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1🐺

Ritz miró atrás de nuevo sin poder sacudirse la sensación de que le vigilaban, sólo dos semanas y sentía que estaba al volverse loco, la paranoia era su peor enemiga mientras se desplazaba por las calles atestadas de humanos y cambia-formas.

Estaba en medio de la marea perfecta donde Orión podría alcanzarlo.

Caminó un poco más rápido tropezando con alguien, Ritz se disculpó y ayudó a la mujer a incorporarse con manos temblorosas, no por el nerviosismo de ver a una hermosa omega sino por el peso en la parte posterior de su cuello.

La omega le sonrió con coquetería captando señales erróneas y tuvo que despacharla con una sonrisa amable para seguir huyendo.

Cada minuto valía oro, más bien, su vida.

Volteó otra vez, nada, sólo el tumulto de personas caminando de un lado a otro, nadie sospechoso cerca.

Ningún lobo psicópata.

Quizás era su cabeza perturbada enviándole señales en falso, se estaba volviendo completamente loco.

Rezaba todas las malditas noches para que ese Alfa se olvidara de él, maldijo la hora en que comenzó a trabajar para el concejo y como consecuencia con un Alfa loco que había tratado de hacer que un Omega tuviera sus cachorros.

Ritz se encargó de Marcus, su Alfa. El trabajo no fue nada de su preferencia, sólo otro más de los que acostumbraba a hacer.

Joder, tampoco tenía opciones, estuvo tan amarrado como ellos.

Eso no importaba, aún así, Orión, el hermano mayor de Marcus se empecinó en jugar con él, por supuesto que estaba en todo su derecho.

Sin embargo prefería que el mismísimo Marcus le cortara la cabeza antes de estar en esta situación.

Por supuesto que nunca fue bueno en conseguir el mejor trato.

Entró a un motel y pagó por una habitación, al menos esperaba dormir esta noche ya que llevaba más de cuarenta y ocho horas despierto y su cerebro comenzaba a dar traspiés.

La habitación era pequeña y nada llamativa, dejó la mochila que había adquirido hace poco sobre la cama y se fue directo al baño.

Su reflejo en el espejo le devolvió una mirada gris cansada y abatida, el pelo rojo apuntando en varias direcciones, Ritz hizo una mueca y lo peinó.

Quizás debería teñirlo y sería más fácil pasar de ser percibido.

Dejó ir el pensamiento por el momento y se metió a la bañera después de quitarse la ropa sucia con la que estuvo los últimos tres días.

El agua caliente le hizo bien a sus músculos contraídos y cerró los ojos con la intención de descansar solo unos segundos.

Eso no sucedió.

Abrió los ojos nuevamente y vio al Alfa de sus pesadillas sentado en la esquina de la tina, bien podía ser que se quedase dormido y sólo fuese un mal sueño.

Los ojos dorados de Orión brillaron y Ritz resbaló por lo que quedo totalmente sumergido en la bañera, no tuvo más remedio que admitir que era la vida real y no una pesadilla mientras se ahogaba.

Pataleó intentando salir, pero fue un movimiento en vano, genial, no moriría desangrado por las garras de Orión.

Moriría ridículamente ahogado en la bañera por imbécil, pensó justo cuando una mano se enredó en su cuello y lo sacó del agua.

Ritz tosió y se sentó.

— Dormirse en la bañera es peligroso — murmuró Orión con diversión, su voz era más baja de lo normal.

Ritz gruñó sacudiendo la cabeza y salió de la bañera, los ojos de Orión no se despegaron de él en ningún momento mientras iba a por la bata, Orión lo siguió hasta la habitación.

— Tu eres peligroso — soltó un gruñido tratando de encontrar una salida.

Orión se colocó frente a la ventana por la que probablemente entró obstruyéndole el paso.

Ritz hizo una mueca, estaba en un sexto piso ni de broma utilizaría la ventana, si bien era difícil que un cambia-formas muriese tampoco quería esperar que todos sus huesos sanasen por semejante caída, no, sería un proceso muy doloroso y él no era un buen fan del dolor.

— ¿Intentas escapar?

— ¿Tu qué crees?

Orión se acercó, lo rodeó como la primera vez que habló con él y le susurró al oído.

— Te dije que corrieras ¿lo olvidaste?

— Eso hago — un estremecimiento recorrió su espina dorsal de una forma extraña.

Ritz no supo identificar si era miedo, supuso que sí.

Orión era muchísimo más fuerte que él, joder, tenía más fuerza que los miembros del concejo que eran tan viejos como la suciedad, este lobo destrozó a uno sin esforzarse, la pelea ni siquiera llegó a dos minutos y Orión ya había ganado.

Sólo tenía que ponerlo entre sus dientes y masticarlo considerando su tamaño.

— No, no has hecho esto muy difícil — negó mordiéndole una oreja, Ritz lo separó y le gruñó.

— No soy un juego — Orión le levantó el mentón y habló casi sobre su boca.

El aliento chocó contra su nariz, era agradable y confuso.

— Lo eres si quieres vivir ¿o ya estás cansado?

Ritz fue empujado hacia atrás de forma áspera y cayó sobre la cama con un alfa de uno noventa comprimiéndole la garganta.

— Si realmente quieres morir puedo ahorrarte el sufrimiento — dijo con una sonrisa.

Orión lo miró con sus ojos dorados desbordantes de locura y por un momento el pánico lo recorrió, Ritz agarró sus manos tratando de no desmayarse, pero se estaba haciendo difícil.

Orión lo dejó ir unos momentos después y Ritz comenzó a toser con desesperación agarrándose el cuello, el otro Alfa le arqueó una ceja y enseñó los colmillos.

Ritz se paralizó, no podía moverse a pesar de saber lo que estaba haciendo Orión, era el lobo más fuerte en la habitación por lo que utilizaba su presencia ya intimidante de por si para dejarlo sin resistencia.

Orión bajó la cabeza y le lamió el cuello donde se suponía que mordías a tu pareja, Ritz gruñó e intentó quitarlo de encima suyo, pero eso fue tan útil como intentar mover una pared.

Los colmillos de Orión atravesaron su piel causándole el dolor más imaginable posible, no se suponía que este alfa hiciera algo así, esas mordidas estaban reservadas para las omegas y para cuando planeabas humillar a un Alfa.

Eso lo hizo reaccionar y con toda la fuerza que pudo acumular lo empujó haciendo que golpeara la pared más cercana.

Orión lo miró y saboreó sus labios, degustando de su sangre y la humillación, Ritz se sintió peor, para rematar con su dedo pulgar limpió la sangre que se había resbalado por su mandíbula, luego lo chupó.

Ritz se estremeció escuchando su gemido.

— Tienes que estar loco — le dijo entre gruñidos tapándose el cuello con lo primero que encontró.

Orión se encogió de hombros sin dejar de sonreír.

— Nunca lo he negado.

Ritz lo miró, realmente debía haber algo malo con ese Alfa, por eso su lobo siempre estaba en la superficie, esa tenía que ser la explicación nunca vio a otro cambia-formas con esa condición.

Orión dio un paso, Ritz retrocedió.

— ¿Vas a matarme? — murmuró casi deseándolo, no quería seguir huyendo de esta bestia, es más, era imposible huir de él.

— No — Orión le acarició la mejilla, Ritz ni siquiera pudo seguirlo con la vista cuando se acercó.

— ¿Por qué?

— Porque no quiero, Ritz, este es un pequeño juego excitante el que tenemos — Ritz gruñó no muy de acuerdo con la idea, este lobo era un maldito y él estaba a punto de perder la cabeza.

— No estoy jugando.

Orión le sonrió enseñando los colmillos puntiagudos que acababan de morderlo.

— Oh sí, sí que lo estás, has estado huyendo hasta ahora ¿cierto? — dijo haciendo un poco de presión en su garganta, Ritz jadeó.

— Porque no quiero morir.

— Por eso estás jugando — sentenció lamiendo su mejilla — No dejes que el gran lobo malo te atrape Ritz, te daré otra oportunidad, esta vez esfuérzate, tengo tu sangre, me será mucho más fácil rastrearte.

Para cuando volvió a pestañear Orión se había esfumado como si hubiese sido una aparición.

Ritz estaba seguro de su visita sólo por el dolor punzante en su cuello y el agradable aroma en toda la habitación.

Gruñó enojado, no se suponía que un monstruo tuviese un olor tan atrayente.

......

Orión tocó la puerta de la casa donde residía el Alfa de la manada de su hermano, el lugar donde se suponía que estaban viviendo las últimas semanas debido al nacimiento de sus sobrinos.

Trisha, la Omega del Alfa le abrió la puerta y le asintió cortésmente, Orión al menos sonrió para que se relajara ya que no podía esconder su presencia y pasó buscando a su hermano.

Marcus parecía un tonto sonriéndole a su Omega, Orión recordaba haber pasado por esa fase hace muchos años ya, sacudió la cabeza y se deshizo del desagradable pensamiento.

— Orión — saludó Milo desde el sofá.

El chico no parecía ser un Omega en realidad, si no fuese por el aroma y la panza de embarazado delatándolo apostaría por un Alfa.

— Milo, vine a ver al tonto de mi hermano y a saludar a mis sobrinos.

Marcus arrugó la nariz, por lo que Orión le dio un beso en la punta haciéndolo correr como toda una doncella virgen, Milo se carcajeó y lo refugió en sus brazos, maldita sea, amaba a ese tonto hermano y ahora a su Omega, muy pronto a la descendencia de ambos.

Orión miró su estómago, estaba muchísimo más grande que la última vez. Un embarazo que hasta ahora iba sin complicación alguna.

Le hubiese gustado tener una Omega así, una que tuviese este tipo de devoción por su Alfa, no la relación retorcida que consiguió, suspiró y se sentó junto a Milo.

— ¿Puedo saludarlos? — murmuró mirando a Marcus y luego a Milo, Orión era mucho más fuerte que su hermano, pero tocar a su Omega sin su permiso era maleducado y no quería darle la idea equivocada.

Marcus sonrió y Milo tomó sus manos para ponerlas en su estómago crecido.

Orión suspiró cerrando los ojos y cavando en una conexión, ser mucho más poderoso que los demás le dio un montón de habilidades extrañas de las que no hablaba.

Ya asustaba a todos y ni siquiera sabían la mitad de lo que podía hacer.

Tres cachorros le dieron la bienvenida, Marcus le dijo algo a Milo y uno de ellos retozó contento.

Orión se echó a reír y abrió los ojos para ver dos pares de ojos mirándolo con curiosidad.

— ¿Queréis que sea una sorpresa o les digo? — los ojos de Milo brillaron y Marcus se vio confundido por un momento, pero luego asintió — Tendrán dos niños y una niña.

— ¿Cómo? — balbuceó su hermano.

— Eso es un secreto hermano ¿queréis saber los rangos? — Milo lo miró sorprendido con grandes ojos verdes.

— ¿Puedes saber incluso eso?

— ¿A que soy el mejor tío? — murmuró con una sonrisa, Marcus puso los ojos en blanco.

— Sólo dinos.

— La niña es Alfa, junto con uno de los niños, el otro es Omega — Milo cubrió su boca y gimió contento.

— ¿Es en serio? — preguntó Marcus sorprendido.

Hasta hace poco, cuando Marcus y él no eran parte del concejo supuestamente no existía tal cosa, es decir, todas las mujeres eran Omegas y los hombres Alfas.

Eso cambió cuando Marcus y él retaron a dos miembros del concejo, Orión aún estaba enojado porque no había podido encasquetarle el problema a otro.

Odiaba al concejo con toda su alma y ahora era parte de él.

Ironías de la vida.

Una vez quitaron algunas leyes estúpidas y dijeron que se protegería a cualquiera sin importar su rango descubrieron a muchos Omegas masculinos y para su sorpresa, mujeres Alfa.

— ¿Escuchaste eso? — le preguntó Milo a su Alfa con una sonrisa radiante, Marcus la devolvió.

— Si.

— Iré a decirle a mis padres, tu habla con tu hermano.

Milo se puso de pie, dejó un pequeño pico en los labios de su hermano y otro en su mejilla, luego corrió en dirección a las escaleras.

— Milo, no corras — gruñó Marcus, Milo le envió un beso desde lejos y se perdió en algún lugar de la casa caminando — ¿Desde cuándo puedes hacer ese tipo de cosas?

— Puedo hacer muchas cosas — dijo, su hermano lo vio con horror.

— ¿Cosas como establecer un vínculo de esa forma?

— ¿Estas asustado? — sonrió sintiendo un peso en su estómago.

Marcus torció los ojos.

— Si, pero no por lo que piensas, estoy asustado porque tu poder sigue creciendo cada vez más, necesitas un límite y...

— Y temes que pierda la cabeza, algunos dicen que ya la perdí — Marcus negó.

— Sabes que no es cierto — Orión lo descartó con un movimiento, no quería seguir teniendo una conversación de este tipo con su hermano.

— Lo que digas.

— ¿Por qué hueles a Ritz? — Orión se olfateó.

— ¿Es tan obvio?

— Si, ¿Qué estás haciendo con él? — se encogió de hombros con una sonrisa.

No le diría a su hermano algo que ni siquiera él sabía, Ritz era alguien en quien pensaba constantemente sin razón alguna y este pequeño juego lo mantenía lo suficientemente entretenido de eso.

— Haciendo que pague, nada del otro mundo.

— Orión...

— ¿No hay nadie dispuesto a tomar mi puesto en el concejo? — preguntó cambiando de tema después de que su hermano menor utilizara ese tono, Marcus se mordió el labio.

— Estaré en desventaja si lo dejas, sabes que no puedo con esos lobos

— Marcus.

Marcus se puso de pie y lo miró como un cachorro, Orión aun no comprendía como es que eso seguía funcionando después de tantos años.

— No tienes que hacer nada, sólo ocupar el cargo, sé que lo odias, pero quiero una mejor vida para Milo y otros que son como él, para mis hijos.

Orión torció los ojos dejándose convencer por el argumento, nada como utilizar al cuñado Omega y sus sobrinos, pero sólo por eso, no por la mirada de cachorro.

— Pero no por mucho.

— Gracias

— Ahora tengo que irme — dijo poniéndose en pie — He descuidado mis asuntos por mucho tiempo — Marcus le arqueó una ceja.

— ¿Asuntos?

— A Ritz — dijo retirándose.

Encontrar a Ritz no fue nada del otro mundo desde que decidió ir a emborracharse a un bar, Orión soltó un bufido, le pagaría cuando consiguiera semejante cosa siendo un cambia-formas.

Se sentó en una de las mesas del fondo mirándolo, Ritz tensó su columna vertebral y miró alrededor con una gota de sudor resbalándole por la sien.

Lo sintió, eso era lo mejor cuando cazabas a una presa, le encantaban las reacciones de ese lobo.

Ritz se levantó, le pagó al barman y casi salió corriendo, por supuesto, Orión lo siguió a tiempo para ver a otro Alfa empujando a Ritz.

Ritz vio al Alfa, pero no hizo nada por defenderse incluso después de ser pateado en las costillas, luego de escapar con tanto ahínco durante semanas, prácticamente le estaba enseñando el cuello a ese Alfa y eso lo hizo enojar.

Nunca antes se sintió de esta forma, su sangre se calentó e incluso podía escuchar los latidos de su corazón en sus oídos, su vista se hizo un borrón mirando la escena.

Orión gruñó con un único pensamiento.

Nadie, absolutamente nadie, tenía derecho a meterse con su presa.

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