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5🐺

Milo frunció el ceño olfateando alrededor, el aroma de ese Alfa estaba por doquier y eso comenzaba a molestarle, sobre todo porque le gustaba.

Se dio un baño y colocó ropa limpia, la carta en su maleta permanecía ahí burlándose de él, pero no la abrió, podría hacerlo más tarde, desde que tenía todo el tiempo del mundo.

Caminó hacia la puerta y probó si la puerta estaba cerrada con llave, ese Alfa se veía muy capaz de dejarle encerrado con tal de “protegerlo” no lo estaba y no supo por qué le molestó.

Quizás porque le estaba diciendo que era libre de irse si lo prefería luego de decirle anoche que no lo abandonaría.

Hizo una mueca, sus cambios de humor lo asustaban, dejando la idea de lado decidió irse.

Antes de salir agarró la chaqueta de Marcus, esta sería la cobertura perfecta para enmascarar su olor.

Salió del complejo de habitaciones sin toparse con nadie y caminó a ningún lugar en específico.

No conocía nada en este lugar.

Dos Omegas se rieron al pasar a su lado, Milo no se molestó en mirar, después de todo nunca le atrajeron, lo que era un motivo más que suficientemente para creerle a ese Alfa.

Aún así seguía siendo ridículo.

Llegó a una especie de bar y se sentó en la barra, un Tequila le fue servido enseguida y se lo tomó sin chistar.

El interior era cálido, no había demasiadas personas, la mayoría Alfas, un grupo de Omegas en la esquina, varias sirviendo tragos y bailando alrededor, porque eso era lo que se suponía que hacían las Omegas.

Entonces, ¿Qué hacía un Omega?

Algo estaba mal, él no era así, no nació para servirle a ningún Alfa, no se suponía que hiciera eso, iba en contra de la naturaleza, quizás por eso intentaron matarlo.

Sonrió a la nada, captando el sonrojo de una bonita Omega con pelo castaño, luego frunció la nariz y miró a otra parte.

La chica se sentó a su lado apoyando un codo sobre la barra, sus pechos saltaron a la vista, ella probó la bebida verde que traía consigo y lamió sus rojos labios. Milo se tensó captando sus feromonas, lo suficientemente fuertes como para marearlo.

—¿Estás solo? —murmuró prácticamente en su oído, Milo aguantó la respiración.

—No, espero a alguien —mintió con la esperanza de deshacerse de ella, ella no lo captó.

—Creo que llega tarde. ¿Por qué no nos conocemos mejor?

—No, lo siento —a pesar de usar un tono fuerte ella no cedió, en cambio, le arqueó una ceja y sonrió.

—¿Realmente no estás interesado? —esta vez utilizo su mano para rozarle el muslo y un poco más, Milo la retiró bruscamente.

—Dije que no.

La chica se puso un poco más cerca, luego lo empujó confundiéndolo por completo, ella se puso de pie y dio unos traspiés con la mano en la boca.

—¿Cómo te atreves? —preguntó llorosa, Milo pestañeó. ¿Qué estaba pasando?

—¿Qué?

—Eres un sinvergüenza —acusó con el dedo, Milo se puso de pie y al instante un Alfa se detuvo frente a él.

—¿Qué te atreviste a hacerle a mi Omega? —gruñó el tipo empujándolo, Milo miró alrededor, todos ignoraban al hombre.

—No hice nada, pero resulta que tu Omega es una ofrecida —gruñó de vuelta.

—Vas a tener que pagarme mucho por eso, o en serio voy matarte —Milo se rió, a carcajadas, esta vez todos lo miraron.

—¿A cuántos estúpidos has estafado? Yo no toqué a tu Omega y no te daré dinero.

El Alfa le tiró un puñetazo, Milo lo esquivó, luego de vivir con un hermano, eso no era nada.

—Maldito —el Alfa se apoyó en la barra, Milo lo miró con ironía.

—Si quieren pelear tendrán que salir del local —habló el gorila de la puerta, Milo bufó y salió de ahí, que viaje tan inútil.

El mediodía estaba oscuro debido a las nubes de tormenta, genial, todo lo que le hacía falta era mojarse.

Siguió el camino que había tomado anteriormente y miró a dos calles muy parecidas, no recordaba haber tomado ninguna de las dos, por lo que debía estar perdido, sí, definitivamente no fue una buena idea salir solo sin conocer la ciudad.

Decidió tomar la primera opción y caminó, caminó, y no llegó a ninguna parte, el Alfa y la Omega que lo molestaron antes les sonrieron desde la otra acera.

Milo hizo una mueca y decidió ignorarlos, eso hasta que alguien le golpeó la nuca con algo, no fue demasiado fuerte como para noquearlo, pero si para marearlo, sacudió la cabeza y se agarró a una pared, su nariz detectó aromas nuevos agregados a los anteriores.

Dos Alfas más junto al anterior y la chica.

Milo gruñó y golpeó a uno de ellos.

—No debiste hacer eso ahí, sólo tenías que darnos el dinero y nos iríamos sin causar problemas —Milo bufó.

—No dejaré que gente sin cerebro me estafe, no soy imbécil —dijo sintiendo subir la temperatura de su cuerpo.

—Sólo eres un creído niño de campo —Milo no miró a tiempo y se llevó un golpe en el pómulo.

—¿Qué fue lo que te hizo este tipo? —le preguntó a la Omega, él la fulminó con la mirada.

—Me llamó ofrecida, después de que intentó… tocarme —dijo llorosa, Milo le daba un diez por la actuación tan ridícula.

—¿Escuchaste eso? —hablaron entre ellos.

Milo arrugó la frente y jadeó, algo estaba mal y no era sólo su temperatura.

Otro golpe lo hizo caer al suelo y apretó la mandíbula, sus garras se extendieron arañando la tierra. Los olores de los tres Alfas se dispararon de repente.

Se estaba asfixiando.

Los tres lo miraron con hambre, uno de ellos extendió la mano para tocarlo y Milo tembló, soportaría los golpes, pero no que abusaran de él como si fuese un cualquiera.

Cerró los ojos, pero el toque nunca llegó.

La mano del Alfa fue detenida por la de alguien más y suspiró de alivio al notar el aroma de Marcus, el hombre acabó con los Alfas en unos minutos y luego se arrodilló frente a él, Milo perdió el aliento.

……

Marcus acarició su mejilla y suspiró, este chico le traería tantos problemas.

Escondió la nariz en su cuello y dejó salir sus feromonas, Milo se calmó, pero también se excitó regalándole un gemido, sus mejillas rojas, las pupilas completamente dilatadas y mordió sus labios.

Marcus tragó y se puso de espaldas, no había otra forma fácil de llevar a alguien del tamaño de Milo.

—Sube —Milo obedeció con su parte Omega a flote y él caminó en dirección a casa.

—No pretendía irme —dijo olisqueando su cuello.

—Lo sé.

Marcus se asustó al llegar a casa y no verlo ahí, por supuesto, dejó la puerta abierta para que comprendiera que no era un prisionero, podía ir a la esquina si quería, pero nunca pensó que iría tan lejos.

—Tomé tu chaqueta —murmuró apenas entraron a la habitación.

—Lo sé —Milo se despojó de su ropa y se metió a su cama.

—¿Sólo eso? ¿no me gritarás por irme o coger tu ropa? —se envolvió en la sábana, sabía que lo hacía sólo porque tenían su aroma.

—No, sólo eso —le acarició la cabeza y Milo jadeó, tomó su mano y comenzó a acariciar su rostro con ella.

—Me siento raro, ¿es porque soy Omega?

—¿Qué sientes, Milo? —el chico suspiró y lamió la palma de su mano, Marcus en serio estaba haciendo un esfuerzo para no atacarlo.

—Me siento caliente, yo…

—Te estás presentando, fue peligroso salir así —Milo jadeó y lo miró asustado.

—Hay algo.

—¿Qué?

—Hay algo saliendo de mi… — dijo con los ojos llorosos, Marcus retiró las sábanas para comprobar lo que lo asustaba tanto—. ¿Qué estás…?

Marcus besó su sien, luego las sonrojadas mejillas, dejó un pico en sus labios y metió un dedo entre sus nalgas comprobando, Milo lloriqueó e intentó detenerlo.

—Milo, no te asustes, al parecer esto es lubricante, es algo natural en Omegas —explicó sacando el dedo húmedo para que Milo lo viera, luego lo lamió.

—Dios, no hagas eso —murmuró con las mejillas rojas, Marcus resopló y dejó un pequeño beso sobre su frente.

—¿Por qué? Sólo ve a dormir, en un rato te sentirás mejor.

—Ven aquí conmigo —señaló a su lado.

Marcus suspiró y lo cubrió con las sábanas una vez más, quedarse con él era una maldita locura.

Milo estaba asustado por algo tan simple como el lubricante, si perdía ante sus instintos intentaría follarlo y la cosa sería peor.

—No puedo.

—¿Qué?

El chico se vio sorprendido, pero aún más herido, Marcus se mordió el labio.

—Lo siento, necesito irme —dijo separándose y yendo a calmar su cabeza.

No podía estar frente a su Omega en celo y no hacer nada, en serio, ¿Qué tan fuerte creía ese Omega que era?

Marcus no quería quedarse, hacer una locura como la de antes y que su Omega comenzara a odiarlo, podía conformarse con simple cordialidad como hasta ahora.

Tomó su chaqueta del perchero de la puerta y salió sin mirar atrás.

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