Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Cap. 1: Mutuo escaneo visual

Pasajeros del vuelo 4587 con destino a Queensland, Australia, favor de abordar —. Escucho a través de los altavoces del aeropuerto.

De inmediato mi vista baja hasta toparse con mi boleto de avión, ese pequeño papel que marca un comienzo diferente en mi vida, un cambio que probablemente tendrá un impacto inimaginable en mi futuro.

Tengo que aceptarlo, estoy temblando de miedo. Eso no significa que no esté emocionada, por supuesto que lo estoy; quiero decir, estoy a punto de cumplir uno de mis grandes sueños, y sé que soy afortunada por eso, ya que no todos tienen la oportunidad de algo así. Pero al mismo tiempo me aterra. Me asusta porque hacerlo significa salir de mi lugar seguro, de la estabilidad que me brinda mi hogar, inclusive de las comodidades a las que estoy acostumbrada en este momento. Alejarme de mi familia y de mi país durante un año no es algo fácil, aunque sea no para mí.

Sin embargo, soy fiel creyente de que la vida se basa en tomar riesgos, conocer y experimentar. Y estoy convencida de que esto es algo que me ayudará a soltar un poco todo aquello que me mortifica, para ser capaz de labrar un nuevo camino en mi vida.

Suspiro lentamente intentando de esta manera liberar la tensión en mi cuerpo, y entrelazo mis manos al frente jugando con ellas. Doy media vuelta para observar a las tres personas más importantes en mi vida, sonriendo nostálgicamente.

—Ese es mi vuelo —informo—. Tengo que irme.

Beatriz, mi madre, se acerca con ojos llorosos hasta mí. Alza una de sus manos hasta tocar mi mejilla, acunándola.

—Oh, cariño, disfruta mucho tu viaje. Espero que te sirva para despejar tu mente y aclarar mejor tus ideas sobre el futuro —comenta para después envolverme en un efusivo abrazo; uno de esos que saben a despedida.

Se despega de mí sollozando, y yo tengo que morder mi labio inferior para no terminar igual que ella. Mi padre acaricia su espalda en un intento por reconfortarla, antes de avanzar y quedar a unos pasos de mí.

—No dudes en llamarnos si necesitas algo, lo que sea, ¿de acuerdo? —habla él, a lo que yo asiento con la cabeza antes de enrollarlo con mis brazos y recargar mi cabeza en su pecho, aspirando su aroma una última vez—. Te amamos y te deseamos lo mejor, no lo olvides.

Al cabo de unos segundos se separa de mí y regresa a donde está mi madre para abrazarla y consolarla. Entonces es mi hermana la que ocupa el lugar que mi padre tenía segundos atrás.

—Aprovecha esto, Roxy. Disfrútalo y haz que cada día que pases allá sea inolvidable para ti. No tengas miedo de intentar cosas nuevas —susurra Olimpia en mi oído, a la vez que me aprieta en un fuerte abrazo—. Te amo, hermana.

—Yo también te amo a ti —aseguro antes de soltarla.

Levanto mi vista hacia los tres, tratando de guardar este momento en lo más profundo de mi corazón, para no olvidarlo nunca.

—Gracias por esto —agradezco sinceramente—. Los extrañaré, pero nos mantendremos en contacto, lo prometo.

Ellos asienten sonrientes, tratando de ocultar sus verdaderas emociones detrás de ese gesto.

Estoy consciente de que mi ausencia se notará, al fin y al cabo somos una familia unida, y solíamos compartir muchos momentos juntos a lo largo del día. Pero también sé que hacen su mayor esfuerzo en este momento para sonreír, porque no quieren que me sienta culpable de alguna forma por dejarlos. Y en el fondo, se los agradezco.

Volteo una última vez antes y les dedico una sonrisa sincera antes de dirigirme hacia el filtro de seguridad para abordar.

🛬🛬🛬

El transporte del hotel Qualia, lugar donde me hospedaré, me recoge junto con otros futuros huéspedes en el aeropuerto. Para mi fortuna, el resort no queda muy lejos de nuestra ubicación actual, así que el viaje en carretera no resulta ser pesado.

En cierto punto el vehículo se detiene, por lo que fijo mis ojos en el parabrisas, encontrándome con unas paredes de piedra y un portón de madera que se abre horizontalmente. A los segundos las puertas se abren a la par, dejándonos el camino libre hacia el interior. Lo primero que llama mi atención es el verde follaje que adorna los laterales del camino pavimentado, resaltando del gris que abunda en las paredes de roca. Me sorprendo al divisar la cantidad de senderos que hay; sabía que el lugar era grande, pero esto rebasa mis expectativas.

Seguimos avanzando lo que parece ser un kilómetro de distancia, antes de detenernos por segunda ocasión frente a una gran estructura. Nos indican que podemos descender de la camioneta y el chofer nos ayuda a bajar el equipaje. Como puedo arrastro todas mis maletas hasta el interior y hago fila en la recepción para que me entreguen mi llave. Olimpia me notificó que ya había apartado mi habitación con anticipación.

Cuando ya es mi turno de pasar, un muchacho sonriente es quien me recibe.

—Bienvenida a Qualia, ¿en qué puedo servirle? —cuestiona él, sin abandonar el gesto de felicidad en ningún momento.

—Buenas tardes. —Le sonrío de regreso, por lo que su sonrisa se agranda aún más—. Tengo una reservación al nombre de Roxana Moya Duran.

El muchacho teclea unas cosas observando la pantalla del computador frente a él, antes de dirigir su vista nuevamente hacia mí.

—Su estancia empieza el día de hoy, veintiocho de junio, y termina...  —Sus ojos se abren con sorpresa, antes de entrecerrarse y pegar su rostro al aparato— dentro de un año aproximadamente, ¿es eso correcto?

Asiento tratando de reprimir una risa ante su reacción.

—Sí, es correcto.

El muchacho hace un gesto gracioso con ambas cejas. Luego, abre un cajón del mueble sobre el cual está trabajando y después me extiende una llave.

—Su habitación es la número treinta y siete, se encuentra al final del pasillo que está a su derecha.

—Perfecto, muchas gracias. —Sujeto la llave, guardándola en mi bolsillo.

—En un momento vendrá el botones a ayudarla con su equipaje.

Simplemente asiento con la cabeza.

Arrastro mis maletas hasta uno de los sillones que se encuentran en el centro del lugar y decido esperar de pie ya que he estado demasiadas horas sentada. Al cabo de varios minutos, no veo señales de vida de nadie dispuesto a ayudarme con mi equipaje, así que me acerco nuevamente a la recepción para preguntarle al muchacho que me atendió si el botones tardará mucho más; solo que en esta ocasión, ya se encuentra atendiendo a alguien más.

—Disculpe, el botones aún no ha llegado. ¿Sabe dónde se encuentra? —pregunto interrumpiendo la conversación entre el recepcionista y otro chico.

El recepcionista sonríe al verme y abre su boca para hablar, pero se queda con la intención, ya que alguien decide adelantarse.

—Perdón, pero, ¿no te enseñaron que interrumpir es de mala educación?

Una voz desconocida para mí llega a mis oídos, retumbando en ellos. El chico con el que se encontraba platicando es quien habla, sin siquiera voltear a verme.

Enarco una ceja aunque no pueda apreciar mi gesto.

—¿A ti no te enseñaron a no darle la espalda a las personas? —refuto con mis brazos cruzados sobre mi pecho.

—¿Y a ti no te enseñaron a...? —Su frase queda incompleta al darse la vuelta, quedando frente a frente conmigo.

Unos ojos de color azul chocan con los míos, robándome el habla. Esos orbes del color del mar están acompañados de unas rizadas pestañas, de las cuales cualquier persona podría tener envidia, y un par de gruesas y despeinadas cejas las custodian desde arriba. Unos mechones de cabello ondulado caen por su frente, acaparando mi atención en esa despeinada cabellera en una tonalidad de café claro. Su nariz es grande, pero proporcional con el resto de su rostro, al igual que sus labios, los cuales se encuentran entreabiertos en este instante.

Al percatarme de que me he quedado observando este punto en específico más tiempo del necesario, desvío la mirada, apenada.

Recuerdo mi atuendo y me regaño mentalmente por no haberle hecho caso a mi madre cuando me dijo que vistiera con algo más lindo que los shorts desgastados y la playera extra grande de los Backstreet Boys que traigo puesta. En un reflejo llevo una mano a mi cabello para toparme con mi moño mal hecho. Maldigo en mi mente al recordar que estuve llorando en el avión a causa de una película que vi durante mi vuelo.

Magnífico momento para estar hecha un desastre.

Sin embargo, él se aclara la garganta, ocasionando que regrese mi vista a él.

—Mi nombre es Thiago Reyes —se presenta a modo de saludo, extendiéndome una de sus manos y deteniendo nuestro mutuo escaneo visual—. ¿Y tú eres...?

Tardo unos segundos en reaccionar al escuchar la profundidad de su voz en el momento que pronuncia su nombre.

—Roxana Moya. —Estiro mi mano hasta que esta se topa con la suya en un suave apretón.

Soy yo misma la que rompe el contacto al sentir una pequeña chispa eléctrica.

—Señorita, ¿necesitaba ayuda con sus maletas?—Un señor mayor con uniforme de botones se encuentra parado junto a mí, con sus manos entrelazadas detrás de su espalda.

Muy oportuno señor, muy oportuno.

—Sí, por fa...

—Puedo ayudarte yo con tu equipaje, si quieres. —El ahora conocido como Thiago me interrumpe, sonriendo.

Mi cara se contrae en sorpresa, la cual trato de disimular con una sonrisa.

—Oh, no te preocupes, no es necesario.

—Insisto. Además, creo que el señor necesita un poco de ayuda —comenta haciendo referencia al botones, quien luce cansado.

No había notado la cantidad de personas que se encuentran en la recepción. Pero claro, son vacaciones de verano. Es lógico que el hotel esté a su máxima capacidad.

—Bueno, está bien —termino accediendo, a lo que ambos hombres sonríen.

Camino de regreso al sillón donde me encontraba hace unos minutos, con Thiago siguiéndome por detrás. Empiezo a tomar algunas de las maletas del montón que traje, cuando su voz hace que me detenga.

—¿Todo esto es tuyo? —pregunta con la mandíbula desencajada, a lo que yo asiento—. ¿Acaso te estás mudando?

Entrecierro mis ojos al creer que lo dice a modo de burla, pero me doy cuenta de que no es así, por lo que le contesto amablemente.

—A no ser que mudarse por un año cuente, no.

El chico ladea su cabeza sin entender a qué me refiero, por lo que aclaro:

—Estoy tomándome un año sabático.

—Oh, ya veo. Pues te felicito por eso.

Enarco una ceja en su dirección.

—¿Por tener la cabeza hecha un lío como para tener que viajar miles de kilómetros de distancia o por no saber qué hacer con mi futuro? —cuestiono con claro sarcasmo.

—Por ninguna de las dos —dice él, sin alterarse por mi tono de voz—. No cualquiera es capaz de dejar todo con tal de encontrar la paz que busca.

Sus palabras me toman desprevenida por unos segundos, pero lo disimulo perfectamente encogiéndome de hombros antes de contestar:

—Supongo que entonces no soy alguien cualquiera.

Sin esperar una respuesta de su parte, me giro nuevamente hacia mi equipaje para empezar a agarrar algunas de las maletas, dejándole al chico el resto de ellas. Me sigue en silencio hasta mi habitación. Al llegar ahí, y con cuidado de no dejar caer ninguno de mis bolsos, me las arreglo para sacarme del bolsillo la llave e ingresarla en la cerradura. Precavidamente para no dañar la puerta, empujo esta con uno de mis pies hasta que topa con la pared. Ingreso a la recámara y aviento todas mis cosas en alguna esquina antes de soltar un suspiro de cansancio.

Inmediatamente mis ojos se clavan en unos gigantescos ventanales frente a mí, los cuales me brindan una espectacular vista del mar australiano, robándome el aliento,

En un impulso me encuentro caminando directo hacia esas estructuras de vidrio, posando una de mis manos sobre ellas. Clavo mis ojos en el agua del otro lado y me pierdo unos segundos observando el oleaje, hasta que alguien se aclara la garganta detrás de mí y recuerdo que no estoy completamente sola.

Doy media vuelta para quedar de frente a la puerta, donde Thiago se encuentra aún sosteniendo mis maletas.

—¿Quieres que te ayude a meter esto o prefieres que me vaya ya? —Abro la boca para contestarle, pero al parecer él todavía no había terminado de hablar—. No es que yo quiera largarme ahora, solo que, ya sabes, es tu habitación y no quiero parecer un maleducado entrando como si fuera mía.

Se rasca la nuca con una mano, ocasionando que uno de los bolsos que sostenía se resbale y casi se estrelle contra el piso.

—Lo siento —se apresura a decir, tomándolo justo a tiempo.

Me es inevitable no sonreír ante la escena.

—Descuida. Y te agradecería si pudieras meter eso y colocarlo junto al resto —pido señalando las maletas que aún agarra y después el montón que arrojé minuto después.

—Claro. —Asiente e ingresa a la habitación yendo directamente a la torre de equipaje.

Las coloca con mucho más cuidado que yo, para después voltear hacia mí y sonreír sin separar los labios. Nuestros ojos vuelven a encontrarse por segunda vez en el día más tiempo del que deberíamos, pero por mi parte, me resulta complicado apartar la mirada. Pese a no querer hacerlo, termino rompiendo el contacto de nuestros ojos para centrar los míos en cualquier otra cosa que no sea él.

—Bueno, creo que yo debería irme —sentencia metiendo su mano derecha en el bolsillo de su pantalón—. Fue un gusto conocerte, Roxana.

Rota lentamente sobre sus talones hasta quedar apuntando a la salida, y empieza a caminar.

—Gracias por tu ayuda —me apresuro a decir, ocasionando que se detenga a un par de pasos de la puerta.

Se queda en esa posición unos segundos que me parecen eternos, y me es imposible no enarcar una ceja ante su comportamiento.

Finalmente, vuelve a girar quedando frente a mí.

—¿Harás algo esta noche?

Mis cejas se disparan hacia arriba cuando termina de hacer dicha pregunta. Lo observo extrañada antes de contestar con cierta diversión en mi voz:

—Sí, dormir.

Thiago ladea su cabeza antes de soltar una pequeña risa.

—Bien, aunque sea ahora estoy seguro de que no eres un vampiro, gracias por la aclaración —contesta con el mismo tono socarrón que yo, haciéndome reír—. ¿Y antes de dormir harás algo?

—Depende —me limito a contestar.

—¿De?

—De tu propuesta.

La comisura izquierda de sus labios se eleva en dirección al cielo

—¿Por qué estás tan segura de que voy a proponerte algo?

—Dejando de lado tu comportamiento de segundos atrás —menciono haciendo referencia al momento en que empezó a caminar con intenciones de irse y terminó regresando—, es la respuesta más lógica a tu actitud. A no ser que estés acostumbrado a preguntarle a las personas que recién conoces sus planes nocturnos, lo cual sería bastante raro.

Vuelve a soltar una risa ronca antes de cruzarse de brazos.

—Solo porque tu respuesta fue brillante no comentaré nada más al respecto —dice él, haciendo que una sonrisa triunfante aparezca en mi rostro —¿Quisieras ir a cenar conmigo?

—¿Eso fue rápido, no lo crees? Te conozco hace menos de una hora.

Se alza de hombros.

—Te estoy pidiendo una cena, no matrimonio —refuta él con una expresión divertida en el rostro—. Y la gracia de esto es conocernos para dejar de ser desconocidos, como tú bien dices. Así que, ¿aceptas?

La idea de estar sola no resulta nada emocionante en comparación a lo que una cena con este chico podría llegar a ser. Además, estar sola significa recordar, y recordar aún duele.

—De acuerdo —accedo—, pero que sea adentro del hotel.

Su sonrisa se ensancha y alza las manos en señal de inocencia.

—Suena bastante justo para mí. Pasaré por ti a las ocho en punto —asegura haciendo énfasis en esas dos últimas palabras.

—Bien —contesto después de haber revisado mi reloj, comprobando que aún faltan tres horas para el tiempo acordado—. Te veo entonces.

El muchacho asiente una vez con la cabeza antes de salir caminando de mi cuarto, cerrando la puerta en el proceso.

.  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .  .

¡Hola, lector! Espero te encuentres muy bien.

Ojalá que esta primera probada de la historia haya sido de tu agrado. Por otro lado, te invito a seguirme en Instagram, donde estaré publicando información e imágenes importantes de la historia.

No olvides dejar tu valioso voto :)

Abrazos literarios,
–ℳau♡

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro