4🐺
Milo intentó cubrirse con su manta, pero su mano chocó contra una pared de músculo duro, abrió los ojos lentamente y se arrastró por lo que parecía ser el suelo.
Estuvo en su casa hasta hace apenas unos minutos, no podía ser que estuviese ahora en el bosque con un extraño, un extraño que olía realmente bien.
Olfateó e inconscientemente dejó salir un gemido, conocía ese olor, demasiado conocido, por lo que esto debía ser un sueño.
Gateó hasta el hombre y se sentó frente a él, su cabello rubio se veía más largo que la última vez y Milo se atrevió a tocarlo, se sentía bastante sedoso para ser un sueño.
Tocó sus mejillas, recorrió el puente de su nariz y terminó en los labios. Milo jadeó sintiéndose repentinamente caliente, más de lo que recordaba alguna vez, al ser irregular estas cosas no sucedían ya que no se presentó en ningún momento.
—Me alegra ver que estés despierto —dijo el hombre viéndolo, Milo se derritió bajo su mirada.
—¿No se supone que estoy soñando?
—No, estás despierto y a partir de ahora viviremos juntos —el lobo se sentó y Milo salió de su burbuja momentánea.
Claro, vivir juntos, que buena idea.
Lo miró como si estuviese real y jodidamente loco.
—¿Qué? ¿Te has vuelto loco? ¿Me secuestraste? —el rubio negó con una sonrisa.
—Algunos dicen que lo estoy, pero no secuestro, ya sabes, es un poco ilegal —gruñó por la estúpida broma—. Milo, esto es por tu bien, tus padres y tu hermano sabían que esta era la mejor decisión, en esta carta se despiden —dijo tendiéndole un sobre.
Milo apretó la mandíbula viendo la carpeta, odiaba sentirse así, lo tomó y escondió en el bolsillo de su pantalón.
—Me sigues llamando por mi nombre, pero no tengo idea de cuál es el tuyo.
—¿No leerás la carta? Pensé que estarías un poco más asustado —dijo arqueándole una ceja.
Milo se mojó los labios y desvió la vista por un momento ya que estaba teniendo una reacción verdaderamente rara a este hombre.
Un lobo Alfa.
—Contigo me siento bien, demasiado y eso tiene una explicación, ¿verdad?
—Sí, pero creo que deberíamos llegar a un motel antes de tener una conversación tan importante.
—Tu nombre —exigió, el hombre suspiró y decidió finalmente rendirse.
—Marcus.
—Marcus —repitió probando el nombre en sus labios, una chispa de interés brilló en los ojos de Marcus, pero como mismo llegó se fue—. ¿Qué edad tienes?
—Ahora no es momento para esto —agarró su mochila y señalo a su maleta, evidentemente su familia la había hecho para él.
¿Que tuviesen la maleta lista quería decir que estaban ansiosos por deshacerse de él?
Milo sacudió la cabeza, sabía que su familia le quería y todas sus acciones tenían un motivo, además por alguna razón estuvo esperando a este hombre por años.
Milo gruñó por la idea y agarró su maleta.
Marcus lo llevó en silencio a través del bosque, cada vez que intentaba hacer algún tipo de charla este gruñía malhumorado, torció los ojos y dejó caer la maleta en la calle.
Marcus se metió en el bosque al otro lado de la calle y para su sorpresa salió conduciendo un auto.
Milo pestañeó, se pellizcó, pero no estaba dormido, Marcus se burló dejando ver una bonita sonrisa que lo embobeció un poco.
—Sube, en poco tiempo llegaremos.
Milo obedeció sin preguntar a donde le llevaría, evidentemente el hombre tenía su propio ritmo y parecía no tener muchas habilidades sociales, tocó la carta en su bolsillo y se mordió el labio.
—Puedes leerla, aún falta mucho para llegar.
—Lo haré luego —dijo con media sonrisa—. ¿Qué hora es?
—Son las siete.
—¿Siete? —murmuró y comenzó a rebuscar en su maleta, Marcus suspiró tan fuerte que lo hizo detenerse.
—No están, ya no necesitas tus pastillas —Milo lo miró, luego a su maleta.
—¿Qué? ¿por qué? Mis padres dijeron que debía tomarlas —Marcus lo miró de reojo.
—Habrá cambios, muchos cambios, te lo explicaré una vez lleguemos a casa —dijo calmadamente, contrario a como se sentía Milo.
Llevaba horas con este hombre y sólo sabía su nombre, que tenía un olor jodidamente increíble y que al parecer podía sacar autos del bosque.
—A tu casa querrás decir —dijo obstinado.
—No utilices esa actitud conmigo —pidió Marcus, eso lo sorprendió, el hombre no gruñó.
—¿Qué harás, dejarme en el camino? —Marcus pisó el freno tan fuerte que si no hubiese llevado el cinturón se habría roto la nariz.
—Sé que esto es confuso —dijo viéndose bastante abatido y ahora haciendo sentir mal a Milo—. Pero esto tampoco es fácil para mí.
—Muy bien, esperaré —murmuró dejándolo ir, Marcus volvió a su trabajo de conducción.
Milo se restregó los ojos para terminar de despertar, llegar tomó una hora más y ya que su compañero de viaje no era hablador optó por dormir.
Marcus le abrió la puerta del auto y Milo salió extrañado, no había necesidad de ese movimiento, el Alfa le dio las maletas, Milo tomó ambas y sintió un peso sobre su hombro.
El hombre al que acababa de conocer estaba rozándole el cuello con la punta de su nariz, Milo se puso más rígido que un palo.
—¿Qué?
—Shsh, relájate, sólo estoy dejando mi olor en ti —murmuró haciéndole estremecer.
—¿Por qué? Eso es bastante extraño, ¿Qué dirán los demás?
—No me importa realmente, pero los hermanos hacen esto, tu hermano lo hacía, ¿verdad?
—Es diferente —masculló tratando de alejarlo, pero con las maletas en sus manos se hizo bastante difícil, su hermano era su hermano, este extraño no lo era.
—¿Por qué? —dijo dejando salir su olor con más fuerza.
Milo gimió, era diferente, sobre todo porque no tenía erecciones con su hermano, este hombre no era nada suyo.
—Creo que ya hay suficiente de tu olor sobre mí.
Marcus se separó, agarró su maleta y subió al edificio de tres pisos, al parecer vivirían en el segundo piso, el cual parecía no estar habitado a excepción de Marcus.
El apartamento no era pequeño, tampoco grande y además sólo tenía cosas básicas, Milo frunció el ceño, no estaba acostumbrado a esto.
—Tenemos que mudarnos cada tres meses —dijo ante la falta de objetos en la habitación—. Esa explicación viene incluida en nuestra conversación.
—¿Puedo tomar un baño antes?
—¿No estabas deseoso por saberlo?
—Cuando salga seguirás aquí, ¿verdad?
—Sí, no me alejaré de ti otra vez—su mirada era demasiado intensa. Milo dio un paso atrás confundido por los cambios repentinos de actitud y se llevó su maleta al baño.
Luego de bañarse tuvo la oportunidad de ver su maleta, estaba muy bien recogida y su madre se encargó de que todas sus cosas favoritas estuviesen ahí, como ese viejo oso que le habían regalado después de cumplir seis.
Milo sonrió y vio el inicio del sobre en su pantalón, lo tomó y medio rasgó el papel, en realidad no quería leerlo.
Negando lo dejó dentro de la maleta.
—¿Estás bien? —Marcus lo miró desde la cama, Milo subió al otro lado.
—Ya es hora de que me digas que pasa —Marcus se apoyó al respaldado de la cama y se mordió el labio antes de empezar.
—Te conozco desde hace veinticuatro años, te salvé de gente muy peligrosa —Milo asintió.
—¿Quién eres?
—Soy lo que llamarías un sicario, elimino a todos aquellos lobos que puedan dañar a nuestra especie.
Milo bufó, eso se escuchaba como todo lo contrario de lo que salvaría a un bebé, pero quizás no podías juzgar a las personas por su trabajo.
—Entonces, ¿por qué me salvaste tú?
—Tú eras mi objetivo, Milo, siento decirte esto, pero Glen no es tu padre, eso no quiere decir que no te quieran —Milo asintió, sabía sobre ello desde los doce años en los que empezó a notar diferencias muy grandes y el sobre que llegaba cada mes.
—Eso ya lo sabía, no soy tan tonto, si era tu objetivo, ¿por qué terminaste salvándome?
—Eras un bebé, no iba a matarte.
Marcus se veía incrédulo, como si no entendiera su pregunta y fuese obvio.
—Pero fue una orden, ¿no?
—Sí.
—¿Por qué? Tiene que haber algún motivo —Marcus lo miró fijamente y luego dejó caer algo que no se esperaba.
—Porque eres un Omega.
……
Marcus sintió una gota de sudor viajar por su espalda, la sensación fue angustiante y bastante incómoda, justo lo que le hacía sentir la mirada de Milo sobre él.
Quizás pasaron diez minutos, cinco o una maldita hora, Marcus no estaba seguro de nada, sólo que Milo probablemente no creyó lo que acababa de decirle teniendo en cuenta su reacción, o más bien su falta de ella.
—Vale, un Omega, no fue gracioso, por si esperabas que me riera —Marcus tragó tratando de deshacerse del nudo en su garganta, pero este no cedió.
—No fue una broma —murmuró.
Milo se mordió el labio y se peinó hacia atrás, una gota de sudor cayó desde su sien siguiendo un camino descendente, Marcus sabía que lo estaba pensando.
—Soy un hombre —replicó.
—Créeme, estoy muy consciente de ello —Milo suspiró.
—Eso es imposible, nunca escuché hablar de algo así —Marcus le dio la razón, pero eso no quería decir que no existiera.
—Probablemente seas el primer Omega varón, o no —explicó, Milo arqueó una ceja—. Puede que haya más escondidos por ahí, pero tú eres el primero en registrarse.
—Vale —Milo lo apuntó con el dedo índice—. Digamos que me creo eso ¿Por qué querrían matarme?
—Eres desconocido, tienen miedo de lo que podrías hacer —Milo se cruzó de brazos y sonrió irónicamente.
—¿Tú no?
—Hasta ahora no has presentado nada extraño y aunque fuese así no me importa —el chico ladeó la cabeza.
—¿Por qué?
—Eso tendré que contestarlo luego.
Marcus estaba seguro de que decirle que eran destinados no mejoraría la situación, más bien todo lo contrario.
Correría despavorido cuando supiera.
Milo suspiró.
—Entonces, no me mataste y decidiste darme en adopción, han pasado veinticuatro años, ¿Por qué ahora?
—Se te dieron pastillas para evitar tu presentación y ocultar tu aroma, para los demás pareces un Beta o un Alfa con una presentación tardía, no sabíamos si funcionaria, pero al parecer fueron útiles por un tiempo.
—Lo que quiere decir que ya no funcionan —dijo viéndolo fijamente.
Marcus se alegraba de que el chico fuera inteligente, aunque aún no estaba seguro de si le creía o no.
—No, tu presentación está próxima, por eso dejé mi aroma en ti, nadie puede saber lo que eres, ellos te siguen buscando.
—¿Cómo es que no me han encontrado?
—Evité que lo hicieran —musitó, pero Milo tenía el oído de un cambiaformas por lo que lo había escuchado perfectamente.
—¿Por qué? —Marcus negó, ya odiaba la pregunta—. Eso lo contestarás luego —suspiró—. ¿Por qué no quieres decirme nada sobre ti?
—Todo a su debido tiempo, ya tienes bastante con lo que lidiar.
—Sí, todo eso de que soy un Omega, es difícil de creer ¿me has visto? ¿te parezco Omega?
Marcus lo repasó con la mirada, a simple vista pasaría como un Alfa, tenía tanto músculo como él, eso lo hizo suspirar.
—Tienes dos combinaciones genéticas en tu ADN, tienes genes de Alfa, pero tienes un ochenta por ciento de Omega, tus genes Alfas han estado activos todo este tiempo debido a los supresores —Milo se carcajeó poniéndose de pie.
—Esto es jodidamente absurdo —mencionó agarrando una de las almohadas—. A primera hora de la mañana quiero que me lleves a casa.
—No puedo hacerlo.
—Iré a dormir —murmuró apuntando hacia el sofá, luego lo miró a él—. Y antes, rezaré para que todo esto —señaló a su alrededor, luego a él—. Para que tú, seas una maldita pesadilla.
Marcus sintió a la angustia instalarse en su pecho con un fuerte golpe mientras veía a su Omega ir a dormir.
Lejos de él.
Lejos de la protección de su Alfa.
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