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7🐺

Marcus se puso de pie y caminó de un lado a otro, lo que escuchó debía de ser una maldita broma.

Milo se veía horrorizado, no sabía si por lo que le había acabado de confesar o por decirle algo como eso.

—¿Cuando hay tantos Alfas? —repitió sin poder creerlo, Milo negó.

—Yo…

—¿Me estás jodiendo? Porque ahora mismo me estoy preguntando por qué esperé tanto tiempo por esto.

Milo dio un paso al frente, Marcus dio uno atrás y extendió una mano para que se abstuviera de ir a él, ¿para qué? ¿Conseguir hacer más daño?

—Espera…

—¿Realmente te conformas con cualquier otro Alfa? No te ataré a mí si no quieres estar aquí, eres libre de irte cuando quieras —sentenció antes de darle la espalda.

Milo parecía arrepentido, pero por alguna razón Marcus no quería saber de ello. Tomó su chaqueta del perchero y se retiró escuchando el llamado de Milo, Marcus lo ignoró por completo.

¿Cómo podía ser que un chico de veinticinco años tuviese el poder de hacerle daño a alguien como él?

Alguien que estuvo casi toda su vida cazando cambiaformas peligrosos, ellos le hicieron menos daño que unas simples palabras de ese Omega.

Lo peor es que ni siquiera lo sabía.

Marcus se carcajeó sin diversión alguna, no, todo eso era una mierda.

Se metió a su auto y condujo, si el chico no quería estar con él, no lo obligaría, por supuesto que no, prefería volverse loco antes de atarlo a una vida miserable a su lado.

Su lobo gimió por el pensamiento.

Marcus vio a muchas parejas, algunas que no podían ser más felices como el caso de Glen y otras en la que no había funcionó toda la situación del destino.

Sinceramente nunca pensó que podría sucederle a él.

¿Realmente alguien piensa en todo lo malo que podría sucederle?

Bufó y presionó el freno, el auto derrapó en el concreto y el intercomunicador de la reja dorada al frente encendió un punto rojo.

Marcus suspiró antes de meterse en la guarida de estos lobos.

—Marcus Lynn, activo número 1870 —dijo al aparato, el intercomunicador pitó y abrió la reja para él.

Se estacionó cerca de la mansión y caminó hacia allí, varios chicos le apuntaron con un arma, él se detuvo a los pies de las escaleras esperando al guardia principal quien no demoró demasiado en llegar.

Ritz lo odiaba, aun no sabía por qué, pero lo hacía, el hombre tenía unos años menos que él, pero no le trataba con respeto. Se detuvo en la entrada y cruzó los brazos, Marcus caminó hacia él después de suspirar.

—De espaldas —gruñó Ritz, Marcus lo hizo y enseguida sintió sus manos buscando por algún tipo de arma, no encontró nada, pero de todas formas le esposó las manos a la espalda con esposas de platas, irrompibles para un lobo.

Marcus torció los ojos y lo felicitó mentalmente, él era un arma por sí mismo, no le hacía falta una para matar a los que estuviesen dentro y Ritz lo sabía.

—Realmente debes ser estúpido para presentarte aquí después de huir por veinticuatro años. Que tonto, Marcus, debiste quedarte lejos escondiendo al chiquillo —Marcus gruñó enseñándole los colmillos, Ritz puso los ojos en blanco y lo empujó hacia el interior de la mansión.

El interior tenía una luz tenue comparada con la del exterior, Marcus entrecerró los ojos un poco molesto y divisó a los lobos del concejo, según le habían dicho tenían al menos quinientos años, pero su aspecto aún seguía siendo de al menos treinta.

Mientras los genes fueran cambiaformas y no tuvieran ninguna mezcla humana podían hacerse incluso más viejos, pero Marcus no había conocido a ninguno con más edad.

Ritz lo hizo arrodillarse en la alfombra.

—Marcus, es una sorpresa, ¿a qué se debe tu visita? ¿ya te cansaste de proteger a esa abominación? —Marcus negó.

—No, vine a pedir que revocaran la sentencia de muerte —uno de los cinco arqueó una ceja y lo miró altanero.

—¿Por qué lo haríamos?

—¿Por qué? —repitió alucinando por segunda vez en el día—. Porque él es un avance, no tiene nada especial a parte del hecho de ser Omega, no es ningún peligro para nadie.

—¿Te has vuelto loco? No sabes lo que podría hacer —dijo uno de los otros, este tenía el cabello rubio a diferencia del pelinegro de antes.

—¿Qué haría? No puede hacer que lluevan rayos, ni que haya sequía, esto es una tontería, no sabemos cuántos más hay igual que él por ahí, Omegas que probablemente tienen miedo de que hagan esto, de que los juzguen por lo que son.

—¿Y por qué vienes ahora? —Marcus suspiró.

—Porque estoy cansado de huir y quiero darle libertad.

—¿Qué nos pides exactamente? —preguntó el primero.

Marcus lo miró e intentó ponerse en pie, Ritz le hizo fuerza.

—Quiero que se encuentren con él y evalúen si es una amenaza —el hombre dio un asentimiento y Ritz lo tuvo en pie en un segundo.

—¿Nos lo pides ahora que es grande, que pudo haber investigado todo lo que puede hacer, para matarnos?

—No quiero matarlos —dijo—. Nunca fueron mis enemigos antes de este incidente, les estoy pidiendo esto porque dejé que pasaran estos años para demostrarles que no podía hacer absolutamente nada fuera de lo normal —ellos levantaron las cejas sorprendidos y el rubio gruñó.

—Entonces tráelo.

—No, quiero que se reunan con él en terreno neutral, el Alfa de mi manada lo crió como si fuera su hijo, también pueden hablar con él si se encuentran en su casa —murmuró casi rezando.

Esto realmente era lo más loco que había hecho en la vida, ¿Entrar en el consejo? ¿Negarse a una reunión bajo sus términos, e imponer los suyos propios?

Estaba rompiendo varias reglas de una sola vez, pero al menos algunos de ellos parecían convencidos.

—¿Cómo sabemos que no es una trampa? —Marcus se mordió los labios y cerró los ojos por un momento.

—Les daré mi vida como un seguro, pueden ponerme un collar —dijo pensando en uno de esos collares de acero que le ponían a algunos renegados que no mataban.

Este collar lo podría matar en caso de que no cumpliera con las demandas impuestas ahí y solo sería con comando de voz.

El rubio asintió.

—Muy bien, se hará como planteaste entonces.

……

Milo miró la puerta por décima vez, ya era de noche y Marcus no llegaba, tampoco le culpaba, él y su gran boca se portaron como estúpidos, pero la intención no fue decirlo de esa forma, ni siquiera sabía por qué rayos dijo eso.

Gruñó tirándose al sofá y pensando en una forma de justificar su gran metedura de pata, sólo estaba un poco enojado, pero, joder ¿no podía mantener la boca cerrada?

Las llaves resonaron al otro lado de la puerta y aguantó la respiración mientras Marcus entraba, colocaba su chaqueta y caminaba hacia la sala de estar, no se veía tan enojado como se había ido y eso lo animó un poco a ponerse de pie e ir donde estaba.

—Respecto a lo de antes… —empezó, Marcus negó con un suspiro y Milo se fijó en el collar que tenía en el cuello, acero, no, era plata con una pequeña pantalla delante, creía haberlo visto antes pero no supo dónde—. ¿Qué es eso?

—Un collar —Marcus le respondió como si fuese estúpido que lo preguntara.

Milo tomó aire para volver a hablar, pero Marcus fue mucho más rápido.

—No quiero escucharte ahora, Milo, mañana te llevaré a casa —Milo se heló ante el tono frío de su voz.

—¿Qué?

—Creo que me escuchaste, regresamos.

Milo dio un paso atrás, un poco confundido con la situación, le dijo que esta era su vida ahora y no podía volver, sólo fue una ligera pelea, no era para que lo echara a patadas o algo por el estilo, ¿verdad?

—No, espera, ¿por qué?

Marcus bufó y se cruzó de brazos, se veía tan inexpugnable como una fortaleza y Milo se dio cuenta de que ya no estaba enojado, solo puso mucha distancia entre ellos.

—¿No era lo que querías?

—Dijiste que tenía que estar huyendo, que teníamos… —Marcus levantó sus hombros restándole importancia a sus palabras.

—Si todo sale bien no tendrás que hacerlo —dijo de lo más normal.

Milo mordió su labio inferior, no se refirió a los dos como hacía antes, solo él, se fue enojado, por lo que pensó que volvería de igual forma, pero esto no era enojo, es como si lo estuviese dejando de lado.

—¿Por qué tan de repente? Si es por lo que dije…

—Pensé que querías volver —repitió como si no lo hubiese dicho antes, sus ojos azules se volvieron de dorado puro y Milo no estaba muy seguro de la razón de eso.

—Yo… no estoy muy seguro de que me quieran ahí —su compañero se echo a reír, era un sonido tan roto e indiferente que lo hizo estremecerse.

—¿Por eso has estado huyendo de esa carta como un cobarde?

—¿Qué? —Marcus levantó una ceja como si fuese un gran estúpido.

—¿Crees que no lo sé? Ahora que te ves a ti mismo como un monstruo tienes miedo de que los demás te hagan lo mismo —gruñó, Milo negó.

—No me veo como un… —Marcus explotó y levantó la voz.

—¿Entonces cómo? ¿Un fenómeno?

—¡Basta! —Marcus le gruñó de vuelta.

—Entonces ve a leer esa carta de una vez por todas y deja de molestarme —Milo dio un paso atrás.

—Sólo quería disculparme —Marcus le sonrió de medio lado, pero se veía como un autómata.

—No quiero tus disculpas, no me sirven de nada.

—Eres el peor Alfa de la historia.

Los ojos de Marcus brillaron un poco más y sus colmillos se alargaron.

—Ya me quedó claro, ahora vete.

Milo corrió al baño y se encerró ahí, terminó diciendo algo hiriente otra vez sin siquiera pensarlo.

Era su Alfa, ¿por qué se estaba comportando de esa forma? Marcus no le había dicho nada, sólo fue el encargado de dar las malas noticias, entonces, ¿por qué se sentía de esa forma respecto a él?

Era como si todo lo que decía estuviese planeado para herirlo cuando no quería nada de eso.

Suspiró mirando a la nada, dejó la maleta en su baño la última vez y la carta sobresalía un poco.

Se puso en pie, la tomó y volvió a sentarse en el suelo, sacó la hoja del interior, no era un cobarde.

La carta tembló en su mano de una forma ridícula, sólo debía leerla, conocía a sus padres y también a su hermano, entonces, ¿por qué se negaba tanto a leer ese trozo de papel?

Tragó antes de ponerse a leer.

El papel al que le tuvo tanto miedo sólo le reiteraba lo mucho que le quería su familia a pesar de que no fueran consanguíneos, lo poco que les importaba su estatus y los deseos que tenían de pronto ser una familia otra vez.

Milo escondió la cabeza en sus brazos y lloró, sin que le importara nada más, lloró por todo el estrés acumulado en los últimos días, porque se portó como un idiota con un hombre que sólo intentaba protegerlo.


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