de hace unos días—. ¿Y en casa? ¿Cómo están todos?

—Oh, todo bien. Aunque, ya sabes, hoy la casa parece estar de cabeza.

Mi ceño se frunce ante esa última expresión.

Sintiéndome altamente nerviosa, hago un repaso mental sobre las fechas importantes en la familia, como los cumpleaños o el aniversario de mis padres. Sin embargo, me tranquilizo cuando sé que no se trata de eso.

—¿De qué hablas? —cuestiono con extrañeza.

—¿Acaso lo olvidaste?

—¿Olvidar qué?

—¿Sabes qué día es hoy?

—¿Diesciséis...? —inquiero titubeante.

Olimpia suelta un suspiro al otro lado de la línea antes de chillar:

—¡Hoy es domingo! ¡El primer domingo de fútbol americano del año!

Maldición, lo había olvidado por completo. Eso explica el ajetreo en casa. En el partido inaugural de la temporada, todo era una locura.

—¿Roxy? ¿Sigues ahí?

—Sí, sí —murmuro—. Lo siento, es que con algunas cosas que han pasado últimamente... —Me callo al percatarme de lo que estoy diciendo—. Supongo que simplemente lo olvidé.

—Es entendible —concuerda mi hermana—. Quiero decir, no creo que lo que robe tus pensamientos estando en un país nuevo sea un partido de fútbol americano.

«No, en realidad es un nombre completamente desconocido».

—Exacto —coincido más como excusa que por otra cosa—. En fin, ¿deduzco que verán el partido en casa?

Olimpia emite un sonido de afirmación al otro lado de la línea.

—Ya sabes cómo es papá, prefiere la comodidad de nuestro hogar para momentos tan emotivos como estos.

Sonrío automáticamente al recordar la euforia que inundaba a mi padre en cada partido que compartíamos juntos. De pronto, aquella sonrisa se convierte en una mueca de nostalgia.

—Sí, lo recuerdo.

—¿Y tú? ¿Ahora que lo sabes, planeas verlo?

Tuerzo un poco mis labios.

—No lo sé... No creo que sea muy divertido verlo sola.

—Podríamos conectarnos en una videollamada y...

—La diferencia horaria —le recuerdo.

—Oh, claro. Tienes razón.

Por alguna extraña razón, siento que la conversación se torna un tanto incómoda.

—Bueno, en todo caso puedes echarle una llamada a papá en uno de estos días para que te dé un resumen del juego; seguramente eso le gustará.

—Es una buena idea. Lo tendré en mente.

—De acuerdo.

—De acuerdo.

Hay un tenso silencio por unos instantes, hasta que mi hermana vuelve a hablar con esa voz pasiva que la caracteriza.

—¿Roxy?

Me toma unos segundos contestar.

—¿Sí?

—¿Te encuentras bien?

Esa simple pregunta provoca que mi pecho comience a doler y mis ojos a picar.

¿Si me encontraba bien? Por supuesto que no. Extrañaba mi hogar, extrañaba a mi familia y odiaba estar sola, además del terrible presentimiento de que algo no iba bien que me perseguía todo el tiempo. Aun así, lo único que sale de mis labios es un débil:

—Sí, por supuesto que estoy bien.

—¿Sabes que si ocurriera algo podrías marcarme en cualquier momento, sin importar qué, cierto?

Oh, dios. Lo único que quiero decirle es que se detenga, porque no sé cuánto tiempo más voy a poder seguir pretendiendo que todo marcha de maravilla.

—Lo sé, pero descuida, no hay nada de que preocuparse.

Nunca me había dado cuenta de lo condenadamente fácil que se había vuelto mentirle a mi propia hermana hasta este momento. Sin embargo, creo que lo que realmente me duele es que me crea tan ciegamente.

La escucho suspirar a través del teléfono, y sabiendo que está a punto de decir algo más, decido adelantarme.

—Saluda a papá y a mamá de mi parte, ¿sí?

—Roxy...

Cuelgo. Dejo caer mi celular en la mesa sin ningún cuidado y hundo mi rostro entre mis manos en un intento por tranquilizarme. No da resultado. Siento un nudo en mi garganta al momento de tragar, y es entonces cuando sé que las cosas están por tornarse desagradables. Me levanto abruptamente de mi asiento, ganándome algunas miradas, y empiezo a moverme torpemente hacia los sanitarios.

—Roxana, ¿todo en orden? —Escucho la voz de Noah llamándome en el momento en que paso frente a él, pero no me detengo.

Empujo la puerta que da a los sanitarios antes de encerrarme en un cubículo y hacer un intento por respirar profundamente. Sintiendo mis piernas débiles, me desplomo en el suelo. Doy un par de grandes bocanadas y echo mi cabeza para atrás, recargándola en el frío metal de la puerta. Las lágrimas amenazan con salir, pero hago mi mayor esfuerzo por retenerlas mientras me concentro en el sonido de mi respiración.

—Voy a estar bien, voy a estar bien —balbuceo para mis adentros—. Me debo esto a mí misma, sé que puedo lograr este viaje.

No estoy segura de cuánto tiempo me toma regresar a la normalidad y que aquel sentimiento de soledad extrema desaparezca, pero en el momento en que me pongo de pie, mis ojos ya no arden y mi respiración no está agitada.

Salgo del cubículo y refresco mi rostro echándome un poco de agua. Recargo mis manos en el lavabo y observo mi reflejo en el espejo.

—Puedo hacer esto —me susurro a mí misma—. Es solo un año, después regresaré a casa.

Suelto un suspiro y aguardo unos minutos más antes de abandonar los sanitarios. Como si nada hubiera ocurrido, regreso a la mesa donde me encontraba antes de recibir aquella llamada y me dejo caer en el asiento. Noto que mi teléfono brilla a causa de nuevas notificaciones, pero al darme cuenta de que se trata de mi hermana nuevamente, decido ponerlo boca abajo sin siquiera leer lo que ha escrito.

—¿Roxana?

Levanto la cabeza para encontrarme con la mirada preocupada del muchacho de rizos dorados.

—Estoy bien —me apuro a decir, leyendo la pregunta en su rostro.

—¿Puedo hacer algo por ti? ¿Necesitas algo?

—¿Podrías traerme un vaso con agua? Y mucho hielo, por favor.

Creo que esa no era la respuesta que esperaba, pero se apresura a asentir con la cabeza y salir disparado a la barra. Ni siquiera se espera a que la chica del otro lado se desocupe, sino que él mismo ingresa a servirme lo que le he pedido.

Una vez que ha colocado el vaso en mi mesa, lo tomo entre manos y bebo su contenido a una velocidad que provoca que mi cerebro duela por lo frío del mismo. Después de eso, me siento un poco mejor que segundos atrás.

—Gracias —agradezco a Noah, quien continúa de pie a mi lado.

—¿Estás segura de que todo está en orden? —inquiere nuevamente—. Te veías muy pálida hace rato.

—Sí, solo... recibí una llamada que me afectó un poco.

Se queda pensativo por unos segundos.

—¿Tus padres? —intenta adivinar.

—Mi hermana. —Frunzo ligeramente mi ceño—. ¿Cómo supiste que se trataba de algo familiar?

El chico esboza una pequeña sonrisa antes de hablar:

—Yo también sé lo que es estar lejos de casa, ¿recuerdas?

Es entonces cuando veo la empatía en sus ojos, pero sobre todo, la comprensión.

—¿Quieres hablar de eso? —se ofrece.

Le doy un vistazo alrededor, recordando de pronto el lugar donde nos encontramos.

—Estás trabajando.

Noah hace una pequeña mueca.

—Mi turno termina temprano hoy.

Algo me dice que eso no era del todo cierto, pero decido no debatírselo.

—No lo sé...

—No te estoy presionando. —Baja la voz cuando un compañero suyo pasa cerca de nuestra mesa—, es simplemente una sugerencia. —Ante mi silencio, añade—: O, si prefieres, podríamos hacer otra cosa.

—¿Otra cosa?

—Alguna actividad que te guste con tal de que te distraigas.

Eso consigue captar mi atención.

—¿De casualidad te gusta el fútbol americano?

🏈🏈🏈

—Todo el mundo me observa como si fuera un bicho raro —se queja el chico a mi lado cuando apenas hemos dado un par de pasos dentro del local. Pero tiene razón, las personas se lo están comiendo con la mirada sin siquiera molestarse en disimular.

Suelto una pequeña risa y observo la prenda superior que cubre su torso.

—Bueno, tal vez si no te hubieras puesto un jersey de los Bills de Búfalo para un evento como este, no estarías siendo el centro de atención.

—El hazmerreír, queras decir.

Me es imposible no soltar otra risotada ante su comentario, cosa que a él no parece molestarle.

—Lo siento —me disculpo aun así.

—No lo hagas, lo dije con la intención de ocasionar eso —comenta haciendo alusión al sonido que acaba de abandonar mis labios segundos atrás.

Mis comisuras se mantienen elevadas irremediablemente, formando una sonrisa.

Noah y yo tomamos asiento en una de las butacas del restaurante. Al cabo de unos minutos, un muchacho se acerca a anotar nuestra orden y se retira después de eso, dejándonos solos nuevamente.

—Cuando te pregunté si te gustaba este deporte dijiste que sí —le reprocho al rubio.

—¿Y qué te hace pensar que no es así?

Enarco una ceja en su dirección antes de señalar con la cabeza su atuendo.

—¿Qué tiene? —intenta defenderse.

—Los Bills son un equipo de baloncesto, Noah.

Abre la boca con intención de argumentar, pero al no saber qué contestar, vuelve a cerrarla.

—No iba a decirte que no era un fanático en ese momento —termina acotando.

—¿Y por qué no?

—Porque, entonces, seguramente no me hubieras propuesto venir a ver el partido.

—Eso no es cier... —Cuando me da una mirada severa, dejo la frase incompleta—. Vale, tienes razón —admito, a lo que él sonríe victorioso—, pero eso no era motivo para mentirme.

Él chasquea la lengua.

—No lo hice con mala intención —objeta a su favor.

—No dije que lo hicieras, pero no por eso deja de ser una mentira.

—¿Nunca has escuchado hablar de las mentiras piadosas?

—Esas son tonterías.

—¡Claro que no!

—Sí, sí lo son.

—El hecho de hacer una afirmación falsa para evitarle un disgusto a alguien no es una tontería.

—Pero sigue siendo una mentira.

Noah suelta un suspiro y eleva ambas manos en el aire.

—Bien, tú ganas —acepta—. Lo siento.

—Descuida, en realidad no me molesta que me hayas mentido en eso.

Mi comentario ocasiona que me dé una mirada severa.

—¿Qué? —exclamo con inocencia—. Si no lo hubieras hecho de seguro no estaríamos aquí.

Deja salir el aire por su boca lentamente mientras niega con la cabeza, lo cual me ocasiona una leve risa. Noah no tarda mucho en unírseme.

Nos vemos interrumpidos cuando el mesero se acerca nuevamente a dejar nuestros platillos y bebidas. Después de preguntar si necesitamos algo más y obtener una respuesta negativa, el chico se retira para atender otra mesa.

Unos minutos más tarde, el ruido que inundaba el restaurante cesa por completo y se ve sustituido por las voces de los comentaristas deportivos que se oyen a través de los amplificadores de sonido. Cuando se ejecuta la patada inicial, cada una de las personas que ocupa un lugar aquí deja de hacer lo que estuviera llevando a cabo en ese momento para centrar su total atención en las gigantescas pantallas ubicadas en las paredes.

—¿Qué ocurre? —murmura Noah ante el repentino silencio.

En respuesta, alargo un brazo en su dirección y le indico con un ademán que aguarde unos segundos sin siquiera voltear a ver su rostro. No es hasta que la defensiva de los Cuervos de Baltimore logra tacklear al jugador del equipo contrario que tenía la posesión del balón, que todo el mundo suelta diferentes exclamaciones y regresa a lo suyo.

—¿Qué demonios fue eso? —inquiere el chico frente a mí.

—La patada inicial.

—¿En mi idioma?

—¿La patada que da inicio al juego...?

—Gracias, me has iluminado enormemente con tu sabiduría —expresa sarcásticamente, ganándose un suave golpe en el brazo de mi parte.

—Todos los partidos empiezan con una patada inicial —comienzo a explicarle—. Se hace un volado para determinar cuál es el equipo que patea y cuál es el que recibe. En este caso patearon los Vaqueros de Dallas, por lo que al equipo contrario, los Cuervos de Baltimore, tuvieron que atrapar el balón y correr lo más rápido que pudieron para intentar avanzar el mayor número de yardas antes de ser derrumbados. —Doy una gran bocanada de aire al terminar de hablar debido a la rapidez con la que pronuncié aquello—. Perdona, es que me he emocionado un poco.

Noah se mantiene analizando mis palabras unos segundos antes de asentir con la cabeza.

—Vale, creo que lo capto. —Hace un divertido gesto con sus cejas antes de fruncirlas—. Me refiero a la explicación, no a la parte en la que te disculpas innecesariamente —aclara—. Yo soy quien ha preguntado, Roxana, no hay motivo para que lo sientas por haber respondido mi duda.

Mis mejillas se calientan ligeramente al notar que tiene razón.

—Estoy acostumbrada a disculparme por todo —admito agachando la cabeza.

—Bueno, no debes de hacerlo.

—Tienes razón, lo siento.

Ladea su cabeza y me da una mirada divertida. Abro la boca ligeramente al darme cuenta del por qué.

—Maldición, perdona. —Aprieto los dientes y suelto un gruñido—. Lo... capto —corrijo a tiempo.

Noah aprieta los labios aguantando la risa, pero al final le es imposible hacerlo y termina soltando una carcajada contagiosa. Nos vemos obligados a callarnos cuando un señor nos sisea bruscamente desde la barra.

—Así está mejor —enuncia sin dejar de sonreír al darse cuenta de que yo también estoy haciendo lo mismo.

. . . . . . . . . . . . . .

A veces me siento mal por hacer sufrir a Roxana..., pero luego recuerdo que cada acción tiene su propósito y se me pasa.

Estaremos conociendo más al chico de rizos dorados en los próximos capítulos.

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
–ℳau♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro